Si de lo que se trata es de hablar de nuevas voces, de dejar de lado un poco los nombres de siempre, los que se llevan por delante todos los reflectores, y prestarle atención a aquellos escritores y escritoras que, por lo bajo, vienen haciendo un buen camino en las letras, hablemos de Montserrat Martorell Colón.
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Más que una escritora a la que debe leerse de manera obligada y conocer hasta el último de sus relatos, es una de las más interesantes voces de la literatura chilena contemporánea.
Si en su momento nombres como los de Alejandra Costamagna, Alia Trabucco Zerán o Lina Meruane nos hicieron prestar un poco más de atención hacia este lado del continente, ahora lo hacen autoras como Constanza Gutiérrez, Arelis Uribe, Paulina Flores y, sí, Montserrat Martorell.
No es necesario que haya hecho parte de antología alguna, ni que la hayan premiado internacionalmente o que se hayan fijado en ella los grandes grupos editoriales, su trabajo se valida a sí mismo desde hace mucho.
A los 24 años publicó su primera novela, después de haber pasado un tiempo en Madrid, y desde entonces no ha parado de escribir, alternando el oficio con su ejercicio periodístico y docente.
Hija del periodista Francisco Martorell, ha publicado ya tres novelas: La última ceniza (editada en Chile, Colombia y Argentina), Antes del después y Empezar a olvidarte (editada en Ecuador). Con la primera consiguió el Premio Lector en 2017, y es, hasta la fecha, su obra más destacada.
Narra la historia de Conrado, un hombre solitario, obsesionado y lastimado por la confesión de una verdad familiar, que toma decisiones que cambian su vida y la de su vecina Alfonsina, con quien convive en el mismo edificio, una mujer que se enfrenta a los demonios de su pasado e intenta lidiar con una verdad que no esperaba.
La última ceniza es una novela que se adentra en el laberinto del amor y el aislamiento, y consigue retratar con precisión lo convulsa y peligrosa que puede llegar a ser la misoginia. “Esta es una historia que narra cómo los fracasos en los amores pasados impactan en el presente y cómo muestran aún heridas que impactan en el futuro”.
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La prosa de Martorell en este libro se destaca por la exquisitez y meticulosidad con que logra un flujo vertiginoso en los distintos pasajes que componen la novela. Alguna vez lo dije, detenerse resulta imposible. Las reflexiones que hace sobre la violencia silente, la mirada a los retazos de la infancia y la atención a las huellas dejadas por quienes adquieren importancia en nuestras vidas, emergen como revelaciones profundamente significativas.
En Antes del después, nos adentramos en la historia de Olimpia, una joven estudiante de literatura que desvela un enigma que dejará una impronta indeleble en el destino de su familia. Envuelta en las sombras de la bipolaridad y atormentada por los recuerdos de su niñez, la protagonista de esta novela navega por los confines del tiempo, persiguiendo los vestigios más recientes de la dictadura en Chile.
En esta exploración profundamente personal de la subjetividad, la joven presenciará cómo las tensiones emergen, cómo las explosiones son inevitables y cómo los lazos en su entorno social y su núcleo familiar adquieren nuevos significados y matices.
Finalmente, al interior de Empezar a olvidarte nos encontramos con una historia narrada por una voz masculina que hace preguntas, recuerda y se lamenta, que reflexiona y se deja llevar por los artilugios de la escritura. Porque este es un libro que habla sobre el dolor de la escritura, del acto de escribir, que “pone a la luz el revés más audaz de cualquier anecdotario”.
La historia va del encuentro de un hombre con su propia muerte. Se habla a sí mismo, como asistiéndose en el acto de prepararse para el último minuto. “Tenía treinta y siete años el día que me morí. No me importaba la muerte. No era un tema, menos una energía que pisara mi sombra. Quizás, como para todos, significaba una promesa rota, el anhelo, la luna morada, la casa en el árbol. Si me preguntaron alguna vez si iba a tener una vida corta o larga, no me preocupé. Tenía un abuelo que había muerto con 62. Otro que tenía 96. ¿Acaso puedo sacar una estadística de cuánto voy a vivir a partir de las edades de los otros?”
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Ahora que ha pasado un tiempo, y sus libros comienzan a llegar cada vez a más lectores, Montserrat Martorell trabaja en su cuarta novela. No puede haber mejor noticia para las letras chilenas que esa, porque una vez más la autora se dejará la piel en la ficción y nos deleitará con su particular universo narrativo, tan lleno de lirismo y visiones profundas sobre la feminidad y el destino del arte.
Una obra como esta, y una autora como ella, no pueden dejarse pasar porque sí. Más allá del hecho de que he tenido la fortuna de editarle alguna vez, Montserrat Martorell es una de esas escritoras que consigue sujetarte del pecho para increparte y luego exigir que le aplaudas al cierre. Así de tenaz es su narrativa, y eso es algo que muy pocas autoras consiguen.
Y si de descubrimientos hablamos, y de paralelismos y hermandades, entonces una voz como la suya puede leerse a la par de autoras latinoamericanas como la peruana María José Caro, la ecuatoriana Natalia García Freire, o la colombiana Lorena Salazar Masso. Todas voces estrictamente contemporáneas, que si bien no escriben de los mismos temas ni se encuentran en estilo o inquietudes, comparten la particularidad de desafiar con su estética el momento presente de sus propias narrativas.
Entonces, si de lo que se trata es de hablar de estas nuevas voces, no puedo no recomendar a Montserrat Martorell Colón. El resto se los dejo a ustedes.
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