Leamos ha publicado en versión digital el libro décimo sexto de Álvaro Alfonso, que es sin ninguna duda quien ha cumplido a cabalidad la función de periodista investigador acerca del pasado reciente en el Uruguay. La amplia bibliografía que lleva su firma así lo certifica. Pero hay algo que lo diferencia de otros autores que también han pretendido incursionar en el tema: la profundidad y la documentación con la que acompaña sus juicios.
Hace poco más de un año, Álvaro me preguntó si creía que la sociedad uruguaya estaba preparada para conocer su verdadera historia. Mi respuesta fue que no lo estaba, que Uruguay se parece al individuo que se siente mal y no va al médico porque tiene miedo de conocer qué le pasa, mientras su dolencia avanza hasta provocarle la muerte, pero que había que seguir en ese camino.
Este libro, El golpe de todos, es un paso más en ese camino. Es una crónica minuciosa y documentada que echa por tierra la intencionada Teoría de los dos demonios, creada por quienes hicieron posibles las condiciones políticas y sociales a ambas orillas del Río de la Plata, lo que el historiador inglés Brian Crozier llamó “el teatro de operaciones de la tercera Guerra Mundial”.
Nos dice que además de la crisis interna que atravesaba el Uruguay, la disputa a nivel mundial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética -enfrentados en lo que se llamó la Guerra Fría- tuvo un impacto directo en aquellos años, tanto en la gestación del ascenso de los militares hasta llegar a la dictadura y en el moderado respaldo al MLN Tupamaros, sin que los que lo integrábamos fuéramos conscientes de que formábamos parte de ese enfrentamiento global.
Nos habla de lo que muy pocos hablan, cómo es que los Estados Unidos ya en 1966 pusieron en marcha su campaña para que las Fuerzas Armadas de la región, y por tanto las de Uruguay, actuaran para evitar la penetración del comunismo, entendiendo como tal a todo lo que se opusiera a sus intereses económicos.
Cuando en 1971 los militares uruguayos fueron convocados a combatir la subversión, las Fuerzas Armadas eran legalistas, pero tras derrotar a la subversión, se convirtieron rápidamente en golpistas, tras asumir como propias las informaciones que los mismos tupamaros les proporcionaron contra el sistema político y las “roscas financieras” que medraban a la sombra de un sistema político que actuaba en connivencia con esas mismas “roscas”.
En los archivos puestos en circulación recientemente en el Uruguay, aparecen las declaraciones de Jorge Torres, quien fuera uno de los impulsores de las ideas germinales que llevarían a la creación del MLN, que nos dice con detalle cómo Eleuterio Fernández Huidobro, uno de los gestores calificados de la entente con los militares en aras de acabar con el sistema político, entregó como muestra de buena fe una carpeta que había sido robada del estudio del Dr. Cossini en la que aparecían detallados una serie de ilícitos económicos, cometidos por los integrantes de lo que se llamaba la oligarquía antinacional.
La organización armada tuvo realmente una importancia fundamental en la gestación del golpe pero no como se ha pretendido hacer creer hasta el presente -porque quisiera imponer una dictadura de tipo cubano o que siguiera las directivas de la Unión Soviética- sino porque encontró en las fuerzas que la derrotaron la misma vocación de mesianismo que la inspiraron hace más de sesenta años.
El MLN apoyó a los militares porque creyó que ellos llevarían adelante un golpe patriótico, y que varios de sus planteos originarios los llevarían adelante.
El Uruguay y por ende los uruguayos han vivido los últimos 60 años creyendo en una historia mentirosa, creada por quienes de uno y otro lado del espectro político se han beneficiado de la mentira, confiados en que nunca nada ni nadie intentaría poner las cosas en su lugar.
Dice Álvaro Alfonso que “mientras se siga abrazado al pasado aceptando la llamada teoría (de los dos demonios), se continuará soslayando la verdad de nuestro pasado reciente, en lo que tiene que ver nada menos que con las responsabilidades que le correspondieron a cada actor, tanto en desarrollo como en el desenlace de esos cruentos años que atomizaron y atomizan a la sociedad uruguaya y al Cono Sur, y la condicionan hasta estos días”.
Hay muchos otros aspectos dignos de destaque, pero la brevedad de la nota me impide referirme a ellos. Recomiendo su lectura con el convencimiento que es un paso más en el camino hacia el conocimiento de la verdad, camino que tantos intereses han pretendido, y todavía pretenden, mantener cerrado.
* Héctor Amodio Pérez fue un dirigente tupamaro.
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