Entre el chiste y la denuncia: ¿qué hay detrás de los memes?

Sirven para hacer humor, pero también para comunicarse, compartir información y hasta visibilizar injusticias. ¿Son el nuevo arte o poco más que una moda pasajera?

François Jost: "¿Quiénes fabrican los memes? ¿De dónde salen? La mayor parte del tiempo no nos hacemos esta pregunta".

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y la popularización de los memes en el siempre cambiante mundo digital no hizo más que comprobarlo. Hoy en día, estas imágenes -fijas o animadas, simples y universales o tan complejas y de nicho que rozan lo inentendible- reconfiguraron la forma de comunicarse, hacer humor, compartir información y hasta denunciar injusticias.

¿Son los memes el nuevo arte del siglo XXI? ¿Qué hay detrás de su furor? ¿Por qué, a pesar del lugar que ganaron en la vida cotidiana, no son objetos de estudio ni de análisis? Para suplir esta falta, el semiólogo francés François Jost se dedicó a investigar los orígenes, el desarrollo y las implicancias de los memes en los últimos años, desde el rol del anonimato y la modificación popular (como sucedía en los poemas épicos de la antigüedad) hasta su capacidad de ser vehículos de cambio.

Los memes aportan una nueva forma de ver. Estas nuevas maneras de ver se expresan en géneros que traducen muy bien nuestros sentimientos, nuestros miedos y pensamientos sobre el mundo. Para mostrar lo que nos dicen los memes y de qué son síntomas, no hay que tratarlos de manera aislada. Atrás de un meme hay una réplica, una imagen o una alusión a otro que lo ha precedido y del que luego otros se inspiran. Por esta razón, multipliqué las imágenes con perspectiva de aclarar lo que llamo la vida de los memes”, escribe el autor.

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En Dígalo con memes, editado por La Crujía, Jost disecciona uno de los grandes fenómenos digitales que constituyen una de las bases fundamentales de la vida en Internet y logra poner en palabras algo casi indescriptible como solo un profesor de la Sorbona podría hacerlo.

“Dígalo con memes” (fragmento)

"Dígalo con memes", de François Jost, editado por La Crujía.

Todo internauta tuvo la experiencia, un día, de enfrentarse a una imagen que no había buscado y que vino a mezclarse entre sus tweets o en su página de Facebook. Hasta donde recuerdo, mi primera experiencia fue este GIF sorprendente en el que un hombre giraba sobre sí mismo, logrando una rotación de 180°, acompañando su movimiento con un gesto del brazo y una mirada hacia la derecha, como si se dirigiera a alguien. ¿En qué escenario? No lo sé, pues los lugares en los que estaba se multiplicaban muy rápido: una juguetería, un aula vacía, un mapa de Francia con los resultados de las elecciones departamentales de 2015, y más reciente aún, el estante de papel higiénico de un supermercado completamente vacío.

No había visto Pulp Fiction y, además, no soy muy fisonomista, así que no había reconocido a Travolta ni la escena de la que provenía esto que se llamó Confused Travolta o «Travolta desconcertado». Como algunas consignas que aparecen en las redes sociales sin que sepamos de dónde provienen (por ejemplo, una pantalla negra en lugar del perfil de Facebook para significar el «apagón femenino» contra la violencia hacia las mujeres), este GIF volvía como una evidencia, desprovisto de toda explicación. Si no fue mi primera experiencia de un meme, fue al menos la que me dio de probar el gusto por este objeto. Más tarde supe que la versión original de este GIF muestra al personaje de Vincent Vega mirando alrededor de una habitación mientras que el personaje de Mia Wallace le da indicaciones por intercomunicador.

La forma en la que recibí esta imagen es bien característica de lo que llamamos un meme. Circula solo, sin explicación, y traza de entrada una frontera entre los que entienden y los que no comprenden qué significa. Hasta ahora, pocos investigadores se han interesado por este fenómeno, que todos reconocen, sin embargo, como típico de la cultura digital contemporánea. Son varias las razones de esta escasa propensión al tema. Algunos lo archivan directamente como caso cerrado, al considerar que los memes deben ser en extremo simples para circular rápido, lo que nuestro ejemplo contradice de forma notoria. Otros añaden que, después de todo, no aportan nada nuevo. Al privilegiar el desvío, no harían más que retomar la parodia como una tradición antigua, presente en todos los momentos de la historia y en todos los medios de comunicación.

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Este libro vuelve sobre estos lugares comunes. Se dirige, por supuesto, a quienes quieren saber más sobre esta tendencia enorme de fabricación de imágenes, pero también a quienes aman los memes y quieren, como yo, poner en palabras este placer. Otro lugar común sobre los memes sugiere que son necesariamente efímeros y volátiles. Confused Travolta demuestra que no es así. Publicado el 17 de noviembre de 2012, por karmafrappuccino, usuario del sitio humorístico Imgur, es retomado tres años más tarde por otro usuario del mismo sitio, esta vez en la sección de juguetes de un supermercado, video que fue visto 2,8 millones de veces en diez días. Desde entonces, se ha convertido en un clásico, muy representativo de esta memoria nueva que es la biblioteca de memes.

¿Cómo aprehender este fenómeno? ¿Cómo encontrar un camino posible entre los millones de textos e imágenes que revisten formas tan diversas? Cuando uno se interesa y busca en distintos sitios especializados, se siente mareado. Uno de los obstáculos epistemológicos para el estudio de Internet consiste en plantear que todo lo que ocurre allí es radicalmente nuevo. En cambio, quienes ven en los memes una repetición a la enésima del desvío no están equivocados. Sin embargo, los memes aportan una nueva forma de ver. Es muy claro cuando se los compara con la parodia pictórica.

Francois Jost es semiólogo, escritor y profesor emérito de ciencias de la información y la comunicación en la Sorbona.

Estas nuevas maneras de ver se expresan en géneros que traducen muy bien nuestros sentimientos, nuestros miedos y pensamientos sobre el mundo. Para mostrar lo que nos dicen los memes y de qué son síntomas, no hay que tratarlos de manera aislada. Atrás de un meme hay con frecuencia, por no decir siempre, una réplica, una imagen o una alusión a otro que lo ha precedido y del que luego otros se inspiran. Por esta razón, multipliqué las imágenes con perspectiva de aclarar lo que llamo la vida de los memes.

Fiel al espíritu semiológico, quiero dar herramientas de análisis a todos los interesados en los memes, yendo más allá de los discursos vagos, abstractos y generales que hacen del meme un cajón de sastre, al incluir tanto hashtags como GIFs. Sin embargo, sería ilusorio considerar que se puede construir una teoría válida para todos los memes. Hay varios tipos de memes, que analizo en su diversidad formal y en la multiplicidad de sus usos. Si bien el meme lúdico y el satírico ocupan un lugar importante, también existen usos «serios», tanto positivos (incitar a combatir el Covid-19, luchar contra un dictador) como negativos (la propaganda de Trump contra Biden o las fake news).

Podría pensarse a priori que los memes están estrechamente ligados a los países donde nacen, en la medida en que requieren con frecuencia de un conocimiento de la actualidad nacional. En parte es cierto. Pero también hay memes que conquistan el mundo. Algunos son epidémicos, otros pandémicos, como podremos observar al confrontar los que han acompañado la crisis sanitaria en diferentes países como Estados Unidos y Francia.

¿Quiénes fabrican los memes? ¿De dónde salen? La mayor parte del tiempo no nos hacemos esta pregunta, como tampoco se las hacemos a los chistes. Sin embargo, uno de sus efectos más importantes es poner en peligro la idea de autor. Y en este punto, las cosas cambian muy rápido.

Los memes son bromas, sátiras, comentarios de actualidad. Expresan nuestros temores o nuestras emociones, constituyendo un lenguaje scripto-visual. En este sentido, profundizar el funcionamiento de los memes es continuar el análisis de la cultura popular a través de una de sus manifestaciones más contemporáneas. Manifestación que está lejos de desaparecer porque se basa en un gusto antiguo por la repetición y la variación.

No puedo terminar sin preguntarme por qué un académico decide interesarse por un objeto en apariencia tan trivial. ¿Deseo de comprender o placer personal? Tal vez para saberlo haya escrito este libro.

Quién es François Jost

♦ Nació en Strasbourg, Francia, en 1949.

♦ Es semiólogo y escritor.

♦ Es profesor emérito de ciencias de la información y la comunicación en la Sorbona.

♦ Escribió libros como El relato cinematográfico, Comprender la televisión, Por una ética de los medios y Dígalo con memes.

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