¿Puede un premio cambiarle la vida a un escritor? ¿Es posible que una señora de 85 años, nacida en La Plata, haya sido el secreto mejor guardado de la literatura argentina? ¿Cuántas versiones de los hechos caben en una sola vida? Son apenas algunas de las incógnitas que trata de responder Esta no soy yo, la biografía literaria de la escritora platense Aurora Venturini, que acaba de publicarse por editorial Tusquets. Fue escrita por Liliana Viola, periodista, editora y nada menos que albacea de la obra de Venturini.
Pero primero lo primero: ¿cómo se descubre a un escritor?
Era el año 2007 y el diario Página/12 celebraba sus veinte años lanzando un concurso literario: Premio Nueva Novela. Con el fin de hallar a la revelación de las letras. El jurado estaba conformado por siete plumas notables del diario entre las que se destacaban Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls y Guillermo Saccomanno. Liliana Viola era parte del pre jurado, la encargada de recibir y leer primero todas las obras.
Sumaban 500 las novelas seleccionadas cuando apareció Las primas, que no era exactamente lo que se espera de un manuscrito. Bajo el seudónimo mal escrito de la amada del Dante, Beatriz Poltrinari, llegó un sobre. Dentro un manojo de hojas tipeadas en máquina de escribir con tachaduras, correcciones y espacios en blanco que parecían adrede para llegar al mínimo pedido de 100 hojas. Así aparece narrado ese momento en Esta no soy yo.
“En realidad, todo ese desquicio era motivo suficiente para desecharla sin leer ya en el jurado de preselección. Estuve a punto de arrojarla al pozo que en confianza con Claudio Zeiger habíamos denominado ‘avisar a la familia’. ¿Y si fuera una novela Cenicienta? Por acto reflejo, curiosidad o caridad cristiana, decidí darle una oportunidad. Leí la primera página. Cayó una piedra. Las primas empieza así:
Mi mamá era maestra de puntero, de guardapolvo blanco y muy severa pero enseñaba bien en una escuela suburbana donde concurrían chicos de clase media para abajo y no muy dotados. El mejor era Rubén Fiorlandi, hijo del almacenero. Mi mamá ejercitaba el puntero en la cabeza de aquellos que se hacían los graciosos y los mandaba al rincón con orejas de burro hechas de cartón colorado. Realmente un mal portado reincidía”.
La novela está ambientada en la década del cuarenta en la ciudad de La Plata. Yuna, una joven pintora con problemas para expresarse, es la encargada de narrar a esta familia de clase media, compuesta por un padre ausente, una madre maestra, una tía virgen, una hermana minusválida y una prima enana. Estas mujeres encarnan cuerpos atravesados por discapacidades, deformidades y disfunciones. La misma Aurora Venturini le daba detalles precisos a Liliana Viola por teléfono cuando se enteró de que era una de las diez finalistas:
“Todas esas mujeres tremendas, la enana, la puta, la que tiene seis dedos, la que está en una silla y se caga todo el tiempo, soy yo, son mis hermanas. Está mi madre, que era maestra de puntero en mano y que cuando yo tenía 10 años le contagié rubeola cuando ella estaba embarazada y por eso mi hermanito nació con discapacidades intelectuales, me tocó cuidarlo a mí. Las primas es la historia de mi vida, de mi familia, señorita”.
Las primas ganó el primer premio ese año. La voz de Aurora Venturini comenzaba a alzarse en el circuito literario. El día de la entrega del premio dijo: “Al fin un jurado honesto”. Luego agregó: “Soy una gran escritora, tal vez la mejor, porque una no se va a desvalorizar, este no es el mejor libro que tengo, tendrán que leer los demás”.
En las semanas siguientes se supo que había escrito especialmente la novela para el concurso en poco más de dos meses, que tenía cuarenta libros publicados con títulos que abarcaban novela, cuento, poesía, ensayo, crítica y traducción, la mayoría financiados por ella misma. La ahora reconocida escritora contó una y otra vez en las entrevistas que había trabajado en hogares de minoridad donde conoció a Evita, que se había vuelto su amiga íntima y había tenido que pagar demasiado caro su pertenencia al partido peronista. Tuvo que exiliarse en Europa por décadas, y según sus relatos había compartido departamento con la poeta Violette Leduc, y se había relacionado con Simone de Beauvoir, Albert Camus y Jean Paul Sartre.
Aurora Venturini estudió Filosofía, Ciencias de la Educación, Psicología, y fue profesora secundaria durante años. No tuvo hijos por férrea decisión y había enviudado dos veces, primero de un juez y luego del reconocido historiador Fermín Chávez, un matrimonio al que los allegados definían como “tal para cual”. Pero conservó intacto el amor de su juventud, un profesor de escuela secundaria cuando ella era su alumna, al que menciona y evoca en varias de sus obras.
De 2007 en adelante se publicaron varios de sus libros entre traducciones, reediciones y lanzamientos como Las amigas, que puede leerse como una continuidad de Las primas, la reedición Nosotros los Caserta, El marido de mi madrastra, la compilación Cuentos secretos, Eva alfa y omega, entre otros. Y Los rieles en 2013. Es su último libro, el más autobiográfico, y narra con pormenores la recuperación de un accidente que sufrió en su casa en 2011.
Esta no soy yo es un recorrido por la extensa vida y obra Aurora Venturini, que murió a los 93 años en 2015. Liliana Viola traza un mapa posible a lo largo de los capítulos del libro para entender la complejidad de una autora que vive los hechos de su vida como si fueran literatura. Vive para escribir, y escribe para publicar.
Viola recurre a todas las fuentes posibles: documentos de la época, entrevistas a expertos, familiares, vecinos y colaboradoras, para mostrarla en todas sus facetas. Porque la biografiada no dice la verdad, presenta versiones de los hechos que van cambiando a su antojo, fabula. La verdad se convierte en literatura, porque solo así es posible de ser narrada.
Aunque también en Esta no soy yo, cada tanto, aparecen hechos verdaderos, que cuando irrumpen en el texto detienen el tiempo, como esta escena durante la presentación de su libro Los rieles, en La PLata.
“‘Yo quisiera decir algo… La verdad es que me enteré casi por casualidad de la presentación, porque justo ayer salió en el diario y lo vio mi señora y me dijo andá. Yo siempre en casa hablo de usted. Me vengo desde San Justo para saludarla… No se acordará de mí, pero yo a usted no me la voy a olvidar nunca’.
El silencio fue incómodo pero breve. Dio tiempo a que el público se diera vuelta para poder ver qué aspecto tenía el dueño de la voz. Un hombre de unos 70 años que claramente se había puesto su mejor traje y una corbata para asistir a esta ceremonia. No estaba acostumbrado a dar conferencias, así que fue directo al punto.
‘Yo era uno de los chicos del Hogar, tenía 12 años cuando usted me hizo el test y me destacó entre los que teníamos, digamos, algunas capacidades… Y por su recomendación me sacaron de ahí y me derivaron a una escuela muy buena. Quería contarle que me recibí de contador. Me casé. Tengo dos hijos que también estudiaron en la facultad. No soy rico, pero tuve una vida muy hermosa, completamente distinta de la que venía marcada en mi destino. Esa vida me la dio usted. No se va a acordar de mí… y claro… éramos tantos… señorita Aurora… soy Juan’.
‘¡Juanchito!’, dijo ella. Y quienes estábamos allí alcanzamos a verla joven, avanzando por los pasillos del orfanato, acicalada dentro de un trajecito sastre de los años cincuenta.”
Desde aquel llamado inicial que lo cambiaría todo, Liliana Viola estuvo en permanente contacto con Venturini. Acompañándola a eventos, entrevistas y presentaciones en los primeros tiempos luego de que ganara el premio, y más de cerca con lecturas atentas a todo lo nuevo que escribía Aurora. Cuando se convirtió en su albacea, ese trabajo que ya venía haciendo sumado al acceso a sus documentos personales, se intensificó hasta convertirse en su biografía.
-¿Cómo fue trabajar con alguien que da versiones distintas de los hechos?
-Mi primera decisión y la más difícil fue abstenerme de escribir un libro dedicado a desmentir uno por uno los dichos con los que Venturini decidió construir su imagen de escritora, -amiga de Eva Perón y de Simone de Beauvoir entre otros grandes hitos-. No es una novedad, dado que se contradecía en las entrevistas, que sus hazañas no son ciento por ciento fiel al dato comprobable. Se trató de llevar a cabo un trabajo de investigación que me permitiera no dejarme llevar de las narices por sus fabulaciones. Lo más difícil fue moverme en el borde de ese precipicio que ella con tanto trabajo se ocupó de construir para nosotros.
-¿Cómo es esa construcción?
-Uno de los rasgos más apasionantes de Aurora Venturni es su determinación de construir un entramado entre realidad, ficción, ajustes de cuentas y fluir del inconsciente. Lo perturbador es que no solo lo hace en el territorio de la literatura sino en todas las circunstancias que hacen al circuito literario, entrevistas, apariciones públicas. Es un delirio que no admite diagnóstico. Y ese delirio es la clave de su escritura, que a la vez es su vida. No hay una cosa sin la otra.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el transcurso del trabajo para el libro?
-Lo más interesante de la investigación ha sido encontrarme con ciertos episodios, que a simple vista parecían poco verosímiles, y comprobar que eran ciertos. El silencio, la decisión de no publicar y de coleccionar como una desquiciada muñecas de porcelana en un intento de conectar con las almas de jóvenes desaparecidos mientras ella misma daba clases en el Nacional de Banfield, tristemente famoso porque desapareció allí una división entera. Es algo de lo que nunca habló, y es cierto.
-¿Y qué más?
-Su trabajo en minoridad, en cotolengos, detectando inteligencias, señales de abusos sexuales, tristezas y vocaciones a través de una batería de tests que aprendió en los años 40 de los popes de entonces que enseñaban en la Universidad de La Plata. Son hitos fundamentales que luego impactan en sus historias donde los minusválidos, los monstruos, los retrasados, entendidos y amados, como todo aquello que no encaja en la escueta línea de lo normal, tienen un lugar protagónico y una voz en su literatura.
-¿Cuánto ayudó al trabajo su archivo personal?
-En su archivo está todo. Hay algunas cartas, hay algunos cuadernos, fotos, pero la mayor parte de sus “confesiones” ya están en los manuscritos de nuevas novelas, que ella misma me iba enviando a medida que los terminaba. Para entender la “verdad de Aurora Venturini” hay que aceptar su juego: deliberadamente decide no distinguir entre secreto y literatura. Secreto no es el equivalente a la verdad, de todos modos.
-¿Cómo sería eso?
-Una vez me contó entre lágrimas algunas peleas con su segundo marido, el historiador Fermín Chávez. Se quejó del abuso de alcohol, de algunas agresiones, me contó ciertas intimidades. Me sentí elegida para la confidencia. Luego en un manuscrito inédito que se llama Los empujones de un ánima celosa encontré aquello mismo, con las mismas palabras. Y encontré mucho más. Ahí hace aparecer al fantasma de la primera esposa de Chávez, que enojada porque ella está con su marido, le da un tremendo empujón y la obliga a dejar la casa donde vivía con él en San Telmo. El mismo empujón que en la versión de nuestra charla le había dado él.
-Hay todo el tiempo una voluntad por forjar una obra, escribe sin parar hasta su muerte. Ocho horas todos los días. ¿Cuánto más hay por publicar?
-Si respondiera Aurora a esa pregunta te diría que quedan más de 50 libros. Ella quería publicar todo lo que escribía. Pero bueno, me eligió como albacea y prefiero elegir los mejores y aquellas piezas que dan cuenta de su proyecto, de su universo. Algo de su poesía, pero no toda, ya que ella misma renegaba de ciertos libros. Algunos trabajos de crítica y traducción que son muy originales, como sus versiones libres de Rimbaud. Y hay un par de novelas que van a sorprender a los amantes de Las primas. El resto, formará parte de un archivo para que lo pueda consultar quien se interese por su obra.
-¿Fue necesario todo este tiempo desde su muerte en 2015 para poder escribir el libro?
-Es muy desgastante el trabajo de meterse en la vida de otra persona, recortarla, chusmear, interpretarla. El personaje te posee. Yo he adivinado cosas de su vida que luego testigos me lo confirmaron. Me pasó también cuando escribí la biografía de Migré. Diría que Aurora post mortem se salió con la suya. Porque es recién cuando me ocupo de reeditar la obra en esta colección en Tusquets donde aparece la propuesta de la editorial de escribir este libro como cierre.
-Pero a lo largo del libro ronda la idea de la biografía, en los encuentros y entrevistas.
-Creo que las dos jugamos al juego de la biografía y la biografiada sin llegar a concretarlo. Nunca me lo propuse, pero una vez le mande algunas preguntas típicas de biografía y ella me las respondió, pero sin soltar esa costumbre suya de “exagerar las verdades”. También es cierto que tengo mensajes suyos que empezaban “cuando alguien haga mi biografía que se fije en tal cosa”.
-Le gustaba la idea de trascender.
-Ella no habría admitido una versión de su vida estando viva, pero se hubiera vuelto a morir si no se escribía una o varias. Creía en la posteridad. Estaba esperanzada en la salida de sus futuros libros sabiendo que no iba a poder verlos. La literatura entendida como la famosa luz del túnel oscuro, una vida post mortem.
-¿Y ahora que ya salió, qué diría?
-Trato de no pensar en que diría Aurora, porque sé que tiene que estar disconforme. ¿Quién puede estar de acuerdo y feliz con la versión de toda una vida que escribe otro?
Quién es Liliana Viola
♦ Nació en Buenos Aires en 1963.
♦ Estudió Letras y dirige el suplemento Soy, de Página/12.
♦ Entre sus libros se cuentan Migré: El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país y Esta no soy yo.
Quién fue Aurora Venturini
♦ Nació en La Plata en 1921 y murió en 2015.
♦ Fue escritora, docente y traductora.
♦ Escribió más de treinta libros entre los que se cuentan Las primas, Las amigas y Nosotros los Caserta.