El humo de los incendios forestales de Canadá dio a los cielos del norte de Estados Unidos un tono infernal el pasado mes de junio. Se sacaron las máscaras, el Índice de Calidad del Aire tuvo su momento y Times Square se pareció brevemente a Los Ángeles de Blade Runner. Para los lectores de la novela apocalíptica de Karl Ove Knausgård de 2021, La estrella de la mañana, la situación podría haberles resultado extrañamente familiar.
La epopeya de Knausgård ―la primera de una serie proyectada― está narrada por nueve personajes, cada uno de los cuales atraviesa una crisis durante una ola de calor en la Noruega actual, cuando una misteriosa estrella nueva aparece de repente en el cielo. El libro es un híbrido literario del neurótico realismo mundano que hizo famoso a Knausgård y algo más diabólico: extraños sucesos en el bosque, cadáveres reanimados, un mundo embrujado. Su alucinante clímax sólo insinúa lo que la estrella podría presagiar, y termina con un terrible final abierto. ¿Qué significa todo esto?
La buena noticia, al menos para los fans acérrimos de Knausgård, es que el segundo libro de la serie, Los lobos de la eternidad, plantea más preguntas que respuestas. De hecho, durante cientos de páginas, el lucero del alba no aparece por ninguna parte. Las reseñas en Noruega del tercer volumen, Det tredje riket ―en español, El Tercer Reino o, curiosamente, El Tercer Reich― sugieren que su significado puede quedar más claro allí. Pero aunque en Los lobos de la eternidad se arroja algo de luz sobre la naturaleza del apocalipsis que se avecina, no parece que nos estemos precipitando hacia la Revelación.
Los lobos... comienza en el pasado. Su primera mitad transcurre en la primavera de 1986 y sigue a un joven noruego que regresa del servicio militar para vivir con su madre y su hermano. Es una época de angustia milenaria: a miles de kilómetros de distancia, la lluvia radiactiva de la catástrofe de Chernóbil irradia gran parte de Europa del Este.
Para Syvert, nuestro narrador, “era como si el accidente hubiera abierto una puerta al otro lado y algo hubiera salido (...) Por eso me sentía tan inquieto. Una puerta invisible a un lugar invisible. Y ahora todo nos inundaba hasta donde estábamos”. Sus sueños se vuelven más vívidos, su padre muerto hace tiempo llena sus pensamientos. Su hermano pequeño está convencido de que su madre va a morir.
Aunque hay toques sobrenaturales -sobre todo en el peculiar comportamiento de la fauna local-, esta larga primera sección se mueve principalmente por las intrigas de la ficción realista: romance, enfermedad, misterio familiar. Como pueden esperar los fans de Knausgård, las cavilaciones existenciales de nuestro narrador son la banda sonora de sus actividades cotidianas: ir de compras, cocinar, beber, enfurruñarse, jugar al fútbol, pensar en chicas. Si lo tuyo es Knausgård, se lee tan compulsivamente como cualquier otra cosa que haya escrito.
A mitad de camino, sin embargo, la novela cambia de rumbo y nos encontramos siguiendo a una bióloga evolutiva de mediana edad llamada Alevtina en la Rusia del siglo XXI. El cambio de perspectiva -de adolescente a académica- permite a Knausgård ampliar el ámbito filosófico de la novela para abarcar la evolución, la presunta sensibilidad de los árboles y el estrecho alcance de la comprensión humana.
“Al igual que los animales, poseíamos un horizonte de comprensión dentro del cual nuestros pensamientos podían moverse libremente, y el espacio en el que se movían era nuestra realidad”, señala Alevtina. “La naturaleza de la mente era algo que estaba más allá de nuestro horizonte de comprensión. La naturaleza del universo y de los átomos: más allá. El tiempo: más allá. La muerte: más allá”.
La muerte ocupa un lugar central en la obra de Knausgård. Es lo que estructura y da sentido a su novela autobiográfica en seis volúmenes, Mi lucha. La estrella de la mañana termina con un largo epílogo disquisitivo sobre el significado de la muerte en las distintas culturas. Los lobos... también contiene largos tramos ensayísticos, muy distintos del resto de la narración, que indagan tanto en la escatología como en la propia muerte. En estos pasajes, Knausgård demuestra una vez más ser un lector reflexivo y amplio.
Se hace referencia a Dostoievski, Tolstoi y Rilke junto a Marina Tsvetaeva, la poeta que da título al libro, y Nikolai Fiodorov, un futurista ruso pre-revolucionario que creía que todo el esfuerzo humano debía dirigirse a resucitar a los muertos. Hay incursiones en el chamanismo, la criogenia y el rejuvenecimiento médico (piénsese en el empresario tecnológico Bryan Johnson, muy presente en las noticias de estos días), así como intentos de revertir la muerte (si alguna vez ha querido ver a un perro descolocado lamiéndose las costillas, sepa que Experimentos en la resurrección de organismos, de Sergei Brukhonenko, puede verse íntegro en Wikipedia).
La amplitud de la investigación de Knausgård, desde Virgilio y Heidegger hasta The Penguin Book of the Undead, queda plasmada en una bibliografía que ha publicado en un parpadeante y elíptico sitio web, que también incluye listas de reproducción de Spotify para 10 de sus personajes. A veces, el peso conceptual y la extensión narrativa del libro parecen insosteniblemente enormes.
Sin embargo, a pesar de su preocupación por la muerte y sus propósitos filosóficos más elevados, Knausgård sigue siendo uno de los grandes cronistas de la experiencia vital momento a momento. Alevtina tendrá profundas reflexiones sobre la evolución en un momento y contemplará albóndigas al siguiente. Knausgård está en perfecta sintonía con la simultaneidad de la majestuosidad y la banalidad de la vida.
En Esta vida, el filósofo Martin Hägglund sugiere que el poder de la obra de Knausgård reside precisamente en la obstinada catalogación de los detalles sin sentido y las sensaciones pasajeras de la existencia. Al escribir de este modo, sugiere Hägglund, Knausgård muestra una especie de “fe secular”, dirigiendo nuestra atención “no hacia la eternidad, sino hacia nuestras vidas finitas como el lugar donde todo está en juego...Si queremos que nuestras vidas importen, queremos tener algo que podamos perder”.
Aunque Esta vida ofrece una exégesis convincente de la técnica de Knausgård en relación con Mi lucha, la nueva serie plantea nuevos enigmas. En un mundo secular, la muerte puede dar estructura y sentido a la vida, pero ¿qué ocurre si esa certeza se pone en duda? Sugestivamente, tanto La estrella de la mañana, como Los lobos de la eternidad comienzan con versos del Apocalipsis. El segundo libro, al igual que el primero, termina con un final abierto. Aunque la forma final de la última empresa de Knausgard aún no es visible, es famoso que no hay humo sin incendios forestales. Es probable que algo perverso se avecine.
*Charles Arrowsmith vive en Nueva York y escribe sobre libros, películas y música.
Fuente: The Washington Post