¿Amistades peligrosas? Un ex funcionario del FMI explica por qué Argentina es “adicta” al apoyo financiero

El supervisor del acuerdo entre el gobierno de Mauricio Macri y el Fondo da su mirada sobre las costumbres financieras del país en el libro “La Argentina en el Fondo”, co-escrito junto al periodista Martín Kanenguiser. El libro se presenta esta tarde.

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Alejandro Werner fue director del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI). EFE/Erik S. Lesser/Archivo
Alejandro Werner fue director del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI). EFE/Erik S. Lesser/Archivo

Aún cuando la grieta interna ocupa el centro de las noticias, los argentinos hemos tenido también una externa, que es nuestra relación amor-odio con el Fondo Monetario Internacional. En la vida diaria es difícil ser amigo del prestamista. Al pedir dinero, los solicitantes se encuentran por lo general en situación de emergencia, y el dueño del capital lo sabe.

Tras convencer a la otra parte y efectivizar el préstamo, el acreedor estará preocupado por cómo le devolverán el dinero. Se trata de lo que en teoría se conoce como un caso de “información asimétrica”, en el que el acreedor no tiene forma de asegurar el repago porque desconoce las intenciones del deudor, su capacidad de reembolso, y sus posibles acciones ante circunstancias inesperadas.

La diferencia de esta historia personal con la solicitud de asistencia al FMI es, desde luego, que según sus estatutos no debería actuar como un banco más. Su misión no es lucrar con los intereses sino atender los problemas de balanza de pagos, léase dificultades transitorias en la disponibilidad de divisas internacionales.

En la práctica, sin embargo, las sensaciones suelen ser diferentes. El Fondo se ve a sí mismo como un garante de la aplicación de políticas económicas adecuadas para el desarrollo, mientras que algunos gobiernos (no solo argentinos), suelen concebir estas políticas como guiadas por intereses espurios del poder económico, y que priorizan la devolución del crédito al crecimiento inclusivo.

De hecho, parecen existir argumentos en ambas direcciones. El Fondo presta a una tasa preferencial, en los momentos en que nadie está dispuesto a hacerlo. Al mismo tiempo, esta capacidad especial le otorga un poder que suele manejar de manera estricta monitoreando las acciones del deudor, en particular cuando se trata de un país no desarrollado.

Pero la narrativa que acabo de ensayar no es más que una simplificación caricaturesca. El rol del FMI en las finanzas globales, el trabajo de los funcionarios y técnicos con los políticos y economistas de los países solicitantes de asistencia, y el análisis de las políticas económicas negociadas es un mundo mucho más complejo y rico.

Es por eso que La Argentina en el Fondo, el libro que firman Alejandro Werner y Martín Kanenguiser, promete una contribución que podría resultar muy útil para entender estas relaciones peligrosas. Werner, nacido en Argentina pero criado y formado como economista en México, se desempeñó como director del Departamento del Hemisferio Occidental en el FMI, y su paso por esta institución sumó nueve años.

Tal como se explica desde el principio, Kanenguiser escribió el prólogo y el epílogo, de modo que los siete capítulos del libro son principalmente las ideas y las opiniones de Werner, profesionalmente organizadas por Kanenguiser a través de una serie de conversaciones de dos años. Martín, periodista económico de Infobae, es un especialista en temas de deuda, como demostró en su esencial libro anterior, La Maldita Herencia.

Pese a que el subtítulo es “La intimidad de la lucha con el FMI 2013-2023″, el libro cuenta historias y negociaciones de épocas anteriores y con otros países, en especial en los primeros capítulos. Allí Werner describe no sin cierta ironía las actitudes voluntaristas contra el Fondo de las economías revolucionarias de Cuba y Venezuela, que aún defendiendo sus banderas terminan dependiendo del organismo y que, por lo general, evitan separarse permanentemente de su brazo financiero protector. Lo mismo ha ocurrido, cuenta Werner, con las experiencias populistas de Ecuador y Argentina.

¿Por qué es mala palabra el FMI para algunos sectores en Argentina y en otros países del mundo? La hipótesis que surge del libro parece residir en una insistencia populista basada en una predilección no del todo racional por los resultados inmediatos, por las intenciones de redistribución sin segundas reflexiones, por la desconfianza a los mercados y las empresas, y posiblemente por el disgusto de la población con las políticas de ajuste.

Esta explicación podría ser parte de la historia, pero no parece justificar la llegada al poder en estos países de mandatos pro-mercado, que no fueron pocos. Más aún, algunas encuestas mostraban que los votantes de administraciones amigables con el liberalismo no tenían una buena opinión del FMI. Evidentemente, la animosidad tiene un componente “personal”, probablemente asentado por algún sentimiento nacionalista.

Werner no se mete demasiado en estas complicaciones de la política y las dinámicas sociales de los países en problemas. Su retrato de los gobiernos con los que discutió los refleja como personas con una ideología equivocada empeñada en gastar de manera insostenible, y pocas veces se reconoce que esta actitud puede reflejar el resultado de un juego de intereses que colisionan entre sí de manera compleja.

El periodista económico Martín Kanenguiser en el stand de Leamos / Bajalibros de la Feria del Libro de Buenos Aires. (Franco Fafasuli)
El periodista económico Martín Kanenguiser en el stand de Leamos / Bajalibros de la Feria del Libro de Buenos Aires. (Franco Fafasuli)

Kanenguiser anticipa un tratamiento ecuánime de la relación entre el Fondo y Argentina, y aclara que la sistemática falta de conducta histórica de los funcionarios del país se corresponde con una serie de errores del FMI “más allá de lo tolerable”. Este anuncio se va desfigurando con el correr de las páginas, y Werner no parece demasiado dispuesto a reconocer las fallas del organismo.

Tampoco se consideran los puntos de vista alternativos basados en las respuestas específicas de los países, que responden a acciones y cuestionamientos del Fondo, no siempre motivados por una ideología exaltada. En su momento, por ejemplo, Roberto Lavagna hizo un descargo importante acerca del rol del FMI durante la dramática crisis argentina de 2001-2002.

En la primera parte el libro se hace un buen trabajo al recorrer las distintas instancias en que los países solicitan asistencia financiera, y Werner aprovecha allí para evaluar las políticas que terminaron en problemas financieros y el pedido de ayuda. El capítulo 3 es una referencia resumida muy útil para entender el trabajo del Fondo y su conformación.

Tras los primeros tres acápites, el análisis se concentra en el caso argentino. Como dijimos, se abarca un período más extenso del presentado en el subtítulo, y de hecho el capítulo 4 describe las discusiones internas ante la infame adulteración de estadísticas del INDEC que dio comienzo en 2007. El triste suceso opera como referencia de la opinión general de Werner sobre las políticas del gobierno kirchnerista, a las que critica con convicción.

El Fondo Monetario Internacional, un prestamista de características particulares. REUTERS/Yuri Gripas/Foto de archivo
El Fondo Monetario Internacional, un prestamista de características particulares. REUTERS/Yuri Gripas/Foto de archivo

De inmediato se salta al período de “reconciliación” que significó la llegada de Macri y su equipo económico al poder. En los capítulos 5 y 6, ya con Werner en funciones y participando activamente, se lleva un detalle de las reuniones que describen las idas y vueltas, las esperanzas, y los desplantes que se fueron sucediendo. Aquel período puede dividirse en dos, con dos primeros años de un desempeño promisorio (aunque no sin críticas por parte del Fondo), y luego una crisis incontenible que terminó en la derrota en las urnas. Todo esto teñido por la inesperada decisión del Fondo de firmar un programa de asistencia por un monto gigantesco como asistencia a un gobierno jaqueado.

El libro cierra con el advenimiento del “cuarto kirchnerismo”, con novedades y desafíos mayúsculos. La versión aggiornada del peronismo en el poder, con Martín Guzmán como punta de lanza en las discusiones; la renegociación argentina de la deuda con el sector privado, y luego del acuerdo recién firmado con el Fondo; la aparición de la distópica pandemia del Covid-19; y el reemplazo de Christine Lagarde por Kristalina Georgieva, que le dio un enfoque bastante diferente a la relación.

El epílogo, nuevamente bajo la pluma de Kanenguiser, relata un hecho curioso: la discusión por Twitter entre Werner y Cristina Fernández de Kirchner, tras una propuesta de la ex presidenta de atar los pagos al Fondo al desempeño de la macroeconomía argentina. Esta cuestión técnica fue la excusa para un intercambio de críticas cruzadas que resumen en pocas líneas las discusiones que se tratan a lo largo del libro.

Si se quiere, el tono íntimo se reserva a comentar sobre algunas actitudes personales de los funcionarios que se presentaban a dialogar con el Fondo. Así, pasan por el prisma de su opinión personal el narcisismo estudiantil del ideólogo de izquierda Axel Kicillof; el fiasco del Messi de las finanzas Luis Caputo; el compañero de Donald Trump en los links de golf Mauricio Macri; y el desconocido académico Martín Guzmán. Sus apreciaciones personales no son tanto anécdotas como impresiones que rara vez tienen en cuenta que estos interlocutores vienen de la política y que, como tales, están obligados a responder y actuar como tales.

Kristalina Georgieva, actualmente a cargo del FMI. REUTERS/Mike Blake/File Photo
Kristalina Georgieva, actualmente a cargo del FMI. REUTERS/Mike Blake/File Photo

La esperanza de Werner es, supongo, que su objetividad surja del hecho de que critica a los gobiernos de todas las ideologías por igual. Pero las decisiones propias suelen quedar a salvo.

Esto no significa que Werner no tenga razón en varios de sus argumentos. Pero su perspectiva refleja cierta subjetividad poco reprimida, y un aporte insuficiente en términos de explicaciones originales.

Por momentos, su actitud es mostrar que el Fondo es el dueño de la pelota. Así, Caputo recibió en su momento la advertencia: “Acá vendemos helado de chocolate, vainilla y frutilla; si vos querés de sambayón, probablemente tengas que ir a otro lado”.

Una manifestación en contra del FMI frente al Banco Central de la República Argentina. REUTERS/Agustin Marcarian
Una manifestación en contra del FMI frente al Banco Central de la República Argentina. REUTERS/Agustin Marcarian

En mi opinión, La Argentina en el Fondo es un libro fundamental para acercarse a la forma de entender la economía y la política del funcionario “representativo” del Fondo. Lo más probable de hallar en la institución es una mezcla de calidad técnica indiscutible, sentido común en los diagnósticos y la recomendación de algunas políticas económicas generales, e incluso cierta capacidad de autocrítica al someter sus decisiones a una evaluación externa. Pero en el libro y las opiniones de Werner predominan, además, cierta reticencia a reconocer fallas técnicas o políticas del organismo, más una seguridad implacable de la explicación la decadencia de la economía argentina.

La presentación

La Argentina en el Fondo se presenta este jueves 24 a las 18 en la Fundación Los Cedros, Ayacucho 1486. Con la presencia de los autores y el economista Eduardo Levy Yeyati. Entrada gratuita.

“La Argentina en el Fondo” (fragmento)

Periodistas, economistas y analistas han escrito innumerables artículos y libros sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI). Algunos más precisos, otros más cargados de fantasías o prejuicios ideológicos.

El libro que encaramos desde octubre de 2021 con Alejandro Warner, el funcionario del FMI nacido en la Argentina y criado en México que supervisó el acuerdo con el gobierno de Mauricio Macri en 2018, rompe con todos los enfoques previos. Cuenta cómo es el Fondo, por qué Cuba se fue en 1954 y reinició un proceso de exploración para reingresar 60 años después con sumo sigilo, y cómo se preparó el Fondo para la reconstrucción de Venezuela después de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Por supuesto, también por qué la Argentina es un “adicto” serial a los programas de apoyo financiero del FMI.

Werner es un buen economista y quiebra con bastantes estereotipos. Al igual que varios de sus colegas del FMI, está convencido del rol relevante del Estado en la economía y admite que algunas de las recetas que promovió el Fondo en las últimas décadas exageraron el rol del mercado y del sector privado, sin atender la importancia de las regulaciones. Por ejemplo, sostiene que la implementación del sistema privado de jubilaciones en América Latina debió regularse mejor y descree del esquema de los vouchers en la escuela pública como elemento necesario para reformar los sistemas educativos de la región.

Estudió Economía en el Instituto Tecnológico Autónomo (ITAM) de México, que cuenta con una orientación liberal similar al CEMA en la Argentina, ya que su perfil académico lo diagramó un grupo de economistas que estudió en la Universidad de Chicago en los años 70 y 80, aunque luego se sumaron profesores de otras ideologías. Entre sus principales referentes en el MIT donde realizó su doctorado, Warner escribió su tesis con Rudy Dornbush y Stanley Fischer y fue asistente en la cátedra de Paul Krugman de comercio internacional.

Además, tiene una gran virtud: ambos lados de la grieta Argentina lo observan con gran recelo. El macrismo porque cree que fue demasiado duro durante el programa firmado en 2018 al no permitir la intervención plena del Banco Central para frenar el dólar; y el peronismo-kirchnerismo por considerarlo cómplice de la presunta fuga de capitales y del diseño de un programa armado con fines políticos para mantener a Mauricio Macri en el poder.

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