“Golondrinas de un solo verano/ Con ansias constantes de cielos lejanos/ Alma criolla, errante y viajera / Querer detenerla es una quimera…”
¿A qué viene esta estrofa de un tango de Gardel? A que voy a hablar de una primera novela formidable de un autor francés, que le permitió ganar (a los 38 años de edad, en 2010) el premio Goncourt, insignificante en cuanto al dinero que otorga, pero que reporta ventas escalofriantes en Francia. Y, luego de ese acierto fenomenal, publicó varios libros que no alcanzaron ese nivel. Por lo menos, los únicos otros dos traducidos al castellano y que he leído.
¿Estamos ante un nuevo episodio de El burro flautista, el protagonista de la fábula de Tomás de Iriarte en la que el animal encuentra una flauta, la sopla casualmente y emite música, sin por eso ser artista? (Hay una versión del mismo tema, mucho más sofisticada, en un minicuento de Augusto Monterroso).
Sería muy injusto afirmar eso de Laurent Binet. Posteriormente, en 2016, publicó La séptima función del lenguaje, que narra en clave paródica el asesinato de Roland Barthes en lo que parece un accidente de tránsito, con intrincadas referencias a la semiología, la lingüística y la filosofía, una idea ingeniosa, que no lo descalifica como escritor, pero que resulta bastante aburrida. Y Civilizaciones, de 2019, una ucronía en la que trata de imaginar cómo hubiera sido el devenir histórico si los incas hubieran conquistado Europa. En esa obra narra la imaginaria visita de Atahualpa en 1531 a la corte del emperador Carlos V, en un texto forzado y poco convincente.
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Esas dos novelas están muy lejos del atractivo que tuvo para mí y para muchos HHhH, publicada por Seix Barral en 2011. Ese título es un acrónimo de Himmlers Hirn heißt Heydrich, en alemán, “el cerebro de Himmler se llama Heydrich”. Heydrich fue uno de los artífices del Holocausto y Hitler lo puso a cargo del Protectorado sobre Bohemia y Moravia, los Estados que luego constituyeron Checoslovaquia. Se lo conoció como “el Verdugo” o “el Carnicero de Praga”, lo que no deja lugar a dudas sobre sus métodos de gobierno.
Como señala un comentario sin firma en la página de la editorial, HHhH cuenta “uno de los más bellos y emocionantes episodios de la Segunda Guerra Mundial, y, muy posiblemente, de la historia de la humanidad. Dos miembros de la Resistencia aterrizan en paracaídas en Praga con la misión de asesinar a Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo y cerebro de la solución final. Delatados por un traidor y acorralados por setecientos hombres de la SS, se suicidan”. El atentado es organizado en Londres por la Resistencia checa y fracasa en un primer momento, aunque poco tiempo después Heydrich muere a causa de una septicemia provocada por las heridas recibidas.
¿Estoy cometiendo spoiler? No, porque los hechos que se narran son históricos. Y porque lo central en esta obra es el estilo del relato, que se adentra en el pensamiento de los dos héroes que deberán concretar el atentado. Eso es lo que tiene de fresco e innovador este texto. Por lo general, cuando un escritor reproduce diálogos imaginarios o el monólogo interior de sus personajes, se percibe un hálito de falsedad. Pero eso no sucede en esta novela, en la que el lector se ve envuelto en el torbellino de la organización y concreción del atentado.
Otra innovación estilística importante es que el autor reflexiona “en voz alta” acerca de cómo está contando esta historia y en si podría contarla de otra manera. Eso provoca un efecto de “distanciamiento” como pretendía Brecht que tuviera su teatro, al señalar a cada momento que se trata de literatura.
El libro se lee como si se mirara una película y, efectivamente, fue llevada al cine con el título de El hombre del corazón de hierro, una producción franco-belga, dirigida por Cédric Jiménez.
Hay muchos otros casos de escritores y escritoras de one-shot-only. El que me viene a la memoria en este momento es el de Meylis de Kerangal, una escritora francesa que en sus trabajos posteriores nunca logró alcanzar las grandes virtudes de Reparar a los vivos, una novela que reseñé hace mucho tiempo en esta columna. Y eso no implica que Binet y ella hayan tocado la flauta “por casualidad”.
“HHhH” (Fragmento)
Gabčík, como se llama, es un personaje que ha existido de verdad. ¿Acaso ha oído de fuera, tras los postigos de un piso a oscuras, donde está solo y tumbado encima de un estrecho jergón, acaso ha escuchado el chirrido tan familiar de los tranvías de Praga? Quiero creer que sí. Como conozco bien Praga, no me es difícil imaginar el número del tranvía (aunque tal vez haya cambiado), ni su itinerario, ni siquiera el lugar desde el que, tras los postigos cerrados, Gabčík, en la cama, espera, piensa y escucha.
Estamos en Praga, en la esquina de Vyšehradska con Trojička. El tranvía número 18 (o el 22) se ha detenido delante del Jardín Botánico. Estamos concretamente en 1942. En El libro de la risa y el olvido, Kundera deja entender que le da un poco de vergüenza tener que ponerle nombre a sus personajes, y aunque esa vergüenza apenas sea perceptible en sus novelas, en las que abundan los Tomas, las Tamina y muchas Tereza, es obvia la intuición de una evidencia: ¿hay algo más vulgar que atribuir de modo arbitrario, con la pueril intención de lograr un efecto de realidad o, en el mejor de los casos, sencillamente de comodidad, un nombre inventado a un personaje inventado?
Aunque, en mi opinión, Kundera debería haber ido más lejos: ¿hay algo más vulgar, en realidad, que un personaje inventado?
Este Gabčík ha existido de verdad, y por difícil que parezca respondía a ese nombre (aunque no siempre). Su historia es igualmente tan verdadera como excepcional. Tanto él como sus camaradas son, a mi modo de ver, los autores de uno de los mayores actos de resistencia de la historia humana, e, incontestablemente, del mayor hecho de resistencia de la Segunda Guerra Mundial.
Hace mucho tiempo que deseaba rendirle un homenaje. Hace mucho tiempo que lo veo a él, tumbado en esa pequeña habitación que tiene los postigos cerrados y la ventana abierta, atento al chirrido del tranvía que se detiene delante del Jardín Botánico (¿en qué sentido? No lo sé).
Quién es Laurent Binet
♦ Nació en París en 1972.
♦ Es profesor en la Universidad de París III.
♦ Su primera novela, HHhH (Seix Barral, 2011), fue galardonada con el premio Goncourt de Primera Novela, el Premio de los lectores de Livre de Poche y le valió el Premio al autor revelación de Lire.
♦ También es autor de Civilizaciónes y La séptima función del lenguaje, que ha sido reconocida en 2015 con el Premio Interallié, el premio de Novela FNAC y el Premio de los lectores de L’Express.
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