Juan Carlos de Pablo es quizás el economista académico más entusiasta para poner a trabajar en el día a día las ideas abstractas de la teoría. Una parte de su obra se dedica a “preparar el terreno” explicando con simpleza la utilidad del pensamiento de los economistas del mundo de todas las épocas. El resto de sus libros pone “manos a la obra” y aplica varias de estas ideas a circunstancias concretas. Su actitud refleja con contundencia la famosa frase de Keynes que decía que las ideas de los economistas teóricos son más poderosas de lo que normalmente se cree.
Su libro número 55 (sí, leyó bien) es Argentina 2024-2027: El desafío económico del próximo gobierno, una obra que como su título indica constituye un saludable ejercicio de anticipación de los problemas que le esperan a la próxima gestión. Su promesa consiste entonces en explicar cómo atender algunos de ellos mediante principios basados en las experiencias observadas en el país y en el mundo, y cuyo análisis debe respetar el raciocinio, la cordura y la prudencia.
La marca registrada del estilo divulgativo de Juan Carlos de Pablo, presentar sus puntos bajo la consigna de que derivan del sentido común. Lo que no debe confundirse con los lugares comunes. Todo lo que escribe es interesante, relevante y debatible. Es imposible encontrar en sus trabajos una sola idea vaga, trivial o imprecisa. Y definitivamente, sus páginas se pueblan de propuestas generales y de recomendaciones específicas, algunas ya clásicas, otras novedosas.
A esta altura no vamos a descubrir la “función de utilidad” del autor. Sus escritos manifiestan una preferencia definida por los mercados libres, la apertura al mundo, y un Estado limitado. Pero esto no deriva en un análisis dogmático, y a lo largo de muchos años ha eludido ser preso de la disonancia cognitiva y leer solo aquellos autores que refrendan sus predilecciones.
Siempre ha citado con cercanía intelectual a Keynes, Kaldor, Prebisch, Diamand y muchos otros economistas que difícilmente podemos rotular de ortodoxos. De Pablo, como dijimos, ha forjado una carrera estructurando sus argumentos en torno a las ideas de los economistas más diversos, de las más diversas épocas, las más diversas gestiones, y las más diversas ideologías. Tiene un don para trasladar las contribuciones teóricas de casi cualquier economista (a quienes obsesiva y respetuosamente menciona con su nombre completo) al análisis y el diagnóstico de los dolores de cabeza que suelen aquejar a nuestra economía.
Los catorce capítulos que componen el libro son en su mayoría breves, independientes, cerrados y contundentes. Esto permite leerlos en cualquier orden, y en cualquier momento. Aún así, es posible distinguir cuatro partes no explicitadas. La primera (los tres primeros capítulos) es con diferencia la más jugosa, pues se ocupa de la pragmática específica, casi personal, de la gestión económica. La segunda porción (capítulos 4 a 8) reflexiona sobre los dilemas de política que seguramente deberá enfrentar el próximo gobierno.
Entre el capítulo 9 y el 13, De Pablo reflexiona sobre los problemas económicos “estructurales” que arrastra nuestro país desde hace varias décadas. En su camino de menor a mayor generalidad, el capítulo final se dedica a deliberaciones sobre los 40 años de democracia, basadas en publicaciones anteriores, pero que este libro actualiza.
Los primeros capítulos nos enfrentan con el Juan Carlos de Pablo más actual. Pocos economistas argentinos se han concentrado tanto en los aspectos específicos de la relación entre la política y la economía. El autor focaliza aún más, y discute la relación entre el Presidente y el Ministro de Economía. Spoiler: se trata de una relación difícil.
Esta parte del libro pasea por los vericuetos de la relación política-economía con la comodidad de quien seguramente transitó los pasillos del poder por décadas, con llegada directa a los actores involucrados. Varias veces se referencia el libro de Juan Carlos Torre, cuyo trabajo sobre estas cuestiones está ceñido a un período y un grupo de actores acotado.
Este otro Juan Carlos logra extraer en pocos párrafos lo esencial de las enseñanzas de Torre, y extrapolarlas a nuestra época y a nuestra circunstancia. Una de las conclusiones más importantes de esta parte, de la que su experiencia personal lo convence, es que pese a que los candidatos lo nieguen, las preocupaciones y las disputas que aparecerán en el ejercicio del poder y de la política económica son predecibles, porque se vienen repitiendo hace rato.
El segundo grupo de capítulos, dedicado a aspectos más generales de la política económica, también contiene enseñanzas. Se presentan con acierto las tensiones que ha estudiado la teoría, y también las dificultades que entrañan las políticas concretas, incluyendo los problemas prácticos y el rol del azar, que toma la forma de cambios inesperados en la situación internacional.
El hilo conductor se basa en las dificultades de llevar adelante las políticas de austeridad. Es la tirantez obvia entre el político que debe congraciarse en el corto plazo con su electorado, y el ministro técnico que, si hace bien las cosas, debería ser quien frene a tiempo las ambiciones desmedidas de su empleador. En este sentido, el texto parece basarse en una asimetría, pero así son las cosas: simplemente no hay conflicto cuando se trata de gastar más.
Uno de los desarrollos más importantes de la teoría en las últimas décadas es el fenómeno de la “credibilidad”, que parte del supuesto razonable de que las decisiones públicas interaccionan en un ida y vuelta con las privadas. El sector privado no se adapta pasivamente a la agenda gubernamental, sino que trata de anticipar sus consecuencias, y también las posibles movidas futuras.
En este juego de ajedrez las políticas creíbles, que son aquellas que se perciben como permanentes y defendibles, funcionan muy distinto (a veces incluso de manera opuesta) a las no creíbles. Una reforma laboral que se percibe duradera podría estimular el empleo en el mediano plazo, pero si se entiende como transitoria y reversible, entonces los empresarios aprovecharán su vigencia para despedir a los empleados “problemáticos”. De Pablo establece algunas directrices para lidiar con el desafío de la credibilidad, dando a entender que la tarea está lejos de ser trivial.
Otro aspecto de la agenda económica que atraviesa el libro, de máxima relevancia para estos tiempos, tiene que ver con la relación de los argentinos con el dólar. Tras explicar los orígenes racionales de nuestra “obsesión” por los dólares el autor descarta, aunque sin demasiada contundencia, la alternativa de la dolarización total de la economía (cuya propuesta presenta como “compulsiva”). Lo que sí deja definitivamente en claro es que un “lavado de cerebros” puramente retórico destinado a pesificar la economía es una idea que no llegará demasiado lejos.
En términos generales, el libro atrapa por la frescura literaria a la que nos tiene acostumbrados el autor. Suele aparecer el humor, o al menos la ausencia de solemnidad, como él mismo suele denominar a su forma de expresarse. Por ejemplo el capítulo 11, supuestamente destinado a discutir sesudamente los pro y los contra del gradualismo frente a la política de shock, comienza con una frase de una sola palabra: shock. Aunque luego matiza esta conclusión tan categórica, es claro que en ciertos temas su posición no admite medias tintas.
Además, el libro está repleto de saltos que traen pensamientos laterales, curiosidades varias, y recomendaciones de los comentaristas y revisores, lo que se anuncia bajo el nombre de “disgresiones”. En general, esto no afecta el flujo de lectura porque las nociones originales se desarrollan con llaneza y espontaneidad. En varios pasajes se observa además un registro de las contribuciones anteriores del autor, que ha volcado su perspectiva en el estudio de casi todas las experiencias económicas que vivió el país.
Pese al respeto que induce su reputación y experiencia, Juan Carlos de Pablo entiende que a veces hay que reconocer cierta “ignorancia racional”. No se trata de desconocer lo que se debería saber, sino de advertir honesta y lúcidamente sobre lo que no se sabe ni se puede saber. “¿Por qué subió el dólar, De Pablo? No lo sé porque no hablé con los involucrados, aunque podría darte una lista de razones”, responde.
No hace falta agregar que muchos analistas aprovecharían esta lista ilimitada para formular su propia visión de los hechos, sin una segunda reflexión. El autor desconfía además de quienes se creen expertos en los “grandes temas”, y señala que a la hora de aplicar políticas concretas son más útiles los conocimientos específicos que las posiciones totalizadoras.
Si bien el contenido se entiende, el libro contiene algunas imperfecciones. Se repiten títulos, por momentos frases enteras, y también algunos ejemplos, lo que sugiere que algunas partes se recopilaron con el objetivo de una publicación apresurada. Los pocos cuadros presentados son demasiado largos y poco amables a la lectura, y los gráficos ilustrativos no abundan. La bibliografía elegida es apropiada y está bien citada, pero es posible que amerite alguna actualización.
Con todo, Argentina 2024-2027 es un De Pablo auténtico, y como tal merece una lectura atenta y profunda. Sus consejos son concretos y pertinentes, y sus explicaciones son lo suficientemente transparentes como para promover un debate concreto. Da la sensación de que con el tiempo su perspectiva en varios temas parece haberse ensanchado, reflejando la acción del pensamiento crítico, quizás incluso autocrítico. Esta sensación trasunta el tema principal de este libro, que es el reconocimiento de las dificultades involucradas en la consecución de las tareas que tiene a cargo el ministro de Economía, cualquiera sea su posición política. Si bien se trata de un libro para todos, la esperanza del autor es que lo lean con atención los candidatos a ocupar esa silla.
“Argentina 2024-2027″ (fragmentos)
¿Cómo puede alguien, en su sano juicio, querer competir en las elecciones que tendrán lugar en algún momento del segundo semestre de 2023, arriesgarse a tener la mala suerte de… ¡ganarlas! y, por consiguiente, de tener que asumir una función ejecutiva, como la de Presidente de la Nación, gobernador o intendente, a partir del 10 de diciembre de este año?
Esta es una pregunta equivocada porque ignora que el ejercicio práctico del poder, para algunos seres humanos, es una pasión. Como en política no hay incentivos para mostrar las cartas, hasta que no haya más remedio, recién a mediados de 2023 conoceremos los candidatos pero me atrevo a pronosticar que no van a faltar.
Este capítulo conjetura sobre lo que cabe esperar que vaya a encontrar quien asuma la primera magistratura. Una conjetura no numérica -¿a cuánto va a estar el dólar a fines del año que viene?-, sino más bien un listado de cuestiones sobre las cuales tendrá que fijar posición para arrancar su gestión de la mejor manera posible.
Toda imaginación es limitada, y la mía también. Por lo tanto, los desafíos que enfrente el próximo presidente de la Nación, probablemente serán mayores que lo que sugieren estas líneas. Esto no debe paralizar las energías, sino focalizarlas.
Si bien la distinción no es 100% nítida, resulta útil dividir el contenido de este capítulo entre algunas dudas y certezas todas planteadas a comienzos de 2022.
(…)
Vuelvo al comienzo del capítulo. Para las elecciones del segundo semestre de 2023 candidatos no van a faltar y alguien tendrá la “mala suerte” de ganar. A la luz de los enormes desafíos que deberá enfrentar merece que le demos el beneficio de la duda.
Quién es Juan Carlos de Pablo
♦ Nació en 1943. Es economista.
♦ Se formó en la UCA y juego continuó sus estudios en Harvard.
♦ Entre sus libros se cuentan 200 años de economía argentina, Política económica para decidir en tiempos difíciles y Economía seria pero no solemne.
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