Así es lo nuevo de Camila Sosa Villada: “Una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa”

La autora del bestseller internacional “Las malas” regresa con una reescritura refinada de su novela de 2019, “Tesis sobre una domesticación”, que ella misma temía que fuera “un fracaso”.

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Camila Sosa Villada regresa con una nueva versión "refinada" de "Tesis sobre una domesticación", novela publicada originalmente en 2019. (Sebastián Freire)
Camila Sosa Villada regresa con una nueva versión "refinada" de "Tesis sobre una domesticación", novela publicada originalmente en 2019. (Sebastián Freire)

“Una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa, deshacer los nudos de un compromiso, romper una promesa, renunciar a una vida”, escribe la narradora de Tesis sobre una domesticación, el nuevo libro de Camila Sosa Villada.

La primera escritora travesti argentina en alcanzar el éxito internacional gracias a su novela Las malas -traducida a más de 20 idiomas y ganadora de prestigiosos galardones literarios como el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Grand prix de l’héroïne Madame Figaro de Francia y el Premio Finestres de Narrativa- regresa con la reescritura de una novela publicada originalmente en 2019.

La Camila rica edita a la Camila pobre”, escribió Sosa Villada en su cuenta de Instagram en un posteo en el que explica que temía que la novela fuera “un fracaso” antes de la publicación para la Biblioteca del suplemento Soy del diario Página/12, que ahora llega a sus lectores en una versión “refinada”.

Tesis sobre una domesticación, editada por Tusquets, cuenta la historia de una actriz “casada con un puto que se calienta más con el venezolano con la mandíbula deformada por el ácido hialurónico que conmigo”. Con el humor brutal y la profundidad desmesurada e insondable con los que cautivó a miles de lectores en todo el mundo, Sosa Villada demuestra una vez más la potencia extraordinaria de su pluma en la que se mezclan, indistinguibles, el erotismo, la violencia y la ternura.

“Tesis sobre una domesticación” (fragmento)

El mal sabor del buen gusto

Cuando el niño ya llevaba casi un año viviendo con ellos —eran los ensayos finales de La voz humana—, la escuela preparó los campamentos de fin de curso y él se fue a un camping en Nono un fin de semana. El abogado era más reticente que la actriz a que se fuera solo en carpa, siendo tan reciente su llegada a la casa, pero ella lo convenció de que tenían un hijo mucho más avispado y fuerte que el resto.

El abogado y la actriz llevaban mucho tiempo sin estar solos. Y no precisamente desde la llegada del niño, sino desde que habían tenido la idea de adoptarlo.

En la semana previa al campamento, mientras compraban los elementos que el hijo necesitaba, tuvieron una pequeña fantasía sobre su vida de antes. Antes del niño, cuando contrataban escorts que valían su peso en oro para sesiones de BDSM donde la actriz miraba al abogado sufrir y coger con otro. Mientras firmaban los permisos para la escuela y preparaban la mochila, se nutrieron de un ideal de vida de adultos otra vez con sus licencias, sus hendijas de salida, sus sustancias y excesos. La procacidad, la suciedad de una pasión. Y no era poco para la actriz regocijarse en el reencuentro.

Ejecutaba un gran trabajo para que funcionara la máquina del deseo, que estaba herrumbrada y descalibrada por la homosexualidad de su esposo. O al menos eso elegía creer. Cada mañana se lo recordaba: Estoy casada con un puto que se calienta más con el venezolano con la mandíbula deformada por el ácido hialurónico que conmigo. Registraba cada inflexión, cada mariposeo, y se preguntaba cómo había terminado en una escena tan extraña, con un marido así.

¿Había llegado el niño para darles la oportunidad de justificarse el uno frente al otro, por no poder decir de qué materia estaba hecho aquel amor? Frente a la oportunidad que abrió el campamento, ambos se buscaron con un deleite turbio. Esto les dio esperanza, que es justo lo que no debe tenerse en un matrimonio. Cocinarían, por la tarde invitarían a amigos a fumar marihuana y escuchar música, tal vez luego irían por unos tragos. Y cogerían una, dos, tres, cuatro veces. Todas las que el viagra permitiera.

"La Camila rica edita a la Camila pobre", dijo Sosa Villada sobre la reedición "refinada" de su novela "Tesis sobre una domesticación".
"La Camila rica edita a la Camila pobre", dijo Sosa Villada sobre la reedición "refinada" de su novela "Tesis sobre una domesticación".

La actriz se encerraba en el camarín a ver pornografía argentina amateur y agrandaba su apetito. El abogado se relajó. Sabía que el sildenafil no lo abandonaría. Fue a una tienda de exquisiteces y trajo vinos y quesos y escabeches, boquerones y panes especiados. Ella lo consideró una exageración. Algo muy común en él, esa jactancia con que vivía, el tufillo que destilaba por la élite a la que pertenecía. También había comprado una botella de Glenmorangie, y al sacarlo de la bolsa tuvo sorna en la mirada, algo que ella no dejó pasar. Iba hartándose de su buen gusto respecto a las bebidas y a todo. La actriz pensaba que su marido era vulgar también, aunque él pusiera esa virtud solo en ella, porque era hija de campesinos y porque era morena.

Cuando lo vio venir tan munido de lujos, ella confirmó que no cogería el fin de semana y renunció a traccionar la sexualidad de su matrimonio. Fue una punzada. Una mordida de desilusión. Se retiró de ese paisaje donde ambos se gustaban como desconocidos y se dedicó a contemplar el esnobismo de su esposo, que también era el suyo, pero claro, ella no lo exhibía del mismo modo.

Citaron a los invitados a las 20 horas y rogaron puntualidad.

La actriz ya sentía cómo el entusiasmo del comienzo devenía en dramón.

Durante la tarde el esposo desapareció unas horas y ella, que se hundía en aciagas predicciones, se dio cuenta de que los planes sociales no eran saludables para nadie. Su mucama travesti cocinaba y la miraba de reojo cada tanto. Como si la culpara porque su malhumor influía en un soufflé de espárragos que se negaba a levantar. El vestido de la actriz comenzó a mojarse en la espalda por el sudor y los nervios que ya la estran gulaban de impaciencia.

Se incorporó del sillón donde fingía leer, alterada por las suposiciones, e hizo de sus conjeturas una dolorosa certeza. El esposo estaba con el venezolano. No en el gimnasio, no trotando en el parque. En el departamento sin muebles con su venezolano destalentado. Estás cogiendo con esa arepa cruda y enmohecida, hijo de puta. Sacó de la cava todas las botellas que había comprado para esa noche y las estrelló una a una contra la pared de la cocina, dejando las paredes chorreadas de cabernet sauvignon. Tomó el whisky bendito de los mil millones de dólares y lo estrelló contra el suelo. Luego tomó de la mesada de la cocina la taza donde su esposo bebía café día tras día, un regalo que le hiciera un exnovio legendario cuando se recibió de abogado, y también la estrelló contra el piso.

—Acá tenés tu reunión con amigos.

La mucama travesti no levantó la vista de su tarea. La oyó gritar, llorar, lamentarse como el personaje de La voz humana, pero ella continuó atenta a su soufflé.

La actriz fue hasta la habitación y de una pared descolgó un portarretratos con una foto que se habían tomado en la casa de Frida Kahlo y lo estampó contra el suelo, y después arrojó su ropa por la ventana. Las camisas de Yves Saint Laurent y Key Biscayne, los trajes de Ralph Lauren, las sedas, las corbatas, la ropa interior de viejo burgués. Volaban por el aire como bolsas de nailon. No le dejó ni un calzoncillo en los cajones, ni un par de medias. La ropa deportiva, los abrigos, los pañuelos, los suspensores y los bóxers con transparencias. Y aun así no se calmó, y continuó arrojando contra el piso todo lo que fuera de vidrio o porcelana, lo que estallara en pedazos: ceniceros, vasos, tazas, platos, jarrones, souvenirs de viajes, lámparas, toda la casa quebrada por dentro, una y otra vez, menos el cuarto de su hijo. Sin darse cuenta, las astillas se le habían incrustado en los pies desnudos y también en las manos. Cuánto placer tuvo al saber que no habría reunión esa noche. Que estarían solos esa tarde, a pesar de los costos.

Una vez hecho, la mucama travesti maldijo porque ahora tenía que limpiar el chiquero que había dejado el caprichito de su patrona. La mucama travesti que cuidaba a su hijo mejor que ella misma. Qué vergüenza verla llorar porque el abogado se había ido un rato a que se lo cogiera un pendejo, con tal de no aguantar a semejante loca.

No te hagas la víctima. No está haciendo nada malo.

—¿Qué dijiste?

—Que no te hagas la víctima.

—A mí no me digas víctima. A mí decime cualquier cosa, pero no me digas víctima.

—Mirá el desastre que acabás de hacer. Y la que tiene que limpiar soy yo.

—¡No lo limpies! ¡Si no querés limpiarlo, no lo limpies!

—Te gusta hacerte la víctima hasta último momento. Pero acá no estamos en el teatro.

—A vos te encanta ponerte de su lado. Te pone contenta que sufra por él.

—Y sí… no te voy a mentir. Yo te lo dije. No te cases. Cuando él regresó, la encontró en cuatro patas recogiendo los pedazos de vidrio y colocándolos en papeles de diario junto a la mucama, que, por supuesto, le era fiel.

—No te preocupes, fue algo artístico. Un happening. Como un pararrayos —le dijo llorando.

Camila Sosa Villada en el stand de Infobae-Leamos en la Feria del Libro de Buenos Aires 2022.
Camila Sosa Villada en el stand de Infobae-Leamos en la Feria del Libro de Buenos Aires 2022.

El esposo llamó uno por uno a sus amigos y a los amigos de ella y se excusó diciendo que tenían ganas de estar solos, que se habían dado cuenta esa tarde. Que se cancelaban los coctelitos y las puestas en común de los argumentos. Los amigos dijeron claro, es entendible, sí, no hay problema, y seguramente los insultaron por cancelar tan sobre la hora. Se pelearon. Ella debe haber tenido alguna locurita de celos y se pelearon.

Les llevó el resto del fin de semana limpiar el de partamento y revisarlo una y otra vez para comprobar que no quedaban vidrios en el suelo que pudieran clavarse en los pies del niño. Luego él escrutó hasta quedarse ciego los pies y las manos de la actriz.

Quién es Camila Sosa Villada

♦ Nació en La Falda, Argentina, en 1982.

♦ Es escritora, dramaturga y actriz.

♦ Escribió libros como Las malas (traducida a más de 20 idiomas), Soy una tonta por quererte, La novia de Sandro y El viaje inútil.

♦ Recibió galardones como el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Grand prix de l’héroïne Madame Figaro de Francia y el Premio Finestres de Narrativa.

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