Corría el año de 1960 y Fernando Botero, quien por entonces tendría 28 años de edad, había llegado de Medellín a Bogotá. Estar en la capital del país le permitió “ganar terreno” y tener contacto directo con varios intelectuales importantes de la época, entre los que sobresalió.
Empezó a destacarse gracias a sus dos primeras exposiciones individuales y su vinculación a galería Leo Matiz, que le dieron un importante impulso a su carrera como pintor, escultor y dibujante. Sin embargo, hasta este momento Botero aún no era reconocido por su estilo único con figuras volumétricas.
En su lugar, el ejercicio artístico del artista en crecimiento era el de creaciones con espacios casi planos, eso sí, con un toque que se quedaría en sus obras: la imitación de la realidad. Sus trazos ya habían empezado a llamar la atención de la crítica y coincidió con la mirada de la argentina Marta Traba, quien por la década de los 60 estaba en búsqueda de trabajos de artistas colombianos a quienes quería impulsar.
Para este momento, Traba tenía un papel fundamental en la escena del arte en Colombia, pues fue la fundadora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, así como también ejerció como curadora de distintas exposiciones en varios puntos de Latinoamérica.
Así, se propuso la composición de un libro que llevaba por nombre Seis pintores contemporáneos colombianos en colaboración con el fotógrafo colombiano Hernán Díaz. Fernando Botero figuraba como uno de los pintores que Traba quería en el libro, junto con Alejandro Obregón, Enrique Grau, Guillermo Wiedemann, Eduardo Ramírez Villamizar y Armando Villegas.
Díaz sería el encargado de las fotografías. La idea de Traba era ilustrar el libro con retratos, así como también obras de los artistas. Por ello acudió a Díaz, quien de inmediato se puso en la tarea de reunir algunas fotografías, empezando por los retratos individuales. Así, se podría reunir luego con Marta para elegir las obras que quedarían en el libro final.
El esfuerzo por reunir a los pintores y lograr una foto con todos los artistas fue un verdadero reto, pero Díaz lo alcanzó. Incluso, hizo varias versiones que han sido muy conocidas y de hecho han servido de referencia para varios críticos y artistas, pero lo que no sabían ni los artistas ni el escritor es que uno de ellos quedaría por fuera del libro, aun cuando su retrato aparecería en el libro.
Para lograr la imagen, la sede fue La Macarena, un barrio en Bogotá que era también conocido como “La Colina de la deshonra”. Este era un lugar importante para la esfera intelectual y artística, pues era sede de reunión y diversión donde se realizaban interminables fiestas en las que compartían experiencias de sus viajes y creaciones.
El artista que quedó por fuera del libro
Entre los pintores que aparecían en el libro constaba el nombre de Armando Villegas, quien compartió con Botero su intención por reforzar el arte latinoamericano recurriendo a la tradición del país.
Villegas estaba casado con Alicia Tafur, artista de cerámica que solía enviar sus obras al Salón Nacional de Artistas, lugar en el que para ser admitidas primero debían pasar por un filtro realizado por Marta Traba. Sin embargo, su decisión de ese momento fue descalificar la obra de Alicia.
Esta situación dio origen a una riña entre las mujeres, razón por la cual Marta rompió las relaciones con Villegas y lo excluyó del libro, aun cuando ya habían empezado a trabajar en él. En búsqueda de un nuevo artista, Traba consideró el trabajo del escultor Edgar Negret y para incluirlo en la obra cambió el título por Seis artistas contemporáneos colombianos.
La nueva foto con los artistas que aparecían en el libro, incluyendo a Negret, no fue posible. Es por esta razón que en el libro ni figura ninguna fotografía de todos los artistas reunidos.