Se dice del amor a primera vista que genera mariposas en la panza. Pero, ¿qué sucede en la cabeza cuando la flecha de Cupido pega justo en el corazón?
“Todos pensamos que nuestra historia de amor es única, y en cierto modo lo es. Pero el amor es también un vínculo universal. No importa dónde hayamos nacido, no importa cuál sea nuestra orientación, todos nuestros cerebros exhiben el mismo tipo de respuestas cuando sentimos amor. Es tan esencial para nuestro bienestar como los alimentos nutritivos, el ejercicio o el agua”, escribe la doula y puericultora argentina Luisina Troncoso en su nuevo libro, Hay química entre los dos.
Editado por Planeta, Hay química entre los dos es un “manual de autoconocimiento para vínculos felices” que ayuda a distinguir el amor de la lujuria y el apego. ¿Qué reacciones físicas y químicas produce estar enamorados? Reconocer cuál es una “química buena” y cuál una “química mala”, como explica en el fragmento compartido al final de esta nota, podría ser esencial para habitar mejor nuestros cuerpos y atravesar esos estados desde el conocimiento y así tomar mejores decisiones y pasarla mucho mejor.
“Comprender lo que nos pasa a nivel fisiológico cuando estamos conociendo a alguien puede ser un poco aguafiestas respecto al típico discurso de ‘amor a primera vista’ -escribe la autora de libros como Fácil y nutritivo y Los primeros 1000 días de tu hijo-, pero sin duda nos puede permitir no ser manijas y observar con calma cómo los acontecimientos se van dando. Al fin y al cabo, antes de determinar si esa persona es tan increíble como pensamos, ¿deberíamos conocerla, no?”.
“Hay química entre los dos” (fragmento)
Si alguna vez experimentaste la evolución desde que te gusta alguien hasta enamorarte, puede parecer que la transición ocurre naturalmente. Pero ¿alguna vez te preguntaste cómo se da un salto emocional tan grande? En otras palabras, ¿qué cambios tienen lugar en nuestro cerebro mientras nos enamoramos profundamente?
Stephanie Cacioppo, psicóloga de la Universidad de Chicago que se dedicó a estudiar la neurociencia del amor romántico durante la última década, explica que el proceso involucra varios cambios complejos, particularmente en el sistema de recompensa del cerebro.
En una revisión de 2012 de la literatura de investigación sobre el amor, Lisa Diamond y Janna Dickenson, psicólogas de la Universidad de Utah, encontraron que el amor romántico se asocia de manera más consistente con la actividad en dos regiones del cerebro: el área tegmental ventral (VTA) y el núcleo caudado. Estas áreas desempeñan un papel esencial en nuestra vía de recompensa y regulan el neurotransmisor de “sentirse bien”, dopamina. En otras palabras, durante las primeras etapas del amor anhelamos a la persona porque nos hace sentir muy bien.
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Esto también se lo puede relacionar con una corriente psicológica llamada “conductismo”. En palabras sencillas, nuestro comportamiento se sostiene en tanto y en cuanto haya reforzadores que lo promuevan. Si nos acercamos a alguien y en ese acercamiento hay un trato agradable y de respeto, donde podamos a su vez satisfacer nuestras necesidades biológicas más innatas (el contacto corporal con un otro), lo más probable es que decidamos seguir acercándonos.
Si a su vez la otra persona también ve como un reforzar acercarse a vos, también continuará con tal comportamiento. De esa manera se retroalimentan ambos acercamientos generando un vínculo. Por supuesto, los reforzadores tienen su correlato neurológico y fisiológico.
Si con el tiempo estos sentimientos persisten, la investigación de neuroimagen sugiere que una vez que estás enamorado, siempre que la relación siga siendo satisfactoria, el simple hecho de pensar en tu pareja no solo te hace sentir bien, sino que también puede amortiguar el dolor, el estrés y otros sentimientos negativos.
Enamorarse crea fuegos artificiales en tu mente. Activa una miríada de áreas, incluida la mencio nada área tegmental ventral o VTA. Esta bombea dopamina, que activa el circuito de recompensa del cerebro; el mismo que se activa cuando comemos comida deliciosa o bebemos vino. Es por eso que estar enamorado puede sentirse eufórico.
Pero enamorarse también activa partes más sofisticadas del cerebro, como la circunvolución angular. Su función está justo ahí en el nombre: angular. Te da un nuevo ángulo de la vida. El giro angular está involucrado en funciones más complejas, como el pensamiento conceptual y el lenguaje metafórico. Es un área que apareció muy recientemente en nuestra historia evolutiva y evolucionó junto con los rasgos que nos hacen humanos: la creatividad, la intuición, la imaginación. Se ilumina intensamente cuando estamos enamorados.
Amar a otras personas es cómo evolucionamos como especie. Hace millones de años, nuestros antepasados necesitaban entablar amistades para sobrevivir. Los humanos no eran la especie más formidable, ni la más rápida ni la más fuerte. No podíamos volar. Nuestra gran fortaleza fue colaborar y formar conexiones con los demás: separar a los amigos de los enemigos, usar el lenguaje para comunicarnos, manejar las relaciones de apareamiento que fueron moldeadas no solo por el ciclo ovulatorio de la hembra, sino también por factores como el afecto y la empatía.
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Finalmente, aprendimos a confiar y decir: “Te amo”. Así sobrevivimos, a través de la ayuda y protección mutua. En estos días no necesitamos luchar contra los tigres, pero tenemos otros factores estresantes, y cuando estamos en una relación amorosa, nos volvemos más fuertes. Hay una cita atribuida a Helen Keller que dice: “Solos, podemos hacer muy poco; juntos, podemos hacer mucho”. El amor puede hacer que dos personas sientan que son más que la suma de sus partes.
Todos pensamos que nuestra historia de amor es única, y en cierto modo lo es. Pero el amor es también un vínculo universal. No importa dónde hayamos nacido, no importa cuál sea nuestra orientación, todos nuestros cerebros exhiben el mismo tipo de respuestas cuando sentimos amor. Es tan esencial para nuestro bienestar como los alimentos nutritivos, el ejercicio o el agua.
Lujuria no es lo mismo que amor
La lujuria es el deseo erótico intenso, un impulso, no es una emoción, que es conducido por la búsqueda de gratificación sexual. La respuesta biológica evo lutiva de esto proviene de la necesidad comparti da entre animales de reproducirse. El hipotálamo juega un rol crucial en el cerebro estimulando la producción de hormonas sexuales como la testosterona y el estrógeno de los testículos y los ovarios. Pero no te confundas, aunque la testosterona aumenta la libido en hombres y mujeres, los efectos del estrógeno son menos pronunciados, aunque algunas mujeres reportan un mayor deseo durante la fase ovulatoria.
Desear a alguien con lujuria muchas veces es una reacción olfatoria, debido a las feromonas que el cuerpo excreta. Por eso es una reacción “química”. Se dice que la base de la lujuria es olfativa.
La atracción sexual intensa y su correspondiente respuesta hormonal y el impacto en el sistema nervioso pueden apagar regiones del córtex prefrontal, la parte del cerebro que regula el pensamiento crítico, el cuidado y conocimiento propio, y las conductas racionales.
Por lo que eso te puede habilitar a que tal vez te enganches rápidamente con alguien simplemente basándote en una oleada de recompensas sumamente gratificantes. Se forma de esta manera una creencia de que si nos sentimos tan bien es porque esa persona es la correcta, lo que termina alentando a que construyamos expectativas y fantasías respecto a un vínculo que recién comienza. El problema es que no siempre estas sensaciones son garantía de una vinculación real y próspera con la otra persona.
Desde la corriente psicológica cognitivo-conductual, existe un postulado que propone pensar en la tríada conducta-emoción-pensamiento. Estas tres se retroalimentan entre sí por lo que, si pudiéramos modificar alguna de ellas, las demás también se verían alteradas por defecto. Por ejemplo, sentimos la emoción de estar enamorados debido a todas las reacciones químicas típicas de los primeros encuentros satisfactorios, pero dicha emoción también se sostiene desde la creencia de que esa persona cumple con los requisitos necesarios para ser nuestra pareja.
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Todo esto a su vez se sostiene desde el comportamiento: nos acercamos más a esa persona, buscamos conocerla más, en definitiva, actuamos como un verdadero enamorado. Pero ¿qué pasaría si pudiéramos intervenir en ese patrón?
Estamos de acuerdo en que “dejarnos llevar por nuestras emociones” en estos primeros momentos a veces termina con uno chocando contra el muro de la decepción. Poder hacer un trabajo propio de introspección o realizar terapia psicológica, tal vez nos permita tener la autonomía suficiente de romper con la cadena que nos lleva a engancharnos y proponer otra forma de interpretar los sucesos.
Comprender lo que nos pasa a nivel fisiológico cuando estamos conociendo a alguien puede ser un poco aguafiestas respecto al típico discurso de “amor a primera vista”, pero sin duda nos puede permitir no ser manijas y observar con calma cómo los acontecimientos se van dando. Al fin y al cabo, antes de determinar si esa persona es tan increíble como pensamos, ¿deberíamos conocerla, no?
Química saludable
♦ Les gusta quiénes son como personas; ustedes dos hacen clic.
♦ Te gusta más cuanto más la/lo conocés. • La atracción se construye con el tiempo. • Hay consistencia y paz.
♦ Hay una comunicación clara de dónde está cada persona y sabés cuál es tu posición.
♦ Son respetuosos de las necesidades y los límites del otro.
♦ Hay confianza.
♦ Hay diversión.
Química no saludable
♦ Hay una atracción instantánea e intensa basada en nada real.
♦ Hay mucha atracción sexual pero no compatibili dad en otras áreas.
♦ Se siente como una montaña rusa emocional con grandes altibajos.
♦ Hay mucha incertidumbre y falta de consistencia. • No sabés dónde estás parado.
♦ Ocupan todos sus momentos de vigilia hasta el punto de que no podés disfrutar de tu vida sin esa persona.
♦ Hay señales confusas y las ignorás pensando que ya va a cambiar.
Quién es Luisina Troncoso
♦ Es puericultora y docente en la carrera de Puericultura en PyC.
♦ También es estudiante de medicina tradicional china y diplomada en salud materno infantil, amante de la cocina, doula y feminista.
♦ Asesora y brinda talleres sobre cocina y hábitos para una vida saludable desde una visión holística.
♦ Es la creadora del blog Mamá sabe bien, a través de sus redes sociales comparte a diario información sobre cocina con alimentos reales, lactancia y crianza.
♦ Escribió libros como Los primeros 1000 días de tu hijo, Fácil y nutritivo y Hay química entre los dos.
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