“Busco y encuentro escritores maravillosos, así como mucha porquería. Internet tiene de todo. Hay mucha gente que no mide lo que publica y manda cualquier cosa. Tengo un blog donde publico poetas en general de todas las naciones, edades y movimientos culturales y poéticos. No subo solamente poesía, pongo música, cine… lo que se me canta. Trato de difundir lo que a mí me interesa”. La que habla es Irene Gruss, lo hace ahora, todavía, aunque haya muerto el 25 de diciembre de 2018. La trae a través del tiempo el poeta y docente Ignacio Di Tullio en Casta Diva, un libro mamushka: sobre ella, pero también de ella.
Di Tullio, que fue su amigo más joven y también su alumno de taller, es el investigador que reunió el material para armar, en 110 páginas, este pequeño gran libro de entrevistas, artículos de prensa y textos críticos, reunidos por primera vez para la editorial bonaerense Seré Breve. Pero el compilador también oficia, de algún modo, de brujo que hace el hechizo. Porque ahí está ella, hablando, desfachatada, sincera, directa, comprometida, seria, divertida, harta. En su esencia más nítida.
La compilación ―que reúne entrevistas y textos que no habían sido publicados o salieron en medios tan variados como blogs o diarios nacionales y también revistas literarias como Acción, Plebella o Diario de Poesía― es caprichosa, como cualquier antología de algo. Pero fuera de lo inevitablemente subjetivo del asunto, en este caso, la selección y el orden no están librados al azar. Es un trabajo de archivo riguroso, específico, que busca y logra esa magia extraña de seguir oyendo hablar a Irene, o escucharla por primera vez, si no se había tenido el gusto.
Te puede interesar: La risa de Irene Gruss no era moco de pavo... homenaje dichoso a la gran poeta de la ironía
El libro, delicado y bestial, abre con una presentación de Di Tulio que pone en contexto el trabajo que hizo sobre la invocada. Cada una de las doce entrevistas están acompañadas de notas pertinentemente documentadas, para saber de dónde vienen y hasta ver la foto de la publicación. Cierra la experiencia espiritual y espiritista una pequeña galería de encuestas, artículos de prensa, prólogos y algunas fotos. Una prolijidad imprescindible para facilitar la lectura, que a la corta y sin vueltas, logra manifestar a Irene. Que está hablando. De poesía, del mundo, de lo que ve en la tele, de cuánto le gusta Pavese, de su infancia, de que escribe para ella primero.
Aquel blog al que se refiere Irene en la primera cita de esta nota, que es de una desgrabación que hizo Di Tullio de una entrevista inédita realizada en 2014 por Silvia Roza, es El mundo incompleto, que todavía está online. Igual que Casta Diva, en donde hay textos propios, reseñas, notas. Su obra, organizada, desprolijamente, en una página vintage de blogspot a modo de una web de autora seria.
Casta Diva, en su origen, es un aria de la ópera Norma, de Vincenzo Bellini. Ahí hay un corazón del asunto, en esa cumbre del movimiento llamado bel canto, que es a la vez uno de los papeles más difíciles de todo el repertorio lírico. Un personaje complejo, el ficcional que canta, el de la poeta que lo elige y quiso ser cantante. Ahora el título es el conjuro perfecto a Irene, que Di Tullio toma prestado para llamarla. Y ella aparece.
Te puede interesar: “La poesía es música pero con la boca cerrada”: claves para leer a Irene Gruss y cinco poemas
“Soy bastante renegada”, dice. “Me considero una persona independiente, crítica”, avisa. “Ya me tienen cansada con que mi poesía es irónica”, se queja. “Yo creo que lo autobiográfico tiene que ser muy bueno para estar escrito”, advierte. “La temática de mis poemas es circunstancial”, analiza. “Yo no sé qué es poesía, pero sí te puedo decir qué poetas me han formado”, cuenta. “No estoy de acuerdo con la separación del hombre y la mujer en la literatura. Me parece que es absolutamente mercantil”, comenta al hablar de la antología Poetas argentinas (1940-1960) que hizo “por encargo, fue un trabajo” para Ediciones El Dock en 2009. Un picado de frases que aparecen en menos de cinco páginas, de esa primera desgrabación, ya capturan la energía.
Cada cosa que Irene dice, provoca o juega. En sus poemas, cuando dictaba talleres, si conversaba al paso, en cada entrevista. “Me impresiona mucho la voz en grabaciones, más que en video. Es algo íntimo. La escuchás a ella y es como si hablaras por teléfono”, comenta ahora Di Tulio, reflexionando sobre la experiencia de trabajo en el armado del libro. Ese efecto también sucede al leerlo. No es solo el timbre. Es la cadencia, el ritmo, la pausa y, sobre todo, es la intención. Una voz tan radicalmente coherente consigo misma, que traspasa todo. El tiempo, la ausencia, el papel.
“El problema que Irene Gruss resolvió en términos excelentes no fue cómo hacer importante lo trivial, sino cómo deshacerse del peso de lo importante sin que llegue a parecer trivial. El trabajo no fue de despersonalización sino de transpersonalización. Y por eso importa”, escribe Jorge Aulicino en el prólogo de su libro póstumo, De piedad vine a sentir (Ediciones En Danza, 2019).
Leer la poesía de Irene Gruss se mezcla con su prosa. Y viceversa. Sin ser testimonial, tuerce las anécdotas y las exprime para encontrar un modo directo, certero, de decir lo que vino a decir. Autoparódica, emocionante, amorosa, provocativa, siempre genuina. Leerla ahora en esta selección de entrevistas se parece a conversar con ella. Hablar sobre ella es otro modo de reconocer la resonancia de su voz. Eso pasa en en esta compilación que hizo Di Tulio.
“Irene detestaba la hipocresía. Todas estas posturas como de plomo que tenía, te las podía argumentar, siempre. Le importaba tres pepinos lo que pensaran de ella y decía lo que mucha gente se callaba. Lo comprobé eligiendo las entrevistas. En el libro busqué que se armara una especie de arco en donde va de fuego a llama. En las últimas es súper incorrecta políticamente. Eso me encantaba de ella, esa rebeldía es rock and roll. Esa juventud, es espectacular no intentar quedar bien con nada, con nadie”, recapitula ahora Di Tulio.
A este Casta Diva de Di Tulio se entra con inocencia y curiosidad. Pero se transita la lectura como quien presencia un sortilegio. Ahí está Irene. Recuerda que de chica escribía cuentos de terror. Dice que de grande le encanta escribir sobre la masturbación femenina. Explica que lo que trasciende es lo que queda, tenga o no publicación. Apunta, dispara y acierta dardos a la tilinguería, al como si, a lo que hay que supuestamente decir. Se despega de todo lo que podría ser un rótulo. Y se ríe, ante todo, de todo, combate ideas pre-establecidas, habla sencillo de lo aparentemente difícil, toma café, fuma un pucho, juega con sus gatos.
Te puede interesar: Murió Irene Gruss, poeta y maestra de poesía
Un poema de Irene Gruss
El amor absurdo
Nos faltaban hechos.
Ni hacíamos el amor ni nos acomodábamos
a tomar café.
No organizamos ningún campamento a
las Islas Canarias, y
en Puerto Madryn
ni nos reconocimos; los únicos testigos de esto
fueron los cormoranes. Bichos feos de por sí,
los cormoranes saltaban
gritaban
nuestra falta de hechos.
Amantes insólitos,
nunca nos reunimos, ni por casualidad,
a oler la lluvia, ni a agitar las banderas
ni a cerrar las ventanas
ni a inventar, ni siquiera
inventar
algo cierto.
Quién fue Irene Gruss
♦ Nació en 1950 en Buenos Aires. Murió en 2018.
♦ Fue una de las grandes poetas de su tiempo, además de coordinadora de talleres literarios y formadora de poetas.
♦ Entre sus libros se cuentan La luz en la ventana, La dicha, Música amable al fin y De piedad vine a sentir.
Seguir leyendo: