Ana Wajszczuk: “El sistema médico es muy perverso con las parejas que no pueden tener hijos, la idea es que salgas con un bebé en brazos como sea”

La escritora argentina acaba de publicar “Fantasticland”, su primera novela de no ficción. En su obra, se mete con el amor y el desborde que implica ser madre, la necesidad de criar en red y los obstáculos de quienes atraviesan tratamientos de fertilidad.

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La maternidad está en el centro de la trama de "Fantasticland", primera novela de Ana Wajszczuk. (Alejandra López)
La maternidad está en el centro de la trama de "Fantasticland", primera novela de Ana Wajszczuk. (Alejandra López)

La primera novela de no ficción de Ana Wajszczuk, Fantasticland, transcurre en la tierra de la maternidad, signada por el deseo y el amor. Donde también habita la obsesión, el desborde y la culpa. La maternidad como una tierra de mandatos heredados que hay que labrar para construir otros relatos posibles. Una novela en primera persona que abre una mirada coral porque a través de la protagonista se cuelan las voces de las amigas, la familia, la pareja y los afectos. Una tierra donde se habla de la intervención médica. De los tratamientos de fertilización, de la ovodonación y los límites éticos, que harán que la protagonista se pregunte hasta dónde estará dispuesta a llegar para concretar su deseo.

Antes, Wajszczuk escribió poesía. En 2004 salió El libro de los polacos, que se reeditó el año pasado por la editorial Caleta Olivia, y después en 2017, Los chicos de Varsovia, editado por Sudamericana, que tuvo su adaptación al teatro. Un texto cercano a la investigación periodística donde relata una historia familiar ligada al levantamiento del ghetto de Varsovia de 1944.

Cuando Fantasticland todavía no era una novela y la autora recién había empezado a escribir, pensó que a lo mejor sería un ensayo, algo más vinculado a la investigación sobre la maternidad. Pero el texto tomó otro rumbo.

Es una tarde algo confusa de invierno con temperaturas de primavera, y Ana está sentada en una mesa de un café de Villa Urquiza. El pelo rubio atado, campera deportiva, remera blanca, jeans y zapatillas. Mientras conversa recuerda cuál fue el origen de la novela: “La empecé en la pandemia, llevada por la estupefacción que todavía me genera ser madre. La maternidad es una experiencia que por más que te la cuenten, hasta que no la vivís, debe ser lo más diametralmente opuesto entre lo que se imagina uno y lo que resulta ser”, dice.

“No tuve ninguna otra experiencia en la vida que fuera tan novedosa en el sentido de que no había ningún referente de donde agarrarme. Ese fue el motor para escribir. Empecé a leer muchas autoras más vinculadas a textos de ensayo. Por ejemplo, a Carolina del Olmo, a Esther Vivas, a Lina Meruane, Jane Lazzarre, y creí que quería hacer un ensayo. Después me di cuenta de que era una novela. Quería que a la protagonista le pasaran cosas, que hubiera una estructura, que tuviera cierta intriga, cierto conflicto y que los personajes tuvieran un arco narrativo”, suma.

La novela está dividida en dos partes, la primera, en la que se relata la historia de amor de la protagonista y la imposibilidad de quedar embarazada. Lo que la lleva a pasar por múltiples tratamientos de fertilidad durante años, y una segunda a partir del nacimiento de la hija narrando lo que implica la maternidad y la crianza.

Desde el inicio, lo central para Wajszczuk fue retratar una historia sobre la experiencia de ser madre porque no hay tantos relatos sobre la vivencia de la maternidad. Hay libros y manuales de crianza, pero no historias en primera persona. “Está como silenciado, supongo que porque siempre se consideró a la maternidad como como un tema de la vida privada de las mujeres y como tal, un tema no literario. Un tema que no importaba. ¿Cómo no va a importar si todos venimos de ahí?”, explica.

“Es la experiencia más vital, más primigenia, más fundante de la humanidad. Y estamos en un momento en que se está peleando por el tema del reparto de los cuidados, por la corresponsabilidad, la coparentalidad. Me parece un momento donde es lógico y deseable. Ojalá salgan más discursos de todo tipo, no solo desde la ficción como mi libro, sino todo tipo de discursos sobre la maternidad. Porque implica a toda la sociedad”, dice.

Ana Wajszczuk es editora, periodista y escritora. "Fantasticland" es su primera novela de no ficción. (Alejandra López)
Ana Wajszczuk es editora, periodista y escritora. "Fantasticland" es su primera novela de no ficción. (Alejandra López)

El libro describe lo que le va a sucediendo a la protagonista desde los comienzos de la vida en pareja, y a la vez reflexiona acerca de lo que le pasa en cada etapa y de lo desafiante que puede ser la maternidad sin otros cerca. Con párrafos como este:

“Los días son largos. Muy largos. Convertirme en madre fue entrar en una dimensión donde el tiempo tiene peso, una consistencia elástica, gomosa. Quizás para vos, Renata, sea lo mismo.

Ya no somos dos, y los dos somos pocos para cuidar esta vida nueva, todo es muy frágil -nosotros también-, cristales de hielo que se quiebran, telitas de araña, gota temblando en una hoja. Hace falta la tribu entera para criar a un niño, dice un proverbio que dicen es africano. Tiempo después, cuando el miedo haya tomado formas más compatibles con la vida cotidiana, cuando pueda volver a pensar, cuando sepa que no, no caí en una depresión posparto pero sí me rozó su aliento, podré experimentar en toda su magnitud la verdad de ese dicho, una verdad grande como una casa”.

Esa tribu que se menciona en el libro es vital para los primeros meses después del nacimiento. Cuando todo es nuevo.

“De verdad uno no sobrevive si no tiene red. Es muy difícil sobrevivir, por lo menos psíquicamente, a la experiencia tan demoledora que es criar un hijo. Todo recae en vos. Y ni hablar de las mujeres que no tienen esa red, muchas veces por motivos económicos están solas, criando hijos con progenitores que desaparecen o familias que no apoyan. Es dificilísimo. Por eso la tribu de amigas o de madres, o de gente que está pasando por lo mismo que vos, es tan importante. Porque es una manera de empujar y hacer espacio también para esas personas que nacen y llegan al mundo”, dice la autora de Fantasticland, y sigue: “Y eso está en la novela porque me pareció que valía la pena poder expandir los discursos y las opiniones sobre el tema, porque es una discusión social que tenemos que tener como sociedad. Quién, quiénes crían, qué tribu se necesita para criar un hijo”.

Chicos de Varsovia, Ana Wajszczuk, Sudamericana (Random)
Chicos de Varsovia, Ana Wajszczuk, Sudamericana (Random)

El texto busca todo el tiempo quitarle el velo a la maternidad idealizada, describiendo momentos donde hay amor y ternura pero también hay culpa y frustración: “La luz del sol cae directo sobre ella, sobre esa cosita que es, arrebujada en una manta blanca de lana esponjosa, inmaculada, que tejió su abuela, la batita demasiado grande, un gorrito con corazones verde cubriéndole la cabeza (...)

Pero esta mamadera de plástico es una afrenta personal, un instrumento que me dice, como si la agitara ante mis ojos a propósito: no sos la buena madre que creías que ibas a ser, tu hija no aumenta de peso, el protocolo marca un diez por ciento y bajó un doce por ciento, vos no sabés nada, nosotros sabemos, no, no podemos esperar, necesita complementar con leche de fórmula, existe el riesgo de daño cerebral si no se alimenta bien, daño cerebral, daño cerebral, las palabras siguen cantando su canción maniática dentro de mi cabeza mientras compramos la Chicco Natural Feeling con tetina de flujo lento de 150 mililitros”.

Todo el tiempo hay una intención de alejarse lo más posible de esa imagen edulcorada por la publicidad, las películas y los medios de comunicación donde la madre aparece feliz entre camisones de seda y tules alrededor de la cuna. Pero no es sobre lo único que busca reflexionar la novela. Porque también se mete de lleno con los tratamientos de fertilización contando las distintas experiencias desde que decide en pareja buscar un hijo. Y da un paso más cuando la protagonista empieza a barajar la idea de la ovodonación. Que haya una donante mujer para que el embarazo transcurra en su cuerpo.

Ana consideró que era importante contar en la novela a qué se exponen las mujeres que no pueden quedar embarazadas. “El sistema médico es muy perverso con las parejas que no pueden tener hijos. Es como una máquina fordista de tener resultados para su clínica. Me parecía que era un tema que valía la pena hablar, porque podía acompañar a mucha gente que está pasando por lo mismo. Y también que la protagonista se preguntase dónde está el límite. ¿Hay que hacerlo todo? Porque si no el sistema médico te lleva puesto”, explica Ana.

Ana Wajszczuk en el stand de Infobae / Leamos de la Feria del Libro 2022.
Ana Wajszczuk en el stand de Infobae / Leamos de la Feria del Libro 2022.

Y detalla todas las instancias a las que te empuja. “Porque si no podés conseguir naturalmente quedar embarazada, un tratamiento de fertilidad; si no podés con tus óvulos, ovodonación; si no, subrogar un vientre; si no, adoptás, y te va llevando puesto, cuando hay un montón de cuestiones personales de cada uno”, reflexiona.

El debate para Ana tiene dilemas éticos y filosóficos sobre lo que implica la identidad genética, y los límites que cada uno esté dispuesto a cruzar. Y amerita una discusión más amplia que en las clínicas no aparece. “Hay un montón de preguntas que la ciencia no se hace y pretende que vos tampoco te las hagas porque la idea es que vos salgas de ahí con un bebé en brazos, como sea. Esa es la medida del éxito”, dice.

A lo largo de la novela se describen los distintos tratamientos de fertilidad que atraviesa la protagonista como un proceso largo y angustiante en el que todo es insuficiente. Siempre hay más por hacer, más médicos a los que acudir, y más por leer y saber. Con pasajes que reflejan el cansancio y el hartazgo.

“Odio a las sociedades de fertilidad, a las clínicas de fertilidad, a los expertos en fertilidad, a los laboratorios de fertilidad, a los congresos de fertilidad, a las influencers de fertilidad, a las nutricionistas y a las gurúes de fertilidad, a todos los fértiles que guían y aconsejan a infértiles, empezando por el primer médico al cual acudimos hace tanto tiempo que parece otra vida, cuando ninguna de mis amigas tenía el más mínimo problema para quedar embarazada ni las periodistas de mi edad publicaban en ningún medio crónicas sobre su experiencia congelando óvulos. Un médico que me que quiso enviar directo a un tratamiento in vitro en la segunda consulta, y cuando yo no pude contener el llanto dijo, cortante: ‘La fertilización asistida abre una gran posibilidad donde antes no la había. Si lo vas a tomar de ese modo, empezamos mal’. ¿Sabe qué, doctor? Sí. Empezamos mal. Y seguimos mal”, escribe Wajszczuk.

El libro detalla cómo el sistema médico maltrata a quienes atraviesan tratamientos de fertilidad asistida.
El libro detalla cómo el sistema médico maltrata a quienes atraviesan tratamientos de fertilidad asistida.

El tiempo avanza y la protagonista empieza a pensar que la única opción posible es la ovodonación. Retoma así una conversación lejana con su hermana, quien se había ofrecido a ser donante.

“-Tengo que preguntarte algo, Ceci, no te asustes, no pasa nada grave. Es que empezamos terapia de pareja con Martín y ni sé cómo surgió algo que vos me habías dicho hace un tiempo… quería saber si te acordás de cuando me dijiste que me donarías tus óvulos. ¿Fue para consolarme o hablabas en serio?

Mi hermana abre grandes los ojos y deposita cuidadosamente el café en la mesita.

-Claro que hablaba en serio, no te voy a decir algo como eso así nomás por decir.”

La clínica de fertilidad primero se niega, pero después accede. La ovodonación funciona. Así describe el proceso la narradora de Fantasticland.

“La enfermera le aplica ahí mismo a Ceci, sobre una camilla, en su abdomen planísimo y marcado, la primera inyección: Elonva 100, una jeringa precargada con 0.5 mililitros de corifolitropina alfa, la hormona que pondrá sus ovarios a producir a toda marcha ovocitos, luego algunos se convertirán en óvulos (lo googleé: un óvulo es un ovocito maduro), más tarde quizás embriones, y con toda la suerte alguno quizá se convierta en nuestra hija o hijo”.

Meses después nacerá Renata. Y ese registro minucioso de los días y las noches juntas quedará plasmado en la novela.

Fantasticland resulta una experiencia sobre la maternidad personal, actual, y a la vez social. Una novela que se hace preguntas sobre la crianza, pero también sobre las formas y la transformación de vínculos a través del tiempo como la pareja, los amigos y la familia. Ese núcleo fundamental cuando llega un hijo.

“Este libro cuenta una historia de una maternidad en un momento muy particular, que es el que estamos viviendo, donde hay ciertas preguntas que hace diez o quince años muy pocas se estaban haciendo. Porque como mujeres de clase media urbana, profesional, con un pasar económico medianamente solvente, no te encontrás con situaciones de desigualdad hasta que sos madre. Y la maternidad es una ventana por donde mirar la historia de las mujeres también. Y de cómo la protagonista del libro no está sufriendo las consecuencias graves de la maternidad porque tiene ciertas necesidades resueltas”, dice hacia el final de la entrevista.

Ana pregunta de nuevo qué hora es, en unos minutos más tendrá que salir a buscar a su hija y no quiere llegar tarde. Prefiere ser ella la que espera a que salga.

Quién es Ana Wajszczuk

♦ Nació en Quilmes en 1975. Es editora y periodista.

♦ Sus artículos se publicaron en GQ, SoHo, Radar, Rolling Stone, La Nación Revista y La Agenda Buenos Aires, entre otros.

♦ Entre sus libros se cuentan El libro de los polacos y Chicos de Varsovia.

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