“Se le vio, caminando entre fusiles / por una calle larga / salir al campo frío / aún con estrellas de la madrugada. / Mataron a Federico / cuando la luz asomaba. / El pelotón de verdugos / no osó mirarle la cara. / Todos cerraron los ojos / rezaron: ¡ni Dios te salva! / Muerto cayó Federico / sangre en la frente y plomo en las entrañas”.
Con ese poema, titulado “El crimen fue en Granada”, el célebre Antonio Machado homenajeó a Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo español más importante del siglo XX, tras ser fusilado el 18 de agosto de 1936 por las fuerzas franquistas a solo un mes del golpe de Estado que dio comienzo a la guerra civil española y llevó al poder al dictador Francisco Franco hasta su muerte en 1975.
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Al autor de Romancero gitano y Poeta en Nueva York se lo acusaba de ser “espía de los rusos, socialista, masón y homosexual”. La España a la que regresó en 1934 -después de sus largos viajes por países como Estados Unidos, Cuba y Argentina- era caótica y tumultuosa: había violencia, atentados y revoluciones. Sin duda, no era el lugar adecuado para un poeta tan delicado como social y políticamente comprometido. Aunque varios países le habían ofrecido asilo, obstinado y a sabiendas de su irremediable destino, Lorca decidió quedarse.
Dijo el poeta en una de sus últimas entrevistas antes de su asesinato: “Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política”.
Pero, más que solamente la política, Lorca no creía en ningún tipo de frontera. Sus poemas oscilaban porosamente entre la tradición folklórica española y las vanguardias del a época, en particular el surrealismo. Y, si hablamos de surrealismo, es imposible no nombrar a Salvador Dalí, de quien Lorca fue no solo amigo sino, además, amante. Pero no fue solo con compatriotas que este poeta entabló relaciones estrechas amistosas y, a veces, románticas.
Cuando era todavía un joven estudiante, convivió en la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid con figuras de la talla de Albert Einstein y Marie Curie. Y ya en la década del 30, durante su paso por Argentina, a donde había venido a raíz del éxito de la adaptación teatral de Bodas de sangre, se hizo íntimo amigo de la actriz Lola Membrives, cuya compañía estaba a cargo de la obra, así como de parte de la élite literaria de la época, como Oliverio Girondo y Norah Lange, escritora a cuya casa asistió vestido de marinero para la presentación de uno de sus libros.
Fue ahí donde conoció al gran poeta chileno Pablo Neruda, con quien mantuvo una relación estrecha (amistosa, aunque las malas lenguas dicen que Lorca quedó perdidamente enamorado después de conocerlo), que duró hasta su muerte. “¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico sin menoscabar su prestigio?”, escribió el Premio Nobel de Literatura chileno cuando ya habían pasado casi 30 años desde su fusilamiento.
Aunque fue asesinado con solo 38 años -es imposible no pensar en los infinitos caminos que su carrera podría haber tomado si, por ejemplo, hubiera vivido como su hermana menor hasta los 93-, a Lorca le bastaron poco menos de dos décadas como escritor para dejar una obra que hizo temblar los cimientos de la literatura española. En vida, llegó a publicar siete libros de poesía, once obras de teatro y el libro de viajes Impresiones y paisajes, con el que debutó en 1918.
Pero, al momento de ser fusilado, Lorca ya tenía listos dos nuevos poemarios que, por ser los más explícitamente homosexuales de su bibliografía -explícito, de todos modos, es una palabra que le queda grande a sus poemas- quedaron en un limbo. El primero, Diván del Tamarit, permaneció inédito hasta 1940. Pero el otro, Sonetos del amor oscuro (como a Lorca le gustaba llamar veladamente al amor entre hombres), no apareció hasta 1983, casi medio siglo después de su muerte, por la reticencia de su familia con respecto a su homosexualidad.
Pero el mundo, tarde o temprano, termina por acompasarse, y estos poemas dedicados a su último gran amor -el jugador del Atlético de Madrid, actor y soldado español Rafael Rodríguez Rapún- salieron a la luz para mostrar a un Lorca con un pie en las turbulentas aguas del amor y el otro en el oscuro charco estancado de la muerte.
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“¿Dónde está mi sepultura?”, le pregunta a unas palomas en “Casida de las palomas oscuras”, uno de sus últimos poemas. A 87 años de su fusilamiento, esa pregunta todavía sigue sin respuesta: su cuerpo nunca fue encontrado. Aunque se creyó por años que estaba enterrado en una fosa común anónima en el camino que va de Víznar a Alfacar, en 2009, a raíz de la ley para la recuperación de la memoria histórica aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se abrió la fosa donde supuestamente descansaban sus restos pero no encontraron nada.
“Quiero dormir un rato / un rato, un minuto, un siglo / pero que todos sepan que no he muerto”, escribe en “Gacela de la muerte oscura”. A 125 años de su nacimiento, quienes todavía volvemos a sus poemas lo sabemos: Federico García Lorca está más vivo que nunca.
Poemas de “Diván del Tamarit - Sonetos del amor oscuro”
Gacela de la muerte oscura
Quiero dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero que me repitan
que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme
de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que hay un establo de oro en mis labios;
que soy el pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
Casida de las palomas oscuras
Por las ramas del laurel
vi dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
«Vecinita», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
«Aguilitas», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.
Soneto de la guirnalda de rosas
¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
Noche de amor insomne
Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.
Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
Quién fue Federico García Lorca
♦ Nació en Granada, España, en 1938, donde fue fusilado en 1936.
♦ Es considerado el poeta y dramaturgo de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX.
♦ Escribió libros como Romancero gitano, Poeta en Nueva York, Oda a Salvador Dalí y Bodas de sangre.
♦ Formó parte de la llamada Generación del 27 junto a otros poetas como Pedro Salinas, Emilio Prados y Adriano del Valle.
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