¿Viggo Mortensen poeta? Aunque genere sorpresa y curiosidad en los fans del inolvidable Aragorn de El señor de los anillos, el nombre de Mortensen viene circulando hace años en el ambiente poético nacional. Ya en el 2009, a través de su proyecto editorial, Perceval Press, había publicado Antología de la nueva poesía argentina, una selección de la llamada “Poesía de los 90″, a cargo de Gustavo López.
López, artista plástico, gestor cultural y uno de los referentes ineludibles si hablamos de poesía argentina y latinoamericana, con más de treinta años a cargo, junto a Carlos Mux, del sello bahiense Vox/Lux, relata: “Lo conozco a Viggo desde el 2003, hace 20 años; lo conocí a través de un amigo de la poesía y del arte que es Kevin Power, con el que tuve una amistad muy grande, un tipo muy capo, muy divino; le comenté que estaba armando una antología de poesía contemporánea y él me habló de Viggo, nos puso en contacto e hicimos la antología. Cuando vino a presentarla acá en Argentina, ahí lo conoció a Fabián Casas; fue la noche en que me encontraba con Viggo para que me dé el ejemplar del libro, para verlo, para charlar; yo no lo conocía personalmente y le dije a Fabián que viniera”.
Continúa López: “Estos son dos chiflados. Yo lo había visto a Viggo Mortensen comerse el pasto de la cancha de San Lorenzo, y dije: hay solo un tipo tan loco como este, que es Fabián Casas. Y efectivamente, esa noche nos encontramos. Yo de ahí me iba para Bahía y ellos me acompañaron a Retiro y después se volvieron a un bar y estuvieron como hasta las dos de la mañana hablando de San Lorenzo y se hicieron recontra amigos, con una gran afinidad, estética también, conceptual; es increíble cómo unen la poesía y el fútbol”.
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Y agrega: “A partir de ahí, seguí haciendo otros libros con Viggo y cuando cerramos el catálogo de Vox y empezamos con el nuevo proyecto, Lux, le propuse hacer una edición con poemas de distintas épocas. Todo está escrito en castellano, él tiene algunos textos en inglés, pero la poesía la escribe mayormente en castellano y lo primero que queda en evidencia al leerlo es que es un poeta argentino; en la lectura era muy notable cómo se acoplaba a las voces de los otros; no era un poeta norteamericano, era un chabón de acá, lo podemos llevar a cualquier recital de poesía y no cambiaría la escala”.
Pero ¿cómo es que uno de los actores más conocidos de Hollywood escribe poesía argentina? Mortensen nació en 1958 en Nueva York y a los dos años vino con su familia a vivir a la Argentina. Se radicaron alternativamente en Chaco, Córdoba y Buenos Aires y a los 11 años, luego del divorcio de sus padres, regresó a Estados Unidos con su madre y hermanos. Corría 1969; todavía faltaban algunos años para que se desatara el terrorismo de Estado que diezmaría su generación. Pero fue acá donde asentó el uso del lenguaje, donde se hizo cuervo, donde fue a la primaria y tuvo sus primeros amigos; ese idioma inicial, que aprendió a la par del inglés, es parte fundante de su sensibilidad.
En una entrevista de 2021, el mismo Mortensen intenta explicar el porqué de su profunda conexión emocional con nuestro país: “Los primeros diez años te forman mucho y no sé si el hecho de que me arrancaran de raíz un poco tuvo ese efecto, yo me adapté, como hacen los niños, a vivir en el pueblo de mi madre en Estados Unidos, me acostumbré, pero me quedé con algo. Y eso que la ruptura fue total, tenía mis figuritas de fútbol, tenía unos comics de Patoruzú, una vieja copia de Martín Fierro y no sé qué más…una remerita de San Lorenzo, y con eso conviví. Pero cada vez que escuchaba español...me acuerdo de unos soldados puertorriqueños, los escuché hablando un español rarísimo y yo era ignorante, no sabía que se hablaba de otra forma que en la Argentina, los sigo y les digo: Che, che ¿de dónde son?, me miran, un pibe de 11 años, rubio. ¿Y este gringo? Estaba muerto de hambre, quería escuchar el idioma. Pasaron años antes de que pueda escuchar el acento mío otra vez, pero era una cosa que estaba ahí, dormida, latente”.
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Es imposible no pensar en esta historia al leer sus poemas, llenos de referencias locales, taxistas porteños, folclore azulgrana, la avenida La Plata inundada, Onganía; pero además están los giros, la jerga usada con total propiedad en la confección de una lengua poética: “árboles remeados, marcados a cuchillo y clavo”, todo suena familiar, como si viniera a comprobar lo que sostenían Prieto y Helder en 1997, aquello de que la nueva poesía argentina se estaba haciendo en todas partes.
La poesía con la que Mortensen dialoga de manera desviada remite a un grupo de poetas que desde los comienzos de la década del 90, (el primer libro de Fabián Casas, Tuca, es de 1990), exhiben ciertos puntos novedosos en común, reconocibles pese a tener búsquedas y estilos propios.
Austeras y minimalistas, glamorosas y paródicas, a veces narrativas, a veces marginales o polémicas, estas propuestas abrieron la posibilidad de una poesía atenta al clima turbulento de ese fin/principio de siglo que, sumado a las ahora vintage, pero en ese entonces, novísimas tecnologías y combinándose con otras estéticas dieron lugar a la riquísima diversidad poética actual.
El estilo de Mortensen, que publicó su primer libro en 1993, está lleno de influencias cruzadas, voces y lecturas que forman una constelación compleja, por momentos sofisticada y por momentos popular, excéntrica, como su editorial especializada en arte y poesía o sus decisiones cinematográficas, que alternan entre el cine independiente y el mainstream; Mortensen es un jugador que zigzaguea sin dejarse marcar, como siguiendo la premisa de Kavafis que aparece en el poema “Cuando puedas”: “Aunque no puedas/ hacer tu vida como quieras/ inténtalo al menos”.
Ramas para un nido reúne Lo que no se puede escribir, de 2018, y poemas y textos en prosa de distintas épocas; el más antiguo es de 1995 y se titula “Chaco”, al igual que el tercer álbum de estudio del dúo argentino Illya Kuryaki, lanzado también en 1995; hay varios del 2010 y otros nuevos, más extensos, escritos durante la pandemia. Abre con un luminoso prólogo de Casas donde menciona las postales que Viggo le envió a lo largo de los años y cierra con el poema “Casitas”, una conmovedora despedida de Mortensen al padre de Fabián.
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“Escapate / hoy / míralo todo / dejate arrastrar / repetí / apuntá / hechos / sin tomar partido” dice una estrofa de “La lapicera” de Pavese. Poemas largos de versos cortos, a veces de una sola palabra, se disponen en la hoja acompañando gráficamente al título, como pequeñas ramas de distintos grosores conectadas unas con otras. No hay puntos ni comas, solo mayúsculas para señalar el comienzo de una estrofa o el final de otra, como yemas dormidas durante el invierno esperando que llegue su momento. Cada verso articula con el que lo sigue y precede, como un árbol familiar o variaciones de una melodía vital que va formando capas donde todo está conectado y fluye.
Ramas para un nido, libro escrito “antes y después del fin del mundo”, también funciona a modo de diálogo o correspondencia con los muertos: poetas, músicos, seres queridos, personajes borrosos de fotos analógicas. El yo lírico, como queriendo resolver el misterio, interroga su propia finitud: “los idiomas que fluyen y lavan / a nuevas generaciones y me dejan atrás / no queda nada de lo que aprendí / nada descifrable, me vuelvo invisible / los animales se mueren / yo también tendré que hacerlo”.
La intimidad de la escritura también está muy presente: “No hay /público / visitante/ Remás / contracorriente / imaginás/ un silencio / fiel / el tuyo / cacho / de río / nunca / pescado / un bosque / que solo / te conoce / a vos”. Un yo encerrado en el largo invierno de la pandemia, mirando por la ventana, escuchando música, leyendo y reflexionando sobre la práctica de escribir; prestando mucha atención a lo que ve, a lo que escucha, a lo que siente.
“¿Qué diferencia hay entre pertenecer en todos lados y el no pertenecer en ninguno, o en pocos, en una sola cara, casa, patria, mano, grieta, sílaba, refrán, temporada, enfermedad? (…) ¿Podemos atribuirles el mismo valor a todos los puntos de vista, las maneras de ver y no ver? Lo que no se pierde perdura, y lo que se pierde también”.
Este libro nos habla de la lengua secreta de la infancia, de perderla y reencontrarla. Mortensen escribe como volviendo al lugar donde las cosas tuvieron nombre por primera vez; habla de la traducción imposible entre experiencia y escritura, de las cartas que llegan a destino; habla de las sincronías del amor y la amistad, del paso del tiempo, de la muerte. En Ramas para un nido, el pibe argentino que Viggo fue y es, se hace presente, curioso y sensible, para hablarnos a través de poemas que sorprenden y emocionan.
Cuando Puedas
Una ocasión
para releer
a Cavafis
traducción
desconocida
escueta
vuelo
de Ática a casa
podría morir
sin haberme reencontrado
con “Aunque no puedas
hacer tu vida como quieras,
inténtalo al menos”
no la envileceré
haré
lo posible
y más
para conocerte
mejor
desarrollando
respetuosamente
un preciso
lenguaje
visual
sin perder
de vista
los silencios cotidianos
de atardeceres adolescentes
reprimidos
esperanzados
o amargados
seniles
condenados
a una ventana
al abandono
al desalojamiento
a memoria de luz
de ardor
de piel
por rozar
(2021)
El olor del avión y las olas de plástico
Hoy te reenviaré lo que volvió meses después
no recuerdo el libro ni la carta
que escribí en la cola del correo
y metí dentro de la solapa
no voy a abrir el paquete
porque encierra el tiempo perdido
¿dónde carajo durmieron
todo este tiempo esos mensajes
las cosas que te mandé como autoprueba de fe?
¿cruzaron el mar varias veces o ninguna?
imagino galpones silenciosos
gatos y ratas cuidando a sus crías
sobre montones de cartas atoradas
la lluvia en la chapa de los techos
ventanas mugrientas en lo alto de esas tumbas
que no limpiaron desde Onganía
lugares en los que me hubiera escondido
trepando a la cima de los bultos
abriendo las cartas y las cajas
para ver qué dice la gente
si había juguetes o comics
joyas o chocolate
imaginando la suerte de ser
familia de cartero
Veo a los obreros que podrían haberse ocupado
de hacerte llegar mis regalos
o al menos asegurarse que llegaran
a la próxima estación
si no estuvieran fumando
todos solos afuera en el callejón
recordando chicas que casi conocieron
y países que quisieran visitar
Hace poco descubrieron en Inglaterra
cuatro mil cajas con ciento sesenta mil
cartas escritas entre 1652 y 1815
en diecinueve idiomas por hombres y mujeres
canciones, cartas de amor, cuadernos
todo tipo de plegarias que nunca alcanzaron su destino
al ser capturados los barcos que los transportaban
sabemos que la guerra es una mierda
van a digitalizar toda esta correspondencia
podremos imaginar lo que pudo ser y lo que fue
lo que se perdió y lo que no se contó
la historia nunca desplegada
de imperio y hogar
Te oigo venir de lejos en la bruma matutina
puteando a paso torpe entre plátanos todavía inciertos
no paran las bocinas que ya encierran el parque
asesinando la quietud de la aurora
filtro y borro, me enfoco en tu tropezar
nos turnamos: hoy me toca esperarte
entre ríos, sin raíces sanas
mientras avanzás me absorben los procesos de descomposición
de árboles remeados, marcados a cuchillo y clavo
y vuelvo a oler el perfume del baño
del avión que me trajo a esta ciudad
esas flores imposibles que ocultan la muerte
levanto la mirada y veo a la vieja
que cruza la avenida como un ciempiés
abandonado por su debilidad y falta de apetito
me aturden los incontables rumbos cambiantes de metropolitanos
los idiomas que fluyen y lavan
a nuevas generaciones y me dejan atrás
no queda nada de lo que aprendí
nada descifrable, me vuelvo invisible
los animales se mueren
yo también tendré que hacerlo
sé plantar y cuidar un jardín
que todo lo que siembro morirá
me considero afortunado por comprenderlo
De tanto no poder quedarme
y contar con amistades tempranas
me acostumbré a verlas perecer
todos estamos al margen
es milagroso que nos abracemos
que nos extrañemos
que nos perdonemos
que nos escribamos
La gente es impaciente
el sol ya no consuela
este lado de la calle es un desierto
el otro un refugio
el éxodo a la sombra de los ombúes
de una manada desesperada
buscando el pensamiento libre
Olas de plástico
parpadean y ahogan
en la noche original
(2018)
Respuesta
Hago de todo para no hacer nada
la memoria que trae un azulejo
la luz que calma y limpia todo
el rocío que se evapora
esas son las cosas que me atraen
no lo que dije que iba a hacer
recuerdo algo conmovedor
que me escribiste
palabras que conocían mis ojos
un mensaje desinteresado
lleno de compasión
lloré con la sorpresa
de saber que pensabas en mí
no sé si te respondí
Quién es Viggo Mortensen
♦ Nació en Nueva York, Estados Unidos, en 1958.
♦ Es actor, director, poeta, músico, fotógrafo y editor.
♦ Vivió en la Argentina hasta los 11 años.
♦ Por sus interpretaciones ha sido nominado en tres ocasiones a los Premios Óscar, en cuatro a los Premios Globo de Oro y una vez a los premios Goya.
♦ Tiene doce libros publicados y dirige la editorial de poesía, arte y crítica literaria Perceval Press.
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