En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos, autores y autoras cuentan el detrás de escena de sus libros. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.
En este caso, la autora mexicana Jazmina Barrera cuenta en primera persona la “cocina literaria” de Linea nigra, el libro en el que registró todos los cambios que percibió en su cuerpo, en su sensibilidad, en sus pensamientos y en sus vínculos al atravesar el embarazo y con la llegada de la maternidad de su hijo.
Se trata de un texto que empezó como un diario de embarazo y que se nutrió de otras lecturas sobre la maternidad, aunque la autora asegura que la mirada de las mujeres sobre este tema tardó en legitimarse porque incluso el parto y la crianza fueron observadas desde la hegemonía de la mirada masculina a lo largo de la historia.
Hay una especie de espejo en el que mirar Linea nigra, y es Literatura infantil, uno de los últimos libros del chileno Alejandro Zambra: es que los escritores son pareja y ambos textos tienen que ver con la llegada del hijo que tuvieron juntos.
En Linea nigra hay espera: dulce, desconcertante, incómoda, maravillosa. Y el bebé llega: la autora dirá que hay algo de terremoto en la maternidad.
Cómo escribí “Línea nigra”
Este libro empezó como un diario de embarazo, que es una práctica muy común, porque el cuerpo durante ese proceso cambia mucho y muy rápido, y dan ganas de registrar esos cambios. Sucede lo mismo con los diarios de los primeros meses de un bebé, las transformaciones son tantas que muchas veces olvidamos cómo era la vida un mes atrás, cómo era ese ser mutante que nos obliga a adaptarnos a él todo el tiempo.
Durante el embarazo, los cambios en el cuerpo empezaron a transformar todo a mi alrededor: mis vínculos con mi pareja, mi profesión, mi familia, mis amigas, mi espacio mental, mis prioridades, mi estado de ánimo, mi tiempo libre, mi escritura. Esta última se me presentó como un espacio para documentar ese proceso, y también para reflexionar y para hacerme, y tratar de responder, las muchas preguntas que me surgían durante ese suceso tan maravilloso, terrible, incómodo y desconcertante que es el embarazo.
Entonces la vida intervino de nuevo, porque hubo un terremoto en la Ciudad de México y mi madre se enfermó. Dice Mary Shelley en su introducción a Frankenstein que no creamos desde el vacío, sino desde el caos. Ese terminó siendo uno de los temas principales del libro, cómo creamos desde las ruinas físicas (corporales o materiales) o desde los fragmentos de nuestra identidad, cuando nos sacude un movimiento telúrico o el terremoto de la maternidad o el de la enfermedad y el miedo.
Escribí este libro hace seis años, que parece poco, pero ha sido un tiempo de grandes cambios para la literatura. Hace seis años me costaba trabajo encontrar referentes de la maternidad, sobre todo en el mundo de la literatura en castellano. Había muchos, por supuesto, pero no eran tan visibles, no estaban en el centro de atención, como sí lo están hoy día ⎯a pesar de esas voces insufribles que insisten en que es una moda pasajera y nada más⎯.
Por eso empecé a hacer un pequeño archivo de obras de literatura y arte que hablan del embarazo, el parto y la lactancia, casi todas hechas por mujeres (la maternidad fue representada durante mucho tiempo desde la mirada masculina y hacía falta darle su lugar a esa otra mirada). En esa época, ninguna de mis amigas estaba embarazada (me embaracé a los 29 años, que en el tiempo de mi madre hubiera sido tarde y en este tiempo parece ser temprano) y necesitaba contrastar mi experiencia, entenderla desde otras miradas y otras voces. Esas obras fueron las que me acompañaron y dialogaron conmigo. Su compañía me hizo mucho más llevadero ese tiempo tan raro.
En cierto punto de la escritura de mi diario/archivo, la editora Andrea Palet me pidió que escribiera algo para un número de la revista Dossier sobre la espera. Se dice de una mujer embarazada que está “esperando” (y lo está, hay una inevitable cuenta regresiva y algo pasivo en esa creación, que el cuerpo parece llevar a cabo casi sin nuestra voluntad o incluso a pesar de ella), y por eso me pareció tan natural acudir a esos apuntes. No sólo natural, sino incluso necesario.
Había algo en mí que necesitaba, de manera muy visceral, escribir ese libro. Porque en libro se convirtió, en el minuto en que decidí que, así como a mí me habían ayudado esas lecturas, quizás mi experiencia y mis hallazgos podían acompañar a alguien más también. Y no hablo sólo de mujeres y personas gestantes, porque todos los seres humanos venimos del cuerpo de otra persona, esto es una parte intrínseca de la experiencia de cualquier mamífero.
No digo que este libro deba interesar al mundo entero, pero sí que sus temas son tan universales como la muerte, la enfermedad y el amor, y que ya va siendo hora de que dejemos de pensar que la maternidad y los cuidados y la crianza y el trabajo doméstico le interesan sólo a las madres.
La escritura de Linea nigra, que no puedo separar de mi experiencia de maternidad, transformó mi forma de ver el mundo. Ya no estoy escribiendo directamente sobre maternidad, pero ese punto de vista, esa empatía radical que se encendió en mi cuerpo al maternar, se quedó ahí ya para siempre.
Al encargarme este texto me preguntaban por Literatura Infantil, así que, a pesar del pudor, les cuento que Alejandro estuvo escribiendo siempre, desde que estaba embarazada. Hay textos suyos acerca de ese periodo en su libro Tema Libre y también en Literatura infantil. Son libros, por supuesto, que me encantan, qué les puedo decir. El diálogo entre nosotros fue y es constante, pero la forma en que dialogan estos libros es algo que otras personas estarán mejor capacitadas que nosotros para analizar.
Quién es Jazmina Barrera
♦ Nació en Ciudad de México en 1988. Es escritora.
♦ Entre sus libros se cuentan Cuerpo extraño, Punto de cruz y Línea nigra.