Luego de alcanzar el reconocimiento con apenas 20 años de edad, la escritora española Blanca Andreu decidió darle la espalda a la fama, a pesar de haber recibido algunos de los galardones más importantes de los años ochenta, como el premio Adonáis de Poesía, el premio de cuento Gabriel Miró y el Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, y el premio Internacional de Poesía Laureá Mela, en el año 2001.
La complejidad y sensibilidad de sus composiciones la mantienen como una de las voces más importantes de la poesía incluso en la actualidad.
Le puede interesar: “Más de ti”, de Ana Coello: pasión, misterio y lucha por el amor
Sus primeros años
Blanca Andreu nació el 4 de agosto del año 1959 en una zona de España que tiene contacto con el mar, La Coruña. Sus primeros años de vida los pasó en Orihuela, municipio de la provincia de Alicante, donde vivió con su familia por parte de padre.
Allí ingresó al Colegio Jesús María de San Agustín y con solo 14 años recibió su primer reconocimiento, el premio al mejor relato corto en el concurso Jóvenes Talentos de Coca Cola. A esto se sumó, siete años después, el Premio Adonáis de Poesía, con el libro De una niña de provincias que se vino a vivir en Chagall.
“De una niña de provincias que se vino a vivir en Chagall”
Le puede interesar: Carmen Martín Gaite: la historia de la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Literatura de España
Este será, a partir de este momento, uno de sus libros más importantes, con un lenguaje surrealista que permea cada una de sus ideas. Esta obra fue considerada como el punto de referencia de lo que se llamó luego la “generación postnovísima”, la cual reunió a poetas españoles nacidos entre 1951 y 1965 con publicaciones a partir de 1976.
Su ingreso a la Universidad Complutense de Madrid para estudiar Filología Hispánica fue determinante. Durante una época Blanca Andreu se sintió descontenta con su obra, que en sus inicios tenía tintes profundamente tristes, por lo cual tomó la decisión de deshacerse de los poemas que había escrito en las últimas semanas, los cuales fueron directo a la papelera.
Posteriormente publicó varios poemarios en los que se observa un alejamiento paulatino de esos primeros rasgos del surrealismo, aunque no por ello abandona temas como el amor, el paso del tiempo, la infancia y la existencia humana.
Le puede interesar: La historia de una escritora lesbiana y pacifista que casi queda en el olvido: “Cuando mi madre me veía con un libro, me pegaba”
El descontento y el regreso
Luego de esta difícil etapa en la que Andreu no sentía identificación ni interés por lo que había escrito recientemente y el rechazo que le generaron estos poemas, se sabe que un amigo cercano, cuyo nombre aún permanece en el anonimato, tomó las composiciones para leerlas.
Si bien la poeta no se sentía conforme con lo que había escrito, su amigo encontró en la basura poemas realmente conmovedores que lograron deslumbrarlo por su talento, sensibilidad y creatividad. Tanto fue así que, en un intento de rescate, decidió y ponerles un título.
Este sería el inicio de un camino vertiginoso que le permitió convertirse en ganadora de otros reconocimientos que la pusieron en la cima con tan solo 20 años de edad. Aun así, esta situación jamás coincidió con la búsqueda de Blanca Andreu. Se sintió abrumada e incómoda con la fama, se sentía expuesta y, de hecho, ha confesado que le disgustaba encontrar coincidencias literarias con otros.
Este cúmulo de sensaciones generaron que Andreu decidiera alejarse de los focos y de la fama para centrar su atención en su propio ejercicio creativo y en sus relaciones personales. Justamente, en este escenario, consigo misma, reflexiona sobre el proceso de la creatividad, el lenguaje poético y también su identidad como artista.
Algunas de sus obras: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, Báculo de Babel, El sueño oscuro, Capitán Elphistone, La tierra transparente, Los archivos griegos.
Seguir leyendo: