Esta nota trata sobre el mega best-seller de 200 páginas que en el título dice fuck, mierda o carajo, según la versión original o traducida. Su autor, el bloguero superestrella Mark Manson, lo publicó hace siete años y desde entonces lleva vendidos más de 20 millones de ejemplares.
Hablamos de El sutil arte de que (casi todo) te importe una mi*rda (Harper Collins Publishers), un libro de autoayuda que difícilmente pierda vigencia porque qué mortal no tuvo, tiene o tendrá en algún momento de su vida el deseo incontenible de mandar casi todo (o todo) a la mierda.
La propuesta de este estadounidense de 37 años, que nació en Texas y actualmente vive en Nueva York, es curiosa no sólo por su título, sino también porque, dentro de la temática de autoayuda, plantea una visión diferente, más realista y simple, lejos del sonreír porque sí y el optimismo injustificado, matizada con vivencias personales y experiencias de escritores y músicos, entre ellos Charles Bukowski y el guitarrista Dave Mustaine, que formó la legendaria banda de heavy metal Megadeth.
Manson va directo al hueso: “Tú y todos los que conoces pronto estarán muertos”, repite como un mantra y avisa: “No importa adónde vayas, siempre habrá una montaña de 500 kilos de excrementos esperándote”. En ese marco, dice también que los problemas no desaparecen, sólo cambian de nombre; que el fracaso no es la ausencia de éxito sino la ausencia de acción, y que si una persona es capaz de no preocuparse por el dolor, se vuelve imparable.
Con este estilo, en el libro trabaja varios conceptos centrales que vale la pena repasar, como el hiperconsumo: plantea que la acumulación material impide distinguir lo accesorio de lo importante; el sobreanálisis: se refiere a un círculo vicioso que nos lleva a tener pensamientos sobre nuestros pensamientos y eso aumenta la ansiedad y la depresión; la espiritualidad: dice que abrumados por transmitir una imagen exitosa y popular, vivimos en una crisis que no es material sino existencial y espiritual; la insatisfacción, porque el deseo de una experiencia más positiva es en sí misma una experiencia negativa, y la aceptación: dice que el camino al empoderamiento es reconocer y aceptar nuestros fracasos y limitaciones.
Vamos por partes. Primero, por muy desagradable que sea, Manson nos insta a enfrentarnos a la vida. Para eso apela a varios componentes de la filosofía budista que valoran la aceptación y la no resistencia como virtudes, porque, según explica, la aceptación nos da fuerzas y una vez que la tengamos, los acontecimientos negativos pueden no tener la misma influencia en nosotros que antes. Entonces, nos propone elegir, priorizar. Afirma que cuando nos importa todo y pensamos constantemente en cómo conseguir lo que no tenemos actualmente, siempre nos sentiremos inseguros, como si hubiéramos fracasado.
El “maldito” objetivo del libro
A poco de comenzar el libro, Manson se pregunta: “Entonces, Mark, ¿cuál es el maldito punto de este libro?”. La respuesta vale la pena, es muy interesante. Escribe: “Este libro te ayudará a pensar con más claridad sobre lo que eliges que sea importante en tu vida y lo que decides que no lo sea. En mi opinión, creo que hoy enfrentamos una epidemia psicológica, la gente ya no se da cuenta de que es normal que las cosas, a veces, estén mal. Sé que suena intelectualmente ocioso de primera instancia, pero te lo prometo, es una cuestión de vida o muerte.
Cuando creemos que no está bien que las cosas vayan mal, empezamos a culparnos a nosotros mismos de manera inconsciente. Sentimos que algo está inherentemente mal con nosotros, lo que nos lleva a sobrecompensar de muchas formas, como comprar 40 pares de zapatos, tomarnos el Prozac con vodka un martes por la noche o asaltar a mano armada un autobús escolar repleto de niños”.
Y su explicación termina así: “Este libro no te enseñará cómo ganar o lograr algo sino, más bien, cómo perder algo y dejarlo ir. Te enseñará a hacer un inventario de tu vida y borrar todo, salvo lo que más importa. Te enseñará a cerrar los ojos y confiar en que puedes caer de espaldas y aun así estar bien. Te enseñará que muchas cosas te importen un carajo. Te enseñará a no intentarlo”.
El ejemplo de Charles Bukowski
Como ejemplo de su teoría cita al escritor, novelista y poeta estadounidense nacido en Alemania Charles Bukowski (1920-1994), quien quería ser escritor, pero durante décadas fue rechazado por las editoriales y dedicó su vida a las drogas, el alcohol, el juego y la prostitución. Muy constante en el fracaso y la autodestrucción, Bukowski recién encontró un editor dispuesto a publicarlo a los 50 años y en poco tiempo escribió su primera novela, Cartero, en 1971, y se volvió un best-seller.
“Historias como las de Bukowski son el pan de cada día en la narrativa cultural”, escribe Manson. “Su éxito no derivaba de su determinación de ser un ganador, sino del hecho de que él sabía que era un perdedor”. De alguna manera, nos alienta a ser crudos y honestos con nosotros mismos, a compartir nuestros fracasos sin temores ni dudas, porque la fijación con lo positivo solo sirve para recordarnos lo que nos falta o lo que nunca llegamos a ser.
Decepción y felicidad
En el capítulo dos, Manson recurre a la figura de un superhéroe muy peculiar llamado el Panda de la Decepción, cuyo superpoder es decir las verdades que nadie quiere aceptar: va de casa en casa tocando puertas, muy simpático y cool el osito se toma un vino y dice qué tan jodido está uno.
En este punto, es probable sentir que este libro no va a cambiar nuestras vidas, no trae ninguna verdad poderosa, tampoco la solución a todos nuestros problemas. Este libro opera como una suerte de recopilación de verdades que ya conocemos pero que, muchas veces, necesitamos que algo o alguien nos las haga recordar.
Luego, Manson también se mete de lleno con la felicidad y dice que la verdadera felicidad no es difícil de conseguir si priorizamos correctamente, si podemos aceptar la realidad de que tendremos desafíos todos los días en lugar de centrarnos en evitarlos, y si evitamos convertirnos en esclavos de las opiniones de otras personas.
Y para todo esto, nos recuerda que tenemos un tiempo limitado en este mundo para apreciarlo en todo su esplendor y nos recomienda que no lo desperdiciemos haciendo lo que los demás esperan de nosotros, porque eso es desperdiciar nuestras vidas.
Otras recomendaciones de Manson para que todo (o casi todo) nos importe una mierda:
♦ Aprender a enamorarnos del proceso que nos lleva a cierta meta. En otras palabras, usando una metáfora, amar el acto de escalar una montaña tanto como la gloria que se experimenta al llegar a la cima.
♦ Aceptar nuestros defectos y debilidades y actuar para trabajarlos: no somos especiales, únicos o más importantes que otros.
♦ Alcanzar un nivel más profundo de autoconocimiento al responder preguntas que arrojen el porqué de las cosas. Por ejemplo: ¿Por qué me siento así?, ¿por qué hice lo que hice?, ¿por qué me molesta?, ¿por qué quiero lograr tal cosa?, ¿por qué quiero ser rico?
♦ Revisar nuestros valores, ponerlos en tela de juicio y redefinir nuestros valores en la vida.
♦ Diferenciar entre valores buenos y valores malos: los malos son los que están fuera de nuestro control y son socialmente destructivos. (Según el autor, son el placer, el éxito material, buscar siempre estar en lo correcto y la fama/popularidad). Los buenos son aquellos que se basan en la realidad al ser objetivos y medibles, son socialmente constructivos, inmediatos y controlables. (En este grupo, Manson enumera honestidad, humildad, autenticidad, innovación, creatividad, vulnerabilidad, superación personal, resiliencia, generosidad y respeto propio).
♦ Tomar responsabilidad de todo lo que pasa en nuestra vida, incluso si es o no nuestra culpa.
♦ Aprender a poner límites, porque nos definimos con base en lo que decidimos rechazar.
♦ Comprometerse con una sola cosa, si se buscan resultados significativos.
♦ Preguntarse: ¿cuál es tu legado?, ¿cómo va a ser mejor el mundo cuando ya no estés en él?, ¿qué marca quieres dejar?, ¿qué influencia quieres causar?
“El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda” (fragmento)
Victimismo chic
La falacia de la responsabilidad / culpa le permite a la gente endosarle a los demás la responsabilidad de resolver sus problemas. Esta habilidad de deshacerse de la responsabilidad a través de la culpa les otorga a las personas un bienestar efímero y la sensación de creerse con derecho a todo.
Desafortunadamente, un efecto colateral de internet y de las redes sociales es que se ha vuelto más fácil que nunca lanzarle la responsabilidad —incluso por la más mínima de las infracciones—, a algún otro grupo o persona. De hecho, este juego de culpa/vergüenza se ha vuelto tan popular que en ciertas esferas se ve como algo cool.
Compartir públicamente las “injusticias” atrae más atención y más efusividad emocional que cualquier otro evento en las redes sociales; legitima al tipo de persona que perpetuamente se siente victimizada con cantidades enormes de atención y simpatía.
El “victimismo chic” está de moda por todos lados hoy, entre los ricos y los pobres. De hecho, puede que ésta sea la primera vez en la historia de la humanidad en la que cada grupo demográfico se ha sentido injustamente victimizado de manera simultánea. Todos van montados en la indignación moral que eso trae consigo.
En este momento, cualquiera que se sienta ofendido por cualquier circunstancia —ya sea el hecho de que un libro sobre racismo fue autorizado como parte de una clase universitaria o que los árboles de Navidad fueron prohibidos en el supermercado local o que subieron los impuestos medio punto en los fondos de inversión—, todos se sienten oprimidos de alguna manera y piensan que en cierto modo merecen estar muy molestos y obtener un cierto grado de atención.
El ambiente mediático actual por un lado alienta y por el otro perpetúa estas reacciones porque, después de todo, es bueno para el negocio. El escritor y el comentador de medios Ryan Holiday se refiere a esto como “pornografía del atropello”: más que reportar historias y temas reales, los medios consideran más fácil (y más rentable) encontrar algo medianamente ofensivo, difundirlo en una amplia audiencia, generar molestia y entonces transmitir esa molestia a la población, de una forma en la que cause molestia en otra sección de la población.
Esto desata un tipo de eco de tonterías que viene y va entre dos posturas imaginarias, mientras distrae a todos de los verdaderos problemas sociales. No sorprende entonces que estemos más políticamente polarizados que nunca.
El mayor problema con el victimismo chic es que acapara y resta atención a las verdaderas víctimas. Es como Pedro y el lobo. Mientras más personas se proclaman como víctimas a la menor provocación, más difícil es ver quiénes son las verdaderas víctimas.
La gente se vuelve adicta a sentirse ofendida todo el tiempo porque les provee un momento efímero de bienestar; creerse con derecho a todo y con una superioridad moral que se siente bien. Como lo expuso el caricaturista político Tim Kreider, en su columna de opinión de The New York Times: “El sentirse atropellado es como esas otras cosas que te hacen sentir bien, pero con el tiempo te devoran de adentro hacia afuera. Y es incluso más insidioso que muchos vicios, porque ni siquiera somos conscientes de que es un placer”.
Parte de vivir en una democracia y en una sociedad libre es que todos tenemos que lidiar con puntos de vista y con gente que no necesariamente nos gusta. Ése es, simplemente, el precio que pagamos; incluso podrías decir que es la razón de existir del sistema. Y parece que más y más gente está olvidando eso.
Debemos escoger nuestras batallas con cautela, mientras intentamos, simultáneamente, coincidir un poco con nuestros supuestos enemigos. Deberíamos acercarnos a las noticias y a los medios con una sana dosis de escepticismo, evitar generalizar y etiquetar a aquellos con los que no estamos de acuerdo.
Debemos priorizar los valores de ser honesto, de fomentar la transparencia y de abrazar la duda sobre los valores de siempre estar en lo correcto, sentirnos bien y obtener venganza. Estos valores “democráticos” son más difíciles de mantener dentro del ruido constante de un mundo globalizado. Y a pesar de todo, debemos asumir esta responsabilidad y nutrir dichos valores. La estabilidad futura de nuestros sistemas políticos podría depender de ello.
No hay un cómo
Mucha gente escuchará todo esto y entonces dirá: “Okey, pero ¿cómo? Entiendo que mis valores están equivocados y que evado la responsabilidad de mis problemas, que me siento con derecho a todo y que creo que el mundo debería girar en torno a mí y a cada inconveniente que experimento, pero ¿cómo cambio?”.
Y a lo anterior responderé con mi mejor personificación de Yoda: “Hazlo o no lo hagas, no hay un cómo”. Tú ya estás eligiendo —cada momento de cada día— a qué le das importancia, así que el cambio es tan sencillo como elegir darle importancia a algo diferente. En realidad, es así de simple. Sólo que no es fácil.
No es fácil porque te sentirás como un perdedor, como un fraude y como un tonto al principio. Te molestarás con tu mujer, con tus amigos o con tu padre en el proceso. Todos estos son efectos secundarios de cambiar tus valores, de cambiar a qué le estás dando importancia. Pero son inevitables. Es simple, pero es muy, muy difícil.
Veamos algunos efectos secundarios: te vas sentirás inseguro, te lo puedo garantizar. “¿Debería darme por vencido?”, “¿Es ésta la mejor decisión?” Desechar un valor en el que has confiado por años te desorientará, como si ya no supieras más lo que está bien y lo que está mal. Es difícil, pero es normal.
Siguiente. Te sentirás fracasado. Has dedicado la mitad de tu vida a medirte y evaluarte en relación con ese valor, así que cuando cambies tus prioridades y tus parámetros, y dejes de comportarte de la manera en la que lo hacías antes, fracasarás en alcanzar ese antiguo y confiable parámetro, lo que te llevará a sentirte inmediatamente como un fraude o un don nadie. Eso también es normal e incómodo.
Y ciertamente encontrarás rechazo. Muchas relaciones en tu vida se construyeron alrededor de los valores que has mantenido, así que en el momento en que los cambies — cuando decidas que estudiar es más importante que irte de fiesta o que casarte, y formar una familia es más importante que el sexo desenfrenado, o que hacer lo que te gusta es más importante que el dinero—, el cambio de tendencia se reflejará en todas tus relaciones y muchas explotarán en tu cara. Eso también es normal e incómodo.
Aunque dolorosos, estos efectos secundarios son necesarios, pues te permiten elegir lo que realmente vale la pena, elegir cosas mucho más importantes y más valiosas donde poner tu energía. Conforme reorganices tus valores, te encontrarás con rechazo tanto interno como externo. Más que nada, te sentirás inseguro; te preguntarás si lo que haces está mal. Pero, como veremos más adelante, eso es una buena señal.
¿Quién es Mark Manson?
♦ Nació en Austin, Texas, Estados Unidos, en 1986. Actualmente reside en Nueva York.
♦ Es bloguero, emprendedor y escritor. Estudió negocios internacionales en la Universidad de Boston, donde se graduó en 2007.
♦ Es autor de El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda (2016) y Todo está jodido. Un libro sobre la esperanza (2019), entre otros. Sus libros han sido traducidos a más de 65 idiomas, alcanzaron el número uno en más de una docena de países y han vendido alrededor de 20 millones de copias en todo el mundo.
♦En 2022, Universal Pictures estrenó en todo el mundo un documental basado en El sutil arte….