“No me agrada escribir en el escritorio; no simpatizo con ese mueble. En cambio, me complace escribir así, sobre esta tablilla que acomodo en mi regazo…” Así escribía Amira de la Rosa, destacada en el mundo literario de su natal Barranquilla, cuya voz sigue vigente a través de sus creaciones.
Antes de contraer matrimonio, su nombre de pila era Amira Hortensia Arrieta McGregor. Nació el 7 de enero del año 1895, era nieta del poeta y político liberal Diógenes Arrieta y sería recordada principalmente por ser la autora de la letra del himno de Barranquilla:
“Barranquilla, procera e inmortal
Ceñida de agua y madurada al sol
Savia joven del árbol nacional.
Del jubiloso porvenir crisol
Ilusión del Caribe blanco-azul
De Colombia tendida en el umbral
Da su voz y su músculo al progreso
Barranquilla, procera e inmortal!...”
(Fragmento del Himno de Barranquilla)
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Desde sus primeros años de vida afloró en ella el interés por la escritura; en particular, por la poesía. Algunos años después, al cumplir la mayoría de edad, contrajo matrimonio y tuvo a su hijo Ramiro, quien sufría de esquizofrenia.
Además de la poesía, Amira sentía pasión por la enseñanza. Por esta razón viajó a Barcelona, para realizar un curso internacional para profesores, dirigido por la médica, pedagoga y filósofa María Montessori. Allí conoció a la escritora chilena Gabriela Mistral, con quien crearía una importante amistad, al punto de ser madrina de su hijo.
Mistral elogió a la colombiana. “Me encontré a Amira de la Rosa en Europa, y Dios me la mandaría —¿por qué no?— para que yo recordase en un recuerdo súbito, como de lanzada, a la mujer americana, mi hermana perdida”. Sobre sus palabras aseguró: “[están] cargadas de un sabor y de una gracia que me hacen pararme en ellas para celebrarlas casi con un “¡viva!”, por lo bien cogidas y bien puestas”.
A su regreso a su ciudad natal, durante los años 20, fundó el colegio Gabriela Mistral, en colaboración con sus hermanas, pero nuevamente viajó, esta vez para iniciar sus estudios en Periodismo, y aprovechar para especializarse en teatro.
Su preparación y contactos le permitieron a Amira desempeñarse posteriormente como diplomática. Trabajó como consejera y agregada cultural de la embajada de Colombia en Madrid y luego como cónsul. Todo esto estuvo unido al ejercicio de la escritura, punto que llegó a lo más alto en el campo de la dramaturgia con su obra Piltrafa, una obra que pretendía retratar la sociedad colombiana, la cual vio la luz en 1948 en el teatro María Guerrero y obtuvo el primer premio del Concurso de Obras teatrales españolas e hispanoamericanas.
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También se fueron sumando otras obras que presentó en España, pero también en su país. Entre ellas se encuentran Madre borrada, Las viudas de Zacarías, El triunfo del amor convertido al ballet, entre otras; también escribió varias obras radiofónicas que se escucharon en Madrid y en la Emisora del Atlántico de Barranquilla.
En una entrevista concedida a Alfredo de la Espriella en 1941 mencionó que el teatro era su medio de expresión, en él encontraba un canal único para comunicar emociones, sentimientos y deseos. Muestra de ello fue la fundación de un grupo de teatro con su nombre y la escritura de obras que en principio retrataban a sus alumnos, pero con su salida del país maduró su creación para llevar obras a otros públicos que se convirtieron en la evidencia de su modo de ver el mundo. Entre ellas resalta Marsolaire, una pieza que trata de la violencia contra la mujer permitió revelar la conciencia social que figuraba en su ser.
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En el año 1942 recibió la medalla de Civismo de la Sociedad Benemérita, luego de haber escrito el que se convertiría el himno de Barranquilla, una composición en la que registró su sentir por la ciudad y la importancia de ella para el mundo.
El éxito fue evidente y le sirvió para, en compañía de otros artistas, impulsar la construcción de un teatro municipal, un proyecto que fue posible en el año 1982, pero que la escritora no alcanzó a ver, pues murió mientras dormía el 1 de septiembre del año 1974.
“Mujer, eres como el árbol de cien ramas, hundido de frutos y flores y nidos y cantos”
Algunas obras se reúnen en poesías, cuentos y obras de teatro en: Los hijos de ella, El ausente, Solitos en Miramar, La angustia del barco amarrado, El triunfo del amor, Poemas de maternidad, Geografía iluminada, La luna con parasol, Lecturas para niños.
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