Desde la antigüedad hasta el siglo XX, la higiene y la historia han estado estrechamente entrelazadas de maneras que quizás nunca hubiéramos imaginado. Muy pocos pueden decir que sabían, por ejemplo, que Cleopatra se bañaba con la leche de cerca de 700 burras, o que en la Antigua Roma, las personas de clase media-baja hacían sus necesidades de manera colectiva, en grupos de 10 o 12 personas, en una hilera de letrinas.
En su más reciente publicación, la historiadora y escritora Alejandra Hernández nos conduce en un viaje olfativo a través de las épocas, haciendo uso de anécdotas y curiosidades, con el ánimo de ilustrar cómo la higiene, o la falta de ella, ha moldeado la vida de nuestros antepasados y ha influido en nuestras costumbres y tradiciones.
¿Sabían que el olor en la habitación de Juana de Castilla era tan desagradable que la gente llegó a creer que estaba poseída por el demonio? ¿O que los aztecas honraban a Moctezuma ofreciéndole vasijas de oro llenas de piojos? La higiene ha sido un tema delicado en la historia de nuestros antepasados y un privilegio reservado a unos pocos, pero la percepción de la limpieza y la salud ha evolucionado tanto como la propia humanidad.
Las páginas de Esta historia apesta han causado revuelo tanto en la comunidad académica como entre el público en general desde su publicación. Con buen tino, la autora española arroja luz sobre aspectos poco conocidos de la historia y nos hace reflexionar sobre la perspectiva social y cultural de la higiene en diferentes épocas. Hernández nos lleva en un recorrido que comienza con los egipcios, quienes, a pesar de ser considerados los más limpios de su tiempo, despedirían olores que hoy nos resultarían insoportables debido a su obsesión por la mirra y otros ungüentos.
Uno de los aspectos más fascinantes del libro es la revelación de que Cleopatra, la legendaria reina de Egipto, se bañaba diariamente en leche de burra para mantener su piel joven. Una tradición que incluso celebridades contemporáneas como Mariah Carey han seguido. Este detalle arroja una nueva luz sobre la imagen glamurosa de Cleopatra y nos muestra cómo las prácticas de higiene pueden ser utilizadas como símbolos de estatus y belleza.
Sin embargo, no todos los períodos históricos compartieron la misma preocupación por la limpieza. Los romanos, por ejemplo, tenían letrinas colectivas donde hacían popó y conversaban entre ellos. Además, compartían esponjas, lo que a menudo llevaba a la propagación de bacterias intestinales. Este aspecto de la higiene romana nos lleva a reflexionar sobre cómo las normas culturales pueden influir en la percepción de la higiene.
Alejandra Hernández también nos recuerda que la higiene no era una cuestión de estatus o poder adquisitivo. Los piojos y pulgas afectaban a personas de todas las clases sociales en diferentes momentos de la historia. Incluso algunos monarcas, como se rumorea, se inyectaron mercurio para deshacerse de los piojos, lo que finalmente condujo a su muerte.
El libro también destaca el auge y caída de la higiene en diferentes épocas, con el siglo XVI y XVII marcando un punto álgido de falta de higiene, cuando los baños se dejaron de lado debido a creencias supersticiosas. Además, el siglo XVIII enfrentó epidemias y la necesidad de reorganizar los cementerios.
Célebre por sus contenidos en su cuenta de TikTok @tcuentounahistoria, Hernández reúne lo mejor de esa faceta y nos lleva por una travesía un tanto escatológica que, a la luz de las anécdotas, termina siendo amena y divertida. En Esta historia apesta nos recuerda que la historiografía no solo va de los grandes eventos, también aquellos que suceden en el WC merecen ser retratados.