Luka Magnotta, nacido como Eric Clinton Kirk Newman en Scarborough, Ontario, Canadá, el 24 de julio de 1982, anhelaba el reconocimiento y el estatus que solo la fama podía brindarle. Comenzó su carrera en la industria del cine para adultos, donde dejó su marca como actor porno y gigoló. Se sumergió en el mundo del modelaje y la actuación. Sin embargo, su sueño de fama y fortuna no se hizo realidad, y, en cambio, cayó hondo en una espiral de obsesión, narcisismo y crueldad. Se convirtió en un personaje enigmático y lleno de contradicciones.
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En 2012 la siniestra historia de Magnotta llegó a la luz pública, la publicación de unos videos donde torturaba y asesinaba animales le dio una terrible fama en la red. Aunque las autoridades y los usuarios de internet intentaron detenerlo, Magnotta desafió a la Policía y continuó su espiral de violencia y sadismo.
El punto culminante llegó con el asesinato de Jun Lin, un joven chino con quien mantenía una relación sentimental. En un acto de brutalidad extrema, Magnotta apuñaló a Lin, lo decapitó, practicó necrofilia y desmembró su cuerpo. Los restos de la víctima fueron enviados a políticos canadienses, mientras Magnotta huía al extranjero.
Su persecución se convirtió en una carrera contra el tiempo. Europa lo vio como un fugitivo peligroso, mientras él intentaba evadir a las autoridades. Finalmente, fue capturado en un cibercafé en Berlín, donde lo encontraron consultando noticias sobre sí mismo.
En su juicio, Magnotta se declaró inocente, pero las pruebas abrumadoras y los testimonios espeluznantes dejaron en claro su culpabilidad. Fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional durante 25 años, además de otros cargos relacionados con crueldad hacia los animales y obscenidad.
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Su perfil psicológico ha sido objeto de debates. Algunos lo ven como un individuo con trastornos mentales graves, mientras que otros lo consideran un narcisista despiadado en busca de atención. Desde su infancia, marcada por el abuso y el tormento, Magnotta se transformó en un ser egocéntrico y vanidoso. Pero su sed de fama lo llevó por caminos mucho más oscuros.
Incluso en prisión, Magnotta encontró una forma retorcida de llamar la atención. Publicó un anuncio buscando pareja, y finalmente contrajo matrimonio con otro preso. Este triste episodio solo evidencia la complejidad y perturbación que lo acompaña.
La madre de Magnotta, Anna, se mantiene firme en su creencia en la inocencia de su hijo. Incluso ha escrito un libro, “My Son, the Killer”, en colaboración con el escritor Brian Whitney, en un intento de retratar una imagen más humana y comprensiva de él, pero la realidad dice otra cosa.
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Su historia es una de las que aparece en el libro El club de los asesinatos, escrito por Nicola Stow y publicado en español por la filial mexicana del grupo Planeta.
Entre sus páginas, se exploran casos emblemáticos como el de Magnotta y el del Asesino del Golden State, cuya identidad fue descubierta décadas después de sus crímenes. Además, se profundiza en el Atentado de Boston y se revelan entrevistas inéditas que analizan por qué la investigación oficial no logró capturar a los responsables.
En el mundo del true crime, algunos van más allá de ser meros espectadores de los oscuros crímenes que se relatan. Son los fanáticos que, impulsados por una necesidad de justicia o una obsesión por desentrañar el misterio, se convierten en detectives de la vida real. Su objetivo: resolver casos sin resolver y encontrar pistas que las autoridades pasaron por alto.
Lo interesante de este grupo de detectives aficionados es que carecen de experiencia y entrenamiento policial, pero su intuición y dedicación los llevan a adentrarse en terrenos peligrosos donde las autoridades no pudieron llegar. Sus métodos pueden ser poco ortodoxos y, en ocasiones, incluso arriesgados, pero su pasión por resolver este tipo de casos los impulsa a seguir adelante.
Desde utilizar Google Maps para recorrer calles y encontrar nuevas pistas, hasta profundizar en testimonios y archivos públicos, estos investigadores aficionados dedican su tiempo y energía a descifrar los misterios más oscuros de la criminalidad. A menudo, trabajan en colaboración con otros aficionados y comparten sus descubrimientos en comunidades en línea, alimentando su sed de justicia y manteniendo viva la esperanza de resolver casos olvidados.
El club de los asesinatos revela un fascinante fenómeno en el que los fanáticos del true crime se convierten en detectives de la vida real, desafiando las barreras entre la ficción y la realidad. Aunque su labor puede ser infructuosa en algunos casos, demuestran que el interés por los crímenes reales va más allá de la mera curiosidad. Su dedicación hace posible este libro.
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