Una mentira piadosa, una pelea a muerte y pura improvisación: los mitos que fundaron a la Argentina como nación

El enfrentamiento entre Saavedra y Moreno, las ideas de Alberdi y de Sarmiento, todo lo que el peronismo tomó del siglo XIX: el historiador estadounidense Nicolas Shumway describe los principales conceptos sobre los que se formó nuestro país en “La invención de la Argentina”.

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Recreación del 25 de mayo de 1810, y el pueblo expectante a la espera de noticias: uno de los grandes hitos de la historia argentina.
Recreación del 25 de mayo de 1810, y el pueblo expectante a la espera de noticias: uno de los grandes hitos de la historia argentina.

Se llama Nicolas, pero está acostumbrado a que le digan Nicolás. Es que, desde que pisó Argentina por primera vez en 1975, se enamoró del país y de su cultura. En esa primera visita como estudiante doctoral, el historiador estadounidense Nicolas Shumway se dio el gusto de conversar con Jorge Luis Borges para la investigación de su tesis, centrada en los parámetros de lectura del gran escritor argentino: “El lector hedonista”, la títuló.

Durante esos meses turbulentos de la Argentina de 1975, conversando con la señora que trabajaba en la limpieza del departamento que había alquilado en el centro porteño, Shumway se dio cuenta de que iba a tener que hablar con más personas para dar cuenta de la diversidad de nuestra sociedad. “Si usted habla solamente con Borges, no va a entender nada de la Argentina”, le dijo, palabras más, palabras menos, la señora, que era peronista y le presentó a su mamá, que había conservado álbumes de fotos de Perón y Evita. De esa manera, Shumway accedió a una clase de historia oral en vivo y en directo de la que aprendió tanto o más que charlando con Borges.

Tras doctorarse por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en 1976, Shumway empezó a enseñar en Yale, donde llegó a dirigir el Instituto de Estudios Latinoamericanos. En 1991, publicó un libro en inglés sobre las ideas políticas de la Argentina del siglo XIX que, gracias a un encuentro azaroso con Tomás Eloy Martínez, se tradujo al español de la mano de César Aira. En nuestro idioma se tituló La invención de la Argentina. Historia de una idea, se publicó por primera vez en 1993, se lanzó una edición corregida y ampliada en 2005 y ahora, en 2023, se acaba de publicar una nueva edición por el 30° aniversario.

El libro está estructurado sobre una idea principal: las ideas y discusiones políticas del siglo XIX siguen permeando, de muchas maneras, las discusiones políticas del siglo XX y XXI. La invención de la Argentina es un trabajo de historia intelectual, centrado en los textos y las figuras clave del período que empieza en 1808, en las vísperas de la Revolución de Mayo, y termina en 1880, con la consolidación del Estado nacional y la llegada a la presidencia de Julio Argentino Roca.

Justamente, el debate suscitado en las últimas semana en torno a la figura de ese ex presidente, así como la polémica entre el gobernador electo de Córdoba y “los pituquitos de Recoleta” o los elogios de Javier Milei a Juan Bautista Alberdi y “el triángulo nac and pop” que establece una línea de continuidad entre San Martín, Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón, muestran que la hipótesis de Shumway tiene un punto. Seguimos atravesados por algunas discusiones decimonónicas, como la pugna entre la Capital y las provincias, o la tensión entre la identidad local y la europeizada.

El libro se llama La invención de la Argentina porque parte de la premisa de que los políticos e intelectuales del siglo XIX se dieron a la tarea de pensar en qué debía consistir la identidad de un país nuevo y en movimiento. Cada una de las figuras del libro, que van desde Mariano Moreno y Cornelio Saavedra a Bartolomé Mitre, pasando por Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, entre otros, crearon, según Shumway, “ficciones orientadoras” que le dieron forma e impulso a la construcción de la nación.

Esas ideas (unitarios versus federales, civilización versus barbarie, anglofilia versus anglofobia, etc) permearon al país desde sus inicios y sus ecos siguen llegando hasta este presente convulsionado. Todo país necesita mitos para existir y para tener una historia en común. Como decía el escritor británico Ernest Renan, citado en la última novela de Julian Barnes: “Entender mal nuestra historia es parte de ser una nación”. Y el libro de Shumway se propone rastrear cuáles fueron esas ideas-fuerza que nos trajeron hasta acá.

A sus 78 años, el profesor emérito de la Universidad de Rice está contento de volver una vez más a su Buenos Aires querido para reencontrarse con viejos amigos y seguir pensando, una vez más, sobre este país que lo sigue fascinando. Habló con Infobae Leamos acerca de esta publicación que celebra sus primeros treinta años.

Nicolas Shumway nació en Arizona y viajó a la Argentina becado, con la intención de entrevistar a Jorge Luis Borges. (Captura de video)
Nicolas Shumway nació en Arizona y viajó a la Argentina becado, con la intención de entrevistar a Jorge Luis Borges. (Captura de video)

-En el prefacio de esta nueva edición, usted señala que la historia es efímera y su libro contradice esa hipótesis porque ya se viene publicando muchas veces en estos treinta años…

-Te digo con toda honestidad que el éxito del libro me ha sorprendido mucho, porque yo publiqué el libro en inglés para un público norteamericano y ahí hay explicaciones que ningún argentino necesita saber, por ejemplo, quién era Rosas y cosas por el estilo. Pero se tradujo el español porque mi contacto fue Tomás Eloy Martínez, que era bastante amigo, y él consiguió los contactos con varias editoriales hasta que me decidí por Emecé porque era la editorial de Borges, y me han tratado muy, muy bien. El éxito del libro en Argentina me ha sorprendido muchísimo; decir que un libro académico tenga una vida de treinta años es una gran excepción en el mundo académico.

-En este libro, usted aborda las ideas que definieron la idea de la nación en Argentina desde 1808, antes de la Revolución de Mayo, hasta la consolidación y unificación nacional de 1880. ¿Pero su idea original era escribir sobre el siglo XX?

-Sí, quería escribir una especie de preludio al peronismo, acerca de cuáles eran los debates de la década de 1930 y, sobre todo, cómo surge el discurso del nacionalismo de la década posterior. Muy pronto, me di cuenta de que casi todos los debates tenían que ver con la historia. Llegó un momento en que mis notas al pie iban creciendo más rápido que el texto, así que decidí a escribir sobre el siglo XIX.

-Existe una diferencia importante entre los nacionalismos europeos del siglo XIX y el nacionalismo argentino, el latinoamericano. En Europa, primero surgieron ideas nacionalistas y después se construyeron los estados nación. En Argentina, fuimos forzados a hacer una nación por eventos exógenos y ahí se tuvo que empezar a pensar en una idea de país. ¿Eso es correcto?

-Bueno, no sé si lo diría exactamente de esa forma. Lo comparo un poco con Estados Unidos, que fue colonizado de una forma mucho más caótica que Hispanoamérica. Uno puede decir lo que quiera sobre los españoles, pero los españoles tenían un proyecto imperial que querían implantar. En cambio, si ves lo que estaba pasando en Inglaterra en el siglo XVII, era un caos total: guerra civil, rencillas religiosas, mucho debate sobre la legitimidad de los monarcas, etcétera. Así que la colonización de Estados Unidos era bastante desorganizada, podemos decir.

Mariano Moreno enfrentó sus ideas a las de Cornelio Saavedra: sobre esa disputa aún rondan algunas de las discusiones actuales de la Argentina.
Mariano Moreno enfrentó sus ideas a las de Cornelio Saavedra: sobre esa disputa aún rondan algunas de las discusiones actuales de la Argentina.

-Entonces...

-Incluso así había algunos grupos que ya querían hacer otra nación. Si uno lee, por ejemplo, a los puritanos que llegan en 1620 a Massachusetts, ya tenían una idea más o menos de formar una nación nueva y que esa nación nueva iba a ser “una luz para todas las naciones”. Tenían un gran proyecto, decían que querían hacer un nuevo Israel, incluso, y se aprovechaban mucho del discurso bíblico y milenarista.

-¿Y en Hispanoamérica?

-En Hispanoamérica eso no existía, nadie hablaba de la idea de países independientes hasta la invasión de Napoleón. Así que cuando Napoleón invade España en 1808, de pronto empezaron a decir “tenemos que formar naciones ahora, ¿cómo hacemos?”. Entonces, en gran medida, el proyecto nacional en toda Hispanoamérica, no solamente en la Argentina, fue una cosa medio improvisada. Y yo creo que fue por eso que durante los primeros años de la República, o de la nación, hubo tanto debate, tanto desacuerdo.

-Es interesante eso que cuenta acerca de que el 25 de mayo de 1810 nace con una mentira piadosa porque se celebra el Cabildo Abierto en honor de Fernando VII contra el gobierno de Cádiz, como una estrategia política para conseguir más apoyo político. ¿Nacimos a partir de una mentira?

-Así es. Había varios pretendientes para el trono en España y el problema para Hispanoamérica, y para la Argentina en particular, era cuál de esos gobiernos iban a aceptar. En mayo, hacen su independencia en nombre de Fernando VII, pero en ese momento Fernando VII no tenía ningún poder. Él no llega a ocupar el trono hasta después de la derrota de Napoleón. Así que, esa mentira piadosa, como usted dice, también ocurrió en México. En México es interesante que la primera rebelión se hace en nombre de Fernando VII, como el heredero auténtico, legítimo de la monarquía.

-Tal vez, la hipótesis más importante de su libro es que la pelea, lo que usted llama la “falla sísmica” entre Mariano Moreno y Cornelio Saavedra, fue fundante para Argentina, para esta idea de dos proyectos en pugna que no se escuchan los unos a los otros.

-No sé si fue fundante, pero esa pugna señalaba una división que iba a persistir a lo largo de varias décadas. Y algunos dirían que existe todavía; todavía se habla en la Argentina de la famosa grieta, por ejemplo.

Shumway revisa los claroscuros de la figura de Julio Argentino Roca.
Shumway revisa los claroscuros de la figura de Julio Argentino Roca.

-Hay un personaje que no aparece mucho en el libro porque pertenece al período inmediatamente posterior, Julio Argentino Roca. En estas últimas semanas, se vino discutiendo, como pasó antes en Estados Unidos, qué hacer con los monumentos erigidos en su honor.

-Antes se hablaba de la Conquista del Desierto como si fuera un momento de gran triunfo. Ahora estamos viendo que no: fue un momento de exterminio y desplazamiento de los indígenas. Así que conquista nada: era el dominio de una visión del país europea y la eliminación o desplazamiento de los indígenas. Así que Roca es una figura complicada, obviamente. Pero por otra parte, es alguien muy importante en el desarrollo de esa Argentina europeizada que muchos admiran. Y hay que reconocer que fue presidente dos veces, así que tenía sus secuaces, la gente que lo apoyaba. Hay que recordar, de todas maneras, que estas ideas no empezaron con Roca sino con Sarmiento. Cuando vino a Estados Unidos, una de las cosas que quería estudiar era cómo habíamos “resuelto” el problema indígena. Bueno, resuelto nada. Lo mismo de Roca: extermino, desplazamiento, robo, una serie de tratados siempre violados. Así que no es una historia hermosa.

-A lo largo del libro, usted va señalando las contradicciones de los personajes históricos que no son santos en ningún caso; siempre tuvieron limitaciones y cosas buenas. Pienso, por ejemplo, el caso de Rivadavia, que fue muy importante para la cultura y la educación, pero al mismo tiempo muy excluyente en términos de su vínculo con el interior de Argentina.

-Bueno, Rivadavia tenía una visión para el país. Es interesante que en ese pueblito que era Buenos Aires en ese momento, que tenía treinta mil habitantes como mucho, creó la Academia de Medicina, la Academia de Letras, academia de no sé cuánta cosa… había armado todo un proyecto de un país. Ahora, Alberdi dice que parecía una ciudad, pero era más bien una tienda de campaña. Pero tenía una visión del país, un proyecto de país muy interesante, que obviamente formó el proyecto del país más adelante, sobre todo a la generación de Sarmiento, Mitre y compañía.

-¿Con qué personajes de los que aparecen en el libro le habría gustado conversar? ¿Tal vez con Sarmiento?

-El problema de hablar con Sarmiento es que sería un monólogo. Hasta cuando leo sus textos tengo la impresión de que me estoy asfixiando porque el lenguaje es tan fuerte que me inunda, de alguna forma. Así que yo creo que una conversación con Sarmiento sería complicada.

-¿Y con quién sería más agradable?

-No sé, no sé. Alberdi sería fascinante, porque vivió varios momentos. Su primer ensayo importante es básicamente una defensa de Rosas. Más adelante escribe Bases y puntos de partida para la constitución del gobierno de la República Argentina y, aunque no escribió ninguna palabra de la Constitución, obviamente sus ideas informan a la Constitución de una manera muy impresionante. Y Alberdi en ese momento es un auténtico liberal clásico. Pero más adelante, cuando ve que el puerto no quiere colaborar con el gobierno de Urquiza, ataca mucho al liberalismo argentino, al liberalismo porteño, porque es un liberalismo falso, postizo, y entonces enfatiza mucho la hipocresía de ese liberalismo que no es auténtico.

Juan Bautista Alberdi, otro protagonista del siglo XIX en Argentina.
Juan Bautista Alberdi, otro protagonista del siglo XIX en Argentina.

-Eso dice usted mismo en el libro, que el liberalismo argentino nunca fue un liberalismo verdadero.

-El liberalismo es un proyecto, es una serie de ideas y esas ideas se van desarrollando. Por ejemplo, yo diría que los derechos gay son realmente derechos ya fundados en las ideas del liberalismo. El liberalismo clásico es más bien una serie de aspiraciones antes que una doctrina sólida. Y los gobiernos liberales, las constituciones liberales, más que nada, crean espacios para negociar. Es decir, lo que más teme el liberalismo es la concentración del poder. Entonces, el sistema de Estados Unidos, por ejemplo, cuando funciona, ahora no está funcionando muy bien, debo decir, pero cuando funciona es básicamente un sistema para negociar. Y para negociar pacíficamente y encontrar algo de consenso de una mayoría de las personas sin aplastar los derechos de las minorías.

-En Argentina, muchas veces se usa el término “liberal” de forma negativa, en parte por estas discusiones del siglo XIX y en parte porque se confunde liberal con neoliberal en el discurso público.

-El liberalismo tiene dos importantes vertientes, una es política, otra es económica, y no son dos caras de la misma moneda porque muchas veces no están de acuerdo. El liberalismo político es obviamente el checks and balances, como decimos en inglés, y el liberalismo económico es el mercado. Una de las tareas del liberalismo político es controlar el mercado, porque el mercado de por sí puede llevar a malas consecuencias, a consecuencias muy negativas.

Algunos fragmentos de “La invención de la Argentina”

La palabra Argentina señala una paradoja: el país fue bautizado por la plata, mineral que no tenía, mientras que lo que sí tenía en abundancia (un fabuloso potencial agrícola) quedó ignorado durante casi tres siglos.

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La división representada por el saavedrismo y el morenismo presagiaba el problema más difícil de la nacionalidad argentina: una continua ruptura en el cuerpo político que ni siquiera los líderes más imaginativos del país han podido curar.

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Shumway tenía como idea original publicar un libro que explicara el preludio del peronismo, pero todos los caminos lo condujeron al siglo XIX.
Shumway tenía como idea original publicar un libro que explicara el preludio del peronismo, pero todos los caminos lo condujeron al siglo XIX.

El liberalismo argentino nunca fue realmente liberal, si incluimos en la noción de liberalismo la democracia representativa y participativa.

***

Sobre Rivadavia: “Su sueño de recrear a Europa en el sur del continente se volvió una poderosa ficción orientadora que sigue dando forma a las esperanzas de muchos argentinos”.

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Para los unitarios, el federalismo no era un movimiento de oposición con el que había que negociar dentro de un marco pluralista y democrático. Antes bien, era pura demagogia, “arbitrariedad popular”, producto de unos pocos individuos carismáticos que engañaban a las masas ignorantes y obstruían la ilustración.

Dada esta opinión, los unitarios aparentemente sentían que el federalismo desaparecería sólo si eran eliminados unos pocos hombres clave como Dorrego. Por supuesto no funcionó, pero la idea de que el progreso y el gobierno ilustrado saldrían de la eliminación física de determinadas personas ha sobrevolado la historia argentina desde Mariano Moreno al presente.

Quién es Nicolas Shumway

♦ Nació en Arizona y entró en contacto con la Argentina a través de sus tiíos, que llegaron al país como misioneros de la Iglesia Mormona.

♦ Es doctor en Literatura, especializado en letras latinoamericanas.

♦ Su libro La invención de la Argentina se reedita en su 30º aniversario.

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