Ana María Martínez de Nisser no tuvo reparos en cortar su cabellera y portar un uniforme de hombre para convertirse en combatiente durante la llamada Guerra de los Supremos en su país.
Además guerrera, Martínez dejó su legado en los libros, siendo la primera mujer que publicó en vida un libro en Colombia.
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En Sonsón, Antioquia, vio la luz Ana María Martínez el 6 de diciembre de 1812 y murió el 18 de septiembre de 1872. Era hija de don Pedro Martínez, descendiente de un noble asturiano que había llegado a Medellín poco tiempo después de que se fundara, y de doña Paula Arango, cuyo padre era institutor en su ciudad natal.
En medio de la separación de Antioquia de la corona española, creció en cuerpo y espíritu una mujer para la historia. Se dice que sus primeros años de formación académica corrieron entre las mejores calificaciones y con una entrega sorprendente. Fue así que se distinguió por ser una mujer muy inteligente y con una imaginación infinita.
Como otras grandes mujeres de su época, tuvo que enfrentarse a las limitaciones de una sociedad que las encerraba y no les permitía expresarse con libertad. Serían estos los ingredientes que configurarían en ella una fuerza inquebrantable. Contra todo, dominó el inglés y el francés, y dedicaba mucho tiempo a la lectura y a la escritura.
Cuenta de ello dará el escritor Manuel Pombo quien diría:
“Fuera del idioma patrio que manejaba con cultura, traduce con facilidad del francés y del inglés, lee muchos libros selectos, y escribiría sobre algunos asuntos que tiene meditados, si la modesta desconfianza en sus fuerzas y el temor de extralimitar la esfera en que nuestra sociedad quiere encerrar a las mujeres, no la retrajese”.
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Es posible que parte de este camino estuviera apoyado por su esposo, a quien conoció con apenas 14 años. Se trataba del sueco Pedro Nisser, un ingeniero de minas y negociante de oro que había llegado a Colombia por el llamado y la promesa de grandes minas de oro, incluso habría comprado unas minas desde Londres, un hecho que resultó ser una estafa.
Al casarse en 1831, María y Pedro acordaron establecerse en Medellín. Allí vieron nacer y también morir al poco tiempo de dar a luz a dos hijos debido al inclemente sol que azotaba las minas de oro de Aroní, un municipio en la zona nordeste de Antioquia.
El inicio de la Guerra de los Supremos
Este es el primer conflicto interno luego de que tuviera lugar la independencia de Antioquia y ocurrió entre 1839 y 1842. María y su esposo apoyaron el gobierno constitucional, por ello en 1841, cuando se desarrolla el primer combate en Salamina, Pedro es llevado preso a Rionegro, lugar en el que sufrió el encarcelamiento y terribles torturas.
Lo que ocurrió con su esposo y la condición social que se vivía en ese momento fueron motivos suficientes para que María se presentara ante el mayor Braulio Henao y le solicitara participar en la lucha. Así fue que formó parte de la lista del ejército, se cortó la cabellera negra que solía lucir y se puso el uniforme de soldado.
El historiador José Manuel Restrepo así lo confirmó:
“Deseosa de vengar los agravios que las facciones habían hecho a su marido Pedro Nisser, a quien mantenían preso en Rionegro, marchó con las tropas desde Sonsón hasta Salamina, a cuya acción concurrió impávida con lanza en mano, animando a los combatientes con su palabra y ejemplo”.
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Además de su fuerza como combatiente, se planteó otras estrategias, como por ejemplo el contacto con Raimunda Marulanda y Dolores Macías, con quienes fabricó municiones que serían usadas en el combate y que terminaron por llevarlos a la victoria en mayo de 1841.
Fue justo en este momento cuando escribió Diario, el documento en el que registraría los hechos de la revolución, las condiciones de la época, la intimidad de una mujer que se adentra en la guerra, la voluntad de su fuerza y los vestigios de la violencia. El libro se editaría en Bogotá y se convertiría en el primer libro publicado por una mujer en Colombia.
Murió en el año 1872 en su tierra natal Medellín, lejos de su esposo que se habría marchado con la misma intención que lo llevó a conocerlo: la búsqueda de oro, pero esta vez en Australia. Sin embargo, sus restos fueron llevados a Sonsón, la tierra exacta que la vio nacer.
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