“Dios en la Biblia dice: ‘Hágase la luz’. Según esa Biblia, solo nosotros los humanos, somos a imagen de Dios. Entonces solo Dios y Nosotros podemos decir ‘Hágase la luz’. Pero yo les pregunto, ¿qué dice un gallo a las cuatro de la mañana?”.
Partiendo desde esa frase de la célebre autora de ciencia ficción estadounidense Ursula K. Le Guin, la escritora y filósofa brasileña Juliana Fausto postula en su nuevo libro, La cosmopolítica de los animales, una pregunta que la obsesiona hace años y que la filosofía antropocéntrica ha relegado por siglos: ¿se puede hablar de una existencia política de los animales?
Lejos de adjudicarles el papel de víctimas, la autora ve en los animales una nueva forma de “reimaginar el mundo”: “Me interesa la situación de los otros animales no humanos y sus políticas concretas, posibles y experimentales que los capturan, activan, oprimen o se componen con ellos. Ya sea por la pérdida de hábitat y modos de vida, por su categorización como animales de compañía, pestes, esclavos, conejillos de indias o trabajadores, en los inmensos campos donde se los mantiene confinados, para la reproducción forzada, la muerte prevenida y el exterminio, los animales están implicados y son actores numerosos y potentes en las historias y cuentos que tejemos hoy”.
¿Por qué los animales surgen en el debate político únicamente como meras metáforas -leones, gatos, perros, gorilas- para seguir hablando del hombre? ¿Hay deseo e intención en el reino animal más allá de lo instintivo y meramente evolutivo? ¿Es posible llegar a una “teoría política animal”? Todo esto y mucho más en La cosmopolítica de los animales, editado por Cactus.
Así empieza “La cosmopolítica de los animales”
“El hombre es, por naturaleza, un animal político”. La célebre sentencia de Aristóteles no solo constituye uno de los fundamentos de su teoría política, sino también uno de los pilares del pensamiento occidental. Hubo y hay defensores y detractores de la idea, pero ella es, si no ineludible, al menos profundamente influyente.
Los cuatro términos de la frase remiten a conceptos complejos que suscitan disputas sobre su significado: hombre, naturaleza, animal y política. Además, la forma en que se los vincula contiene cuestiones que siguen siendo materia de debate: el hombre es o no un animal político, posee o no una naturaleza, es determinado por ella o la determina, la política es o no natural, qué quiere decir naturaleza o natural en estos contextos, y así sucesivamente. Por estos y otros problemas, tales como los de la justicia, la ley, los derechos, la propiedad y las formas de gobierno, la llamada filosofía política parece haberse concentrado exclusivamente en el hombre.
“Que el hombre es un animal político en mayor medida que todas las abejas y los animales de manada es evidente”, continuaba el filósofo griego. Es que, para él, solo el hombre poseería logos –discurso, razón, lenguaje–, lo más fundamental de los muchos avatares de la distinción humana que construyó el pensamiento occidental a lo largo de su historia. Los animales, siempre los otros frente a los cuales la humanidad se eleva singularmente, además de desprovistos de lenguaje, razón, alma, herramientas e innumerables propiedades, se mantuvieron sin política.
Homo homini lupus, la máxima evocada por Thomas Hobbes, refiere a la condición bruta y bestial de las ciudades en su relación mutua, esto es, sin la presencia de un Estado de los Estados que las ordene. Sin esa autoridad superior, allí donde no se encuentra un amo, se regresaría al estado de naturaleza, el de los lobos considerados caníbales, configuración sumamente apolítica. En el debate político, los animales surgen apenas como metáforas, símbolos –lobos, leones, ratas, serpientes, corderos, etc.–, que significan ciertas disposiciones o ánimos, sin que se refiera, con todo, a los animales y sus poblaciones.
Actualmente, el campo denominado estudios animales, que demuestra un interés renovado por esos otros vivientes que comparten el planeta con la humanidad, y que se expande en disciplinas de humanidades tales como la filosofía, la literatura, la antropología, la historia y otras, comienza también a delinear una teoría política animal. Libros publicados recientemente buscan volver políticas cuestiones de derechos o ética animal por medio de su institucionalización.
El camino tomado en este libro se aleja de ese abordaje por no creer que la política signifique solamente el ámbito de las instituciones políticas ligadas a la forma-Estado. Al contrario, pretendo buscar definiciones de la política o de las prácticas políticas que involucren directamente a los animales y a configuraciones políticas posibles co-constituidas. Con esto no quiero abandonar el campo práctico de la acción, sino pensarlo desde alianzas que no se resuman a las instituciones humanas que, además, fueron construidas mediante la exclusión de los animales.
Tampoco busco reunir o proponer normas y directrices, pues los caminos son tan múltiples como los modos de cohabitar el mundo por las incontables poblaciones animales (incluidas las de los animales humanos). No se trata, por lo tanto, de un trabajo sobre ética, o de alguna teoría política que provenga de ella, sino del desplazamiento del sentido de lo que se denomina política. En síntesis, el objetivo es trazar líneas y caminos que devuelvan la política al mundo y a sus seres.
Me interesa, sobre todo, la situación de los otros animales no humanos y sus políticas concretas, posibles y experimentales que los capturan, activan, oprimen o se componen con ellos. Ya sea por la pérdida de hábitat y modos de vida, por su categorización como animales de compañía, pestes, esclavos, conejillos de indias o trabajadores, en los inmensos campos donde se los mantiene confinados, para la reproducción forzada, la muerte prevenida y el exterminio, los animales están implicados y son actores numerosos y potentes en las historias y cuentos que tejemos hoy, en el comienzo del siglo XXI, bajo el signo del capitalismo liberal, en la época geológica denominada Antropoceno.
Es ante ellos y con ellos que pretendo construir este texto. Para ello, busco responder a la exhortación de la filósofa ecofeminista Val Plumwood a ser capaces de “pensar diferentemente”, tal vez la única salida posible frente a la destrucción actual: “Olvídense del modelo de la máquina pasiva y cuéntennos más sobre las capacidades autoinventivas y autoelaborativas de la naturaleza, sobre la intencionalidad del mundo no humano”.
Si la “mansión de las libertades modernas descansa sobre una base de combustibles fósiles en permanente expansión” –y, yo agregaría, sobre la opresión a una infinidad de entes humanos y otros no humanos–, y si este movimiento nos trajo a un momento de peligro y devastación, es necesario comenzar a pensar de otro modo. O, antes, es necesario tomar en serio la exhortación de Virginia Woolf, retomada por Donna Haraway: “Think we must! We must think” (”Debemos pensar”).
Hannah Arendt, que inspira a Haraway en su estímulo al pensamiento –y a la crítica de la falta de pensamiento que conduce a la banalidad del mal–, escribió que “pensar con la mentalidad ampliada significa entrenar la propia imaginación para salir de visita”. Retiro deliberadamente su frase del contexto original, profundamente ligado al cosmopolitismo kantiano etno y antropocéntrico, y la reenvío al siguiente llamado de Plumwood:
Libere su mente y haga sus propias contribuciones al proyecto de interrupción del reduccionismo y del mecanicismo. Ayúdenos a reimaginar el mundo en términos más creativos que nos permitirán encontrarnos en diálogo con y limitados por las necesidades de otras especies, otros tipos de mentes. No les diré cómo hacerlo. Hay muchos modos de hacerlo. Pero espero que los haya convencido de que no se trata de un proyecto diletante. La lucha para pensar diferentemente, para rehacer nuestra cultura reduccionista es un proyecto básico en nuestro contexto actual. Espero que se sumen a él.
No me hago ilusiones con lo que aquí puedo hacer, algo mucho más modesto que lo que pedía Plumwood. Sin embargo, quisiera pensar que el espíritu de estas páginas al menos bordea esa enorme tarea. Para ello, visito algunas situaciones conceptuales y experimento modos de relación en los cuales los otros animales no humanos tengan la oportunidad de, existiendo políticamente, ayudarnos a pensar de modo diferente y cultivar efectivamente en conjunto “artes de vivir en un mundo damnificado”, para usar la expresión de Anna Tsing.
Quién es Juliana Fausto
♦ Es escritora, filósofa y traductora.
♦ Se graduó en Filosofía en la Universidad Federal de Río de Janeiro, realizó una Maestría en Letras en la PUC-Río y un Doctorado en Filosofía en la misma universidad.
♦ Fue investigadora posdoctoral por la Universidad Federal de Paraná. Es investigadora de species – Núcleo de Antropología Especulativa y de Inuma – Interfaces Humano não Humano/UFS.
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