Un fragmento de “El síndrome de la impostora”
“En Mujeres y poder: un manifiesto, Mary Beard examina el pasado y se remonta a la Antigüedad para explicar la forma en que el poder fue concebido por y para los hombres. Las mujeres, que no tenían ni voz ni voto, fueron reducidas al silencio. Para ilustrar sus palabras, nos recuerda ese momento de la Odisea en el que Telémaco ordena a su madre que se calle: «¡Silencio, madre! Hablar es cosa de hombres. Vuelve a tus aposentos». Y Penélope obedece. Vale la pena remontarse tan lejos para comprender hasta qué punto algunas creencias están arraigadas en nosotros. Los estereotipos, los esquemas mentales, los arquetipos que debemos invertir para que se oiga nuestra voz, hacernos con el poder y ganar confianza. Y el lenguaje es sin duda el primer instrumento, la primera fuerza a nuestra disposición.
Por lo que respecta a la gramática, el dominio masculino también ha dejado su huella: la lingüista Éliane Viennot explica que el masculino no siempre ha prevalecido sobre el femenino.
Nuestra lengua [francesa] está totalmente preparada para expresar igualdad: desde el siglo XVII, los gramáticos han masculinizado deliberadamente la lengua. Han condenado los nombres femeninos e inventado reglas como «el masculino prevalece sobre el femenino». [...] Veamos la palabra autora, que ya existía en el siglo XV. Los franceses creen que se trata de un neologismo. No obstante, son los gramáticos machistas —es decir, los hombres que están a favor del monopolio masculino en esta profesión— quienes la han hecho desaparecer.
Devolver a las palabras su parte femenina. Rechazar los esquemas y tirar por la borda el ancla de unos estereotipos que pesan toneladas. Porque si a las mujeres a veces les falta confianza en sí mismas es ante todo una cuestión histórica, de presión social, de familia, de lenguaje, de creencias.”
Quién es Elisabeth Cadoche
♦ Es escritora y periodista.
♦ Es autora de novelas, programas de televisión y documentales.
Quién es Anne de Montarlot
♦ Es psicoterapeuta y escritora.
♦ Colabora en la escuela de medicina de Harvard y tiene más de catorce años de experiencia en psicología clínica