Cuáles son las diferencias entre hinduismo y budismo

Ananda K. Coomaraswamy, uno de los más célebres especialistas de su época en filosofía, religiones y artes orientales, explica todo lo que hay que saber sobre estos credos, dos de los más importantes del mundo,

Aunque se las suele confundir por sus similitudes, estas dos religiones (de las más numerosas del mundo) tienen varias diferencias. (Gettyimages)

Para mucha gente, en particular del mundo occidental, budismo e hinduismo suelen ser sinónimos, dos palabras que se usan indistintamente sin llegar a poder delimitar qué comprende cada una. Pero, ¿cuáles son las diferencias entre uno y otro?

Para quienes estén interesados no solo en conocer lo que distingue estas dos religiones sino también profundizar en la historia, los mitos fundacionales y las particularidades de cada una, Ananda K. Coomaraswamy (1877-1947), uno de los más célebres especialistas de su época en filosofía, religiones y artes orientales, escribió un libro en el que reúne con claridad toda la información necesaria.

Hinduismo y budismo (Paidós), publicado originalmente en 1949 y con incontables reediciones a lo largo y ancho del mundo, no ha perdido vigencia alguna en los casi 75 años que pasaron desde su aparición.

Por un lado, el autor -uno de los más importantes representantes de la filosofía perenne- distingue el hinduismo, que es “la religión antigua de la que poseemos mayor conocimiento, gracias a las fuentes escritas y a los documentos iconográficos”. Y, por otro, el budismo, que “empieza con el mito, la vida misma del fundador, pero la personalidad de este último aparece totalmente oculta por la sustancia eterna con la que se identifica”.

Pero, ¿son suficientes estas características básicas para distinguir y definir ambas religiones? Escribe Coomaraswamy: “Cuanto más superficialmente se estudia el budismo tanto más parece diferir del brahmanismo del que procede; pero cuanto más se profundiza en el estudio, más difícil se hace distinguir uno del otro o decir desde qué punto de vista, si es que hay alguno, el budismo es realmente heterodoxo. La distinción más llamativa consiste en que el budismo ha sido expuesto por un fundador aparentemente histórico, que habría vivido y enseñado en el siglo VI a. C. Aparte de eso, hay solo importantes diferencias de énfasis”.

“Hinduismo y budismo” (fragmento)

Hinduismo

El brahmanismo o hinduismo es la más antigua de las religiones o, más bien, de las disciplinas metafísicas de las que tenemos un conocimiento completo y preciso por fuentes escritas y, en lo que atañe a los dos últimos milenios, por documentos iconográficos. Es también una disciplina —y quizá la única— que sobrevive en una tradición intacta, vivida y comprendida hoy por millones de seres humanos, algunos de los cuales son campesinos, pero otros son hombres instruidos perfectamente capaces de exponer su fe, tanto en una lengua europea como en la suya propia.

Sin embargo, aunque tanto los escritos antiguos y recientes como las prácticas rituales del hinduismo están siendo estudiados por investigadores europeos desde hace más de un siglo, no sería exagerado decir que se podría dar perfectamente una exposición fiel del hinduismo bajo la forma de desmentido categórico a la mayor parte de las afirmaciones que hasta ahora se han formulado, tanto por parte de los estudiosos europeos como de los hindúes formados según las modernas formas de pensar escépticas y evolucionistas.

Por ejemplo, se observará, para empezar, que la doctrina védica no es ni panteísta ni politeísta. No constituye tampoco un culto de las potencias de la naturaleza, sino en el sentido de Natura naturans est Deus, donde dichas potencias no son otra cosa que los nombres de los actos divinos.

El karma no es el «sino» más que en el sentido ortodoxo de carácter y destino, inherentes a las propias cosas creadas que, correctamente entendidos, determinan su vocación. Māyā no es la «ilusión», sino que representa más bien la medida materna y los medios esenciales de la manifestación de un mundo de apariencias —cuantitativo, y en este sentido «material»— por las que podemos ser iluminados o extraviados según el grado de nuestra propia madurez. La idea de «reencarnación», en el sentido ordinario de un renacimiento sobre la tierra de individuos fallecidos, representa solo un error de comprensión de las doctrinas de la herencia, la transmigración y la regeneración.

Los seis darśanas de la «filosofía» sánscrita tardía no son sistemas que se excluyan recíprocamente, sino, como su nombre implica, otros tantos «puntos de vista» que no se contradicen más de lo que puedan hacerlo la botánica y las matemáticas. Negamos igualmente que exista en el hinduismo algo único y peculiar, fuera de los matices locales y las adaptaciones sociales, inevitables en este mundo donde nada es conocido sino en la medida del conocedor.

La tradición hindú es una de las formas de la Philosophia Perennis y, como tal, encarna las verdades universales que ningún pueblo ni ninguna época podrían reivindicar como posesión exclusiva.

Dicho esto, vamos a intentar establecer de forma positiva los principios fundamentales. No, sin embargo, como se ha dicho habitualmente según el «método histórico», que obscurece la realidad más de lo que la ilumina, si no partiendo de un punto de vista estrictamente ortodoxo, tanto en lo que concierne a los principios como a sus aplicaciones. Nos esforzaremos por hablar con precisión «matemática», sin utilizar nunca términos de nuestra propia cosecha, y sin hacer jamás una afirmación que no podamos sustentar en la autoridad escrituraria, citada con capítulo y versículo. De esta forma, nuestra manera de proceder será en sí misma típicamente hindú.

No podemos intentar examinar el conjunto de los textos sagrados, pues esto equivaldría a realizar una historia literaria de la India, en la que es imposible decir dónde acaba lo sagrado y dónde comienza lo profano, pues incluso los cantos de las bayaderas y de los titiriteros, por ejemplo, son los himnos de los «Fieles de Amor».

Nuestras fuentes comienzan con el Rig-Veda (1200 o más a. C.) y no terminan hasta los más modernos tratados vaisnavas, saivas y tántricos. Debemos mencionar, sin embargo, de forma muy especial la Bhagavad-Gitā, que es probablemente el texto aislado más importante que se haya elaborado de la India. Este libro de dieciocho capítulos no es, como se ha dicho a veces, obra de una «secta». Es estudiado en todas partes y a menudo recitado diariamente de memoria por millones de indios de todas las creencias.

Se puede considerar un compendio de toda la doctrina védica tal como se encuentra en los más antiguos Vedas, Brāhamanas y Upaniṣads. Siendo también fundamento de todos los desarrollos ulteriores, puede ser contemplado como el foco mismo de toda la religiosidad india. [Se ha dicho justamente, a propósito de la Bhagavad-Gitā, que no hay probablemente en la historia de la humanidad ningún otro texto sagrado que sea la vez «tan grande, tan completo y tan corto»]. Es preciso añadir que los personajes seudohistóricos de Krishna y Arjuna deben ser identificados con el Agni y el Indra míticos.

Ananda K. Coomaraswamy fue uno de los más célebres especialistas de su época en filosofía, religiones y artes orientales y es considerado como uno de los más importantes representantes de la filosofía perenne.

Budismo

Cuanto más superficialmente se estudia el budismo tanto más parece diferir del brahmanismo del que procede; pero cuanto más se profundiza en el estudio, más difícil se hace distinguir uno del otro o decir desde qué punto de vista, si es que hay alguno, el budismo es realmente heterodoxo. La distinción más llamativa consiste en que el budismo ha sido expuesto por un fundador aparentemente histórico, que habría vivido y enseñado en el siglo VI a. C. Aparte de eso, hay solo importantes diferencias de énfasis.

Así, se da por supuesto que se debe abandonar el mundo si se quiere seguir la Vía y comprender la doctrina. La enseñanza se dirige bien a brahmanes a punto de convertirse, bien a la congregación de monjes errantes (pravrājaka) que ya han entrado en el Camino; algunos de ellos son ya Arhats perfectos, y se convierten a su vez en maestros de otros discípulos. Hay también una enseñanza ética para los laicos, con mandatos y prohibiciones sobre lo que se debe y no se debe hacer, pero nada que pueda entenderse como una reforma social o una protesta contra el sistema de castas. La repetida distinción entre el verdadero brahmán y el que lo es sencillamente por nacimiento aparece ya repetidas veces en los textos brahmánicos.

Si de alguna forma se puede hablar del Buda como un reformador es solo en el sentido estrictamente etimológico del término: el Buda descendió del cielo no para establecer un nuevo orden sino para restaurar una antigua forma. Pero su enseñanza es «perfecta e infalible» porque captó enteramente la Ley Eterna (akālika dharma) y porque él mismo verificó todas las cosas en el cielo y la tierra. Denunció como vil herejía la idea de que enseñaba una «filosofía propia», elaborada por él mismo.

Ningún verdadero sabio vino nunca a abolir, sino a cumplir la Ley. «Yo he visto —dice el Buda—la antigua Vía, el viejo camino seguido por los Completamente-despiertos de antaño, que es el camino que yo sigo». En otra parte, alaba a los brahmanes de antaño que recordaban el antiguo camino que conduce a Brahma; no hay duda de que el Buda se refiere al «estrecho y antiguo sendero que lleva muy lejos, por el que los contemplativos, los conocedores de Brahma, suben y son liberados» (vimuktāḥ), y que se menciona en versículos que eran ya antiguos cuando Yajnavalkya los citaba en la primera de las Upaniṣads.

Se afirma expresamente en otra parte que los brahmanes de hoy —bien que haya excepciones— han perdido la gracia que era patrimonio de sus ancestros puros y libres del ego. Es con este punto de vista, y teniendo en cuenta el hecho de que el Buda nació en una época en que la casta real gozaba de mayor prestigio que la casta sacerdotal, como se puede comprender mejor la razón de la promulgación de las Upaniṣads y el budismo en una misma época.

Estos dos cuerpos de doctrina, íntimamente vinculados y concordantes, cuyo origen se sitúa en ambos casos «en el bosque», no se oponen uno a otro sino a un adversario común. Su intención es manifiestamente restaurar las verdades de una antigua doctrina. No es que la continuidad de la transmisión por los linajes eremíticos de los bosques se haya interrumpido alguna vez, sino que los brahmanes de las cortes y del «mundo», preocupados sobre todo por las formas exteriores del ritual, y quizá demasiado interesados en sus emolumentos, habían llegado a ser más «brahmanes por nacimiento» (brahmabandhu) que brahmanes en el sentido de las Upaniṣads y del budismo, es decir, «conocedores de Brahma» (brahmavit).

Poca duda cabe de que la doctrina profunda del Sí haya sido enseñada hasta entonces por transmisión magistral (guruparamparā) a discípulos cualificados; esto es plenamente evidente, por una parte en las propias Upaniṣads (su propio nombre significa «sentarse al lado de un maestro»), y, por otra, en el hecho de que el Buda hable a menudo de «no guardar nada para sí». Se deriva netamente de estas condiciones que aquellos a quienes el Buda se refiere tan a menudo como «la muchedumbre inculta» deben haber mantenido esas falsas «teorías del alma» y esas creencias en la reencarnación de una «personalidad» que el Buda rechaza enérgicamente y de forma repetida.

Es posible también que los propios reyes, dirigiendo su arrogante poder contra la autoridad sacerdotal, hayan dejado de elegir a sus ministros brahmanes con sabiduría. El propio Indra, rey de los Dioses, «cegado por su propio poder» y extraviado por los Asuras, proporciona el arquetipo in divinis de esa situación.

Por otra parte, en lo que atañe al «despertar» de la cualidad regia en el caso de Buda, el paradigma lo encontramos igualmente en Indra; pues, exhortado por el consejero espiritual a quien debe lealtad, Indra «despierta» (buddhvā cātmānam) y se celebra a sí mismo, el Sí despierto, con alabanzas que habría podido utilizar el Buda: «Nunca, en ningún momento, estoy sujeto a la Muerte» (mṛtyu-māra). Tampoco habrá que olvidar que más de una vez se habla del Indra védico como si fuera un Arhat.

Y si parece extraño que la verdadera doctrina haya sido enseñada, en el caso de Buda, por un miembro de la casta real, es de hecho la misma situación que a veces encontramos en las Upaniṣads. ¿No era también Krishna de sangre real y fue, sin embargo, un maestro espiritual? Todo esto equivale a decir que cuando la sal de una «Iglesia establecida» ha perdido el sabor, su vida tendrá que ser renovada desde fuera más que desde dentro.

Quién fue Ananda K. Coomaraswamy

♦ Nació en Colombo, Sri Lanka, en 1877. Murió en Needham, Estados Unidos, en 1947.

♦ Fue uno de los más célebres especialistas de su época en filosofía, religiones y artes orientales, además de un gran conocedor de la tradición de Occidente, donde vivió durante muchos años.

♦ Es considerado como uno de los más importantes representantes de la filosofía perenne.

♦ Escribió libros como La transformación de la naturaleza en arte, La verdadera filosofía del arte cristiano y oriental, Buddha y el evangelio del budismo y ¿Qué es la civilización?

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