Una lujosa casa en Nueva York recibió a Edith Wharton el 24 de enero de 1862 en el seno de una familia acomodada con una importante fortuna inmobiliaria; sin embargo, esto no impidió que en su corazón se alojara un espíritu libertario que sería visible años después.
La fuerza con la que captó la esencia humana en situaciones complejas fue uno de los aspectos que permitió que se convirtiera en una escritora potente con una narrativa llamativa alejada de la convencional que la llevó a ser una figura destacada de la literatura del siglo XX.
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La educación privada le permitió profundizar en áreas de interés; en su caso, la literatura aunque también desarrolló una gran pasión por la arquitectura y la cultura europea, lo que la llevó a cruzar el Atlántico en cerca de 66 ocasiones.
A pesar de su posición privilegiada, las penas emocionales también llegaron a su vida. Una de ellas tuvo lugar cuando se casó con Edward Robbins, en el año 1885. Las numerosas infidelidades públicas de su esposo afectaron su estado emocional y físico llevándola al divorcio en 1913, un hecho que causó un punto de inflexión en su vida, además de otras relaciones amorosas complejas que vinieron a partir de entonces.
“La vejez no existe, solo existe la pena”.
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Su camino en la literatura
La independencia económica de la que gozó Wharton le permitió, entre otras cosas, producir un gran número de novelas, relatos y poemas que pudo publicar. Su novela La casa de la alegría satirizó la aristocracia financiera de Nueva York de la que ella también formaba parte.
“La casa de la alegría”
Es considerada una novela de costumbres, en la que Wharton narra la historia de Lily Bart, una mujer soltera de 29 años que pertenece a la clase alta de la sociedad neoyorkina, que busca estabilidad económica y social de forma desesperada mientras deja ir numerosas oportunidades. En su búsqueda conoce a Selden, un abogado de escasos recursos, de quien niega estar enamorada, porque podría interrumpir su objetivo de encontrar a un hombre adinerado para hacer su vida.
Luego llegó Santuario. Su segunda novela marcó un antes y un después, reflejando un toque irónico relacionado con el humor que usualmente apareció en sus otras obras como Ethan Frome, La piedra de toque, El valle de la decisión, El fruto del árbol, Madame de Treymes, El arrecife, entre otras.
Su vida en este prestigioso círculo social le permitió a la escritora realizar descripciones verídicas de prácticas rituales y costumbres poco conocidas que demostraban cómo funcionaban estas relaciones en ese entorno. Así, gracias a su conocimiento personal, sus escritos tenían un toque distinto que se burlaba de todo lo que sucedía.
Uno de los momentos más importantes de su carrera tuvo lugar en el año 1920, cuando La edad de la inocencia le permitió obtener el Premio Pulitzer. Más tarde continuó con una importante producción de obras que incluso publicó en varios idiomas. Además, recibió el doctorado honorario de la Universidad de Yale, convirtiéndose en la primera mujer en recibir este reconocimiento.
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“El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos”.
Su influencia se extendió más allá del mundo de las letras, pues también fue una importante paisajista y asesora de estilo. A esto se sumaron amistades con referentes de la época, entre quienes se encontraban Henry James, Francis Scott Fitzgerald y Theodore Roosevelt.
Edith Wharton escribió hasta el fin de sus días en agosto de 1937. Su último libro fue una novela llamada Las bucaneras, el cual quedó en manos de la escritora Marion Mainwaring para su terminación y fue publicada tras su fallecimiento.
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