“Nuestros contenidos no son tanto como de editorial, sino más como de biblioteca”: Caja Negra, 18 años desafiando el status quo

El editor Ezequiel Fanego conversó con Infobae Leamos y reflexionó sobre lo que ha sido su trabajo con el sello y el presente de la industria editorial hispanoamericana.

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Los libros de la editorial Caja Negra. (Neo2 Magazine).
Los libros de la editorial Caja Negra. (Neo2 Magazine).

Han pasado 18 años desde aquel 2005 cuando Ezequiel Fanego y Diego Esteras decidieron embarcarse en un proyecto editorial que desafiaría las normas convencionales de la industria en español. El ahora reconocido sello Caja Negra cuenta en su catálogo con una impresionante lista de autores que abordan problemáticas modernas y piensan mejor que nadie la contracultura contemporánea.

Caja Negra: Más que una editorial

Caja Negra no es solo una editorial, es un espacio de diálogo y reflexión, un motor de pensamiento y un punto de encuentro entre lectores ávidos de nuevas perspectivas y autores visionarios. Desde sus humildes comienzos, esta editorial ha desafiado las expectativas y ha forjado su propio camino en un mundo editorial cada vez más homogéneo y comercial.

Lo que hace que Caja Negra sea verdaderamente especial es su catálogo diverso y provocador. A lo largo de los años, la editorial ha publicado obras de autores renombrados como Franco “Bifo” Berardi, Martha Rosler, Mark Fisher, Nick Srnicek, Éric Sadin, Boris Groys, y muchos otros. Voces que representan una pausa reflexiva en medio del vertiginoso ritmo de la vida contemporánea.

(Caja Negra)
(Caja Negra)

Un catálogo que desafía las convenciones

La editorial se ha destacado por su capacidad para traer a los lectores de habla hispana corrientes de pensamiento radicales y vanguardistas. A través de sus publicaciones, Caja Negra ha cimentado su identidad como un espacio en donde se abordan problemáticas modernas y la contracultura contemporánea.

Para Ezequiel Fanego, uno de los aspectos más gratificantes de esta travesía editorial se debe enteramente a la comunidad de lectores que han construido a lo largo de los años. Caja Negra no solo publica libros, sino que también genera discusiones y debates que enriquecen el panorama cultural. La editorial se ha convertido en un espacio de encuentro para aquellos que buscan explorar nuevas ideas y perspectivas.

— Si la editorial hubiese nacido en Colombia, recién habría cumplido la mayoría de edad. ¿Cómo ha evolucionado la visión del sello a lo largo de estos 18 años?

— Caja Negra comenzó en Argentina en 2001, en un momento en que el país estaba pasando por una crisis. En ese entonces, éramos un par de amigos apasionados por la lectura y no conocíamos nada de edición. Nuestra relación con el catálogo en esos primeros años era un tanto caprichosa. Publicábamos lo que nos gustaba y lo que sentíamos que hacía falta en el mercado argentino, sin un enfoque editorial claro.

Con el tiempo, aprendimos mucho sobre el oficio de editar y cómo esta labor va más allá de nuestras preferencias personales. Nuestro catálogo se fue diversificando y adquiriendo un enfoque más programático. Empezamos a buscar libros que respondieran a necesidades específicas y a generar diálogos con autores y autoras para mejorar sus obras. Pero siempre mantuvimos la esencia de ser una editorial que busca respuestas en la música, el cine, la filosofía y la literatura, entendiendo que todas estas disciplinas hablan de lo mismo, de la vida y la sociedad.

— ¿De qué manera conciben hoy la edición, en relación con esos primeros años?

— La entendemos como un discurso. No se trata nada más de publicar un libro tras de otro. El trabajo en Caja Negra siempre ha estado atravesado por el diálogo. En el inicio, éramos dos amigos que nos juntábamos a leer. Así pues, el criterio de la editorial siempre ha estado intervenido por el intercambio de discursos. Con los años, cada persona que se suma al proyecto viene con algo nuevo que decir. El resultado del catálogo obedece a lo que se da al interior de un grupo de lectura. Es decir, todo el tiempo estamos hablando de libros, y a decir verdad, nuestros contenidos no son tanto como de editorial, sino más como de biblioteca, en el sentido de que se va viendo una sucesión de intereses que se van desarrollando poco a poco. Muchas veces, un libro produce tres libros más. Se va dando también un diálogo ahí, y es algo muy importante para nosotros, es algo que discutimos y pensamos mucho, y eso, creo, especulo, tiene un efecto en los lectores.

Los libros de la editorial Caja Negra. (Neo2 Magazine).
Los libros de la editorial Caja Negra. (Neo2 Magazine).

— El sello termina generando identidad en quien se lo encuentra. De hecho, todo a su alrededor obedece más a una discográfica que a una editorial, propiamente.

— Justo eso. De repente, los lectores llegan a las librerías buscando el sello en sí, y no al autor. Descubrieron un día un libro y después van siguiendo la serie, porque saben que las preguntas que el primer libro les generó podrían responderse, o no, en el segundo.

— En cuanto a la selección de manuscritos, ¿cómo abordan los desafíos al evaluar y trabajar con nuevos autores y obras?

— Evaluamos los manuscritos de manera cuidadosa. A menudo, nuestros libros son traducciones, lo que limita nuestras opciones para modificar el contenido. Sin embargo, cuando tenemos la oportunidad de trabajar directamente con un autor, buscamos un intercambio creativo. Por ejemplo, en el caso del libro Los fantasmas de mi vida, de Mark Fisher, tuvimos un diálogo con el autor y le propusimos modificaciones en el índice y la estructura del libro, lo cual fue muy enriquecedor.

En la colección de ficción “Efectos Colaterales,” estamos recibiendo manuscritos directamente de autores. Hemos tenido la suerte de que muchos autores valoran nuestros aportes y están dispuestos a realizar cambios en sus obras basándonos en nuestras sugerencias.

Cortesía: Siglo del Hombre Editores.
Cortesía: Siglo del Hombre Editores.

— ¿Qué pasa en la vida de un editor? ¿Cómo son los días?

— La vida de un editor es mucho menos romántica de lo que se piensa. No dejamos de ser trabajadores cognitivos al servicio del capitalismo, en un momento en el cual la explotación de la información y el saber es constante, y nosotros nos vemos sometidos a una autoexplotación permanente, más allá de que el proyecto sea nuestro.

— ¿Cuáles han sido los obstáculos más significativos que han tenido que superar como editorial hasta ahora?

— Como editorial independiente, hemos enfrentado varios desafíos a lo largo de los años. Algunos de los problemas cotidianos y tediosos, y que se acrecentaron con la pandemia, incluyen dificultades para conseguir papel, fluctuaciones en la economía argentina, la inflación. Estos son problemas prácticos que debemos resolver constantemente. Además, enfrentamos desafíos más creativos. Cuando no pudimos operar desde nuestras oficinas ni vender libros de manera tradicional, tuvimos que repensar nuestra labor editorial. Creamos un espacio para ofrecer contenidos audiovisuales relacionados con nuestros libros y mantener la conexión con los lectores durante la pandemia.

Los editores Diego Esteras y Ezequiel Fanego.
Los editores Diego Esteras y Ezequiel Fanego.

— ¿Cómo lidian con las falencias de la industria editorial en América Latina? El circuito de circulación del libro muchas veces se ve intervenido por circunstancias que obedecen más a asuntos de carácter gubernamental o territorial. La distribución se complica y a veces perdemos de vista lo que se está leyendo en los países vecinos, incluso al interior del propio país.

— Desde un inicio, nosotros pensamos a Caja Negra como una editorial de habla hispana, surgida en Argentina, pero al mismo tiempo, latinoamericana. Esta vocación que siempre tuvimos de reconocer nuestro origen, pero no limitarnos a nuestras fronteras, nos ha permitido dialogar con un público lector más globalizado. Sabemos que muchas de las cosas que pueden llegar a interesarnos en un país, seguramente tienen su eco en un universo más amplio. Es algo que siempre nos interesó, pero para poder llevarlo a cabo debemos superar muchísimas problemáticas. Es una pena que estén ahí, es tremendo. Creo, igual, que va cambiando. Afortunadamente, las cosas son distintas a cuando nosotros iniciamos, los puentes son mucho mayores, pero queda muchísimo por hacer: la distribución, deficiencias en los canales de comunicación, limitación de contenidos, etc. Hay espacios que están trabajando para mejorar las condiciones, las ferias, por ejemplo. Participar en ferias independientes o mayores, más allá de los costos, supone una posibilidad de amplificación, de conexión, tanto con los públicos lectores como con otros editores, que muy difícilmente lograrás en otros escenarios.

— ¿Qué han significado estos 18 años con Caja Negra?

— Lo más significativo para nosotros es la relación con los lectores. Nos enorgullece saber que nuestros libros generan diálogos y conexiones con un público diverso en América Latina y España. Además, hemos aprendido a ser humildes y a trabajar en equipo para lograr nuestros objetivos editoriales. A pesar de los desafíos constantes, lo que hemos ganado supera ampliamente cualquier obstáculo. Nuestra red de colaboradores y aliados sigue creciendo, y eso es algo que valoramos mucho.

En lo personal, yo empecé muy joven con esto. Tenía 20 años en ese momento y ahora tengo 41. He dedicado mi vida a la editorial. He aprendido muchísimas cosas: trabajar con otros, administrar el propio ego, ser humilde, entender que el interés que te mueve a vos, no te mueve a vos solo. He crecido aquí, así que son muchas las cosas que he ganado.

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