Por qué Itatí, la ciudad “sagrada”, es también una meca del narcotráfico

En “Fronteras”, libro que puede descargarse gratis en Bajalibros, Lucía Salinas recorre los límites argentinos con Bolivia, Brasil y Paraguay e investiga las distintas actividades ilegales que allí suceden: contrabando, tráfico de drogas, puertos clandestinos y más.

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Al norte de la provincia argentina de Corrientes, a orillas del río Paraná que la separa de Paraguay, se encuentra la ciudad de Itatí, conocida por muchos como “la capital de la fe” y “la meca del turismo religioso”, ya que, cada año, ahí peregrinan más de dos millones de personas para la celebración anual en honor a la virgen de Itatí.

Pero, a su vez, también es conocida por la Justicia Federal con un nombre no tan halagador: la meca del narcotráfico. ¿A qué se debe esta inusual convivencia de lo que parecerían dos polos opuestos? En Fronteras -el nuevo libro de Lucía Salinas editado por Leamos que puede descargarse gratis en Bajalibros y a partir del cual filmó un premiado documental-, la periodista recorrió los límites que separan a Argentina de Brasil, Paraguay y Bolivia e investigó las distintas actividades ilegales que suceden en las fronteras, que muchas veces no cuentan con límites marcados o la seguridad necesaria.

En esta presentación, el equipo de Infobae - Leamos se sumerge en los limites norte de nuestro país para entender sus problemas, el modo de vida de la población de estas zonas y particularmente sus fronteras.

“Las aguas que separan la costa correntina con Paraguay son el circuito del contrabando y el narcotráfico. La Justicia Federal en el marco de uno de los expedientes de mayor envergadura en materia de narcotráfico, se refirió a Itatí como el “escenario geográfico en el que se desarrollaban actividades delictivas” que también “permitieron optimizar las ganancias de funcionarios judiciales”. Utilizaron otra descripción de la cual el pueblo -en su gran mayoría- busca correrse: ‘Itatí puerta de entrada del narcotráfico’”, escribe Salinas.

¿Por qué muchos de los habitantes de las zonas fronterizas recurren a la ilegalidad para subsistir? ¿Cómo afecta la ausencia estatal a la población local? ¿Qué pasa con los líderes narco? ¿Cómo se explica la proliferación del contrabando, el tráfico de drogas y los puertos clandestinos?

Afirma Salinas: “A los vendedores no les incomoda reconocer que lo que ofrecen llega en grandes bolsones que se cruzan en embarcaciones precarias desde la república de Paraguay. No temen admitir que esa mercadería no está declarada en ningún lugar, que no les interesan los controles, que la ilegalidad no es un dilema para ellos, que el contrabando está incluido en el glosario local pero con una distancia sustancial de lo que el código penal establece. Lo definen como ‘fuente de trabajo’”.

"Fronteras", de Lucía Salinas, es un libro editado por Leamos que puede descargarse gratis en Bajalibros.
"Fronteras", de Lucía Salinas, es un libro editado por Leamos que puede descargarse gratis en Bajalibros.

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Fronteras (fragmento)

Itatí: la ciudad “sagrada”, meca del narcotráfico

Esbeltos, de pelaje brillante, a paso firme los caballos hacen su ingreso a la ciudad. El desplazamiento es coreográfico y a la fuerza que los caracteriza le añaden una misión: un traslado sagrado. Arrastran una casilla que en su centro contiene a la patrona de esa tierra, a la virgen de Itatí. Detrás de aquella caravana hípica se suman autos, bicicletas, peregrinos, y todos se unen en un mismo canto que resaltaba las virtudes de la virgen a la que rendían tributo. Todos transitan sobre la ruta de ingreso a la ciudad de Itatí, definida como la meca del turismo religioso. La Justicia Federal, sin embargo, la cataloga de una manera menos afable: la meca del narcotráfico.

La Ruta Nacional 12 es la que conduce desde Corrientes capital hacia Itatí. El camino bordea, de a momentos, el río Paraná, facilitador de travesías con fines para nada nobles. El paisaje se aleja de los bosques tupidos, de la selva del monte jujeño. El verde predomina con una amplia gama de tonalidades y la inmensidad del campo prolijo acompaña. Cincuenta minutos de viaje separan una localidad de la otra, ambas moldeadas por el agua, otorgándoles identidad, definiéndolas en muchos aspectos.

Una gran arcada da la bienvenida y un cartel anticipan que la que se comienza a transitar es una tierra sagrada. “Ruta del turismo religioso”, “Ciudad de la fe”, “Capital de la fe”, las referencias son variadas pero el mensaje es uno sólo: es la casa de la Virgen de Itatí y todo gira alrededor de su imagen, de la creencia hacia ella, de su historia, de lo que representa para cada lugareño. Experiencias espirituales, oraciones reiteradas, rezos incansables, emociones expuestas, palabras de gratitud, pedidos, varias promesas y más pedidos, todo ocurre en torno a aquella imagen reverenciada.

Los peregrinos se reúnen después de dos años sin poder realizar la procesión personalmente. Es un día lluvioso. Miles de fieles llegan a la pequeña ciudad correntina y copan sus calles, sus plazas y sus banquinas. Baños de casas particulares se alquilan a sumas módicas y por una diferencia hasta uno puede tomarse una ducha. La avenida principal está copada de puestos de comida que se unifican en un mismo aroma: el chipa caliente en todas sus variantes. No faltan los lugares que como mercancía principal ofrecen recuerdos de aquella fiesta patronal.

Itatí, la ciudad correntina conocida como "la meca del turismo religioso", pero también "la meca del narcotráfico". (Lihueel Althabe)
Itatí, la ciudad correntina conocida como "la meca del turismo religioso", pero también "la meca del narcotráfico". (Lihueel Althabe)

La ciudad cuenta con un ritmo inusual. Se camina a paso de hombre sobre aquella avenida central que conduce a todos los feligreses hacia la Basílica de Itatí. La cúpula de 28 metros de alto, se visualiza desde la Ruta 12. Su altura, su envergadura arquitectónica, da cuenta de la tierra que se pisa. Nada sobresale por encima de aquel edificio religioso, es el faro del pueblo, su sello distintivo con 80 metros de altura. Las puertas frontales cuyas escalinatas al descender se funden con la calle peatonal de la plaza central, están abiertas de par en par. También se encuentran habilitados los accesos laterales derechos que dan a la santería y a las demás dependencias de la iglesia. El lugar está repleto y en medio de esa multitud la voz del cura resuena en esa iglesia de paredes altas y de cúpula circular. El sacerdote habla del perdón, de la reconstrucción, de la sana convivencia, de la confianza en las personas y todo atravesado por la fe. Todo evocando a quien es considerada como reina del Paraná y reina del amor, protectora de las provincias de Corrientes y Misiones.

El oratorio inicial que después se convirtió en esta imponente Basílica se construyó a metros del río, del mismo que después determinaría una parte de la historia política y judicial de aquel pueblo devoto de la Virgen que le dio origen y nombre al pueblo. No sólo argentinos sino también paraguayos, uruguayos y brasileños suelen cruzar el río para participar cada mes de julio de la fiesta patronal. El Arzobispado estima que peregrinan más de dos millones de personas para la celebración anual.

La fiesta dentro de la Basílica concluye después del mediodía. La llovizna le agrega algo de épica a la jornada eclesiástica, el humo de las pequeñas parrillas instaladas estratégicamente alrededor de la iglesia invade el lugar.

La gran feria se encuentra montada a mano izquierda de la basílica. Es un largo pasillo cubierto de lonas azules que amortiguan el agua como el sol los días calurosos. De pequeñas dimensiones y casi sin distinguir los límites entre uno y otro, los puestos exponen todo tipo de objetos acordes al suceso y al principal atractivo que ofrece Itatí: el turismo religioso. Estatuillas, rosarios, llaveros, oraciones impresas, pulseras, remeras, todo evocaba a la virgen del río Paraná.

En ese extenso pasillo de evocaciones religiosas y ventas de lo más disímiles se pueden encontrar otros objetos ajenos a todo lo que representa la Basílica. Zapatillas de las más codiciadas, ropa deportiva, objetos electrónicos, zapatos varios como vestimenta para todo tipo de ocasión. La mercadería es abrumadora a la vista, y ese impacto inicial convive con la música.

Toda la mercadería proviene del mismo lugar: el otro lado del río.

“Nos llaman pueblo narco y no somos eso”, afirman los lugareños de Itatí. (Lihueel Althabe)
“Nos llaman pueblo narco y no somos eso”, afirman los lugareños de Itatí. (Lihueel Althabe)

A los vendedores no les incomoda reconocer que lo que ofrecen llega en grandes bolsones que se cruzan en embarcaciones precarias desde la república de Paraguay. No temen admitir que esa mercadería no está declarada en ningún lugar, que no les interesan los controles, que la ilegalidad no es un dilema para ellos, que el contrabando está incluido en el glosario local pero con una distancia sustancial de lo que el código penal establece. Lo definen como “fuente de trabajo”.

Las aguas que separan la costa correntina con Paraguay son el circuito del contrabando y el narcotráfico. La Justicia Federal en el marco de uno de los expedientes de mayor envergadura en materia de narcotráfico, se refirió a Itatí como el “escenario geográfico en el que se desarrollaban actividades delictivas” que también “permitieron optimizar las ganancias de funcionarios judiciales”. Utilizaron otra descripción de la cual el pueblo -en su gran mayoría- busca correrse: “Itatí puerta de entrada del narcotráfico”. En el año 2017 un caso emblemático fue suficiente para aplicar este rótulo: una cinematográfica detención dejó tras las rejas a más de 70 personas, narcotraficantes, autoridades judiciales, funcionarios de la policía local, al intendente y a su viceintendente, vecinos del pueblo. Todos esposados dejaron la localidad signada por la Basílica y las fiestas patronales, acusados de integrar una gran organización criminal.

La localidad de Itatí está instalada en una región con cuantiosas posibilidades de transportar grandes cargamentos de productos, por medios terrestres y fluviales. Cuenta con una extensa frontera internacional, con amplias posibilidades de ingresar y egresar al país y evadir controles migratorios con facilidad.

Pese a que el pueblo se fundó hace más de cuatrocientos años, no supera los diez mil habitantes. Es un entramado social en el que prima el absoluto conocimiento de unos sobre otros. Cualquier movimiento de personas foráneas o desconocidas para los locales se convierte en un elemento fácilmente detectable. Esto, entiende la justicia, dificulta cualquier tarea de inteligencia que pueda realizarse en territorio para desbaratar las organizaciones narcocriminales que pisan fuerte en la zona.

Lucía Salinas: "Se construyen, constantemente, puertos clandestinos para unir ambas orillas al margen de la ley, omitiendo todo tipo de controles". (Lihueel Althabe)
Lucía Salinas: "Se construyen, constantemente, puertos clandestinos para unir ambas orillas al margen de la ley, omitiendo todo tipo de controles". (Lihueel Althabe)

La pequeña ciudad cargada de simbología religiosa se encuentra emplazada a orillas del río Paraná, límite natural entre Argentina y Paraguay y su sello identitario por excelencia. Ese cauce de agua define la economía del lugar, su cultura, la lengua compartida con el país vecino, la fe conjugada porque la procesión también es fluvial y la Virgen tiene su versión análoga al otro lado del río y allí se encuentran cada 9 de julio, por tierra, por agua, conjugados.

Esa frontera, que es representada por el río Paraná, concede otras particularidades: la zona en la que Itatí se encuentra se caracteriza por la presencia de islas e islotes, transitados por pequeñas embarcaciones que se desplazan diariamente entre las costas de ambos países. No se trata de cualquier río: es una de las hidrovías más importantes del continente, formando parte de la cuenca del Plata, en la que están instalados numerosos puertos que abastecen a importantes centros urbanos de la República Argentina, tales como la ciudad de Posadas, Corrientes, Resistencia, Reconquista, Santa Fe, Paraná, Rosario, en incluso la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pero en esas costas se construyen, constantemente, puertos clandestinos para unir ambas orillas al margen de la ley, omitiendo todo tipo de controles. Un circuito paralelo, con vida propia, con leyes propias, funciona sin miramiento de hora ni de fechas. No hay descanso. Y la naturaleza, sin pretenderlo, aporta lo suyo. Es un área con montes de abundante vegetación que muchas veces imposibilita tener buena visibilidad desde las rutas o carreteras, convirtiéndose en una zona propicia para el ocultamiento de cargamentos o para que las personas se camuflen con el paisaje.

“Todos estos componentes topográficos, como pudo advertirse en las distintas investigaciones, convierten a Itatí en una verdadera meca para el contrabando de marihuana y los funcionarios del Juzgado Federal n° 1 de Corrientes y ciertos abogados del fuero no tardaron en aprovecharlo”, escribió el titular de la Procuraduría de Narcocriminalidad (PROCUNAR) Diego Iglesias.

En las calles de Itatí poco se habla de aquel día de detenciones masivas. El silencio predomina. En la feria, ante cada consulta al respecto los vecinos bajan el tono de voz, miran rápidamente a sus alrededores para cerciorarse de que nadie observe la conversación, que se vuelve casi clandestina como tantas cosas que ocurren en esa tierra. Es una historia ajena a muchos lugareños y a su vez todos se sienten parte.

Conviven dos sensaciones frente el silencio inmediato ante cualquier consulta vinculada al “caso Itatí” o como se conoce en la zona, el “caso Sapucai”. La pausa incluso que se percibe en el lenguaje corporal, ¿es para evitar hablar de una circunstancia que no les es desconocida, por temor a alguna represalia? ¿O persiste la necesidad de, como dijo un histórico propietario de un puesto en la feria, “dar vuelta la página y que se deje de hablar de esa causa?”.

Otra idea se expone en las escuetas respuestas de varios lugareños: “Nos llaman pueblo narco y no somos eso”. Entonces la consulta es si se sintieron estigmatizados a raíz del expediente judicial y la gran repercusión mediática que obtuvo.

“Llamar a la causa bajo el nombre ‘sapucai’ fue, de alguna manera, para evitar que a una investigación judicial por narcotráfico se la relacione con una comunidad correntina, porque es colocarle un estigma, un sello de identificación que es ofensivo”, describió el fiscal federal de Corrientes, Carlos Schaffer.

El “caso sapucai” fue la denominación bajo la que procedió Gendarmería Nacional la noche de los operativos y detenciones, pero cuando tomó estado público los medios de comunicación la llamaron “la causa Itatí”. Posiblemente como una estrategia inmediata para su ubicación geográfica pero aquello que podría circunscribirse a un recurso periodístico, aún pesa en las calles de aquel pequeño poblado.

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