Desconfianza, populismo e inflación: los principales argumentos del preferido de Milei para dolarizar la economía

Emilio Ocampo se sumó a La Libertad Avanza este miércoles, convocado por el pre-candidato presidencial más votado de las PASO. Es co-autor de “Dolarización, una solución para Argentina”.

El dólar, una pasión argentina. (EFE/ Rayner Peña)

“Me sumo al equipo”, tuiteó el economista Emilio Ocampo esta mañana. Y cerró su mensaje con una expresión que no dejaba ninguna duda respecto de a qué equipo se sumará. “VLLC”, decía: es la abreviatura de “¡Viva la libertad, carajo!”, el grito que pega Javier Milei, el pre-candidato presidencial más votado en las PASO de este domingo, cada vez que termina de hablarles a sus seguidores.

“Me llamó Javier Milei y me pidió que lo asesorara en los temas relacionados con la dolarización. Le respondí afirmativamente”, contó Ocampo en su cuenta de Twitter. Es, oficialmente, un integrante de La Libertad Avanza. Un integrante especializado en la dolarización de la economía que el líder libertario asegura que llevará adelante en caso de llegar a la Casa Rosada. Y lo es de la mano de un conjunto de ideas económicas que condensa el libro que co-escribió con Nicolás Cachanosky y que, editado por el sello Claridad, se titula Dolarización, una solución para Argentina.

La propuesta del libro Dolarización, una solución para Argentina (DSA) es eso, una propuesta, y por lo tanto se adentra en el campo de lo normativo. Su estilo se funda en la prescripción, en ocasiones al costo de no brindar explicaciones más profundas.

“Para terminar con el populismo”

Ocampo y Cachanosky son, digámoslo claramente, defensores y propiciadores de las ideas liberales/libertarias. Las citas permanentes a Juan Bautista Alberdi (en algunos capítulos de notable dominancia), los elogios de Alberto Benegas Lynch (h), las referencias al Centro de Estudios Macroeconómicos (CEMA) y la formación en economía austríaca de uno de los autores son las huellas que dejan explícito el sello del libro.

Ocampo confirmó este miércoles que será parte de La Libertad Avanza.

Desde luego, si algo le interesa poco a un libertario son las cuestiones de identidad nacional, y por lo tanto la invitación a dolarizar la economía no les genera el mínimo costo en términos de patriotismo, del que prescinden rápidamente con argumentos técnicos.

La apuesta de DSA es desarrollar una suerte de manual más o menos completo de la propuesta dolarizadora que suma cuatrocientas páginas y presenta una cantidad apropiada de gráficos y datos. Pero a no confundirse, el trabajo no pretende discutir la teoría y práctica del tema en general a partir de una perspectiva distante, sino más bien presentar una serie de artículos muy bien enlazados que expresan una posición clara y por momentos palmaria de los autores.

Una de las consecuencias de este estilo es una revisión bibliográfica parcial; es difícil encontrar contrapuntos en un debate que en la academia ha sido amplio, pero que en DSA alimenta un diagnóstico (y a veces una resolución) que se presenta a menudo como grabado en piedra.

Pero lo que más repercute de la lectura son las frases elegidas para reforzar la afirmación del título, cuya elocuencia exuda una dosis de infalibilidad. La dolarización, se atestigua, es la única alternativa a “la muerte de los mil cortes”, es como un bypass gástrico al que recurren las personas obesas para bajar de peso de manera sostenida, y equivale a “quemar las naves” como hizo Hernán Cortés.

"Dolarización, una solución para Argentina" (de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky)

Las imágenes se suceden sin descanso: “Argentina representaba en 1945 ‘la ola del futuro’, nos comparábamos con las potencias y hoy lo hacemos con Sudán, Venezuela y Zimbabue”…”la inflación es un genocidio económico, es una utopía suponer que nuestra dirigencia política actual puede ofrecer confianza para respaldar un pedazo de papel llamado peso”.

Este estilo impresionista que dibuja una pintura caótica de la economía argentina rara vez da lugar a posiciones críticas a la propuesta de dolarización. Lo que se hace, en cambio, es impugnar algunos de los reparos teóricos específicos de quienes desconfían de las ventajas de adoptar una moneda ajena.

Pero estas respuestas lucen algo forzadas, porque en más de un pasaje los autores reconocen que la dolarización es la solución “menos mala” que tienen a mano. Más aún, la dolarización aparece como una estrategia derivada; es la única alternativa para detener el avance del populismo económico representado por gobiernos que, por decirlo mal y pronto, no pueden dejar de gastar malévolamente el dinero público.

Tras una introducción que resume con efectividad lo dicho en el libro, DSA se aboca en la primera sección a contar la dramática historia de la inflación argentina desde 1810 al presente. Aquí hay información histórica valiosa, pero el objetivo sigue siendo seleccionar los hechos que permiten demostrar que la inestabilidad es el resultado elemental del surgimiento del populismo, con el peronismo como el protagonista central de esta historia.

La sección segunda delibera sobre las causas y los efectos de la inflación. El evangelio de Friedman aparece aquí en toda su magnitud, y hay poco lugar para considerar que la inflación no sea “en todo tiempo y lugar un fenómeno monetario”, como sostenía famosamente el economista estadounidense. A esta hipótesis se le incorpora el vector populista como catalizador natural para terminar en la catastrófica relación de Argentina con las fluctuaciones de precios.

Milton Friedman, un histórico analista de los procesos inflacionarios.

Los datos pretenden desesperar al lector, y por momentos lo logran. Y claro, la desesperación trae a colación soluciones desesperadas... ¿es posible que la dolarización sea una de ellas? Esta es la pregunta que DSA intenta contestar en la tercera sección, donde revisa las experiencias de dolarización de Panamá y Ecuador, más los casos específicos de España (que como varios países europeos renunció a su propia moneda y adoptó el euro) y de El Salvador, con su moderna pero arriesgada apuesta de establecer el bitcoin como dinero nacional.

Pese a que DSA hace un esfuerzo por demostrar otra cosa, lo cierto es que los países dolarizados no dan lugar a demasiada esperanza. Es evidente que se trata de economías pequeñas y abiertas con estructuras productivas muy diferentes de la de Argentina, pero este no es el principal problema.

Las comparaciones internacionales de DSA parecen concentrarse en los efectos sobre la estabilidad y el sistema bancario de la dolarización, pero es evidente que estos son medios para lograr los verdaderos objetivos, que podrían incluir el crecimiento, el desarrollo o la inclusión social (no es obvio que este último esté en la agenda de los autores). Una inspección rápida de los datos de estos países demuestra que, en términos de crecimiento o de condiciones de vida, no es posible asignar a la dolarización un poder particular.

Enfrentados a esta dificultad, los ensayistas reconocen que, para ser exitosa, la renuncia a la moneda nacional debe venir acompañada de sustanciales reformas. Esto refuerza el carácter indirecto de la dolarización, como instrumento para despojar al Estado de un rol intervencionista en nuestras vidas. El libro se completa con una defensa irrestricta de la convertibilidad en general y de Domingo Cavallo en particular, para luego presentar un blueprint -es decir, un plano detallado, casi un anteproyecto- para que Argentina adopte la moneda que ya eligió hace varias décadas, el dólar.

“Dolarización, una solución para Argentina” (fragmentos)

En 1945 reapareció en el país la inflación alta, persistente y volátil. Al año siguiente, el gobierno estatizó el Banco Central y “nacionalizó” los depósitos. A partir de entonces, la Argentina comenzó a “despegarse” del resto del mundo. Desde 1945 hasta 2021 la tasa de inflación fue 60,1% por año, una de las más altas del planeta.

Hasta mediados de la década de 1990 el país compartió esta “distinción” con vecinos como Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. En las últimas tres décadas todos ellos lograron reducir la tasa de inflación anual a menos de un dígito, mientras que Argentina se encaminó en la dirección opuesta. No es casual que el comienzo de un nuevo ciclo inflacionario haya coincidido con un brote de populismo.

"En una década tendríamos un país inimaginable para quienes nacieron antes del milenio", sostienen los autores del libro, que comparan a la Argentina con la Venezuela de Nicolás Maduro.

(…)

En este libro presentamos una propuesta concreta (…) que para simplificar denominamos “dolarización”. Es mucho más que eso. La reforma que proponemos se asienta sobre tres pilares: 1) la adopción unilateral del dólar como moneda de curso legal, la libre circulación de monedas convertibles y la libre movilidad de capitales, 2) una profunda reforma del sistema bancario que ponga los ahorros de los argentinos fuera del alcance del poder político, 3) la firma de tratados de libre comercio con la Unión Europea y otros bloques comerciales.

Estas son las tres reformas “madre” que impondrán la necesidad de avanzar con las reformas de segunda generación. Proponemos reemplazar el sistema corporativista, clientelista y proteccionista que funciona desde hace al menos setenta años por una economía competitiva, abierta e integrada al mundo. Semejante cambio de régimen no es posible si la dolarización no es acompañada por otras reformas estructurales e institucionales.

Tal como lo ha señalado un reconocido economista, más utópico que una dolarización oficial es creer “que nuestra dirigencia política actual puede ofrecer confianza para respaldar un pedazo de papel llamado peso”. Es decir, creer que es posible salir de este callejón sin salida avanzando en la misma dirección que hasta ahora. Hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos es una señal de locura.

La cuestión es si una parte importante de la dirigencia –políticos, empresarios, líderes sindicales y formadores de opinión– está dispuesta a liderar un cambio de régimen y a asumir los riesgos que conlleva su implementación. Todo indica que estamos acercándonos a una nueva disyuntiva histórica, una de tantas que se nos han presentado en los últimos setenta años.

Como en el pasado, se abrirán dos caminos: una reforma profunda como la que proponemos o “la muerte de los mil cortes”, es decir, una decadencia gradual que en pocos años nos acercará a niveles de pobreza, desigualdad, emigración y destrucción económica similares a los que hoy exhibe Venezuela. En una década tendríamos un país inimaginable para quienes nacieron antes del milenio.

Quiénes son los autores

Emilio Ocampo es profesor de Finanzas e Historia Económica en la Universidad del CEMA (UCEMA). Ha sido profesor adjunto en la Universidad de Nueva York y miembro del Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos en Washington, D.C. Es autor y/o co-editor de diez libros de historia y economía.

Nicolás Cachanosky es economista y Ph.D. por la Suffolk University. Es profesor de la Universidad de Denver, ha publicado sus artículos académicos en la Universidad de Cambridge así como por el Review of Financial Economics, entre otras instituciones. Actualmente es Presidente de la Association of Private Enterprise Education.

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