Un libro escrito en tiempo récord pero, que quizás por eso, no se pierde en divagaciones y va directo al grano: el fracaso del kirchnerismo, el surgimiento de Milei como “el signo de la catástrofe”, y los comicios que se aproximan como un punto de giro, esos que cada tanto da la historia, donde ningún programa cierra y el gran debate es si maniobrar o cortar. De eso trata básicamente El kirchnerismo desarmado (editado por Ariel, un sello de Planeta), el nuevo libro del ensayista y doctor en Ciencias Sociales, Alejandro Horowicz, que fue presentado este viernes.
En diálogo con el politólogo Diego Sztulwark y el periodista Daniel Tognetti, el autor del ya clásico libro Los cuatro peronismos, analizó el fracaso del kirchnerismo para revertir la profunda crisis actual, el ascenso de Milei como la expresión de esa catástrofe, y la competencia electoral incierta que se aproxima.
“Mi temario es el temario de mi generación: el peronismo, el socialismo, la revolución”, señaló ante una sala repleta. “Como vengo del periodismo gráfico, la idea de espontaneidad siempre está presente, y este libro tiene algo de eso, porque fue escrito en tiempo récord”.
Citando a Carl von Clausewitz, Horowicz afirmó que “la guerra empieza con un movimiento defensivo, cuando uno detiene el golpe que nos van a propinar”. Y se preguntó “¿qué clase de movimiento es necesario para poner un punto de corte a la derrota?”, porque “la falta de estrategia del peronismo es una falta recurrente. En 1969-1970, surgió el Cordobazo, no con la consigna ‘Perón vuelve’ sino ‘Luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular’. Perón volvió y la consigna no. Esto ha sido derrotado, tenemos que inventar otra cosa, de abajo para arriba, un movimiento que no podemos predeterminar”, pero que sirva “para que este dolor tenga un horizonte para ser vivido, no para sobrevivir”.
“Milei no es la derecha, es el signo que nos permite medir el nivel de angustia que tienen los sobrevivientes”
Sztulwark puso el foco en el fuerte surgimiento de Milei en la política. ¿El grupo de Milei es un intento de hacer del mercado algo más que una categoría económica? ¿Son gestos que permiten que el descontento se articule?, preguntó.
“Todo lo antagónico es la derecha, pero Milei no es la derecha, es el signo que nos permite medir el nivel de angustia que tienen los sobrevivientes”, aseguró Horowicz. “Nos hacen mirar en ese horrible espejo; Milei es el resultado de cuatro años de inactividad. Milei es simplemente una especie de signo que hemos producido y nos hace saber cuál es el estado de la cuestión”.
“El INDEC -agregó- nos dice cuántos pobres hay, pero si nos reducimos a esto no entendemos nada”. “Cuando alguien puede significar un punto de cruce, es porque le permite a cada uno ubicar su propio dolor en ese territorio”, y entonces el debate es entre ese “alarido primigenio o una respuesta política de abajo para arriba”.
A lo largo de la charla, Horowicz reforzó su idea de que es difícil “pensar que Massa vaya a hacer algo distinto a lo que está haciendo”, y frente a eso Milei representa “rechazar radicalmente lo que existe tal como existe”. Y aseguró que “la catástrofe es parar a Milei, pero Milei no es la catástrofe, es el signo de la catástrofe”.
Por su parte, Tognetti preguntó sobre la pérdida de poder de Cristina Kirchner, volvió al tema del surgimiento de Milei y mencionó la doble lectura que puede hacerse sobre la frase del título, El kirchnerismo desarmado, que puede referirse tanto a la ausencia de armas como a un legado que se va descomponiendo.
“Vamos a volver a correr la cuestión”, dijo Horowicz. “Milei es la expresión de la descomposición del orden político. Pero hay gente que está tratando de evitar una catástrofe mayor; si no, es complejo entender por qué alguien votaría a Patricia Bullrich, que inventa un enemigo imaginario cuando dice que hay que derrotar al kirchnerismo. Eso es no saber qué cuernos hacer. Como dijo Milei, es votar a una segunda marca. Esa es la terrible situación”.
“Que ninguno de los competidores de 2019 siga en carrera nos permite saber qué piensa la compacta mayoría sobre los últimos tres presidentes”
“¿Este es un momento de maniobrar o es un momento de cortar? ¿Hay que ganar tiempo para qué?”, se preguntó ante el público, “porque los programas en curso no sirven ninguno. Y el otro programa, Cristina no lo tiene”
Horowicz sostiene que actualmente el peronismo está “estallado”, a partir del último experimento fallido del kirchnerismo, el actual gobierno de Alberto Fernández, quien no pudo modificar un modelo económico agotado que derivó en el crecimiento de la pobreza de gran parte de la población. En este marco, el libro narra cómo el matrimonio Kirchner se convirtió en una “esperanza perdida” al no lograr modificar el “programa económico del saqueo” financiero, ya sea por errores propios o ajenos.
El autor sostiene que el proceso actual de degradación se inició en 1976, recibió un sacudón en 2001 y encuentra hoy un nudo imposible de aflojar: un futuro aparentemente inevitable de ajuste en el que sólo se podrán graduar la velocidad con la que se va a producir y la ferocidad, pero no su alcance.
“El nivel de rechazo a los candidatos que encabezan ahora los espacios políticos que representaron la polarización de entonces sintetiza el balance que la sociedad tiene sobre la calidad de su dirigencia. Que ninguno de los competidores de 2019 siga en carrera nos permite saber qué piensa la compacta mayoría sobre los últimos tres presidentes. La fórmula ‘los políticos son una mierda’, se diga o se calle, tiñe la despolitizada pero comprensible percepción colectiva”, asegura Horowicz en su libro.
“La larga agonía del cuarto peronismo”, tal como reza la frase que acompaña al título de su nuevo libro, sintetiza el pensamiento de Horowicz sobre el momento actual, y le sirve de explicación al surgimiento de fenómenos como el de Milei. “Entre 1976 y la fecha, transcurrieron 47 años. Los que entonces rondaban los 25 ahora rozan los 75 años. Dos generaciones nuevas ingresaron a la vida social: los que tienen ahora 50 y los que apenas cumplen 25. Ninguna de las tres generaciones conoció otro escenario que este, en su adultez, y las dos generaciones jóvenes carecen de semejante experiencia. ¿Se dirá que en la época de oro del kirchnerismo las cosas fueron distintas? Estoy en condiciones de mostrar que, más que profundas diferencias, hubo un maquillaje superficial que no tocó el fondo del mecanismo que vengo describiendo”.
Quién es Alejandro Horowicz
♦ Es ensayista y doctor en Ciencias Sociales summa cum laude por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
♦ Dirigió la colección Espejo de la Argentina de Planeta y actualmente es director del proyecto Historia crítica de la literatura argentina.
♦ Fue columnista de las revistas Primera Plana, Competencia y Contraeditorial, de los diarios La Opinión, Convicción, Clarín, Sur, Perfil, BAE, Tiempo Argentino y director del mensuario Consignas.
♦ Ha publicado el ya clásico Los cuatro peronismos (1985), Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina (2003, en coautoría con Toni Negri y otros autores), El país que estalló (2005), Las dictaduras argentinas (2013) y El huracán rojo. De Francia a Rusia 1789-1917 (2019).
♦ Desde 1997 es titular de la cátedra Cambios en el Sistema Político Mundial de la carrera de Sociología de la UBA.
El kirchnerismo desarmado (fragmento)
Como todos saben, el 10 de diciembre de 2019 Alberto Fernández asumió la Presidencia de la República. Había ganado las elecciones en primera vuelta con una concurrencia electoral superior al 81 % del padrón. Parte de la sociedad, incluso alguna que no lo había votado, observó su victoria con cierta expectativa. Podemos desconocer, prima facie, el motivo o los cambiantes motivos, pero el resultado de esas presidenciales había despertado un interés que no ha sobrevivido. Nadie lo ignora.
El nivel de rechazo a los candidatos que encabezan ahora los espacios políticos que representaron la polarización de entonces sintetiza el balance que la sociedad tiene sobre la calidad de su dirigencia. Que ninguno de los competidores de 2019 siga en carrera nos permite saber qué piensa la compacta mayoría sobre los últimos tres presidentes. La fórmula “los políticos son una mierda”, se diga o se calle, tiñe la despolitizada pero comprensible percepción colectiva.
Más adecuado sería admitir que los programas que repite este orden político (pero ¿merecen ser llamados programas?) acentúan la descomposición social. Y la descomposición potencia la distancia entre representados y representantes. Las consabidas recetas económicas reproducen la crisis potenciada. Al permitir que el excedente productivo termine en el sistema financiero internacional, siguen alimentando el crecimiento de la pobreza endémica. El bloque de clases dominantes impone sus términos políticos a los sometidos asalariados, impone la regresiva distribución del ingreso. Reproduce, en otras condiciones, el orden económico que inició la dictadura burguesa-terrorista de 1976. La afirmación es fuerte; se impone justificarla.
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El saqueo adopta siempre el mismo formato: hiperinflación y default, o la amenaza de hiperinflación y default. Las repetidas corridas cambiarias –síntomas de un dólar sin ancla en pesos– anuncian ambos peligros. Entonces, para estabilizar la estructura productiva (para congelar la crisis durante un rato) se recurre al ajuste –llevando la distribución a un punto todavía menos favorable para los asalariados–, a la reducción de la masa salarial en dólares para pagar la deuda en dólares de empresas que no tienen los dólares para importar… porque los transfirieron al exterior.
Esa respuesta a la crisis (una crisis provocada intencionalmente para beneficio del bloque de clases dominantes) no produce otro efecto que multiplicarla. En ese punto estuvimos en 2019 y en ese mismo punto seguimos estando en 2023. Un dato varió: la pobreza, que en 2015 era del 30 %, en 2019 rozaba el 35 % y ahora supera el 40 %. Y los 10 mil millones de dólares rechazados al Fondo Monetario Internacional (FMI) por decisión de Martín Guzmán y Alberto Fernández, en 2019, son los requeridos al FMI por Sergio Massa y Alberto Fernández en 2023.
Recordemos: es la repetición del Plan Austral ejecutado por el gobierno de Raúl Alfonsín. Bajo la conducción técnica de Juan Vital Sourrouille, ese plan sistematiza la acción de gobiernos cuyo programa se limita a gestionar deuda. Cuando los economistas del mercado dicen que es preciso un nuevo plan económico, en realidad se refieren al añejo Plan Austral. Esto es, otra hiperdevaluación y sus irreparables consecuencias: se licúan los dólares de la deuda en pesos de las empresas (pueden pagarla con menos dólares), se transfieren ingresos de los asalariados en favor del bloque de clases dominantes (se reduce el salario en dólares), se produce una inflación persistente. Y es probable que en un futuro cercano, tal como sucedió con el Plan Austral, se vuelva a hablar de una nueva moneda, que no es otra cosa que quitarle ceros a la anterior. Y entonces, después de un rato de ficticia estabilidad, volver a empezar.