Sangre, poder y plata

No se pasa de un día al otro de la libertad al prostíbulo cuando una mujer es secuestrada para la trata. De ese período de “amansamiento” se ocupa Gabriela Cabezón Cámara en su breve “Le viste la cara a Dios”. Este artículo es una versión del aparecido en el newsletter “Leer por leer”.

Cabezón Cámara y el ebook de "Le viste la cara a Dios".

Casi por casualidad volví a cruzarme con Le viste la cara a Dios, un cuento tremendo que escribió Gabriela Cabezón Cámara y que se publicó por primera vez en 2011.

En ese momento hubo gente que me dijo que no podía leerlo, que era demasiado. No sólo la historia —la de una mujer secuestrada para la prostitución— sino el lenguaje. Cabezón Cámara habla del secuestro y de cómo es ser convertida en carne de consumo sexual y lo hace con palabras tan horribles como la situación merece.

El cuento apareció con un encargo: la editorial digital sigueleyendo.es decidió pedirle a una serie de autores que reversionaran cuentos infantiles. A Gabriela le tocó La bella durmiente. La escritora pensó y llegó a una conclusión: “Una mujer que está todo el tiempo en una cama, sin la más mínima voluntad, ni el más mínimo deseo, ni la más mínima soberanía sobre sí misma… una víctima de trata”.

"Le viste la cara a Dios", de Gabriela Cabezón Cámara

Listo. Una víctima de la trata. Pero ¿qué pasa en el día a día? ¿Cómo se atraviesa tanta tortura, tanta humillación, tanta enajenación? Ahí se mete Cabezón Cámara, en unas pocas páginas.

Sabremos que esa a la que ahora le dicen “putita” era una chica de clase media, sabemos que estaba empezando a estudiar griego -como hizo la autora-, sabremos que el odio la sostiene y que se aferra a él para no dejar que la conviertan en nada. Sabremos todo eso en una narración en segunda persona. ¿La que nos habla es la misma Beya —su nombre de prostíbulo— que se piensa desde afuera, una forma de separar el cuerpo vapuleado, violentado, violado de un yo que sigue vivo?

Hay un cafishio, hay una madama, hay compañeras de cautiverio, hay un juez que es cliente y cómplice, hay un policía. Y la breve trama trae algunas sorpresas.

"Beya" por Iñaki Echeverría

Vamos a atravesar esa trama, dije, con palabras tan crudas que será difícil citarlas acá, pero también con frases de Nietzsche, alusiones a Auschwitz, algo de ritmo gauchesco y algún guiño a El matadero, aquel texto fundante que Esteban Echeverría escribió entre 1838 y 1840.

Y cómo no. El texto de Cabezón Cámara es una trompada pero no está solo, se inscribe en una historia de la literatura que cruza tripas, poder y dinero. En El matadero todo es sangre, vísceras y violencia… como en el prostíbulo. Y sobre este texto está la famosa frase de David Viñas, un crítico literario y profesor legendario: “La literatura argentina empieza con una violación”. Se trata de la violación de un joven unitario. “Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la mesa”, dice uno de ellos y entre varios lo acuestan.

Es que ahí, en El matadero, la violación está directamente vinculada a las luchas internas de la Argentina, esa gran grieta -unitarios y federales- que cruzó el siglo XIX y que tuvo muertos, torturados, exiliados, miedo.

"El matadero", de Esteban Echeverría.

Echeverría, claro, es un unitario y quien está enfrente es Juan Manuel de Rosas y su gobierno. Aquí no hay nada que se confunda o se disfrace de deseo, como puede ocurrir en el prostíbulo, aunque Cabezón Cámara más que en los clientes se detiene en el proceso de “amansamiento” de la secuestrada, cuando sexo y golpes, sexo y quemaduras de cigarrillo, sexo y drogas para que no se duerma, que nunca se duerma, que aguante, que produzca, que se vacíe, son la misma cosa. Esto es un negocio, amansarla es calibrar la máquina que lo sostiene.

El Estado entrará en esos cuartos a través del juez y del policía, que se hacen “atender” pero que nunca dejan de portar su investidura, no dejan el traje ni aún desnudos. La política es más difícil de ver pero está ahí en esa acción —los representantes del Estado que vienen del lado de los proxenetas— y en esa omisión: andá a pedirle ayuda al juez y vemos qué pasa.

Igual, ojo, si esperan una fábula con moraleja y una clase lineal de corrección política, Le viste la cara a Dios no es el cuento apropiado. Cabezón Cámara (San Isidro, 1968) siempre da una vuelta de tuerca y habrá una oportunidad ´para Beya a partir de un santo y del personaje menos pensado.

En “El matadero” la violación está directamente vinculada a las luchas internas de la Argentina

Siempre termino el newsletter con algunos de mis subrayados. Esta vez es difícil por el tenor del lenguaje. Así que pongo algunos que me gustan y me emocionan pero sabé que en el libro habrá frases mucho más dolorosas.

Le viste la cara a Dios nació digital, tiene menos de 30 páginas y se puede adquirir en Bajalibros, clickeando acá.

También tuvo una edición de la editorial La isla de la luna, una adaptación teatral y una versión publicada por Eterna Cadencia, con ilustraciones de Iñaki Echeverría, que se llamó Beya (Le viste la cara a Dios).

Cabezón Cámara deslumbró con su primera novela, La virgen cabeza, en 2009. Luego vinieron títulos como Romance de la Negra Rubia y Las aventuras de la China Iron, con el que estuvo entre los finalistas del premio Booker, de prestigio internacional.

Mis subrayados

1. “(...) la tortura lleva a la primera trompada, la del origen te digo, el síndrome del origen. Te explico para que sepas que infantiliza y aniña y se conoce o se vuelve a ese primer baño sueco, el del chico re apaleado por quien le da de comer, el que lo lleva al colegio y si hace frío le pone una frazada en la cama (...)”.

2. “(...) no te mata porque sos su hacienda y le rendís viva, le rinde tu kilo en pie o mejor dicho en cuatro patas (...)”.

3. “Serás Houdini o Kill Bill o si no no serás nada, porque el degüello se viene poco más tarde o temprano, cuando no les des más guita (...)”.

4. “Súbitamente entendés que mejor les hacés creer que ya estás muerta y entregada como novia al Cuervo Rata, no sabés cómo sabés porque no estabas ahí cuando te dieron la clase, el cuerpo aprende solito aunque el alma esté en los brazos de Dios o la Virgen Santa entre los arrobadores coros de los entes celestiales, y tu pobre cuerpo, Beya, se encuentra sabiendo posta, con certeza iluminada, que lo mejor es fingir y sofisticás la ausencia”.

La escritora Gabriela Cabezón Cámara.

5. “(...) a veces fallás, gritás porque te duele o para que no te duela, para prevenir el golpe, pero un grito fuera de tempo en el antro no molesta ahí no se lleva el compás, ahí nomás se calientan con alaridos al fuego y vos ya lo sabés bien (...)”.

6. “Es que esto no hay que olvidarlo: en la peor de las mazmorras se puede amar al que pega y eso es peor que darle el propio espíritu al diablo”.

7. “La única puerta es el odio y no tenés otra leña para echarle a la fogata que los mismos latigazos que te desmayan a diario, pero seguís, el odio te mantiene viva”.

8. “Empieza el Rata cafishio a alternar sus muchas piñas con algunos regalitos y vos te caés a sus pies como novia enamorada y aprovechás y almorzás carne de vaca de veras: sabés que necesitás hierro para agarrar bien el fierro, como te enseñó tu padre en el Tiro Federal”.

9. “Ya no preguntás por qué te pasa esta mierda a vos, que estudiabas, trabajabas y hacías voluntariado en el hospital de niños del barrio de las afueras: escapar es más urgente que ahondar en la metafísica porque si no te escapás te vas a transformar en zombie como son tus compañeras que parecen muertas vivas con sus lentes de contacto de colores fluorescentes y con la merca en la venas y llenas de lastimaduras en la carne que no sienten”.

10. “La cara de Dios es blanca y radiante como ninguna otra cosa, como la suma de todas las cosas buenas de la vida: refulge como refulgen los instantes de felicidad o como refulgirían, cómo, si se los supiera eternos, como un abrazo perfecto que salva de todo mal, como el sol de la playa en enero cuando eras una nena, como la justicia justa, como los rayos que atravesaban las persianas de tu cuarto a la mañana, como lograr entender lo que es arduo de entender (...)”.

Si te metés con Le viste la cara a Dios —o querés comentar otro libro— escribime a pkolesnicov@infobae.com.

* Esta es una versión del newsletter “Leer por leer” que se entrega cada jueves. Si querés recibirlo en tu mail, registrate en este enlace.

Hasta la próxima,

Patricia

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