¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de una pareja heterosexual para que las opciones de disfrutar, crecer, desarrollarse profesionalmente (y un largo etcétera) sean equitativas? ¿Es posible ser feliz en un vínculo entre un hombre y una mujer? Esas son algunas de las preguntas que busca responder el nuevo libro de Mona Chollet (periodista y escritora suiza residente en Francia), Reinventar el amor. Cómo el patriarcado sabotea las relaciones heterosexuales (Paídós), Premio europeo de Ensayo 2022.
No esperen respuestas contundentes, este no es un libro de autoayuda, aunque darles voz a las mujeres históricamente silenciadas o no escuchadas y la no obligatoriedad de convivir son algunas de las propuestas para salir del embrollo al que llegamos, según la autora, claramente ubicada en una clase media con privilegios, algo que ella misma reconoce. Sin embargo, se adelanta a las objeciones: “Me dirán que vivir separados es caro, y es verdad (también es menos ecológico). Pero a menudo esta objeción emana de gente que tendría los medios para mantener viviendas separadas, y lo que habla a través de ellos es el conformismo. Podrían decidir que una historia de amor no es un medio para ahorrar, sobre todo si no tienen el deseo profundo de cohabitar y si eso tiene que acabar dañando la relación”. Y agrega: “Ser cautivo no es estar comprometido”.
En un uso discreto de la propia experiencia y de la tan injustamente denostada primera persona, se posiciona: “No habiendo querido tener hijos, no he conocido ese brusco desequilibrio en el reparto de las tareas domésticas que a menudo provoca un nacimiento”. Algo que tampoco es nuevo en la humanidad. Como puntos de apoyo, Chollet cita a la teórica anarquista Voltairine de Cleyre, quien en 1907 escribía: “Ya no estamos obligados a actuar a ciegas, tratar continuamente de propagar la especie para proveer a la humanidad de cazadores, pescadores, pastores, agricultores y ganaderos”. O a Sonia Dayan-Herzbrun, quien cuestionaba en 1982: “¿Es legítimo pretender que las mujeres no desean casarse o vivir en parejas estables más que para tener hijos? Es totalmente inverosímil”.
Los privilegios de Chollet no terminan ahí: “Nunca he vivido una relación amorosa tóxica”, afirma en la “Introducción. La ilusión del oasis”. Y narra su buen divorcio.
A diferencia de la tendencia de una gran parte de los feminismos, juventudes y colectivos LGBT a oponerse a las parejas tradicionales, compuestas exclusivamente por hombres y mujeres cis, Chollet se despacha en la defensa de esos vínculos, aunque cuestiona (y el título es lo suficientemente explícito) el formato reproductivo, inculcado durante siglos en nuestras subjetividades por ese gran culpable que es el patriarcado. “La perversidad de nuestras sociedades es bombardearnos instándolos a la heterosexualidad y, al mismo tiempo, educar y socializar metódicamente a hombres y mujeres para que sean incapaces de entenderse. Ingenioso, ¿verdad?” Sin embargo, es cuidadosa: desde su postura feminista, Chollet no dialoga ni se pelea con esa tendencia.
Así, caen bajo su mirada comedias románticas, novelas “machistas” y relaciones “reales” desiguales, incluso entre escritores y sus mujeres “musas”, algo que ya había mencionado en su libro En casa. Una Odisea del espacio doméstico (Hekht Libros, 2017), refiriéndose al vínculo entre Francis Scott Fitzgerald y Zelda, una escritora que quedó opacada por los brillos de su marido, autor de El Gran Gatsby y guionista de Hollywood, esa pareja con sus conflictos que aparece retratada en la película de Woody Allen, Medianoche en París.
La puerta se le abrió a la autora, cuenta, a partir del “efecto dominó” que produjo el #MeToo. Reinventar el amor fue un libro generado en pandemia, cuando los casos de violencia doméstica por convivencias forzadas aumentaron a nivel mundial a causa del confinamiento. Aunque, escribe Chollet en el Prólogo: “permitió a algunas parejas reencontrarse de una manera que sin él no hubiera sido posible”.
Los casos sobre los que da vueltas (o los da vuelta) son en su mayoría franceses y europeos, con lo cual, para lectores de América latina resultan algo distantes, aunque la autora facilita su acercamiento detallando tramas y argumentando problemas que no siempre dan respuestas definitivas, sino que generan cuestionamientos varios.
La reciente muerte de Jane Birkin, actriz y cantante, nos acerca la situación de una belleza absoluta que se convierte en fantasma de sus dos maridos, mucho más grandes que ella y ya famosos cuando se conocen: el compositor John Barry, alcohólico y mujeriego, que la descarta siendo ella aún muy joven; y el cantante Serge Gainsbourg, con quien tiene una relación que antes llamaríamos tórrida y hoy, tóxica. En ese mismo capítulo, “¿Hacerse pequeñita para ser amada?”, Chollet desarrolla la cuestión de la “animalización de la mujer negra”, citando a mujeres afrodescendientes que testimonian en el documental de Amandine Gay, Abrir la voz (2014). Así como el caso de Marlon Brando con su mujer de Tahití, Tarita Teriipaia, joven bailarina a la cual él prohíbe ser actriz y con quien tiene una hija para asegurarse su propiedad. “También en el caso de Brando la apropiación femenina y la apropiación territorial van de la mano: en 1966 adquiere el atolón de Tetiaroa”.
Chollet no cancela. No condena las relaciones heterosexuales. Cuenta, analiza desde una mirada feminista y crítica: evidencia e interpretación.
El libro es profuso en citas de autores y autoras del siglo XX y XXI, feministas y no. Esa profusión, al igual que la abundancia de notas que no van a pie de página sino que se despliegan en un apartado final, es algo que caracteriza el estilo de Chollet en sus libros de no ficción o libros-ensayo, que enmarca su producción en un híbrido entre periodístico y académico, al igual que En casa, Belleza fatal, sobre los condicionamientos de la belleza, o Brujas. La potencia indómita de las mujeres (Heckht, 2019).
Una observación al margen: con Reinventar el amor y su defensa de las relaciones heterosexuales, Chollet da el gran salto de una editorial pequeña o mediana al grupo Planeta. El título es tentador y genera, sin duda, mucha intriga, casi como si se tratara de una contradicción: el patriarcado, ¿no fomentaba parejas heterosexuales para la reproducción? Bueno, de eso se trata. “Hemos aprendido a erotizar la dominación masculina”, afirma Chollet.
Más o menos distante en el tiempo o en el espacio, el libro provoca la reflexión. El trabajo, los afectos, el sexo, la cultura de la violación, el permiso de las fantasías “sucias”, el “pozo orgásmico” femenino, pero también la dependencia y el sufrimiento masculino en los vínculos, todo cae bajo la lupa amplificadora de Chollet y su abrigo textual que, lejos de lugares comunes y contra las corrientes mainstream, se despega y vuela. Reinventa, ella también, a su manera, el amor.
Quién es Mona Chollet
♦ Nació en Suiza en 1973.
♦ Estudió Letras en Ginebra y Periodismo en Lille.
♦ Escribió para la revista satírica franesa Charlie Hebdo hasta 2000.
♦ Es editora en Le Monde Diplomatique desde 2016.
♦ Entre sus libros están Brujas, En casa y Reinventar el amor.
“Inventar el amor” (fragmento)
«Nicolas Sarkozy, un hombre apasionado. Francia, la política, Carla: el libro que hace furor.» En verano de 2019, la portada de Paris Match en la que figuraban Nicolas Sarkozy y Carla Bruni provocó una carcajada general. La antigua top model apoyaba la cabeza en el hombro de su marido, que aparecía como un coloso protector, cuando, como todo el mundo sabe, ella es más alta que él. En vista de las burlas, el semanario publicó una explicación hipócrita: no, la foto no había sido retocada. Simplemente, la pareja había posado en la escalera que conduce al jardín de su propiedad, y el expresidente estaba un peldaño más arriba que su esposa...
Aquí se combinan dos modelos de deseabilidad: por un lado, el del hombre al cual el poder convierte en irresistible, dispensándolo de cumplir con cualquier otro criterio de seducción masculina convencional; por otro, el de la mujer trofeo, que presenta las características que se esperan de una modelo, empezando por la altura.
En aquella ocasión, la periodista Pauline Thurier sacó a relucir las portadas anteriores de Paris Match donde figuraba la pareja. Todas las veces, Carla Bruni estaba situada en posición de inferioridad, en posturas que sugerían fragilidad o sumisión. La vimos sentada en el regazo de su marido como una niña, tumbada en un sofá con la cabeza sobre los muslos de su marido, acurrucada contra él al fondo de una góndola en Venecia, o caminando a su lado en una playa, pero... con la cabeza inclinada, como para quedar por debajo de una barra invisible definida por la estatura de él. Charlène, la esposa del príncipe Alberto II de Mónaco, fue tratada igual en las fotos de familia tras el nacimiento de sus gemelos, lo mismo que Diana Spencer cuando estaba casada con el príncipe Carlos en la década de 1980: en las fotos oficiales, Carlos siempre parece pasarle una cabeza, cuando en realidad medían lo mismo.
Tragarse la píldora roja de Matrix es prestar oídos a la tesis de la feminista americana Catharine MacKinnon: «Lo masculino y lo femenino se crean mediante la erotización de la dominación y de la sumisión». Según ella, «la dominación y la sumisión son actitudes a partir de las cuales se constituye la diferencia de géneros», resume Manon Garcia, que la cita.
Usando esta clave de comprensión, vemos de repente cómo toda nuestra cultura amorosa se dedica a naturalizar, e incluso a celebrar, los signos de dominación en el hombre y de sumisión en la mujer, presentándolos como los secretos de una unión armónica. El discurso convencional según el cual la liberación creciente de las mujeres habría arruinado las relaciones amorosas implica, por otra parte, una confesión: nuestra organización sentimental se basa en la subordinación femenina. ¿No es asombroso que ese orden de cosas nos parezca tan natural, y que sea ponerlo en cuestión y no la situación de partida lo que contraría a mucha gente? Así, en 2010, el título de un artículo del New York Times resumía cándidamente el problema de nuestra época: «Keeping Romance Alive in the Age of Female Empowerment» [«Cómo preservar el romanticismo en una época de emancipación de las mujeres»]...
La inferioridad femenina está, como quien dice, encapsulada en nuestro imaginario amoroso. Empezando por una inferioridad literal, visible inmediatamente: en una pareja, el hombre debe ser más alto que la mujer. «La vida en pareja es menos frecuente entre los hombres de baja estatura — señala el sociólogo Nicolas Herpin—. Esta situación no es debida a su condición social. Si bien los obreros son de media más bajos que los ejecutivos, los efectos de la estatura a la hora de emparejarse es parecida en ambos ambientes sociales.»
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