Los inesperados beneficios de que haya interrupciones y caos en la escuela

En “Pedagogía de la interrupción”, la investigadora en Educación Silvia Duschatzky parte del cimbronazo de la pandemia, las clases virtuales y las nuevas dinámicas para impulsar un cambio en el ámbito escolar y explorar la potencialidad de lo “intrusivo”.

(Shutterstock)

En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos, autores y autoras cuentan el detrás de escena de sus libros. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.

En este caso, la licenciada en Ciencias de la Educación, magíster e investigadora en el área de Educación en FLACSO Silvia Duschatzky cuentan en primera persona la “cocina literaria” de su nuevo libro, Pedagogía de la interrupción, en el parte de notas e ideas a partir de la pandemia de COVID-19 en relación al ámbito escolar. ¿Cómo impactan las interrupciones inesperadas en las intrincadas dinámicas escolares y, en especial, en las aulas?

“El libro está compuesto de registros de las situaciones que nos toman por asalto y empujan al pensamiento”, dice Duschatzky y funciona como un llamado a reimaginar la educación desde sus cimientos. Basado en conversaciones sostenidas en distintos escenarios, desde la pantalla hasta el cara a cara, el libro recoge las voces de amigos, maestros y estudiantes, notas y apuntes e invita a pensar en el poder de la interrupción como motor de cambio escolar. Así, la investigadora anticipa paisajes educativos alternativos, considerando otras formas de enseñar y aprender.

Cómo escribí “Pedagogía de la interrupción”

Tapa del libro "Pedagogía de la interrupción", de Silvia Duschatzky.

Durante la pandemia, la escritura fue mi oxígeno, porque sólo escribo sacudida por temblores, no necesariamente huracanados. Choques intempestivos avizoran algo que me empuja a escribir, no para entender, sino para oler los próximos pasos.

La imagen del intruso tomó fuerza durante el tiempo del COVID-19 y me fue útil para poner en escena la sensación de descalabro tan propia de estos tiempos y tan inquietante en la vida de las escuelas. ¿Qué es un intruso? Toda forma inentendible que golpea la sensibilidad y nos deja pedaleando en el aire.

El escenario era este: pibxs que toman la clase desde la bici durante la pandemia, asistentes sociales que ya no pueden con la esterilidad de los informes diagnósticos, charlas atascadas por la lengua de la función institucional, cámaras muteadas y micrófonos apagados en las pantallas mientras se habla de continuidad pedagógica.

También una maestra que en medio de una entrevista con una madre abandona las actas para lanzarse a una conversación a la deriva, agobios y fugas en la marea de demandas de informatización, cuerpos de profesorxs y estudiantes que ya no pueden sostener la carga de exigencias burocráticas, directorxs que ensayan, incluso mediante argucias, vías de acercamiento con madres detonadas, movidas territoriales que arman algo en medio del desmadre.

FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.

Poco importa si son anécdotas de la pandemia, previas o posteriores. Algo de cada relato pone de relieve la fisura de una maquinaria y nos provoca; no por su literalidad sino por lo que suscita.

Cuando me encontré con un conjunto de textos - muchos escritos con compañeros y amigxs, algunos de hace algunos años, la mayoría recientes- tuve una sensación paradojal: reconocía que la idea de interrupción los atravesaba , pero algo en el lenguaje no se dejaba interrumpir. Una resaca de jerga académica insistía y ya me incomodaba.

Fue en esos días que escuché a Santiago García Navarro en la presentación del libro de un compañero y sentí que en cada frase que decía se conjugaba la cosa y la idea, la sensorialidad y el concepto, la deriva del decir y la detención justo a tiempo. Pasaron unos meses y lo llamé. Le pregunté si podía ayudarme a deshacer mi escritura y encontrar otra lengua. Ahí empezó una travesía que duró casi seis meses. Hubo momentos luminosos y momentos temblorosos. Dos horas cada quince días, ni un minuto más, concentradxs en la compu.

Sus resaltados, que eran muchos e indicaban todo lo que no funcionaba, las discusiones, sus “no te resistas”, los entrecomillados abusivos y los gerundios que lo enloquecían. En uno de los últimos encuentros le comenté que percibía que este es un momento para cartografiar, no para concluir ni recomendar. Cartografiar, tentar, escribir, conversar, acompañar(nos).

Pedagogía de la interrupción es un libro metodológico. Emplea el recurso más banal y casero: tomar notas (desprolijas, fragmentarias, en el colectivo, mientras caminamos, en un bar, en la escuela, en la casa, en el medio de la noche). Notas sin querer, que apresan momentos disruptivos y detienen el paso apurado; registros de las situaciones que nos toman por asalto y empujan al pensamiento.

Es un libro de trastienda porque comparte el recorrido sinuoso que va de la cosa a la idea. Es un libro de conversaciones porque solo entre el barullo de voces se capta la señal que transforma un atolladero en una zona de pruebas.

Así empieza “Pedagogía de la interrupción”

Capítulo 1. Pedagogía de la interrupción o un “salto afuera”

Año 2020, año pandémico, clases virtuales. ­Algo “saltó afuera”: fuera del escenario dispuesto para que las piezas (alumnxs, docentes, lenguajes) se engarcen como las cuentas de un rosario.

Ocho y cuarto marca el reloj. ­Una muchedumbre de niñxs, jóvenes y adultxs entra a la escuela. ­Niñxs pequeñxs y no tanto se ubican en fila en el patio central. ­En el medio, el mástil. ­Un chico iza la bandera escoltado por su maestra. ­Algunxs dirigen la vista al frente, otrxs al celular, varixs bostezan. ­Campanas o timbres anuncian el momento del recreo y un tropel de pibxs sale de las aulas. ­Una profesora entra a la dirección. ­Al rato, un alumno seguido por la supervisora. ­Por último, la portera. ­Las aulas dan al patio. ­

La vuelta a clases en el aula: distanciamiento, barbijos, máscaras y grupos reducidos trajeron dinámicas que se tuvieron que reconfigurar (Foto NA: APN LA PAMPA)

Allí transcurre la escena escolar: lx profesorx de un lado, estudiantes del otro, a veces mezcladxs. ­Pizarrón, cuadernos, voces que se enmarañan. ­Maestrxs que intentan ordenar ese piberío, actos escolares, sala de profesorxs, sonidos de voces que toman el espacio, evaluaciones codificadas en espacios codificados. ­Barullo de cubiertos, platos, gente que va y viene entre mesas dispuestas en el comedor. Es el momento del almuerzo, en comedores deterioradxs de barrios deterioradxs.

Algo frenó la puesta en escena de los ritos escolares, algo saltó afuera. ­Un virus anuncia lo que preferíamos cegar. “­No nos importa”. “­No lo aceptamos”. ­Un estribillo que no cesa: continuidad pedagógica, continuidad pedagógica. ¿­Todo lo sólido se desvanece en el aire? “­No lo aceptamos”. ­Que nos queden los nombres, aunque se pierda la cosa. Oh, juremos con gloria morir… Continuidad pedagógica.

Y, sin embargo, el intruso no sabe de retos, de prohibiciones. ­Las intrusiones no son nuevas. ­Intruso el covid, intrusos los lenguajes no escolares, intrusxs lxs pibxs que visten raro para los ojos normalizados. ­Intrusos los inauditos episodios que se suceden en la virtualidad escolar.

Quién es Silvia Duschatzky

♦ Es licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Sociología de la Cultura por la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES).

♦ Trabaja como investigadora en el área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), donde coordina el diploma y la especialización en Gestión Educativa.

♦ Es autora de Chicos en banda (con Cristina Corea), Maestros errantes, Des-armando escuelas (con Elina Aguirre) y Política de la escucha, entre otras publicaciones nacionales e internacionales.

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