¿Qué hacemos con las vacaciones de invierno si nos sobra el tiempo? Once libros imperdibles para entretenerse

El teatro, el cine, un paseo, un viaje: son todos planes posibles para el receso escolar de esta parte del año. Pasar tiempo con un libro también lo es, y hay para todos los gustos. Una selección para que ningún lector se quede con las ganas.

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La lectura requiere tiempo, pero
La lectura requiere tiempo, pero ofrece recompensa. (Getty Images)

La literatura requiere tiempo, tiempo para leer. En la novela El artista más grande del mundo, de Juan José Becerra, uno de los personajes afirma: “La literatura se mete con la vida, es decir que vos das tiempo y tenés literatura, y si no se lo das, no la tenés. Es una relación que hay que asumir”. El tiempo en las vacaciones se vuelve una ficción, una narrativa del ocio, del disfrute; la acumulación prescripta de consumos, experiencias, paseos, idas al cine, al teatro, a las ferias, comidas, chupetines, helados o chocolate con churros. Una lista de cosas por hacer para colmar un tiempo infantil que, sin clases, parece quedar rengo. Aunque también podemos hacer de ese tiempo, un tiempo para leer con y para chicas y chicos.

Si fuera el caso, acá van algunos libros en los que pasar el rato, perderse, naufragar, ver salir y ocultarse el sol. Libros ventanas de colores, que cruzan puentes y llevan de la mano por senderos silvestres.

Los hay silenciosos, como La ola, de Susy Lee (Calibroscopio-Barbara Fiore), que nos lleva de excursión al mar y nos hamaca en el vaivén de las mareas, una forma de salir a jugar, aprender a escuchar los sonidos de las cosas, el rugido del agua, las advertencias de los pájaros. Se dice de La ola que es un libro silencioso porque no tiene texto, está hecho sólo de imágenes, pero también de sonidos y carcajadas.

Silencioso, también, es Vacaciones, de Blexbolex (Libros del Zorro Rojo), una narrativa visual compleja en la que una niña pasa el verano en casa de su abuelo, explora cada rincón del prado, se da una panzada de naturaleza, de verde, de viento, de lluvia y aroma a hogar; hasta que llega una visita que, aunque esperada, resulta imprevisible.

Con una estética melancólica de vieja enciclopedia, el libro compone una historia repleta de contradicciones y ambigüedades, que hay que leer no una, sino varias veces para no perderse en las múltiples señales, marcas y detalles. Buena parte de las páginas combinan escenas dobles, una vista general y pequeñas viñetas que hacen avanzar la trama, generan movimiento y saltos temporales. Casi un guión animado en el que cada lector puede avanzar al paso que prefiera.

"La ola", de Susy Lee
"La ola", de Susy Lee

Tierra encantada (Musarañita), de Pablo Picyk, es una historieta sin palabras, un conjunto de microrrelatos que sucede en 12 cuadros. La sorpresa es el ingrediente de cada una de ellas: encuentros, descuentos, amores, traiciones y travesuras tienen lugar entre seres que pueden identificarse como pájaros, ranas, peces, zorros, salamandras, caballos, jirafas o caimanes, pero todos con un alto grado de singularidad. La Tierra encantada de Picyk está hecha de viñetas condimentadas de todas las cosas de este mundo con un agregado de fantasía y colores plenos.

Ahora, si preferimos la narrativa, digamos cuentos y novelas, letras con o sin ilustraciones, podemos elaborar una receta caprichosa y arbitraria que combine varios títulos. Por ejemplo ¿Para qué sirve un niño? (Fondo de Cultura Económica), de Colas Gutman, ilustrado por Dalphine Perret, un paseo por el campo, en medio de una disparatada charla entre un borrego, una vaca, una gallina y un niño.

Los padres de Leonardo aprovechan el tiempo libre para tomar té frente a la chimenea, y el niño, como es de esperar, se aburre. Y por eso sale a caminar por el campo, anda malhumorado y desorientado hasta que se encuentra con esa junta de animales que lo desafían a que les explique qué cosa es un niño y para qué sirve. “Un niño sirve para convertirse en alguien cuando sea grande”, dice; pero el grupo no se contenta y sigue preguntando. Así, mientras intenta responder, Leonardo empieza a pensarse de un modo novedoso.

La novela No comas renacuajos (Babel), del colombiano Francisco Montaña Ibáñez, está estructurada en dos tiempos. En uno, un grupo de niños -tres varones y dos nenas- intentan sobrevivir en una casa desolada, sin comida y sin nadie que cuide de ellos. En el otro, narrado en primera persona, una nena cuenta su vínculo con un niño esquivo y siempre hambriento que, con el avance de la trama se devela, es el más pequeño de los varones del grupo antes presentado. Un libro doloroso y bello, repleto de sensibilidad, ambiente y ternura. Una novela que presupone un lector o lectora atento, sensible y dispuesto a las emociones, que cuente con la compañía de un lector experimentado.

El último libro de Betina
El último libro de Betina González, lleno de criaturas extrañas.

En los cuentos de Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios (Fondo de Cultura Económica), de Betina González, de reciente publicación, aparece una galería fantástica de niños para coleccionar. Es uno de esos libros en los que la norma es la incorrección, sin melancolía ni nostalgia; una pura apuesta por la ficción y el juego. González, de destacadísima trayectoria literaria, acerca en este conjunto de relatos para chicas y chicos, la misma materia de la que están hechas sus obras para adultos, con un especial cuidado en el ritmo, que obliga a leer con atención, con la mente inquieta, para no dejar escapar ni una gota del asombro que cada historia provoca.

Extraordinaria y desfachatada es Tania, la protagonista de la novela Tania Val de Lumbre (Nórdica), de la escritora noruega María Parr; una chica que crece en un pueblo de montaña, con aroma a nieve y leños ardiendo en el hogar. Los días son cortos y la oscuridad profunda, y Tania es la única niña entre una comunidad de adultos a los que hace reír con la misma habilidad que rabiar. Empática, disparatada y divertida, Tania tiene ecos de la icónica Pippi Langstrump, de Astrid Lindgren. Una novela episódica en la que los títulos de cada capítulo funcionan como síntesis de la trama.

Con el color de las antiguas fábulas, La hoguera, de Gigliola Zecchin (conocida como Canela) y Christian Montenegro (Comunicarte) habla de lo desconocido, lo incierto, lo innombrado, pero también es una historia de amor y amistad, el camino del héroe y la heroína que tras pasar algunas pruebas reciben la bendición de cierta comprensión, cierta clarividencia. Un náufrago, un ciego y una mujer hermosa y poderosa son la materia de La Hoguera, que mereció el Gran Premio Alija 2022. Las ilustraciones de Montenegro enlazan cada uno de los pasajes del relato con imágenes arquetípicas que evocan la estética de las cartas del Tarot de Marsella. Una edición a dos tintas que resulta en una pieza de arte.

Una gran pregunta para que
Una gran pregunta para que los niños puedan redescubrirse.

Si queremos de esos libros en los que el sentido se dispara en varias direcciones como en una tarde de sudestada, los libros álbumes en los que la narrativa discurre entre el lenguaje textual y el lenguaje visual; se completan, se enlazan y multiplican, resultan ideales para leer con otros, porque cada mirada descubre nuevos resquicios por donde se cuelan secretos.

Uno de esos que reclama tiempo y, en tanto, habla del tiempo es Mi abuela tiene un león (Periplo), de María Elina. Las abuelas saben hacer espacio para la fantasía y la lectura trata de eso: de abrir la puerta para ir a jugar, y se vuelve tanto más interesante cuando al juego se le suman historias, personajes y vida. Una vida, más vida, cuanto menos apegada a la realidad.

Cuando sólo tiene una cosa, la protagonista de Una niña con un lápiz (Limonero), de Federico Levín y Nico Lassalle puede valerse de él para dibujarse un mundo, un libro y una hermana para que le lea ese cuento que empieza y termina para volver a empezar. Porque si tiene un lápiz, tiene en su mano todo lo que pueda imaginar.

Hay un libro para cada lector, solo hace falta saber quién es ese lector, es decir, mirar al niño o la niña y tratar de captar por dónde van sus gustos, su curiosidad, su inquietud. Después sólo queda entregarse a la lectura compartida y las charlas que cada una trae.

Buenas vacaciones.

Pero antes: una yapa. Un libro porque sí, porque las alegrías son más alegrías si se comparten. Porque las hazañas se ensanchan en las muchas veces que se han vuelto a contar; Mundialito Tricampeón (Planeta), de Carolina Salvini vale para seguir bien arriba con la emoción y la manija mundialista. A pura camiseta, juegos y guiños para futboleros que son lectores y lectores que son futboleros.

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