Estuvieran en casas de familias coleccionistas o en museos en casi cualquier parte de Europa, ninguna pieza de arte parecía estar a salvo de las manos de los nazis. Llevaron a cabo un plan meticuloso y organizado para robar sistemáticamente obras de arte valiosas. El objetivo era enriquecer las colecciones de museos de arte europeo que Hitler planeaba crear. Miles de obras maestras de la pintura occidental de autores tan reconocidos como Vermeer, Brueguel, Rembrandt, Goya, Van Gogh, Cézanne, Renoir, Picasso y Matisse, fueron sustraídas de sus legítimos propietarios, muchos de ellos judíos, y trasladadas a Alemania.
El transporte de estas obras maestras fue una odisea en sí mismo. Viajaron en trenes, fueron ocultadas en minas y sótanos, o cayeron en manos de los altos mandos nazis. Algunas incluso llegaron al turbio mercado del arte de la guerra y la posguerra. Este fue el destino de miles de lienzos que representaban la expresión artística de grandes maestros.
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Tras el final de la guerra, algunas obras regresaron a sus legítimos dueños gracias a las tropas aliadas. Sin embargo, muchas otras se perdieron para siempre. La pista de algunas piezas se desvaneció definitivamente, mientras que otras se recuperaron en los años posteriores al conflicto.
El periodista puertorriqueño Héctor Feliciano, autor del libro El museo desaparecido, ha tenido acceso a documentos comprometedores que fueron descalificados en las últimas décadas. Además, ha entrevistado a víctimas, testigos y colaboradores que sobrevivieron al expolio. Su investigación se centra en el destino de las colecciones de cinco grandes familias: Rothschild, Rosenberg, Bernheim-Jeune, David-Veill y Schloss.
Desde su publicación en 2004, el libro ha tenido una buena acogida en países como Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Alemania, Japón y Argentina. Esta obra reveladora ofrece una visión detallada de uno de los episodios más oscuros de la historia del arte.
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Pero, ¿quién fue el principal promotor de este saqueo? Según Feliciano, quien conversó recientemente con Infobae Leamos durante la undécima edición del Festival Gabo, en Bogotá, fue el propio Adolf Hitler. El líder nazi soñaba con tener su propia colección privada y abrir un museo de arte en Austria. Su interés por el arte y la cultura germánica lo llevó a orquestar el asalto a galerías europeas y al expolio sistemático de obras sumamente valiosas.
El saqueo nazi de obras de arte fue un fenómeno monumental. Más de 140.000 obras fueron sustraídas de galerías europeas y de coleccionistas judíos. Entre ellas se encontraban piezas de Vermeer, Van Eyck, Goya, Velázquez, Rembrandt, Picasso, Cézanne, Rubens, Dalí, Van Gogh, Brueghel, Durero, Cranach, Matisse, Renoir, Manet, Monet y muchos otros artistas reconocidos.
Francia fue uno de los países más afectados por el saqueo, perdiendo 203 colecciones privadas en tan solo cuatro años. París, conocida como la capital mundial del arte, dejó de serlo debido al robo masivo perpetrado por los nazis. Estos sucesos cambiaron el panorama artístico para siempre.
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El trabajo de investigación de Héctor Feliciano comenzó casi por casualidad. Durante los años 80, mientras era corresponsal cultural en París para The Washington Post, se topó con la historia del expolio de obras de arte en Francia durante la ocupación nazi. Esta historia intrigante despertó su curiosidad y lo llevó a investigar a fondo durante ocho años. El resultado fue este libro, El museo desaparecido, que provocó un gran impacto en su momento en la comunidad artística y los directores de museos.
Tras la publicación del libro, muchas obras de arte fueron recuperadas por sus legítimos propietarios. Cerca de 26.000 piezas robadas en Francia fueron devueltas, y cientos de personas comenzaron a presentar reclamaciones en varios países para recuperar sus tesoros perdidos.
Según el autor, después de la invasión nazi, Nueva York se convirtió en la ciudad con la mayor concentración de arte en el mundo, desplazando a París de su posición dominante. Esto se debió a los movimientos agitados de las colecciones entre países y a la compra y venta clandestina de obras de arte. Algunos de los museos involucrados en estas controversias, tanto en el pasado como en la actualidad, incluyen el MoMA de Nueva York, el Museo del Louvre en París y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid.
Algunos parientes de las víctimas de los saqueos durante el conflicto, han emprendido acciones legales contra estas instituciones para recuperar el arte que pertenecía a sus familias. Por ejemplo, el heredero de Jacques Goudstikker, un marchante de arte holandés que huyó de su país de origen y falleció posteriormente, demandó al Museo Norton Simon de Pasadena, California, por la posesión de la pintura “Adán y Eva” de Lucas Cranach el Viejo. Sin embargo, el juez falló a favor del museo, argumentando que Goudstikker perdió sus derechos porque no cumplió con el plazo establecido por el gobierno holandés en 1951 para solicitar la devolución de las obras de arte. Esto permitió que la pintura se convirtiera en propiedad legal de los Países Bajos y fuera vendida al Museo Norton Simon.
Pero así como algunos litigios no logran un desenlace favorable, en muchos otros casos las familias han logrado recuperar sus posesiones, incluso después de una o dos generaciones, gracias a bases de datos públicas. Un ejemplo es el caso de los Bromberg, una pareja de judíos que huyó de Alemania en 1938. Durante su travesía, tuvieron que desprenderse de muchas de sus pertenencias, incluyendo una obra del taller de Joos van Cleve titulada “Retrato de un hombre”. La pintura fue encontrada en 1945 en las minas de Altausse en Austria y estuvo en depósito en el Museo del Louvre desde 1949 hasta 1959. Finalmente, el 28 de noviembre de 2016, la obra regresó a manos de los familiares de los propietarios originales.
El museo desaparecido es, pues, un ensayo de meticulosa investigación que se adentra en toda esta situación perpetrada por los nazis con auténtica maestría. Feliciano sigue el rastro de algunas de las colecciones de arte más importantes, resaltando la falta de escrúpulos, no solo de los altos líderes alemanes (verdaderos impulsores del saqueo indiscriminado), sino también de algunos comerciantes de arte franceses de la época que colaboraron con el régimen nazi y vieron los cuatro años de ocupación alemana como una oportunidad para enriquecerse.
Escrito de manera accesible y sencilla, estas páginas deleitarán a los aficionados a la Historia del Arte, aunque también les revolverá el estómago al mostrar las atrocidades cometidas durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
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