Isabel Zapata y su libro sobre la infertilidad: “No poder concebir es vergonzoso, te sientes como fallida”

Entrevista con la escritora mexicana autora de “In Vitro”, en el que narra su experiencia con un tratamiento de fertilización asistida por el que fue madre y reflexiona sobre las relaciones entre el deseo, la ciencia y la maternidad

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Isabel Zapata y la autoficción: "A veces tengo la sensación de que las cosas que vivo y no escribo van como volviéndose opacas en mi memoria".
Isabel Zapata y la autoficción: "A veces tengo la sensación de que las cosas que vivo y no escribo van como volviéndose opacas en mi memoria".

Isabel Zapata nació en Ciudad de México en 1984. Estudió Ciencia Política y Filosofía; es escritora, traductora y editora. Ha publicado libros de poemas como Ventanas adentro y Las noches son así y es autora de tres libros de textos breves, fragmentarios y de género híbrido que abordan temas de memoria, reflexión y maternidad desde la primera persona, y que han sido publicados en la Argentina.

Se trata de Maneras de desaparecer (conocido en México como Alberca vacía, en el que aborda temas que van desde el duelo hasta el subrayado de los libros y la composición de las bibliotecas), Una ballena es un país (que en registro poético trata sobre el vínculo con los animales y la tierra, publicado por Rosa Iceberg) y el más reciente, In Vitro, también publicado por Excursiones, en el que narra de manera exhaustiva el camino hacia la maternidad a través de un tratamiento de fertilización asistida, y que también fue publicado por Excursiones.

Isabel es además una de las editoras de Editorial Antílope, que participó con sus libros en un stand de la última Feria de Editores (FED) y en la que Isabel además tuvo un diálogo con Alejandra Kamiya que fue moderado por Cecilia Fanti.

Isabel Zapata pasó por Buenos Aires en los primeros días de agosto y lo que sigue es la charla que mantuvimos en el estudio de Infobae un viernes por la mañana, en un alto de sus actividades en la FED. Se presentó con un beso, un abrazo y un regalito: un precioso señalador de madera de Oaxaca, que en un extremo tiene un conejito celeste.

— Tuve la posibilidad de leer tus tres libros uno detrás del otro. Y mientras los leía me preguntaba: ¿qué es para vos escribir?

— Bueno, es buena pregunta para empezar. Yo creo que son muchas cosas y en diferentes momentos, pero si tuviera que elegir una de ellas creo que, para mí, escribir ha sido una manera de ordenar. Una manera como de cristalizar experiencias. Justo ayer platicaba con una amiga y le decía es que a veces tengo la sensación de que las cosas que vivo y no escribo van como volviéndose opacas en mi memoria. Escribir es una forma de asirme al presente y de construir una identidad, también. Como de irme construyendo yo misma y construyendo una historia propia, con todo lo que eso implica. Que no es para nada una ciencia exacta, es también inventar, modificar, transformar, etcétera.

Isabel Zapata: "Literatura del yo y autoficción".

— A partir de la expansión de la primera persona hay ya una naturalización de la figura. Por momentos uno cree o creía en una primera persona que tiene que ver con lo excepcional pero hay, también, una primera persona que funciona a la manera de un nosotros, en el sentido de que invita al lector a la identificación con algunas cuestiones. ¿Cómo ves eso?

— Sí claro, hay una escritora que a mí me gusta mucho, Margarita García Robayo, que tiene una frase que desde que la leí me gustó un montón y, además, la repito mucho en talleres, como para explicar esta cosa de la literatura del yo. Que, claro, está la idea de que bueno, esa es tu historia, por qué nos importaría a nosotros. Y ella dice que esta literatura funciona porque algo así como que “te lo cuento no porque me haya pasado a mí, sino porque también te ha pasado a ti”.

— Claro, exacto.

— Entonces, no importa que la experiencia no sea exactamente la misma, nunca lo es, ¿no? Cada persona es un mundo, totalmente. Pero yo creo que sí, que hay ríos subterráneos de temas, de sensaciones, de cosas más universales que recorren la literatura y que da igual. No hemos vivido cómo es cazar una ballena blanca y no por eso no podemos entender o no podemos sentir o no nos atraviesa Moby Dick. Creo que las grandes obras y, en general, la literatura no busca esa completa identificación al 100% si no un dejarse atravesar por la experiencia.

— Me parece que es Fran Lebowitz la que dice “bueno, a mí no me interesa la literatura como espejo sino como puerta para atravesar”, o algo así. Creo que lo dice en ese documental que hizo con Scorsese.

— Ah, es buenísimo. Sí, claro, como que es una manera de acceder a otras experiencias y, al mismo tiempo, yo creo que hay un poco de reflejarnos y de acompañarnos, también. Entonces, realmente es un poco falaz pensar que la literatura del yo es toda verdad. Yo creo que la imaginación y la memoria son territorios hermanos; no hay una línea, una frontera, entre los dos. Y, también, escribir autoficción o literatura del yo es un modo de inventar. Hay una cosa ahí también de artificio y de quitar, poner, qué enfocas y qué no enfocas. O sea, no es un reflejo de la vida exactamente.

"Maneras de desaparecer", de Isabel Zapata (Excursiones)
"Maneras de desaparecer", de Isabel Zapata (Excursiones)

— Sí, aparece mucho el tema de la memoria en tus escritos. Sobre todo en Maneras de desaparecer, en varios artículos. En In vitro, que es una recuperación de la experiencia de tu maternidad, también la historia va hacia atrás y vuelve al presente. Y ese yo es el narrador pero no siempre es el autor, y, efectivamente, no siempre lo que uno recuerda es lo que recuerdan los hermanos de uno, por ejemplo, ¿no?

— Claro. Sí, sí. Y a mí, que soy la menor de muchos hermanos, eso me pasa todo el tiempo. Que de pronto hay una experiencia, no sé, eso que vivimos en tales vacaciones, que un patito desaparecía y había un fantasma en la casa. Y yo empiezo a contar como “claro, y entonces pasó esto y esto”. Y me dice mi hermano: tú no habías nacido. Y yo: “No, pero…” Y lo recuerdo por las historias. Porque la memoria también se inventa, ¿no? Y esta cosa de ir construyendo una historia y una identidad propia a partir de lo que los demás nos cuentan qué nos pasó. Entonces, sí, es mucho más complejo. Por eso, cuando dicen que “a quién le importa tu experiencia”, bueno, no es así para nada.

— Hay una frase, creo que en Maneras de desaparecer, que dice que los hijos más chicos llegaron tarde a todo y muchas veces ven como la declinación o el final de las cosas. Tiene que ver con esto que estás comentando, ¿no?

— Sí, como que vemos todos los finales. Sí.

Isabel Zapata : La mirada de la poesía

— Ahora, decís “a quién le puede importar”. Bueno, y ahí aparece lo otro relevante que es no solo lo que se cuenta sino cómo se cuenta.

— Claro.

— ¿Cuándo sentiste que eras una escritora? ¿O, mejor, cuándo te propusiste ser una escritora?

— Pues mira, yo llevaba muchos diarios de niña, tenía esta costumbre. Mi mamá escribía , al final los niños, pues, imitan, aprenden completamente viendo lo que hacen los demás. Y yo empezaba a escribir mis diarios y sentía como una especie de, supongo que es una cosa que nos pasa a muchas personas que escribimos, como de liberación o como de que yo era yo realmente ahí, en esas páginas, y no en la vida real. Fui una niña muy retraída, como que andaba mucho sola. Y ahí sentía que me podía explayar, podía ir construyéndome. Y esa libertad que me daba la página en blanco o la construcción de la idea de mí misma creo que fue muy seductora para mí desde el principio. Después gané un concurso de poemas en en 5to. de primaria, habré tenido 10 años, y me acuerdo que pegaron mi poema en el boletín ahí de la escuela y yo lo veía así y me parecía como un orgullo gigantesco. Yo creo que a ninguno de mis compañeros realmente les impresionaba mucho pero a mí me dio una sensación como de vocación. Pensaba “claro, es que esto es lo que yo quiero hacer”. Y suena muy romántico y de pronto lo cuento y digo: ¿habrá sido así? Tal vez me lo inventé. Porque uno también se va creando como esos hitos y esas piedras angulares de la personalidad, pero yo recuerdo haber sentido a esa edad un impulso de decir “nunca voy a dejar de hacer esto” . Y después estudié otra cosa, hice otras cosas, pero siempre mi lugar seguro, por así decirlo, mi lugar cómodo, ha sido ahí, escribiendo, leyendo.

— Es como imposible imaginar un escritor que no sea también un gran lector.

— Los hay, ¿no? Y se nota.

— Sí, se nota, exactamente. Por eso. Se trata de gente que publica libros, no sé si son escritores.

— Exacto, sí. Sí, es el primer consejo siempre. Cuando alguien llega a los talleres lo primero que hago desbloquear: para escribir mejor, pues, leer. Y vivir, porque también toca vivir cosas, aunque no escribas sobre ellas exactamente, para adquirir cierta textura de la experiencia.

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— E incluso buscar las costuras, los secretos, las trampas de la escritura de los otros. Hasta reproducirlas en el estilo “Pierre Menard”, de Borges, de reproducir absolutamente todo el Quijote y tener tu propio Quijote, quiero decir.

— Yo creo que escribimos mucho, al menos yo sí que escribo mucho, por imitación. O sea, tengo personas que adoro y que mi meta es escribir exactamente como ellas, sobre todo mujeres.

— Como Natalia Ginzburg.

— Por ejemplo. Hay una entrevista que le hacen a Vivian Gornick, en la cual habla sobre cómo leer a Natalia Ginzburg le hizo, más allá de imitarla o de copiar el estilo, como que le hizo darse cuenta de lo que ella podía hacer ¿no? Creo que te abre las posibilidades de… O leer a Eliot Weinberger, por ejemplo, que a mí me gusta un montón, estos ensayistas que hacen como cosas rarísimas, y que yo no quiero exactamente hacer eso, pero que sí te abren un poco las puertas o te muestran las posibilidades que puede haber en la escritura. Esa es la lectura que más disfruto, creo yo.

"Una ballena es un país", de Isabel Zapata, fue publicado por Rosa Iceberg.
"Una ballena es un país", de Isabel Zapata, fue publicado por Rosa Iceberg.

— Se podría decir que, entre tus libros, Una ballena es un país se diferencia en cuanto a que tiene que ver mucho más con tu mirada sobre lo que no es lo humano, sobre los seres vivos que no son los humanos, y con la lírica. Vos hablabas recién de la Isabel poeta a los 10 años. Una ballena es un país es mucho más poético que los otros dos libros. ¿Cómo surge ese libro?

— En realidad, Una ballena es un país es un libro que escribí con una beca de poesía. O sea una beca que se llama Jóvenes creadores, en México, que es una beca de un año y es específicamente de poesía. Yo estaba en un grupo en el que tallereaba con otros poetas, en el que mi tutor era un tutor de poesía, Julián Herbert. No es un libro de poesía en el sentido clásico, o sea tiene muchos diferentes recursos, pero sí creo que al final la poesía no está en la distribución del texto sobre la página o en la versificación, aunque hay que saber hacerlo y en algunos momentos lo hago, pero hay que saber hacerlo para romper con eso también, ¿no? Y para tomarlo como herramienta. Entonces, yo creo que siempre está la pregunta esta, incontestable, de qué es la poesía. Y, pues, no hay respuesta. Pero Eyleen Miles dice algo que a mí siempre me gusta tener en mente que es que la poesía es trazar carreteras alrededor de las montañas porque las montañas no pueden ser atravesadas. Las montañas hay que rodearlas, no las cortas. Y creo que es eso. La poesía está en la mirada, está en la intención, en la manera en que te golpea en el mejor sentido de la palabra. El lenguaje poético tiene una potencia que incluso otros lenguajes dentro de la literatura no tienen. Para mí es el lenguaje más crudo, más vivo, que más impacta o que a mí más me ha impactado. Y, entonces, lo que quería lograr acá era justo tener esa potencia lírica. Que yo creo que está presente en otros libros y está presente, también, ahora en ciertos momentos de la novela que estoy terminando, pero aquí era mucho más concentrado.

"El lenguaje poético permite ese puente de empatía de manera más directa y más eficaz que otro tipo de lenguajes como el académico o el activista, que a veces pueden cansar", dice Zapata. (Foto, gentileza Editorial Excursiones)
"El lenguaje poético permite ese puente de empatía de manera más directa y más eficaz que otro tipo de lenguajes como el académico o el activista, que a veces pueden cansar", dice Zapata. (Foto, gentileza Editorial Excursiones)

— Lo interesante es que, en un punto, este libro es más ensayo político, si querés, que los otros, en cuanto a la fuerza del tema sobre el que estás hablando y que tiene que ver con una cuestión casi militante en relación a la cuestión ambiental y, sobre todo, del mundo animal. Entonces, que aparezca el tema desde la lírica es una sorpresa para el lector.

— Sí, y era una cuerda floja un poco ese tema porque yo quería o tenía una intención de poner sobre la mesa temas que me parecían relevantes políticamente, ideológicamente, etcétera, y, al mismo tiempo, no quería que fuera un panfleto, ¿no? Porque nadie quiere que le digan qué hacer, nadie quiere que le digan estás haciendo mal en comer carne o estás haciendo mal en contaminar, qué sé yo. Porque, pues, al final era un libro de poesía, no era una cosa activista. Pero sí creo que está ahí también la intención de hacerlo. Y creo que el lenguaje poético permite ese puente de empatía de manera más directa y más eficaz, por así decirlo, que otro tipo de lenguajes como el académico o el activista, que a veces pueden cansar. Entonces bueno, ahí fue delicado hacerlo y espero haberlo logrado.

— ¿Formás parte de esa clase de escritores que va juntando información que le resulta atractiva, curiosa, interesante, imaginando que podés llegar a usarla en alguna de tus obras?

— Sí, claro. A mí me gustan mucho los libros que muestran las costuras, y entonces yo también quiero mostrar como mi proceso. A veces muy explícitamente. Al final de algunos de mis libros hay una sección en donde pongo deudas. Créditos o deudas. Porque me gusta que, si tú lees algo y te interesa, puedas seguir ese camino. Creo en usar todo, o sea en usar todo lo que se pueda, frases, materiales que voy juntando. Pero también mostrarlo porque hay que ser generosa. Creo que yo no sería escritora si no fuera por todas las pistas que otros me fueron dejando de hacia dónde ir. Entonces, sí, junto, tengo un cuaderno todo el tiempo conmigo y a veces lo saco, ahorita no lo saqué pero a veces lo saco y ni siquiera lo uso.

— Para tomar nota.

— Ajá. Y es como ir investigando, ir avanzando y descubriendo cosas.

Isabel Zapata: "In Vitro", deseo y maternidad

In vitro es tu último libro, que publicó Excursiones, en donde contás la experiencia del origen de tu maternidad, la búsqueda de esa maternidad, y lo que significa hoy el avance de la ciencia en relación con eso. ¿Cuándo supiste que querías escribir sobre este tema? ¿Qué fue lo que te llevó o en qué momento decidiste escribir sobre la experiencia?

— Creo que desde el principio. Yo siempre quise ser madre, como que era una cosa desde niña, ¿no? Era como Susanita de Quino, que quería tener diez hijos y al final nomás una creo que me parece bien (risas). Pero cuando tuve la conciencia de que quería ser madre mucho más fuerte, empecé a escribir también sobre eso con estos cuadernos que te decía. Y llevaba a este cuaderno la reflexión sobre el deseo, sobre por qué quería ser madre también. Muy rápidamente se vincularon en mí el deseo de ser madre y el duelo de haber perdido a mi madre, porque, pues, al final, la maternidad es una situación y una experiencia de vida y muerte, no es una experiencia de pura vida, dicha y felicidad. Es una experiencia con sus claroscuros. Y la conciencia de no tener a mi madre conmigo y el miedo de cómo transitar esta experiencia sin ella se desnudó muy pronto frente a mí y se vinculó a mi maternidad. Entonces también empecé a escribir sobre eso. Y, luego, con el proceso médico, que duró un par de años, también: era alucinante, es una cosa como de ciencia ficción… En general, los tratamientos de reproducción asistida, lo que se puede hacer, lo que yo creo que se puede hacer que todavía no se hace, o sea, como lo que viene, ¿no?, y la cantidad de dilemas éticos que implica. Entonces también escribía sobre eso. Leía sobre eso muchas cosas médicas e iba llevando un cuaderno.

"In Vitro", de Isabel Zapata, fue publicado por editorial Excursiones y narra la experiencia de fertilización asistida por la que pasó la escritora mexicana.
"In Vitro", de Isabel Zapata, fue publicado por editorial Excursiones y narra la experiencia de fertilización asistida por la que pasó la escritora mexicana.

Y luego, con el embarazo y todo. Y en algún momento, cuando nació Aurelia, mi hija, me di cuenta de que faltaba. O sea, ahorita cada vez hay más, por suerte, pero faltaba. Es un tema muy tabú la infertilidad. Incluso dentro de los temas de maternidad, que ya son tabú y tienen sus polémicas, el tema de no poder concebir es algo de lo que no hablamos ni siquiera entre las mujeres que lo atravesamos porque, de alguna manera, es muy vergonzoso. No debería serlo, pero lo es. Porque es como una imposibilidad de hacer lo más, entre comillas, natural; es supuestamente lo más natural que venimos a hacer. Y entonces te sientes muy imposibilitada de todo, como muy fallida. Y entonces yo decía “quiero escribir”, o sea quiero convertir este cuaderno. Porque ese cuaderno no era un libro, era un cuaderno de notas. Es distinto. Convertirlo en libro implicaba sacar cosas, meter cosas. Volverlo literatura de alguna forma. Para también en parte, o sea, hubo como una urgencia de “este libro tiene que acompañar a otras mujeres que pasen por esto”. Como una cosa muy, no sé…

— Sorora.

— Ajá, muy sorora, de entrada. Que después se mete estilo y está una cosa como más literaria. Yo espero que este libro no nada más les interese a las mamás, ¿no? O sea no es un libro de autoayuda para mujeres que pasen por eso, aunque creo que también puede ayudar y puede acompañar. Pero para mí es un libro sobre el deseo, sobre los mecanismos del deseo. Sobre cómo opera el deseo en nuestras vidas. Cómo hiere también el desear mucho algo que no sabes si vas a poder lograr. Entonces se convirtió así en un libro. Sí tiene como una cosa muy vertiginosa en su estilo y en su ritmo y creo que responde a esa experiencia que, a pesar de que no fue muy rápida, fue como una montaña rusa de emociones. Como es la maternidad en general, yo creo.

Isabel Zapata: Pandemia, crianza y duelo

— La pandemia porque no fue un episodio menor en la vida de todos nosotros pero en tu caso estuvo muy vinculada con lo fue la búsqueda y el comienzo de tu maternidad. Entonces, así como es difícil disociarlo del duelo por tu mamá, debe ser muy difícil disociarlo de la pandemia, ¿no?

— Sí, justo mi hija nació un 1 de febrero y, no sé cuándo fue aquí, pero en México la pandemia empezó como a mediados de febrero, finales de febrero. Entonces yo me acuerdo que fui a una comida de una amiga, eso era domingo y dijeron: al día siguiente ya no van a la escuela los niños por dos semanas. Y ahí empezó todo el rollo. Y yo aprendí a amamantar, aprendí a bañar a mi hija, aprendí un montón de cosas con videos de YouTube. O sea, si ya de por sí la maternidad es una experiencia extremadamente solitaria, yo además no tenía a mi madre conmigo, y de pronto te encierran en un departamento. O sea, es alucinante. Fue una cosa de absoluto aislamiento. De repente hay gente que me dice: bueno, pero disfrutaste a tu bebé. Y no. O sea, no necesitas estar 24 horas con un bebé. Es muy agotador. No es una chamba, un trabajo para una persona sola. Dicen en inglés “it takes a village”. O sea necesitas una aldea completa que te ayude. Esta idea de la maternidad como la mamá luchona que todo lo puede no es correcta, yo creo.

— No es lo ideal.

— No es lo ideal. No, necesitas mucha gente. Entonces sí, estuvo muy marcado. Y con la maternidad hay un duelo también por tu identidad, por tu propia versión anterior, ¿no? Que dices: hay una mujer que yo nunca voy a volver a ser. Y entonces dejé de ser yo y mi cuerpo cambió, y mi relación de pareja cambió. O sea, todo cambió y, al mismo tiempo, el mundo allí afuera, que me tendría que estar sosteniendo, se estaba cayendo a pedazos y no sabías si ibas a poder volver a salir a la calle, nunca. Se nos olvida a veces, pero así fue. Y con una hija era mucho peor porque pensaba: a qué la traje a este mundo. Qué le voy a explicar yo. En qué la voy a poder acompañar.

— Además viste lo que la pandemia que es como que cambió completamente nuestra mirada sobre el tiempo. O sea, tenemos el antes de la pandemia y el después de la pandemia pero, al mismo tiempo, pensamos que algo fue hace dos años cuando en realidad fue hace cuatro o cinco. Distorsionado.

— Sí, además la maternidad también es una pequeña distorsión del tiempo en su mundo mínimo. En su mundo de mamá e hijo, el tiempo deja de transcurrir de la misma manera. Entonces, como conjunto, sí fue un bombazo.

"Si yo tuviera que renunciar a partes de mi identidad, pues a lo que me aferraría sería a mi identidad como lectora porque todo lo demás sale de ahí", dice Isabel Zapata.
"Si yo tuviera que renunciar a partes de mi identidad, pues a lo que me aferraría sería a mi identidad como lectora porque todo lo demás sale de ahí", dice Isabel Zapata.

— Vuelvo a lo que tiene que ver con tu mamá y con los libros y con lo que uno encuentra cuando hereda los libros y lo que tiene que ver con los subrayados y las notas en los márgenes, y me interesa porque eso también tiene que ver con tus otras facetas, como dictar talleres, traducir o ser editora. Es decir, sos una lectora calificada. Una lectora profesional que de pronto elige textos para ser publicados. Me gustaría hablar un poco sobre todo esto.

— En mi caso, que me volví escritora, si es que eso sucede en un momento dado, pero yo sentí que me fui formando como escritora a la par que me fui formando como editora. Porque publiqué mi primer libro casi al mismo tiempo que fundamos Antílope, la editorial que tengo con tres amigas y un amigo. Y entonces sí creo que son labores que se han alimentado la una a la otra. O sea, ser escritora me ha vuelto mejor editora y viceversa. Así como en los géneros, que son fluidos dentro de la literatura, también dentro de estas labores como traductora, como editora y como escritora son herramientas que me sirven de un lado a otro porque las tres son labores creativas finalmente. También hacer un catálogo como editora es una labor creativa porque pues vas creando algo que no estaba ahí. Yo creo que la lectura, o sea esta biblioteca heredada de mi madre que me enseñó a leer y a tener libros cerca, al final se vincula con mi identidad como lectora. O sea, creo que si yo tuviera que renunciar a partes de mi identidad, pues a lo que me aferraría sería a mi identidad como lectora porque todo lo demás sale de ahí. O sea, preferiría dejar de escribir y dejar de hacer todo para poder seguir leyendo.

— Y no podés dejar de subrayar los libros.

— No, nunca jamás.

— De todas las maneras posibles.

— De todas las maneras. Sí, porque además a mí me encanta que si tú me prestas un libro que leíste y que te gustó y yo lo leo con tus subrayados, pues estoy hablando contigo también. Y hay quien dice “no, pero te sugestiona o te condiciona como a qué te guste y qué no”. Pues quizás, pero…

— Son lecturas diferentes.

— Ajá. Y también depende pues yo te tengo cariño o respeto tu juicio en ciertos temas. Igual, si es alguien que no es nadie para ti, los subrayados no tienen relevancia, pero cuando es tu madre… Va a sonar muy grandilocuente quizás, pero fue una manera de… Mi madre sobrevivió en sus libros porque yo, veinte años después, abro libros y me encuentro con que me está diciendo cosas. O sea, fue una manera de continuar la relación después de que su cuerpo dejó de estar físicamente presente. Entonces no sé si ella lo hizo con esa intención, seguramente no, o tal vez en parte, pero yo adoro los libros subrayados. O ir a una librería y encontrar un libro de viejo que le llaman, ¿aquí también se le dice?

— Sí, sí, también se le dice.

— Es increíble. Y ver los papelitos que tienen y como la vida privada de cada libro. También yo veo como qué estaba leyendo mi mamá en ese momento. O qué compró en la librería. O en qué librería lo compró.

— Por aquello que queda como señalador decís.

— Exacto. Y mi mamá además se peleaba con los libros. Los corregía, los tachaba. Era como una relación muy carnal, ¿no?

"Mi madre sobrevivió en sus libros porque yo, veinte años después, abro libros y me encuentro con que me está diciendo cosas". (Gentileza Editorial Excursiones)
"Mi madre sobrevivió en sus libros porque yo, veinte años después, abro libros y me encuentro con que me está diciendo cosas". (Gentileza Editorial Excursiones)

— Casi una editora.

— Exacto, sí. Sí. O sea mi mamá era periodista y leía más psicoanálisis y cosas de periodismo, pero para mí es un tesoro la verdad.

— ¿Qué clase de periodismo hacía ella?

— Pues como periodismo cultural.

— ¿Escribía?

— Sí, escribía una columna en un periódico que se llamaba El Nacional en México y tenía también un programa de tele donde daba comentarios de libros y era psicoanalista. Entonces, tenía todas estas facetas distintas que en sus libros se mezclaban y estaban en su forma más cruda ¿no?

— ¿Ella publicó libros también?

— Un libro. Publicó un libro sobre migrantes. Sobre cosas de política.

— Claro, una personalidad muy fuerte para vos, imagino.

— Sí. Y además era astróloga, imagínate.

— Tenía todo.

— Así es, era medio bruja. Esa es la parte más chida (N. de la R: chida quiere decir “bonita” o “muy buena”).

"Una alberca vacía es algo que está como ontológicamente fracasado, ya no sirve para lo que fue hecho", dice Zapata a propósito del título original de su libro "Maneras de desaparecer".
"Una alberca vacía es algo que está como ontológicamente fracasado, ya no sirve para lo que fue hecho", dice Zapata a propósito del título original de su libro "Maneras de desaparecer".

— Hay un texto en Maneras de desaparecer que tiene que ver con el título de la edición original de este libro de artículos que es Alberca vacía (Piscina o Pileta vacía). ¿Qué te representa una pileta vacía?

— Sí, a mí me encanta la imagen de la alberca vacía que, bueno, no se pudo mantener aquí el título porque no atravesaba tanto a los lectores. Entonces las editoras de Excursiones, a quienes quiero mucho, me propusieron este nombre. Y la alberca vacía, en realidad, es una imagen que salió porque luego de que murió mi madre, murió mi padre, unos años después, y él tenía una alberca en su casa, y entonces hubo en algún momento una discusión sobre si vaciar la alberca o no vaciar la alberca con mis hermanos y de pronto eso se volvió como un símbolo de todo lo que estaba pasando con el duelo. Porque no hay nada más triste que una alberca vacía, ¿no? O sea, una alberca vacía es algo que está como ontológicamente fracasado, ya no sirve para lo que fue hecha. Una alberca jamás es hecha para estar vacía. Si está vacía, es que o sus mejores épocas pasaron o el lugar donde estaba se transformó. O sea, como que es señal de una gran transformación, de un gran cambio en su intención original. Y entonces a partir de esto surgió este ensayo sobre las albercas vacías. Sobre qué pasa en las albercas vacías en las películas. En otros libros, en poemas. Que pasa una nube y se vacía la alberca. O sea, como hacer una especie de genealogía. Y, además, lo que es muy interesante es que ha sido una imagen que, dentro del micromundo literario en México, la gente me escribe mucho. Lectores que se quedan con esa idea y que me mandan mensajes: “Mira esta alberca en la hacienda no sé qué”. “Fui de viaje y mira esta alberca”. Tengo una colección de como 200 fotos de albercas vacías que en algún momento voy a publicar algún textito o algo. Porque ha sido realmente una colección de lectores, ¿no?

— Hermoso.

— Entonces, es un ensayo muy como en construcción, que cada edición nueva que salga yo le quiero meter nuevas cosas.

— Para que la alberca no quede vacía.

— Exacto, sí.

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