Sobre su vida y obra muy poco se conoce, pero eso no le resta mérito a la fuerza de su voz. Nacida en el corazón de la provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Berisso, Matilde Alba Swann fue una de las grandes poetas de la Argentina en el siglo XX. Llegó a este mundo un 24 de febrero de 1912, con el nombre de Matilde Kirilovsky, hija de Emma Joffe y Aliaquin Kirilovsky. De joven, decidió adoptar otro nombre para firmar sus obras y no quedar para siempre vinculada a su apellido de origen ruso.
Sus padres, una humilde campesina y un culto maestro de escuela, decidieron emigrar desde la Rusia zarista y encontrar un nuevo hogar en Suramérica. Fue allí donde Matilde vio la luz como la primogénita de la familia. El padre, Aliaquin, era políglota, y su amor por las lenguas influyó significativamente en los intereses de la joven, quien describió en algún momento de su vida adulta que escribía con los sueños de su padre, las esperanzas de su madre y los recuerdos de los dos.
La madre de Matilde, Emma, administraba un kiosco que luego se convirtió en una librería, un lugar donde la pequeña lo veía todo con mirada curiosa y absorbía cada palabra como una esponja. Las noches de invierno traían el aroma de los eucaliptos, que inspiraron varios de sus futuros versos. Rodeada de letras y aromas, desarrolló una sensibilidad única que plasmó en su poesía con el correr de los años.
Creció rodeada de historias de lucha y superación, con los anhelos de una familia que escapaba del yugo de la opresión zarista en busca de un futuro mejor. Se trasladaron a La Plata en algún momento de infancia y allí la joven respiró el aroma de la poesía en la conocida “calle de los naranjos”. Fue en esa época cuando florecieron sus ansias de escribir y se decidió a estudiar Derecho.
Ese camino la dirigió al encuentro con Samuel Creimer, futuro abogado, que la guiaría por las sendas del conocimiento jurídico y de quien aprendería el oficio de defender a los más vulnerables. En la década de 1970, presentó un hábeas corpus de amparo para evitar que en los institutos de menores se extrajera sangre a los internados contra su voluntad, mostrando su preocupación por la salud y la educación de estos jóvenes. También defendió a los hospitalizados en el neurosiquiátrico Melchor Romero, demostrando su férreo compromiso social.
A lo largo de su vida, publicó ocho libros de poesía y recibió varios premios literarios y reconocimientos. Sus versos llegaron a conmover incluso a Jorge Luis Borges, que elogió su poesía por su autenticidad y emotividad. A pesar de no ser una figura muy conocida en los círculos culturales, en 1992 la Sociedad Argentina de Escritores la propuso como candidata al Premio Nobel de Literatura.
Matilde Alba Swann no solo dejó su huella en el mundo literario sino también en el ámbito jurídico. Su lucha por los derechos de los más vulnerables y su compromiso social la convirtieron en una figura emblemática. Fue presidenta de la Comisión de Minoridad del Colegio de Abogados y asesora en temas de infancia y minoridad en varios ministerios y gobiernos provinciales.
En 1982, cubrió la guerra de Malvinas como corresponsal de guerra para el diario El Día, una experiencia que la llevó a escribir crónicas y poemas inéditos sobre ese conflicto.
Tras mucho andar, Matilde Alba Swann, la poeta que abogó por la justicia, falleció en septiembre del año 2000. Su nieta, Virginia Creimer, siguió sus pasos como una defensora de los derechos humanos y la justicia.
Su vida estuvo marcada por el equilibrio entre la poesía y la justicia, y en su obra Con un hijo bajo el brazo, reflexionó sobre la relación entre estas dos facetas de su vida. Para ella, ser abogada y poeta no eran roles separados, sino dos caras de una misma moneda. Ambas disciplinas se nutrían mutuamente, y su poesía se inspiraba en la realidad más cruda y en los problemas sociales que enfrentaba como abogada.