¿Por qué Güemes tardó en convertirse en prócer? Felipe Pigna revela los secretos del héroe de la Independencia más resistido

El escritor y divulgador de Historia Argentina dedicó su último libro al caudillo salteño y a su familia. Un estanciero con vínculos con la élite y con los gauchos que se enfrentó a los ingleses y a los españoles.

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Pigna ya publicó más de veinte libros. El último es "Los Güemes", editado por Planeta. (Crédito: Alejandra López)
Pigna ya publicó más de veinte libros. El último es "Los Güemes", editado por Planeta. (Crédito: Alejandra López)

Dicen que la divulgación y la docencia son mellizos. Tienen en común el modo de explicar, las secuencias claras, despojadas de pretensiones, una forma de mirar la disciplina que intenta no dejar a nadie afuera. O, como dirá después el entrevistado, “les importa el otro”. “Lo ideal para un docente es la necesidad de ser claro y de ser entendido, pero sin reduccionismo, porque si suponés que el público es ignorante y vos sos el que sabe, arrancamos mal”. Estas son las primeras palabras que pronuncia Felipe Pigna en su casa de Caballito, frente a un café extremadamente negro, en la mesa de su living.

El autor tiene experiencia de sobra: condujo el mítico programa de televisión Algo habrán hecho por la historia argentina con Mario Pergolini (“Una experiencia alucinante”, reconoce), fue columnista en la radio Vorterix y es director del portal online El Historiador, entre muchas otras actividades. Además participa en eventos escénicos. Uno de ellos es “Historia Clínica”, una experiencia junto a Daniel López Rosetti a realizarse el 5 de agosto en el Teatro Gran Pilar, donde el médico desarrolla el aspecto clínico de figuras como Sarmiento, Freud y Tutankamón, y Pigna aporta el contexto histórico.

El motivo de la entrevista con Infobae Leamos podría ser Belgrano, San Martín, podría ser la Revolución de Mayo o cualquiera de los temas sobre los que Pigna escribe desde hace más de veinte años. Pero en este caso se trata de un personaje al que la historia oficial le da menos crédito del que merece: Martín Miguel de Güemes. Pocos saben que la independencia se dio también gracias a las acciones del caudillo salteño, según cuenta y relata Pigna en su último libro, titulado Los Güemes y la guerra de los infernales (Planeta).

Su misión fue la misma durante años, fácil de enunciar y difícil de cumplir: resistir el avance de los españoles en las fronteras del norte. No lo hizo con un ejército regular, sino con milicias y gauchos que se plegaban por propia voluntad a la causa de la independencia. Tan importante fue la gesta del salteño que Pigna dirá, tomando las palabras del propio San Martín, que “sin Güemes no hay cruce de Los Andes”. Un prócer al que le tocó actuar entre montañas, alturas y desfiladeros, paisaje ideal para las emboscadas y las guerrillas.

–Es imposible hablar de Güemes si uno no cuenta el paisaje, porque es un pueblo que está ubicado en determinado momento, en determinada circunstancia, con determinada geografía, y el estado de inseguridad permanente que hace que esa gente, más allá de sus ideas, adhiera por necesidad a la causa de Güemes. O sea, eran pueblos siempre invadidos por los españoles, arrasados, quemados, como lo cuenta el libro. Y la gente, más allá de que compartía las ideas de Güemes, sabía la necesidad de defenderse de esas barbaridades. La táctica de Güemes, extraordinaria y genial, era dejar venir a los españoles, y cuando llegaban los iban quebrando, quebraban las columnas, cortaban los víveres, el acceso al agua, los tipos se iban quedando en ese arroyo y se iban retirando. Así fueron nueve invasiones españolas, de 1815 a 1821, una verdadera locura.

–En el libro explicás que Güemes era un hombre ilustrado, y que al mismo tiempo tenía la habilidad, reconocida incluso por sus detractores, de poder hablar con gauchos, con mulatos, con sectores populares. ¿Cómo se conjugaban esas dos facetas en él?

–Era un tipo que venía de una casa ilustrada, su padre era administrador colonial pero progresista, cosa que se advierte en sus lecturas, cosa que él y su hermana Macacha María Magdalena comparten. Son grandes lectores, escriben muy bien. Eso se aprecia en sus cartas, que tienen giros idiomáticos muy interesantes, él cita autores clásicos y demás. Y a la vez era una persona acostumbrada al trato con los sectores populares por su condición de estanciero, de hombre de campo, que después además, a la hora de armar su ejército, lo arma con esa gente, y tiene un contacto extraordinario y de igual a igual con los campesinos. De manera tal que es un tipo respetado, lo sienten uno de ellos, no lo sienten un patrón, y además tenía carisma. Es difícil explicar lo que significa el carisma, pero eso hace que haya una identificación, un ejemplo a seguir, que creo que es muy importante. Todo eso hace que Güemes sea seguido e idolatrado por esas masas de Salta, de Jujuy, del sur de la actual Bolivia.

Martín Miguel de Güemes conformó una resistencia a fuerza de milicias de gauchos voluntarios.
Martín Miguel de Güemes conformó una resistencia a fuerza de milicias de gauchos voluntarios.

En el prólogo escribís que a los políticamente correctos de siempre les va a molestar un personaje como Güemes. ¿A qué te referías?

–En general es un personaje incómodo porque se peleó con los poderes de turno, el poder central, que no lo quería porque tenía miedo de que apareciera un Artigas en el norte. Porque fue sancionado varias veces injustamente por el poder de Buenos Aires y el tipo seguía peleando por las suyas. A eso me refiero, ¿no? A una persona que en un lugar tan conservador y aristocrático como Salta reparte tierras entre sus gauchos, les crea un fuero judicial propio: había situaciones muy absurdas como que los más de seis mil gauchos que integraban los infernales, cuando iban a pelear, eran demandados judicialmente por abandono de tareas. Entonces Güemes crea un fuero para que este absurdo no tenga consecuencias judiciales sobre esta gente que estaba luchando por la patria.

–Claro, era imposible que cayera bien ya la figura de Güemes en ese contexto.

–En ese contexto, y en el contexto porteño también. Fíjate por qué tardó tanto Güemes en ingresar al Panteón. Inclusive en 1907, cuando Ramos Mejía arma un poco el Panteón Escolar como funcionario del Ministerio de Educación, lo deja afuera a Güemes por gaucho. Dicen que no puede ser prócer por ser gaucho. Es esta discriminación sobre los sectores populares que se mantiene y va recibiendo diferentes nombres a lo largo de la historia. En ese sentido digo que a algunos sectores de élite no les cae todavía bien, no les termina de caer bien Güemes.

–En el libro explicás que trataban mal a Güemes porque había un miedo de que hiciera lo mismo que hizo Artigas en la Banda Oriental.

–Eso no es una interpretación. Están las cartas de los propios directores, o sea, los Alvear, los Posadas, los directores supremos, que decían que había altas probabilidades de que Güemes se conviertiera en un caudillo estilo Artigas. Uno entiende por qué lo trataban así, por qué lo destrataban, no le respondían sus cartas, por qué no le mandaron un solo fusil, digamos, y él tenía que luchar con los fusiles que le podía capturar el enemigo. Evidentemente no lo querían empoderar, como diríamos hoy, porque sentían que era un peligro.

–Él, hijo de un funcionario español, era recaudador de impuestos. Al principio sigue las órdenes de Liniers, que era también un funcionario español, y en las invasiones inglesas toma el Justíne, un barco inglés, en nombre de la Corona Española. Después se pliega a la causa independentista y al mismo tiempo decide no jugar solo como lo hizo Artigas. ¿Cómo administra Güemes estas tres identidades posibles?

–Eso es común a todos nuestros próceres. La mayoría de nuestros próceres de la primera etapa participaron en las invasiones inglesas, estuvieron en los regimientos de las milicias que se formaron durante el virreinato de Liniers. A las invasiones había que repelerlas, independientemente de que estabas en alguna manera defendiendo un territorio virreinal. Pero bueno, fue una causa común de todo el pueblo, que fue sacarse de encima a los ingleses. Y además, ellos avizoraban, después de las invasiones, varias cosas.

–¿Cuáles?

–Primero, la debilidad del poder virreinal, la muy débil estructura militar, la disconformidad de todo un pueblo. Las invasiones inglesas son una bisagra y el incentivo para un grupo de gente que ya se empezaba a considerar muy disconforme con el poder colonial, por diferentes cosas, de una posibilidad de abrir una brecha importante e ir camino hacia una independencia. Y ahí Güemes se destaca con este hecho de película, que es la toma de un barco a caballo, el Justíne, como decías. Güemes pertenece a un regimiento que estaba en Salta, lo mandaron a Buenos Aires y ahí le toca participar en la defensa de Buenos Aires en las invasiones y toma un barco a caballo con cincuenta jinetes. Incluso el capitán inglés Gillespie dice que quiere conocer a ese capitán de veinte años, y el rey Carlos IV le da una condecoración de Honorable Defensor de Buenos Aires.

La madre de todas las historias

La historia de Güemes llegó a Pigna muy temprano en su vida. A los seis años, en Azul, su padre, que era director de Cultura, organizaba sobremesas en las que participaban figuras como Mercedes Sosa, Los Fronterizos, Atahualpa Yupanqui. Ahí escuchó a Cafrune, Jaime Dávalos y Eduardo Falú hablar de Güemes, Macacha y los Infernales, “historias alucinantes que contaban de estos personajes”.

–¿Qué impacto tuvieron en vos esas sobremesas?

–Esas sobremesas fueron muchísimas porque mi viejo era un tipo muy activo. Cada fin de semana venían artistas de Buenos Aires: Jaime Torres, La Negra, Los Fronterizos, Atahualpa. Pasaron por mi casa músicos de música clásica. Eran sobremesas que mi viejo, que era un tipo muy interesante, me decía “hoy quedate y escuchá a fulano”, y me contaba quién era. No estaba el celular, la gente hablaba y se sentía la maravilla del relato largo, la escucha, cada uno aportaba algo. Esas sobremesas seguramente tuvieron que ver con mi interés por la historia, por escuchar historias y reproducirlas a partir de lo que uno escucha.

–Además de la escucha, en tus libros siempre hay un componente muy visual.

–Me pasa desde hace mucho tiempo, te diría casi desde el primer libro, que me imagino muy cinematográficamente lo que estoy escribiendo. Y esto me lo ha dicho la gente que tuvo que adaptar mis libros a guiones, como que hay un guiño hacia una visualización. Me gusta la idea de que el lector se imagine, me gusta que en mis libros hay mucho contexto, hablo de lo que pasa en el mundo al mismo tiempo. Hay una cosa cinematográfica que a mí me gusta porque soy muy fanático del cine desde muy chico, es mi otra pasión. Está bueno que la gente visualice de qué estamos hablando.

La escritura de la historia

El tono de Los Güemes es, en general, de reivindicación. Hay varias páginas dedicadas a las mujeres que hicieron su aporte en la independencia y durante mucho tiempo no figuraron en la historia oficial. Macacha, su hermana, “una colaboradora de primera mano que muchas veces tenía que hacerse cargo de la administración provincial”; Magdalena Goyechea, madre de Güemes, que ejerció su influencia en la sociedad salteña y contribuyó al éxito de las campañas; y las llamadas “bomberas”: mujeres de alta alcurnia pero también lavanderas, esclavas y vianderas que oficiaban de espías para obtener información de los españoles.

Macacha Güemes, la hermana del líder salteño, fue una pieza clave en la vida política y militar de su hermano.
Macacha Güemes, la hermana del líder salteño, fue una pieza clave en la vida política y militar de su hermano.

–Y también hay una reivindicación del propio Martín Miguel de Güemes, quien tenía tenía un gran vínculo con San Martín y con Belgrano y cuya importancia no es menor a la de ellos. Sin embargo, todos recordamos hoy a San Martín y a Belgrano, pero no a Güemes. ¿Cómo se explica este lugar de sombra, de actor secundario?

Hay una cuestión muy porteñocéntrica, no solo en los relatos, sino en los hechos. Por ejemplo, Güemes es decisivo en la batalla de Suipacha, que es la primera victoria patriota en diciembre de 1810. Y en el parte no figura Güemes. La batalla se está perdiendo y Güemes arrasa con un batallón gaucho y logra la victoria. Y a la bandera española la capturan dos oficiales de Güemes, que llevan a Buenos Aires la bandera del triunfo de Suipacha. Y en el parte de Suipacha no figura Güemes. La locura que es. Y además después lo echan, le dan de baja en el Ejército. Es increíble cómo el tipo se la banca y pone por encima el objetivo que era la lucha.

–¿No reaccionó de ninguna manera?

–En ningún momento hace uso de su orgullo y dice “bueno, ya está, me voy”. Tampoco armó una pequeña invasión. Armó un contingente porque sabía que tenía que frenar en defensa propia esas invasiones. Después lo vuelven a reincorporar cuando lo necesitan y saben que es imprescindible. Pero el ninguneo es tremendo, que después se continúa con el ninguneo histórico o con la consideración de prócer local, caudillo norteño, no de prócer de alcance nacional, que es el que merece.

–Incluso los historiadores posteriores tenían sesgos a la hora de historizar. Un sesgo primero de género, que era de no ver el aporte de las mujeres, como el de Macacha, como el de Magdalena. Y después sesgos también territoriales, como el porteño. ¿Hay una historia absoluta que se va descubriendo con el tiempo, a medida que hay más investigaciones? ¿O es que cada presente arma su historia, con sesgos ideológicos, políticos?

Eric Howbsawm, el gran historiador inglés, decía que las preguntas del presente van determinando los relatos históricos del pasado. Por ejemplo, no hubo momento de más escritura sobre crisis argentinas que el 2001. Ese presente demandaba explicaciones –no justificaciones, son cosas distintas– de cómo llegamos a ese momento, cómo se quebró la Argentina, por qué pasó. Es decir, el presente determina inquisiciones sobre el pasado y también el presente va permitiendo miradas distintas que van ampliando. En los últimos veinte años han crecido enormemente los trabajos académicos y no académicos sobre la historia de las mujeres, porque el presente también lo determinó. Y hubo una necesidad histórica de conocer más sobre ese momento, no es oportunismo, es que la sociedad lo demanda también.

–¿Ocurre también con el relato desde la óptica porteña?

–Sí. El crecimiento de la investigación histórica va poniendo muy en evidencia el rol de las provincias, del mal llamado interior. Porque interior de qué, ¿qué es el interior? Hay cada vez más gente investigando las historias provinciales, van sacando a la luz cosas importantes. Entonces creo que por supuesto que el presente determina un poco la lectura del pasado, pero no necesariamente por una cuestión ideológica o de sesgo parcial, sino que también van apareciendo más elementos y hay unas miradas más amplias sobre lo que pasó. Y además que el absurdo de mirar la historia de la capital, digamos, no se sostiene.

Pigna dedicó uno de sus libros a la figura de Manuel Belgrano.
Pigna dedicó uno de sus libros a la figura de Manuel Belgrano.

–¿Lo porteñocéntrico está en baja?

–En un país tan importante, tan grande, tan gigante, hoy en día es insostenible decir que la historia es lo que pasó en Buenos Aires. Prácticamente no pasó nada en Buenos Aires si te pones a comparar con lo que pasó en Córdoba, Jujuy, La Rioja. Escenarios de nuestras guerras civiles, el cruce de los Andes que se dio en Mendoza, todo lo que pasó en el Litoral… También tenés cosas del lenguaje que son mal dichas, como “el interior”, “remota localidad”, remota depende de donde estés.

–En el libro hablás del término “último pueblo de la frontera”, cuando en realidad es el primero.

–Porque estamos acá en la capital. Hay una narrativa que me parece que, teniendo en cuenta que el lenguaje nomina y determina, es muy importante empezar a cambiar también. Así como cambiamos nuestro lenguaje con respecto a las mujeres, me parece importante cambiarlo en términos generales.

–Y como historiador y profesor quizás es más interesante porque uno no se aburre. Es decir, si la historia se mueve, el historiador también se mueve. El San Martín que uno conoce a los veinte años no es el mismo que el que conoce a los sesenta… ¿Te ha pasado?

–Las figuras cambian, se van ampliando, porque también estas perspectivas de género, estas perspectivas territoriales te van necesariamente dando estímulo para ampliar las miradas. Yo no escribo hoy como escribía hace veinte años, evidentemente, es así, y está buenísimo. Obviamente hay otros registros, la historia social crece, se incorporan elementos psicológicos y estadísticos que quizá en otro momento no estaban, la perspectiva de género, la perspectiva de clases, cosas que van enriqueciendo la historia.

Quién es Felipe Pigna

♦ Nació en 1959. Es escitor, profesor y divulgador especializado en Historia Argentina.

♦ Fue columnista de radio y condujo ciclos televisivos como Algo habrán hecho por la historia argentina, Lo pasado pensado, Noticias de ayer y Archivo General de la Emoción.

♦ Entre sus libros se cuentan Los mitos de la historia argentina, Evita, jirones de su vida, La voz del gran jefe y Mujeres insolentes de la historia.

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