Cuando Salman Rushdie publicó por primera vez Los versos satánicos, en 1988 ―que llegó al español un año después―, el mundo era distinto. Entre las tensiones de la Guerra Fría, el terrorismo mundial, el fanatismo religioso, los intentos de magnicidios, las guerras, la aparición del virus del HIV-SIDA, el desastre nuclear de Chernobyl, el asesinato de Indira Ghandi en India, la histórica caída del muro de Berlín, la década del 80 estuvo signada por grandes convulsiones y contrastes. Algo late en las entrañas y el resabio de la época persiste.
Sí, el mundo era distinto, pero el miedo es el mismo y palpita, vive, crece hasta que empuja y se hace ver. Hace un año, mientras Rushdie se preparaba para dar una conferencia en Chautauqua, en el estado de Nueva York, Hadi Matar, un joven de 24 años de Nueva Jersey, afilaba un cuchillo en el sótano de su casa. El 12 de agosto de 2022, cuando Matar apuñaló a Rushdie, fue el día en que volvimos a 1988.
Cuando parecía que había quedado fuera de registro -aunque aún vigente- la fatwa emitida por el ayatolá Ruhollah Komeini de la República Islámica de Irán, ordenando a los musulmanes el asesinato del escritor británico nacido en India, el atentado que sufrió el prestigioso autor volvió a poner sobre el tapete la libertad de expresión, que la condena a muerte acecha, la tensión entre la alegoría y la literalidad y también algunas preguntas.
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¿Cuál es el impacto en la escena geopolítica que tiene la ficción hoy? ¿Llegarían a condenar a muerte a un escritor sólo por el contenido de su libro? ¿Es hoy la ficción un espacio de contienda política? ¿De libertad? ¿Cómo lidia la ficción con la cancelación ideológica y moral? ¿Qué ilusiones pone la época en su arte? Las condiciones de producción en las que Rushdie escribió su cuarta novela son distintas a las de nuestros días. ¿Es posible pensar su literatura por fuera de esto? De nuevo, el mundo era distinto cuando se publicó Los versos satánicos.
Un veredicto (casi) fatal
La irrupción en el panorama editorial de Los versos satánicos desencadenó un escenario brutal. Rushdie debía tener miedo: pedían 3 millones de dólares por su cabeza para cualquiera que lo matara. También hubo protestas, prohibiciones en India, Pakistán o Sudáfrica, quema de ejemplares y rupturas diplomáticas de países occidentales con Irán. Y más: asesinatos, apuñalamientos, ataques y persecuciones. Un libro de ficción considerado blasfemo también hacía mover los hilos de la geopolítica.
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Para 2022 la vida de Rushdie era distinta a la de los primeros tiempos tras el dictado de la fatwa. Habían quedado atrás el seudónimo de Joseph Anton, la custodia de Scotland Yard, los operativos de seguridad cuando Rushdie declaró que dejaría de vivir oculto y que estaba arrepentido de haber llegado a afirmar ser musulmán practicante para tranquilizar los ánimos cuando, en realidad, no cree en el Islam ni en la religión. El mundo era distinto. O no.
El atentado contra el autor de Hijos de la medianoche y La encantadora de Florencia en la Chautauqua Institution conmocionó al mundo y volvimos a una época que creíamos olvidada. Tres heridas graves en el cuello, una mano incapacitada con los nervios del brazo cortados, 15 heridas en el pecho y en el torso y la pérdida de un ojo dieron un mensaje claro: el libro que escribió Rushdie metía el dedo en la llaga de los fanatismos religiosos. Y la herida no se había olvidado aunque descansara en un silencio agazapado.
Un año después del terror
Las palabras de Rushdie en Los versos satánicos habían traspasado fronteras y desatado una tormenta política y religiosa. Aunque el régimen de Irán hace tiempo que se distanció del decreto de Jomeini, el sentimiento anti-Rushdie persiste alentado por Teherán. Hadi Matar lo sabía cuando se abalanzó sobre el escritor en el escenario, lo golpeó y apuñaló para asesinarlo. Peso Rushdie brevivió.
La recuperación de Rushdie fue lenta. En febrero de este año, con motivo del lanzamiento de su última novela, Ciudad victoria, el escritor indio declaró al semanario The New Yorker que tenía muchos problemas y sufría estrés postraumático. También posteó la primera imagen después del ataque en Twitter: mira de frente a la cámara, en primer plano. Se lo ve más delgado, pero lo que más impacta es que el cristal derecho de sus anteojos es oscuro y opaco.
En su primera aparición pública tras el ataque, en mayo de este año, proclamó: “El terrorismo no debe aterrorizarnos. La violencia no debe disuadirnos. La lucha continúa”. Lo hizo en la ceremonia en la que recibió un premio honorífico de la organización pro libertad de expresión y de PEN América. También recibió el galardón “Libertad para Publicar” en la ceremonia de los British Book Awards, en la que apareció mediante un video de cuatro minutos. “Vivimos en un momento, creo, en el que la libertad de expresión, la libertad de publicar, no ha estado tan amenazada en mi vida en los países de Occidente”, dijo en esa ocasión.
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¿Publicarían hoy por primera vez los editores si recibieran el manuscrito de Los versos satánicos? El tema es delicado. Malas noticias: hay silencio cuando se pregunta por el tema. Y se plantea otro dilema, ¿alguien escribiría un libro así? El mundo era distinto.
Mientras, el juicio contra su atacante comenzaría en principio el año próximo. ¿La pena estimada? Unos veintincinco años de cárcel por intento de asesinato en segundo grado, más otros siete años por apuñalar a Henry Reese, otro escritor que trató de impedirle su ataque a Rushdie, y probablemente le salvó así la vida.
En junio, Rushdie reveló que está escribiendo un libro sobre lo que le sucedió. “Será un libro relativamente corto, un par de cientos de páginas”. El mes pasado brindó una entrevista a la BBC en la que se refirió a las secuelas de la agresión y profundizó en que tenía “sueños locos” desde el ataque en Nueva York.
Desde la Feria de Frankfurt anunciaron que el 22 de octubre el escritor anglo-indio será reconocido otorgándole el Premio de la Paz de los Libreros y Editores Alemanes por “su carácter indomable, su afirmación de la vida y por enriquecer el mundo con su alegría de contar historias”. ¿Se puede pensar a Rushdie y su literatura por fuera de la época en la que emerge? ¿Qué dice la literatura actual de nuestra época?
Tanto en Conceptos de sociología literaria como en Literatura/Sociedad, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo indagan en cómo la literatura de ficción dialoga con el contexto histórico inmediato a la vez que hace pensables otras formas de entramado social. Así, la literatura recoge los sentidos y los imaginarios de una época. También puede intervenir en el escenario real más cercano proponiendo nuevas sensibilidades.
A un año del ataque que a Rushdie casi le cuesta la vida, no solo podemos decir que el mundo es distinto. Como propone Roland Barthes en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura, la literatura puede transformar los modos de leer y la forma en que se comprende el mundo “levantando la cabeza”. El mundo puede ser distinto.
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