“Había una vez”: los secretos detrás de la fórmula más exitosa de la literatura infantil

Un recorrido sobre todo lo que la lectura hace sentir en quienes se inician en ella y quieren que cada noche les repitan la misma historia. Además, una colección de relatos clásicos de descarga gratuita a través de Bajalibros.

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1.

En la infancia, el caos debe ser algo muy parecido a esto:

Día 1: Caperucita Roja lleva una canasta de comida a la abuelita. A ambas se las engulle un lobo (para fortuna de ellas, no las digiere).

Día 2: Escapando de un lobo, tres cerditos levantan tres casas diferentes, demostrando que no vale la pena ahorrar en materiales en el rubro de la construcción.

¿Escucha, estimado lector, lectora, el crepitar de las neuronas infantiles intentando hacer conexión entre ambas historias?

¿Qué espanto de mundo es ese en el que todo cambia de un día a otro? ¿Qué pasó con la chica con la caperuza? ¿El lobo es el mismo, revivió luego de que el cazador lo cortara a la mitad? ¿Era un cerdito el que tenía los dientes tan grandes? ¿Dónde comienza y termina esta historia de dos días?

Este artículo debería contar con una advertencia:

“No intente contar, cada día, un cuento diferente a un niño”.

De eso se trata.

2.

No importa cuántas veces se haya leído el mismo relato. Los niños tienen esa mala costumbra de pedir que se los lean una vez más. El mismo, las palabras en el mismo orden. Y eso no es todo. Ese especimen de unos pocos años transmutará en policía de la oración si se cambia algo o su lector se saltea, por cansancio, una frase preferida.

Así sucede desde la primera vez que alguien leyó un relato a un crío y continuará, en cualquier formato, mientras haya historias que contar.

Esta periodista recuerda oraciones completas de los libros que sus hijos, hoy veinteañeros, pedían cada noche:

“Corría ligerito por los caminos del campo”.

“Alex quería un dinosaurio”.

“¡Las zarigüeyas muertas no se ríen!”.

Los pequeños lectores descubren las palabras a través de los libros que quieren que les lean cada noche.
Los pequeños lectores descubren las palabras a través de los libros que quieren que les lean cada noche.

Pero, sobre todo, recuerda la habitación de la infancia, la madre sentada entre su cuna ya sin barrotes y las camas de las hermanas (no había lugar para tres camas en aquel cuarto), los libros de la colección Muñequitos de la editorial Sigmar, la ilustración de la portada, un holograma que cambiaba según el ángulo desde el que se observara.

¿Qué era esa magia?

3.

“¿Quién amasará esta harina?, preguntó la gallinita”.

“La madrastra era una señora muy mala que no quería ni un poquito a los chicos”.

“Había una vez tres osos que vivían en una linda y cómoda casita en el bosque”.

La voz de la madre parecía leer solo para una. Y estaba bien, porque apropiarse de esa voz que narra es una tarea solitaria, igual que completar la historia con la imaginación que comenzamos a ejercitar, como si se tratara de un músculo.

Así es como el mundo comienza a tener sentido.

4.

Lo primero que hacemos en la infancia es buscar algún tipo de orden, tranquilidad, sentido. Hay demasiados estímulos alrededor: luces, voces, imágenes, ruidos, olores, sensaciones.

¿Hacia dónde ver? ¿En quién confiar? ¿Qué ruidos filtrar?

¿Esto me sirve? ¿Alguien se ocupa de mí? ¿Se come? ¿Por qué me duele?

Conquistar la vida debe ser la aventura más maravillosa que enfrentamos, de la cual no guardamos ningún recuerdo.

Hasta que habilitamos el lenguaje.

Como se pasa de la prehistoria a la historia gracias a la invención de la escritura, pasamos del nacimiento a la infancia gracias a la adquisición de la lengua materna. Entonces nos hacemos de la herramienta más poderosa para ordenar el caos: la palabra.

Más títulos de la colección de descarga gratuita en Bajalibros.
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¿Esto qué es? ¿Esto qué es?

Comenzamos a señalarlo todo porque necesitamos ponerle nombre a lo que nos rodea.

5.

Para eso sirven los cuentos, para ponerle palabras a algo más que los objetos cotidianos.

En el siglo XVII, en Europa, Charles Perrault inició la tradición literaria infantil con sus Cuentos de mamá oca. Lo acompañarán luego, en el olimpo de los autores para niños, Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm, por citar los autores más conocidos. Ellos escribieron, recopilaron y transmitieron a las siguientes generaciones los relatos populares y orales que se leen aún hoy.

Cuentos para niños y, sobre todo para niñas, con intenciones didácticas. Pequeños manuales morales que indicaban cómo comportarse, qué estaba permitido, dónde se hallaban los peligros.

Por supuesto, en la literatura infantil hay un truco que los buenos escritores conocen: para mantener la atención del público, los personajes y las situaciones deben ser lo suficientemente interesantes. Los niños son críticos crueles, no leen o escuchan la segunda línea de un relato si la primera no los atrapa.

Así fue como las páginas de estos libros se poblaron de magia, brujas, animales parlantes, príncipes y princesas, sapos encantados, seres mitológicos, ogros y monstruos, bondad y maldad absoluta.

El pequeño lector puede muy bien olvidarse de la moraleja y entrar a ese mundo de fantasía para disfrutar de las historias.

6.

¿Pero cuál es el truco para que un relato se convierta en clásico y se continúe leyendo siglo tras siglo? No alcanza solo con ogros y princesas. Debe haber algo más.

Lo hay.

“Había una vez” es una puerta directa a la fantasía. Todo puede suceder cuando se traspasa. Y lo que sigue es claro, fácil de comprender, sin vueltas, sin irse por las ramas, sin historias paralelas. El tiempo de la trama es lineal, hay pocos personajes y los protagonistas nunca son los mismos al llegar la palabra “Fin”. Vivirán aventuras, enfrentarán obstáculos, tendrán que luchar por lo que quieren y enfrentar a quienes se interponen en su camino. Crecerán, cambiarán, se harán más fuertes, más inteligentes, más valientes.

Buenos Aires tiene su Feria del Libro Infantil y Juvenil.
Buenos Aires tiene su Feria del Libro Infantil y Juvenil.

El verdadero mensaje de estos relatos (ni enseñanza ni moraleja) es la resiliencia. Y para lograr eso, en cada uno de los textos, se desarrollan historias, sensaciones y sentimientos universales: amor, pérdida, abandono, miedo, soledad, valentía.

Quién no estuvo allí, aún en la infancia.

7.

Buscamos algún tipo de orden en la infancia, decíamos. Tranquilidad. Aferrarnos a rutinas, rodearnos de lo conocido porque lo que desconocemos es tan amplio y variado que nos abruma. Por eso también deseamos que las palabras nos sean familiares, navegar cada día en una historia que, por repetida, nos indica que se despierta del sueño, que el sol vuelve a salir cada mañana, que los padres no desaparecen al salir del cuarto.

La misma historia aunque en verdad nunca sea la misma.

Cuando la voz del adulto inicia la lectura aparecen nuevas preguntas, detalles que no se habían tenido en cuenta. O tal vez un día el lector se siente más Caperucita y otro día, más lobo. O no se trata de la historia sino de las palabras, la confianza que genera la palabra ya escuchada a la que le sigue la misma palabra que ayer y anteayer. Algo parecido a la calma, una novedosa forma de meditación para niños, si se quiere, un orden, en fin.

8.

Y luego del orden llega el conocimiento. La maravilla de darse cuenta de que esas marcas dibujadas en el papel, esa serie de signos arbitrarios agrupados de a unos cuantos, son en verdad el código que transmite la historia. Sin darnos cuenta, al leer iniciamos a los niños en el camino de la lectoescritura. No habrá vuelta atrás.

Primero es el adulto el que va señalando con un dedo el renglón que lee. Pronto lo imitará su oyente, que sabrá en qué pagina llega tal o cual escena. Ya lo veremos buscar los libros, más adelante, hacer como que los lee aunque los tome al revés, inventar una historia en voz alta.

Es por eso que los niños a quienes se les leen cuentos durante la primera infancia, comienzan la escolaridad mucho mejor preparados para el aprendizaje que aquellos que no tuvieron esa oportunidad.

9.

Alguna vez Stephen King dijo: “Los libros son la única magia portátil”.

No se refería a los libros digitales pero qué bien que suena ahora esa frase cuando, a los libros físicos, podemos sumar una enorme cantidad de literatura en otros formatos. Tener bibliotecas enteras a mano en el celular, la tablet, la computadora.

Repetir un mismo cuento a los chicos es beneficioso para su aprendizaje (Shutterstock)
Repetir un mismo cuento a los chicos es beneficioso para su aprendizaje (Shutterstock)

Nadie puede negar el valor que tiene el libro en papel, por supuesto. Las destrezas, la motricidad que se ponen en juego para tomar el libro y dar vuelta cada página. Pero saber que tenemos a disposición de nuestros niños sus libros preferidos, es algo que todos hubiéramos necesitado cuando andábamos por la vida con bolsos llenos de libros y juguetes para enfrentar los difíciles casos de aburrimiento infantil.

10.

El día que el niño entiende que el cuento repetido cambia y no cambia al mismo tiempo, seguramente será el momento en que pedirá que le cuenten otro, uno que nunca haya oído, uno que lo lleve a nuevas costas.

“Había una vez una palabra

redonda, entera, brillante.

Adentro de la palabra estaba el mundo.

Y en el mundo estábamos nosotros,

diciéndonos palabras”.

Graciela Montes (1988)

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