Qué bueno vernos por acá de nuevo en este septiembre que viene raro. Frío, por lo menos en Buenos Aires, y cargado de expectativas. Este septiembre es, también, el de los 50 años del golpe de Estado en Chile, cuando Augusto Pinochet derrocó la “vía chilena al socialismo” que encabezaba Salvador Allende.
El golpe fue el 11 y pocos días después, el 23 de septiembre, murió en Santiago de Chile Pablo Neruda. El poeta —que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1971— había estado muy cerca de ese Gobierno. Él mismo había sido candidato a presidente por el Partido Comunista, en 1969, pero declinó su candidatura para apoyar la del socialista Allende, que lideró la coalición que se llamó Unidad Popular y que ganó las elecciones en 1970.
Pero antes, mucho antes, Pablo Neruda había sido cónsul chileno en Barcelona primero y luego en Madrid. Eran los años 30 y le tocó estar en ese lugar cuando estalló la Guerra Civil Española, en 1936. Tomó partido sin dudarlo por los republicanos y el Gobierno chileno lo sacó del puesto. Gobernaba Arturo Alessandri Palma, del Partido Liberal.
Neruda volvió a Santiago, pero no sería por mucho tiempo.
En 1939 -ahora gobernaba Chile Pedro Aguirre Cerda, del Partido Radical- el poeta lideró en París un Consulado para inmigración española. Ese año fletó el Winnipeg, un barco que sacó a 2.000 refugiados republicanos de Europa y los llevó a Chile, que les abría los brazos (de eso habla Isabel Allende en su novela Largo pétalo de mar).
España había sido central para Neruda. Se enamoró de Delia del Carril, una mujer argentina veinte años mayor que él, se codeó con poetas como Federico García Lorca y Rafael Alberti, se volvió parte de la intelectualidad de la época. También se deshizo como quien no quería la cosa de su primera mujer, María Antonia Hagenaar Vogelzang, y dejó olvidada a su única hija, Malva Marina, que sufría hidrocefalia.
En 1947, en Buenos Aires, publicó su libro Tercera residencia y dentro de este los poemas de España en el corazón, marcados por la experiencia de la guerra. Uno de esos poemas es mi preferido. No puedo evitar estremecerme cuando Neruda habla de Federico García Lorca —”Federico, te acuerdas/ debajo de la tierra”— o cuando machaca “Venid a ver la sangre por las calles”.
Simplemente eso, entonces. Este poema. Si no lo conocías por favor contame qué te pasó al leerlo.
Explico algunas cosas
Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
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Patricia