Tiene diez años y no entiende mucho del mundo que se alza a su alrededor. Ella lo observa todo con asombro y nos lo cuenta. Gracias a ella nos enteramos de lo que va sucediendo con su familia: su madre, su abuela y la señorita Berta. Es apenas una niña, y es también nuestra guía.
Nos encontramos en Argentina, a finales de la década del 60. La dictadura del general Juan Carlos Onganía manda sobre todos. El militar había llegado al poder después de un golpe de Estado que derrocó al gobierno democráticamente elegido de Arturo Illia.
En este contexto, la familia de la niña se divide entre quienes pretenden derrocar al tirano y quienes lo siguen. La tensión no es solo ideológica, sus vidas también corren riesgo. Para afrontar la crisis familiar y abordar las dificultades económicas, la madre de la niña, su abuela y la señorita Berta deciden emprender un pequeño negocio que, a simple vista, parece ser una empresa convencional. Sin embargo, esta actividad comercial oculta conexiones secretas con las personas en el poder en ese momento. Este negocio se convierte en un elemento esencial para entender las operaciones que los adultos se esfuerzan por mantener en secreto, y la protagonista, junto con su hermana, logra finalmente descubrir lo que está sucediendo.
A través de los ojos de esta niña, la escritora argentina Nora Cristina García se adentra en una de las épocas más convulsas de su país, reflexionando sobre asuntos varios en torno a la política, la religión, el sexo y la familia desde una perspectiva humorística.
En una entrevista con Mundiario, la autora habla sobre esta, su primera novela, y cómo la idea inicial surgió de un taller literario al que asistía regularmente. El primer capítulo, relata, fue escrito como un ejercicio más, pero cuando el coordinador le instó a continuar, García aceptó el desafío con entusiasmo.
Lo que comenzó como un cuento se transformó gradualmente en una novela completa, gracias al estímulo y el apoyo de sus compañeros talleristas, quienes se convirtieron en sus primeros lectores y críticos.
García reconoce la influencia de Quino y su icónica Mafalda para la narración humorística a partir de la voz de la niña, y señala que no intenta emularlo, ya que considera imposible igualar su genialidad. En lugar de eso, la autora elige escribir desde la perspectiva de un narrador que no sabe, que está deseando aprender y que, a menudo, mete la pata.
Este enfoque resulta en situaciones disparatadas que despiertan la risa en el lector, a pesar de la seriedad de los temas tratados.
Usar el humor como vehículo narrativo es arriesgado en un período histórico tan delicado como la dictadura de Onganía en Argentina. Sin embargo, García defiende su elección, argumentando que el humor es una forma poderosa de abordar temas universales y complejos. Según ella, el humor permite mirar la vida desde un ángulo distinto y, a través de la comedia, se pueden explorar cuestiones serias de manera más efectiva.
La autora explica que eligió este período de la historia argentina porque, aunque fue una dictadura, no fue tan sangrienta ni traumática como la dictadura militar de 1976, lo que permite un enfoque más sereno y reflexivo sobre la época. Además, García tenía la misma edad que la protagonista en ese momento y pudo ver la situación desde esa perspectiva.
García reconoce que La señorita Berta podría resultar controvertida para algunos lectores, pero sostiene que los escritores tienen la responsabilidad de cuestionar y criticar las injusticias y las realidades que los rodean. La literatura, en su opinión, debe interpelar al poder y reflexionar sobre lo que está mal en el mundo.
En la conversación con Judith Muñoz, Nora Cristina García adelanta que ya tiene su próxima novela escrita, que trata sobre la crisis del 2001 en Argentina. Esta historia se centra en una chica que trabaja en una veterinaria durante la crisis económica y política que sacudió al país en ese año.