“Mitologías fascistas”: cómo se legitimó el autoritarismo extremo y lo que cuestionaron Freud y Borges

En su último libro el historiador Federico Finchelstein analiza lo que llama la “política de la irracionalidad”. En diálogo con Infobae, señala que “el fascismo propone la dictadura mientras que el populismo es una forma autoritaria de democracia”.

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Sigmund Freud, Jorge Luis Borges, Benito Mussolini y Adolf HItler.
Sigmund Freud, Jorge Luis Borges, Benito Mussolini y Adolf HItler.

En un mundo donde el mito y la mentira siguen estando en el centro de la política, las críticas contra el fascismo pueden ser releídas en clave actual. Así lo afirma el historiador argentino Federico Finchelstein en Mitologías fascistas. Historia y política de la irracionalidad en Borges, Freud y Schmitt, un libro en el cual investiga la relación entre fascismo y mito a través de las perspectivas de la escritura de Jorge Luis Borges, del psicoanálisis de Sigmund Freud y de la teoría política del jurista alemán Carl Schmitt.

Finchelstein es autor también de La Argentina fascista, El canon del Holocausto, Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva y Los orígenes ideológicos de la dictadura. En su nuevo libro, publicado por Taurus, asegura que las obras de Freud y Borges permiten analizar las dimensiones ideológicas y mitológicas más radicales del fascismo y del Holocausto. También pone el foco en la obra de Carl Schmitt, un pensador alemán del Nacionalsocialismo que, desde una perspectiva opuesta, aborda en profundidad esos mitos.

En Mitologías fascistas el autor señala que, desde el dictador italiano Benito Mussolini hasta el argentino Leopoldo Lugones, los fascistas compartían esta percepción de lo mítico como una nueva forma de la política. Y entendían que se trataba de una renovación moderna de la política de masas que le daba legitimidad a un modo extremo del autoritarismo, donde era posible combinar la soberanía popular con imágenes clásicas del héroe mitológico.

También resalta cómo esto produce un desplazamiento del mito clásico del héroe hacia el mito moderno del líder, y cómo para esta ideología no había distinciones entre mito, poder y violencia. A lo largo de esta obra, aborda las dimensiones míticas del fascismo, sobre todo entre los años 1919 y 1945, y señala cómo los fascistas llevaron la mitología política a límites políticos jamás vistos en la historia, inventando mitos como nunca antes ocurrió.

El historiador Federico Finchelstein. Fascismo no es igual que populismo.
El historiador Federico Finchelstein. Fascismo no es igual que populismo.

En base al estudio de los escritos de Borges, el autor señala que: “Sin hacer hincapié, aunque quizás habría sido necesario, en otros cambios de época como la Primera Guerra Mundial, las prolongadas amenazas y miedos a la revolución, o la crisis de representación democrática durante el período de entreguerras, Borges destaca los orígenes conceptuales del fascismo a largo plazo. Para ser más específico, en el prólogo de Héroes (1949) de Thomas Carlyle, Borges reduce el libro de Carlyle a un prolegómeno del fascismo”.

Finchelstein nació en Buenos Aires en 1975, estudió Historia en la UBA, se doctoró en Cornell University, y actualmente se desempeña como profesor de Historia en New School for Social Research y en Eugene Lang College de New School en Nueva York. En diálogo con Infobae, respondió algunas preguntas sobre su nuevo libro.

-¿Cuál es el tema principal de Mitologías fascistas?

-El tema principal es la centralidad del mito en el fascismo, cómo los fascistas intentaban reemplazar con mentiras alternativas lo que llamamos “mito”, que tiene que ver con el mundo de la fe. En nuestros días estamos viendo que se da una situación similar, políticos populistas y cercanos al fascismo que intentan hacer creer que sus palabras valen más que su demostración de los hechos. Mentiras que forman parte de un culto que tiene mucho de religión. En este marco me parecía importante ir para atrás y no sólo presentar cómo los fascistas veían esta cuestión, Mussolini, Lugones, sino también cómo lo hacían gente muy inteligente y capacitada. El libro muestra a grandes pensadores a quienes les preocupaba este tema, en particular a Freud y Borges, y también -desde una postura opuesta- un caso interesante, un análisis del tema del mito en profundidad, y por eso incluí a Carl Schmitt.

“En nuestros días estamos viendo políticos populistas y cercanos al fascismo que intentan hacer creer que sus palabras valen más que su demostración de los hechos”.

-¿En el caso de Borges y Freud, cuál es la postura que se revela en sus obras sobre el fascismo y el tema del mito?

-Para decirlo en términos directos, para Borges y para Freud, como para tantos otros antifascistas como fue el caso de la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno y otros, es un problema cuando el mito se mete en el mundo de la política, porque genera irracionalidad y violencia. Para Schmitt, como Hitler y Mussolini, la utilización del mito sirve porque permite explicar con razones las decisiones irracionales y la violencia: la política como un acto de fe y de confianza absoluta. Para ponerlo en términos míticos, en el héroe, que representa un tipo de político al que se vota y se apoya porque dice “yo soy lo que ustedes deberían ser y, por lo tanto, no necesito explicar: síganme y no los voy a defraudar”.

-¿Qué diferencia hay, en este aspecto, entre el populismo y el fascismo?

-Si bien ambos movimientos tienen las mismas características mesiánicas, una de las cuestiones que los diferencian es que el fascismo propone la dictadura mientras que el populismo es una forma autoritaria de democracia. El fascismo es mucho más duro y brutal: “crean en mí, síganme para siempre” y acepten,por ejemplo, los genocidios. En el caso del populismo es más bien: “hagan lo que yo digo, voten por mí”, es un argumento de fe, de culto y mesiánico, pero en democracia. Acá hay algo importante, este mito del líder encapsula la idea de nación en el sentido (en ambas situaciones) de asentar un acto de fe que en realidad es una trinidad que no puede ser probada. Esa trinidad, que es un concepto con raíces religiosas, entre pueblo, nación y líder. Y es el líder quien personifica al pueblo y a la nación. ¿Qué pasa con aquellos, como por ejemplo yo, que nunca van a creer en un acto de fe? ¿Qué somos nosotros, profundamente ilegítimos? La ilegitimidad que implica no creer en el líder, en el fascismo significa la muerte; en el populismo ocurre en el marco de instituciones democráticas.

"Mitologías fascistas", de Federico Finchelstein.
"Mitologías fascistas", de Federico Finchelstein.

-¿Cuál fue el aporte de Borges sobre este tema?

-Una cosa muy interesante es que Borges advierte sobre los peligros de un pensamiento mitológico, que no sólo nos lleva a algo increíble que sin embargo es creído, algo difícil de creer, sino que además advierte sobre aquellos que se oponen al fascismo en términos también mitológicos, una especie de “yihad liberal” donde está la idea de que “nación somos solamente nosotros”.

-¿Una especie de grieta?

-Lo que vivimos en la grieta es una dimensión mitológica del populismo y del antipopulismo, y la incapacidad para tener una cultura abierta más deliberativa. Podemos pensar en estas cuestiones y en otras a nivel global a partir del pensamiento de estos autores, que nos advierten del problema de creer en héroes, creer y seguir sin entender. El resultado de eso es, en los casos más extremos, los campos de concentración. Borges no es comprendido en un sentido histórico, es un personaje muy complejo que vivió una vida larga en una realidad compleja, desde la izquierda hasta la dictadura.

-¿Borges en la izquierda? No es su lado más conocido.

-En los años 20 y 30, Borges era un antifascista, en ensayos y medios masivos y literarios. Luego, progresivamente se muestra desde una postura más liberal y de centro. En los 20 y 30, como un autor de centroizquierda, como antifascista, no tiene problemas en participar en reuniones en los que también participan comunistas. y que eventualmente incorpora personajes de derecha que cuestionan el fascismo. Posteriormente, Borges va a cambar y se va a volver conservador, de derecha y profundamente anticomunista.

-¿Y en un convencido antiperonista?

-En particular en Argentina, a Borges lo cambia mucho su profunda aversión al peronismo, que muchas veces confunde con un mundo muy cercano al fascismo. Además, como muchos argentinos, no ve la diferencia entre fascismo y populismo. El fascismo construye a la democracia desde adentro para crear una dictadura desde arriba. Perón decide destruir una dictadura desde adentro y crear una democracia desde arriba. Muchos, y Borges incluido, no va a poder ver esa diferencia de Perón, de fascista a populista.

-¿En qué obras de Borges se pueden ver algunas de estas posturas?

-Desde una lectura como Deutsches Requiem, donde Borges intenta explicarnos cómo alguien se vuelve un fascista y extremista. A él no le preocupa tanto Hitler como los intelectuales que ignoran la irracionalidad del fascismo. Hay miles de contradicciones en Borges, y muchas veces afirma que no importa la política en la literatura. Tratando de rescatar a Leopoldo Lugones, por ejemplo, propone que ignoremos eso y rescatemos su obra. Ese Borges joven, no el post ‘45, es del que podemos aprender para discutir y poner en cuestión el fascismo. y ahí hay argumentos muy fuertes.

-¿Qué pasa en el caso de Freud? ¿Qué aportes contra el fascismo analiza en su libro?

-En el caso de Freud es la historia de un acertijo, de una ironía, muchas veces mal comprendida. La historia empieza casi como una película con la visita de un fascista a su consultorio de Viena, Giovacchino Forzano, coautor de una obra de ficción con Mussolini. Una hija de Forzano se estaba tratando con un psicoanalista italiano. Forzano quiere que Freud la vea y en la consulta lo pone en una situación muy incómoda, cuando le pide que le dedique un libro a Mussolini. Muchos historiadores confunden este hecho porque Freud le hace una dedicatoria, pero le da un libro que es una crítica al tema del héroe en la política.

-¿Cuál es el libro que le da?

-Un libro de intercambio con Albert Einstein que se llama ¿Por qué la guerra?, y que es una crítica a la guerra y a la violencia. Y prácticamente en su dedicatoria “De un hombre viejo al héroe de la cultura”, ahí pone el concepto de héroe. Y ahí, siguiendo una sugerencia muy interesante de un psicoanalista italiano, aparece la idea de Prometeo. En términos muy concretos le dijo “ladrón”, pero va más allá, porque se trata de un personaje mitológico, violento, que es un problema para la política. Lo que quiero decir es que, en el mismo momento en que hace una dedicatoria, va contra el fascismo. Entonces, tenemos una historia de ironía y frases críticas de Freud respecto al fascismo.

-Por último, ¿cómo incluye la figura de Schmitt, cuál es su aporte en el tema del fascismo y el mito?

-En el caso de Schmitt, justamente es alguien que se burla de Freud, e intenta reivindicar la centralidad de lo mitológico de la política, en la historia. Lo hace de un modo que no es simple. En mi caso que no estoy de acuerdo con nada, pero es interesante leer un elogio del mito de alguien que justamente no es un tonto. La necesidad de un liderazgo mítico y de incluir lo sagrado y lo religioso, y la fe en el mundo en el que vivimos. En la política implica un gran paternalismo, el desprecio sobre la capacidad de decidir de los individuos. Es como pensar que no es posible que las masas razonen.

“Mitologías fascistas” (Fragmento)

“Con el nacimiento del fascismo, el mito se convirtió en lo mismo que la propaganda, la evidencia se reemplazó por la invención, lo sagrado tomó el lugar de lo secular y las explicaciones extraordinarias eliminaron el sentido común. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, el pensador antifascista alemán de origen judío Ernst Cassirer había llegado a estas conclusiones luego de dedicar su vida académica al estudio de las configuraciones del mito. La propaganda moderna consistía, sobre todo, en construir mitos. Cassirer escribió que el mito no solo estaba muy alejado de la realidad empírica, sino que, “en cierto sentido, era una flagrante contradicción de esta”. Lo lógico sería, entonces, que fuera difícil que la mayoría creyera en los mitos. En otras palabras, estos eran productos de la imaginación y no podían explicar la realidad. Sin embargo, ocurría lo contrario. Como observaba Cassirer, muchas personas creían en cosas míticas que no existían. Los creyentes irracionales eran sobre todo aquellos que confiaban en las mentiras y la propaganda del fascismo.

Cassirer no era el único que concebía el mito como un componente clave del fascismo. Para el escritor argentino Jorge Luis Borges, en el fascismo, la historia se reducía al mito y el pasado se volvía “una mitología del odio”. Pocos meses después de que el nazismo tomara el poder en 1933, el intelectual argentino advertía que, si el lunes estallaba una guerra mundial, el planeta “el martes nadará en [un mar de] mitologías”. Según él, el atractivo del mito como “memoria falsa” del pasado se explicaba con el hecho de que las “mentiras” ofrecían explicaciones simples y fáciles de entender. La historia, en cambio, era complicada y estaba llena de “horrores confusos”. Borges criticaba el pensamiento mítico binario por presentar dos lados: ‘luz’ y ‘perdición’”.

Quién es Federico Finchelstein

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1975.

♦ Estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su doctorado en Cornell University en 2006.

♦ En la actualidad, se desempeña como profesor de Historia en New School for Social Research y en Eugene Lang College de New School en Nueva York.

♦ Escribió, entre otros libros, Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva, La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la dictadura y El canon del Holocausto.

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