“Escribí básicamente desde un lugar de exclusión del mundo de la belleza”: Gabriela Wiener habla sobre la reedición de “Sexografías”

La escritora peruana conversó con Infobae Leamos en Bogotá y reflexionó sobre cómo ha pasado el tiempo en este libro viejo con aire nuevo

15 años después, se publica una nueva reedición de "Sexografías", el libro de la peruana Gabriela Wiener

Han pasado 15 años desde que se publicó por primera vez aquel libro de Gabriela Wiener que puso a más de uno en alerta. Para muchos, no era posible que una autora peruana, migrante, de piel oscura, escribiera como lo hacía sobre un tema tan delicado como el sexo. Desafiando el conservadurismo colectivo, Sexografías pasó a formar parte de una de las épocas más ricas de la crónica latinoamericana. En sus primeras versiones, nos sumergía en el corazón de las ciudades, a través de sus prácticas sexuales.

Luciendo la del periodista gonso, Wiener no temió desnudarse para compartir con los lectores sus propias experiencias y deseos sexuales, a la luz de una premisa poderosa: el sexo no es homogéneo. En sus crónicas, la autora daba cuenta de cómo el sexo varía significativamente de un lugar a otro y de una persona a otra. Desde las vitrinas de prostitución en los Países Bajos hasta la clandestinidad de la práctica poliamorosa, Wiener nos llevó a explorar la riqueza y la complejidad del mundo sexual.

Inmersiones en cárceles y clubes swingers, entrevistas con actores porno, testimonios de donación de óvulos; historias de feminidad y maternidad, de la experiencia trans, de la vivencia migrante, son algunos de los asuntos que Gabriela Wiener ha estado siguiendo de cerca desde entonces y que ahora trae de regreso con la reedición de este libro que ha evolucionado con el tiempo y frente al que la propia autora ha dicho que fue concebido en un primer momento como un libro abierto.

Portada de la nueva edición del libro. (Penguin Random House).

— En relación con las ediciones anteriores, ¿hay cambios significativos en el contenido del libro?

— El libro ha tenido varias revisiones y ediciones, y en casi todas ellas ha habido textos que se han cambiado. En el 2008, cuando se publicó, los textos respondían a algo que estaba muy latente en ese momento sobre alguna cuestión contemporánea de la sexualidad. Yo he seguido escribiendo sobre estos temas y en esta nueva edición se han incluido crónicas que no habían sido publicadas antes en las otras ediciones. Los pie de página se mantienen, aunque obviamente les he hecho algunas modificaciones, especialmente a algunas cosas que yo ya no soportaba leer y que ya no me representan tanto. Otras las he dejado pasar porque, bueno, ya sería como desvirtuar el libro y la época en que fue escrito.

— ¿Se mantiene su propósito iniciático? Con los cambios hechos, ¿qué tanto ha variado?

Sexografías siempre ha sido un libro abierto, es decir, estaba sujeto a cambios. Y es un libro que en su origen también se construyó a partir de historias que yo había publicado en revistas, pero que no fue concebido como una antología o una recopilación sencilla, como suelen hacer muchos periodistas o escritores. En mi caso, yo siento que durante años, antes de publicarlo en el 2008, estuve escribiendo con la idea de hacer propiamente un libro. Yo quería que se vieran claramente mis intenciones. Siempre he intentado ir desmontándome a mí misma y esas crónicas, esos pies de página me ayudaron a hacerlo en ese momento.

La escritora peruana Gabriela Wiener. (Sofía Álvarez / ​​Penguin Random House)

— ¿Cómo se sintió en un primer momento al exponer en estas crónicas sus propias experiencias y emociones en relación con el sexo?

— Este libro yo lo escribí desde un lugar muy de la transgresión. Quizá ya es difícil pensar que una mujer que escribe desde su lugar, su cuerpo y su experiencia, hoy pueda ser alguien que si habla de eso se convierta en una persona que transgrede cosas. Seguramente, habrá gente más joven que lea el libro y piense que esto no tiene nada de atrevido, porque en su momento llegó a serlo, y no era tanto porque yo fuera mujer y hablara de sexo, sino porque lo hacía desde mi lugar, siendo una mujer con ascendencia andina, de tez marrón, no normativamente bella, bisexual, y yo creo que eso sigue escandalizando. Escribí básicamente desde un lugar de exclusión del mundo de la belleza, de la sexualidad, del mercado de los cuerpos. Mujeres como yo siempre éramos vistas como putitas, como si usáramos nuestra sexualidad para sentirnos fuertes en un contexto que nos excluía.

— Ha pasado un buen tiempo desde su publicación y pese a que la consciencia respecto al tema ha cambiado, las crónicas no pierden vigencia. ¿Cómo ha madurado esta escritura a lo largo de los años?

— Todo esto me ha llevado a escribir de asuntos como el racismo, la discriminación, los sistemas de la blanquitud, la migración, y Sexografías ya ponía la atención sobre un cuerpo determinado que se concretó en las historias de gente de una gran diversidad a la que la cronista no puede evitar entrar sin más intensión que mirar y volver a su normalidad, al contrario, se va transformando al interior de estos mundos y cambia su propia forma de ver la vida, siempre en tráfico constante.

(Sofía Álvarez / ​​Penguin Random House).

— De repente, en una primera lectura, este asunto de la migración no es lo más destacable, porque lo que llama la atención es ese otro lado de las historias, pero volviendo sobre ellas, es posible percibir un tratamiento bastante interesante de la figura del migrante en tanto cuerpo y sujeto que opera bajo ciertas concepciones y demandas culturales, sociales, políticas, etcétera. ¿Hasta qué punto fue consciente, en un nivel estético, esta búsqueda por retratar la condición del outsider?

— La condición de la persona migrante que soy y que mira sobre todo un contexto como el español, al que llego, de presunta libertad, guiada por esa mirada impresionable de cómo estas cosas pueden ser públicamente tan explícitas y que en mi país, en el momento en que escribí estas historias, todavía no existían en espacios de libertad. Poder ver también estos lugares desde un punto de vista crítico era importante, y qué mejor que hacerlo desde ese lugar de lo disidente también, porque yo misma, y muchos de los cuerpos que aparecen en el libro, no encajan ni siquiera en esos entornos que parecen estar construidos para el erotismo. Y ahí entiendo cómo también en los espacios de la sexualidad hay la misma jerarquía, la misma desigualdad e injusticia; la pobreza también está ahí, con quienes no cumplen con los cuerpos deseables. Y ahí viene la crítica al capitalismo, al mercado del sexo, y se hace desde un lugar de migrante, pues se tiene acceso a algunas cosas y a otras no, y las puedo mirar críticamente, las puedo cuestionar. Porque las historias aquí son también mi historia, la de una persona que está en la periferia. Y gracias a eso puedo, digamos, afinar una mirada más original, mucho más propia, singular. Cuando escribo, no me pongo a idolatrar ni a romantizar, ni tampoco vengo a destruirlo todo, sino que me encuentro buscando la honestidad ahí donde surja, en esos espacios de gente que ha migrado y trabaja en lo que puede, y la escribe trabaja en lo que puede, contando estas historias que interesan en ese momento.

— Las crónicas en este libro terminan siendo como pequeños puntos geográficos en un mapa que el lector puede recorrer. ¿Hasta dónde alcanza el sexo a ser el motor de una cultura, su punto de referencia?

— Cuando se publicó, creo que Sexografías fue de los pocos libros que, dentro del boom de los cronistas y tal, tenía una clarísima perspectiva de género. Estaba claramente escrito por una mujer no heterosexual, no blanca, y eso, desde luego, ya te da la medida desde donde se está escribiendo, ya no desde ese lugar de siempre. En ese sentido, rompió con lo que se conocía hasta ese momento. En general, los cronistas que hacían temas de sexualidad, tenían una mirada, en efecto, muy masculina, muy como castigadora, o simplemente, de turista sexual. En mi caso, yo me veo como arrastrada. No sé, eso desde luego, sentir que estas historias me arrastran, me llevan a mí misma y mi intimidad, y lo que surge de allí es lo que más me interesaba hacer. Creo que el sexo es un tema importantísimo, un tema clave del que no creo que lleguemos a ser conscientes del alcance que puede tener. Los macromovimientos del mundo tienen que ver con esas pequeñas cosas de la intimidad, del sexo.

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