A Ana María Matute la guerra le robó la niñez, quizás por ello escribió grandes novelas en las que se retrató el sentimiento de la posguerra y describiócomo pocas las condiciones sociales, políticas y económicas de los “niños asombrados”, que, como ella, fueron marcados por el conflicto civil español.
Segunda de cinco hijos en una familia afincada en las tradiciones conservadoras y religiosas, con un importante nivel de comodidad, Ana María Matute nació el 26 de julio del año 1925 en Barcelona, España. Hija de madre castellana y padre de origen catalán, dueño de una fábrica de paraguas.
Antes de la llegada de la guerra, durante sus primeros años de infancia padeció varias enfermedades; incluso, a los 4 años estuvo a punto de morir debido a una infección de riñón. A esto se sumó una ausencia que sería determinante en su vida, la falta de cariño materno, suplido por su padre, a pesar de sus constantes viajes a Berlín y Londres.
Fue precisamente en una de esas salidas, tras las cuales siempre llegaba a contarle historias, que su padre compró a Gorogó, un muñeco negro que se convirtió en el personaje de Primeras memorias, un libro en el que Ana María Matute retrató el paso de la niñez a la adolescencia, una de las etapas más difíciles de su vida.
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La guerra y la infancia
Cruzaba los once años de edad cuando estalló la guerra civil española, en 1936, que le trajo no solo muerte y violencia, sino también miseria, angustia y hambre, lo que marcó profundamente no solo su vida personal, sino también literaria.
Para la española, la infancia tuvo otro color. Estaba teñida por el trauma de la guerra, se la robaron, y a cambio le dejaron heridas en el corazón y afectaciones psicológicas en la mente de una niña cuyas ilusiones se habían apagado a muy temprana edad, como las de muchas otras niños que tuvieron que crecer en medio del conflicto y tras la guerra.
Matute expresó esto en sus primeras obras literarias, entre las que se encuentran las que se enfocaron en lo que se llamó la generación de los ‘niños asombrados’, quienes compartían el dolor de crecer en un mundo trastocado por la tragedia. Algunas de estas obras fueron: Los Abel, Fiesta al Noroeste, Pequeño teatro o Los soldados lloran de noche.
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“Los hijos muertos” de Ana María Matute
Otra de las obras que hace parte de este momento es Los hijos muertos, una novela que es a la vez un testimonio del impacto de la Guerra Civil en la vida de Matute. En ella también arremetió contra el fariseísmo y emprendió una búsqueda literaria por la libertad de los sentimientos. Está llena de imágenes dolorosas, hambre y desesperanza, así como historias de seres que habitan su vida y luchan contra el orden dictado. Con esta obra obtuvo el Premio de la Crítica en 1958 y el Premio Nacional de Literatura en 1959.
Ana María Matute también fue tocada por la censura cuando lanzó su novela titulada Luciérnagas ante el Premio Nadal, pero fue eliminada en las rondas finales. La censura impidió que se publicara y debido a su desacuerdo con la dictadura franquista se le aplicó una sanción que le prohibía salir al extranjero, objetivo que había planeado para asistir a un congreso de literatura infantil en Niza.
La escritora ingresó a la Real Academia Española de la Lengua en el año 1996, donde ocupa el “asiento K”, convirtiéndose en la tercera mujer en hacerlo en 300 años. Allí, el 18 de enero de 1998, leyó ante todos su discurso de ingreso.
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En la adultez: la vida familiar y personal
Matute se casó con el escritor Ramón Eugenio de Goicochea en el año 1952, dos años después vio nacer a su único hijo, Juan Pablo, a quien le dedicó gran parte de sus siguientes escritos en el universo de la literatura infantil. Sin embargo, en 1963 decide separarse de su esposo.
A la separación vinieron también otras circunstancias que oscurecieron su vida, como por ejemplo la imposibilidad de ver a su hijo. Esto surgió como resultado de las leyes españolas, pues su esposo pudo acceder a la tutela del niño, situación que le produjo varios problemas emocionales que agudizaron su depresión.
Decidió darse una nueva oportunidad en el amor de la mano del empresario de origen francés Julio Brocard. Juntos pudieron dar rienda suelta a una pasión compartida: viajar. Sin embargo, Brocard murió en el año 1990, el mismo día del cumpleaños de Matute. Otro evento que la sumió aún más en la depresión.
La vida de aquí en adelante
Tras un silencio de escritura que duró varios años, obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con Solo un pie descalzo. Más tarde publicó Olvidado rey Gudú, formó parte de la Real Academia Española y de la Sociedad Hispánica de América, incluso hay un premio que lleva su nombre.
Durante los años siguientes sus obras siguieron llevándose importantes reconocimientos en distintos lugares del mundo. Fue profesora de universidad y se trasladó a varias naciones a dictar conferencias, donde hablaba sobre los beneficios de los cambios emocionales del ser humano y al final, cómo nunca la inocencia se esfuma por completo. Aun cuando a los 89 años se despidiera del mundo en septiembre de 2014, siempre señaló que se sentía joven.
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