Mario Massaccesi muestra cómo dejar de tenerle miedo al miedo para recuperar el control de tu vida

En su nuevo libro, el periodista y coach y Patricia Daleiro ofrecen consejos y herramientas para no dejarse llevar por los temores. Cómo fomentar la confianza en uno mismo.

¿Es posible superar los miedos que arrastramos desde la infancia? (Getty Images)

Todos le tenemos miedo a algo. Hay miedos grandes -como el temor a la soledad, la enfermedad o la muerte- y miedos más pequeños -como la fobia a las arañas o a hablar en público. Pero, ya sean de esos que nos paralizan o aquellos que ocultamos debajo de la alfombra para simular que no existen, los miedos son unos de los rectores de nuestras vidas.

Ahora, ¿es posible superar los miedos que arrastramos desde la infancia? ¿Cómo trascenderlos para recuperar el control de nuestras vidas? ¿Qué pasaría si estos desaparecieran y ya no hubiera excusas para seguir postergando todo eso que tanto queremos hacer sin animarnos?

Salir de los miedos, el nuevo libro del periodista, coach y conductor de radio y televisión Mario Massaccesi y la psicóloga y Master Coach Patricia Daleiro, propone consejos y ejercicios para superar todos los temores que nos atan y tomar las riendas de nuestro destino.

“Cuando interpretamos la amenaza como enorme, nos sentimos cada vez más pequeños y escasos de poder, entonces el miedo se hace más grande; cuando somos capaces de bajarle intensidad, el poder vuelve a nosotros y el miedo cede. Cuando encontramos recursos que nos salvaguardan de esa posible amenaza, recuperamos la confianza en nosotros mismos, el principal antídoto contra el miedo”, escriben los autores, que ya colaboraron en libros como Soltar para ser feliz y Saltar al buen vivir.

Editado por El Ateneo, Salir de los miedos ofrece al lector herramientas para abordar el miedo en todas sus formas sin temerle: “Ojalá podamos sacarle el misterio que le hemos impuesto y también el peso –muchas veces excesivo– que le hemos cargado. Podemos tenerle miedo a todo, pero estaría bueno empezar a dejar de tenerle miedo al miedo. ¿Te animas?”.

Así empieza “Salir de los miedos”

El miedo es un personaje habitual en nuestra vida. Todos –salvo excepciones– le tenemos miedo a algo. Miedos grandes, miedos pequeños, mieditos y hasta terrores se convierten en intrusos en nuestro día a día.

Los miedos nos van fraguando la vida: acciones que no tienen lugar por miedo, caricias que no asoman por miedo, conversaciones que se quedan mudas por miedo, proyectos que no ven la luz por miedo, horizontes que no vemos por miedo, decisiones que no tomamos por miedo. Miedos propios, miedos que heredamos, miedos ancestrales y miedos flamantes que nos asaltan.

¿Qué papel juega el miedo en la película de tu vida? ¿De qué episodios es el protagonista? ¿En cuáles es el personaje secundario? ¿Cuándo aparece?

El miedo y su gestión también hacen a nuestra construcción como personas; cuando podemos trascender al miedo y dar lugar a algo nuevo, habremos incorporado un aprendizaje a nuestro vivir. La pregunta es siempre la misma: ¿cómo hacerlo? Te proponemos agregar otras más: ¿para qué hacerlo? ¿Qué ganarías haciéndolo?

Tan presente está el miedo en nuestra vida que hasta el cine y sus más brillantes directores le destinaron un género con su nombre: “películas de terror”. Basta recordar algunas legendarias como Psicosis, El resplandor o El doctor Frankenstein y otras más recientes como La huérfana, que se han convertido en hitos de la cinematografía mundial y a las que acuden miles de espectadores cuando quieren sacudir miedos y fantasmas. Tienen su público firme de todas las edades. ¿Será que asistiendo a estas películas hacemos el ejercicio de trascender el miedo sin ponerle nuestro cuerpito?, porque aunque la película nos dispare la emoción del miedo, sabemos que la situación se resolverá o no en la pantalla, y ese futuro que asusta –afortunadamente– no es el nuestro.

Es tan dinámico el miedo que puede quedarnos grabado por alguna circunstancia en el pasado, se manifiesta en el presente y vive en el futuro. Hay miedos que cargamos desde el pasado y que aún hoy pueden acompañarnos como sombras fieles de nuestra vida, aunque hayamos crecido. Todos tenemos alguna circunstancia que hemos vivido y que aún hoy dispara la emoción del miedo. El miedo a la oscuridad, a los ruidos desconocidos, a los ascensores, a algún animal, a las tormentas. Esos disparadores habitan en nuestra memoria y se reproducen en quienes estamos siendo hoy.

Mario Massaccesi es periodista, coach y conductor de radio y televisión. (Gastón Taylor)

¿Puedes identificar alguno? ¿Cuál te aparece? ¿Qué hecho del pasado determina que ese miedo siga hoy en ti? ¡Atención! Recuerda que el miedo “no te tiene”; eres tú el que tienes el miedo. ¿Entiendes la diferencia?

Vivimos siempre en estado presente y nos olvidamos de que ya no somos los mismos de entonces ni habitamos en aquel tiempo que ya pasó. Tengamos presente que si nosotros vamos cambiando, también cambia nuestra percepción de los disparadores que generaron ese miedo, es más, también van cambiando los disparadores. Los ascensores de antaño ya no son los mismos que los de última generación, aprendimos que la mayoría de los animales domésticos son inofensivos, que las tormentas son parte de la naturaleza y que hay pararrayos más sofisticados. Salir del automático y regalarnos una pausa para reflexionar acerca de eso que nos genera miedo es uno de los tantos recursos con los que contamos para la gestión del miedo.

El miedo acontece en el presente, lo siento ahora en mi emoción y en mi cuerpo, pero siempre se refiere al futuro… El miedo que siento ahora es por algo que creo que puede suceder después. La sensación de miedo nos aprieta la panza, nos acelera la respiración, precipita nuestra circulación y si bien es en el ahora cuando se nos “presentan” las situaciones, la amenaza nos mira desde el futuro. El presente no es temible, solamente es vivible, el miedo siempre aparece por lo que creemos –sin certeza– que puede llegar a pasar. Nunca tememos al pasado –ya pasó–, aunque quizás –como ya dijimos– podemos temer que algo se repita, pero esto vuelve a ubicar a nuestro miedo en el futuro.

Y entonces, ¿cuál es la clave de los arriesgados? ¿Cuál es la diferencia entre alguien que practica el deporte extremo Bungee Jumping (salto al vacío desde gran altura sostenido por apenas algunas cuerdas) y alguien que no lo haría ni desde 30 centímetros de altura? ¿En este momento de tu vida de quién te sientes más cerca? ¿Del deportista extremo o del de los 30 centímetros?

Ninguno de los dos sabe lo que pasará después. Seguramente el primero esté focalizado en lo mejor que puede pasar y el segundo, en lo peor que le puede suceder. Ambas conjeturas son posibles, más o menos probables, pero igual de inciertas. Si tenemos en cuenta que el miedo siempre nos mira desde el futuro y que el futuro aún no nos conoce, concluimos que uno de los miedos más frecuentes –aunque poco consciente– es a lo desconocido.

Frente a lo que no conocemos puede aparecer como respuesta el miedo, y eso es, porque al no saber de qué se trata, le ponemos el traje de amenaza. Allí surge el temor, pero –ojo– no es el único traje posible, también lo podemos disfrazar de posibilidad y, en ese caso, la emoción podría cambiar de miedo a curiosidad. ¡Quizás algo parecido a lo que siente nuestro saltador de bungee!

Patricia Daleiro es licenciada en Psicología y Master Coach. También es docente en programas de Liderazgo y Coaching en el ámbito privado y universitario. (@patriciadaleiro)

Para que surja el miedo es necesario que interpretemos algo como amenaza. Por eso, la pregunta primordial frente a la sensación de miedo es: ¿a qué le temo?

Identificar la amenaza nos permite desafiarla, verla en su justo tamaño y chequear si es real y actual, o si está formada en mayor parte por nuestra imaginación. Es como cuando nos da miedo entrar a una habitación a oscuras –presentimos amenazas, pero no las vemos y al no verlas las imaginamos tremendas–, solo con prender la luz y observar nos damos cabal cuenta de lo que hay, de que esa sombra que parecía un fantasma es solo una cortina que se mueve con el viento. Lo mismo ocurre en nuestra vida diaria cuando podemos detenernos a examinar en qué consiste esa amenaza que nos genera temor.

Identificarla nos permite chequear cuáles son nuestros recursos para enfrentarla. Cuando es posible verlos y potenciarlos, el futuro se hace transitable para dar el primer paso que disuelve el límite impuesto por el miedo.

Una de las claves de la gestión del miedo es focalizarnos en cómo nos paramos frente a lo que interpretamos como amenaza:

♦ Reconocer que la amenaza “no es”, sino que tiene que ver con cómo la interpretamos; de lo contrario, todos tendríamos los mismos miedos, y no es así.

♦ ¿Esa amenaza es actual o la arrastramos del pasado?

♦ ¿Es nuestra? ¿Nos pertenece o se nos pegó de alguien más?

♦ ¿Podemos desafiarla?

♦ ¿La podemos interpretar de otra manera?

♦ ¿Es posible incluirla en nuestra vida como parte de lo posible?

♦ ¿Podrías hacerla más pequeña, sacarle intensidad?

♦ ¿Y si la investigas y la miras con curiosidad?

Según Mario Massaccesi y Patricia Daleiro, la confianza en nosotros mismos podría ser el mejor antídoto para superar los miedos. (Getty)

Cuando interpretamos la amenaza como enorme, nos sentimos cada vez más pequeños y escasos de poder, entonces el miedo se hace más grande; cuando somos capaces de bajarle intensidad, el poder vuelve a nosotros y el miedo cede. Cuando encontramos recursos que nos salvaguardan de esa posible amenaza, recuperamos la confianza en nosotros mismos, el principal antídoto contra el miedo.

Podríamos ver al miedo como un desbalanceo entre lo que interpretamos como amenaza y lo que interpretamos como recursos. Si percibimos más grande la amenaza, nos ganará el miedo, sin embargo, si reconocemos más poderosos nuestros recursos, podremos transitarla.

A veces, el miedo es más tímido y se nos esconde en la pereza. Esto es cuando aparece el “no tengo ganas”, “esto no es para mí”, “a esta altura ya no”, “estoy bien así” y mil excusas más, en las que es el miedo el que habla, porque en realidad yo tengo unas ganas bárbaras de hacer y de merecer todo eso que está detrás de mis miedos, que son muy silenciosos y se nos quedan pegados para que veamos la vida a través de ellos.

Hay miedos recurrentes, que nos acompañan por mucho tiempo, y miedos circunstanciales, que nos visitan ante una situación puntual y luego se marchan. Hay miedos propios, toditos nuestros, y hay miedos heredados, que mirados de cerca reconocemos como ajenos, como si alguien nos los hubiera implantado. Hay miedos actuales y miedos que nos quedaron grabados de un tiempo que ya no existe y de versiones nuestras que ya no somos.

El miedo es un gran compañero de ruta, que tiene mala prensa y al que encima lo hacemos más gigante de lo que realmente es. Nos acompaña en nuestro trayecto de vida como también lo hacen la alegría, la tristeza, el asco, el enojo. Sin embargo, solemos creer que nuestro miedo es como un elefante que ocupa mucho espacio, que puede con todo, que es ingobernable, que hace y deshace de nuestro destino a su antojo.

“Soy producto de mis miedos”, le escuchamos decir a Mabel en uno de nuestros talleres… ¿Y qué tal si en lugar de ser producto de algo decides ser la protagonista de tu vida, Mabel?

También hay personas que dicen no tener miedo y está bueno reparar en ellas. Que pueden reconocer que si bien el miedo revolotea a su alrededor no hace nido en sus vidas. Hasta incluso solemos preguntarnos: ¿cómo puede ser que no tengan miedo? Quizá lo tienen, pero es mucho más fuerte la confianza.

¿En qué momento de nuestra vida empieza a habitar el miedo? Quizás puedas verte valiente cuando eras niño/a y libre de todo mal miedoso. Es más, todos recordamos frases con las que nos fueron imprimiendo el miedo en nuestra vida, incluso dichas con la noble intención de cuidarnos. Como dicen en Chile: “El miedo es la nana de las guaguas”, refiriéndose a quien cuida a los niños. ¿Recuerdas alguna de esas frases? ¿Quién te la decía? ¿Qué efecto generó en ti?

El hombre de la bolsa, el policía de la esquina, la vecina despeinada, arrugada y sin dientes, el cuco, el perro con cara de malo, la frase: “Ya vas a ver cuando llegue tu padre”. Cuando nos hacemos grandes aparecen otras: “Si renuncias al trabajo, te vas a morir de hambre”, “Con ese carácter no te va a querer nadie”, “Este no es momento para emprender, ¡vas a fracasar!”, “Si te pones tan exigente, te vas a quedar sola”. Te invitamos a pensar cuántas de las elecciones en tu vida has tomado realmente desde tu deseo y tus ganas, y cuántas han sido tomadas en nombre de estos miedos, que no siempre son conscientes y nos enredan como una telaraña. ¿De qué te has perdido por miedo?

Por eso este libro. Para generarnos vida más allá del miedo, dejar de ponerlo como excusa, evitar que nos arrincone, mirarlo de frente, hablarle y hasta socializarlo para darnos cuenta de que no estamos solos con él. Admitir que el miedo está presente es el primer paso para transformarlo. Al reconocerlo como tal, podemos dimensionar qué lugar ocupa en nuestra vida, qué efectos nos produce, qué nos está impidiendo. Sacarle el disfraz es una posibilidad que nos damos para que no nos limite, recorrerlo, no resistirlo y descubrir todo lo que podemos hacer con él y más allá de él.

Esa es la idea de este libro. Abordar el miedo en todas sus formas sin temerle. Al emprender este trabajo –que se divide en varios capítulos– ojalá podamos sacarle el misterio que le hemos impuesto y también el peso –muchas veces excesivo– que le hemos cargado. Podemos tenerle miedo a todo, pero estaría bueno empezar a dejar de tenerle miedo al miedo. ¿Te animas?

Quién es Mario Massaccesi

♦ Es periodista, coach y conductor de radio y televisión.

♦ Escribió libros como Soltar para ser feliz y Saltar al buen vivir.

♦ Recibió galardones como el Premio Martín Fierro de Aire al Mejor Cronista/Movilero.

Quién es Patricia Daleiro

♦ Es licenciada en Psicología y Master Coach.

♦ También es docente en programas de Liderazgo y Coaching en el ámbito privado y universitario.

♦ Escribió libros como Permiso para gozar y Cuarentena, ¿qué hago conmigo?

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