¡Hola!
Hoy te voy a hablar de una poeta chilena. Se llama Malú Urriola y la palabra cuando pienso en ella es “intensidad”.
Desde hace un tiempo el adjetivo “intenso” adquirió un dejo peyorativo. Quizás desde que se puso de moda ser “cool”, esa palabra tan difícil de traducir: los españoles dicen algo como “guay”. ¿Se entiende?
“Cool”, tal vez sea lo que alguna vez llamábamos “canchero”, pero no tanto, “con estilo”. Mi traductor automático dice “genial”. Pero literalmente “cool” es “frío”. Ser genial, canchero, con estilo, es ser frío. Olvidate: Malú Urriola arde. Es un ardor salvajemente urbano en sus primeros libros: arrancó con Piedras rodantes, después vino Dame tu sucio amor y, más tarde, Hija de perra. Con esos títulos, te podés imaginar por donde viene.
Este es el comienzo del primer poema del primer libro: “La malú —me dijo— oye, urriola/ evita el cigarro/ quedarte sola en el techo fumando/ es para volverse loca”.
Cuando se publicó, en 1988, Urriola tenía 21 años y ya había recibido una beca de la Fundación Pablo Neruda. Después vendrían otras distinciones, el premio Pablo Neruda, la beca Guggenheim. Pero no es de biografía que quiero hablar, es de poesía.
En los libros de Malú -como en todos los que los incluyen- hay una declaración en los epígrafes: Malú Urriola arrancaba ese primer título con una frase de la teórica francesa Julia Kristeva —de origen búlgaro— y otra de la cantante argentina Celeste Carballo. Alta intelectualidad y noche de rock: ese cóctel, en sus escritos, se bate en la noche de Santiago de Chile.
Poema tras poema, Malú Urriola se ocupa de la oscuridad del alma, del deseo desesperado, de esa soledad que no se cura con compañía, de la hipocresía, de la impostura. Sus versos transpiran el desprecio por el “lujo cultural”. Como en los versos de Gabriel Celaya que cantó el compositor y músico Paco Ibáñez: “Maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los neutrales”.
Los de Malú Urriola son versos sin voladitos, descarnados, versos y prosa poética sin aliento, que se leen hasta que se acaba la respiración.
Hay bares en esa poesía, hay prostíbulos, hay camas, hay moteles, corpiños, hay amores fugaces y pasiones profundas, la amante se confunde con la escritura. “Para vivir hay que tener huesos/ que no teman hacerse polvo” dice, desafiante, en Cadáver exquisito, el libro editado en 2017. Y no temer hacerse polvo es saber que nos iremos haciendo polvo, claro. Todos los huesos serán polvo, pero no es fácil vivir sin olvidarlo.
Eso: se trata de lanzar frases como “tener huesos que no teman hacerse polvo” y saber de qué se habla. Intensidad y lucidez. Ardor y racionalidad. Esa combinación es la poesía de Malú Urriola.
Porque así es este mundo, mugriento y cruel, húmedo y carnoso. Porque todo lo que te hace bien siempre te hace mal, como decía Fito. Porque la maravilla del amor camina por la cornisa del dolor. Y porque en todo eso sabemos ver, como reflejos, la belleza que nos deja vivir.
Voy a copiar acá algunos de esos textos. Es lo mejor. Después me contás.
Poemas de Malú Urriola
Me perdí en Buenos Aires, ebria, me hallaron en un Bunker, bailando en medio de travestis, un hombre pensó que yo era un muchacho, salimos a la calle a tomar unas cervezas, me habló de su amado por horas, me dijo que lo golpeaba, que cuando quiso matarlo él le besó su trasero, luego habló de unas luces que ve al cruzar la calle de San Telmo, un viejo barco que lo llevó una noche a un extraño lugar. Deslizó su mano hasta tocar la mía.
nos parecíamos a una breve imagen del abandono.
(de Dame tu sucio amor)
Una noche como esta, nos alumbramos tanto el cuero,
gemimos como una cajonera vieja al borde del abismo.
De eso, tan solo el recuerdo que me frecuenta algunas tardes,
y este pistilo de flor aérea que se pulveriza Azul entre los dedos.
(de Cadáver exquisito)
Qué se hace con las estrellas que siguen brillando
con las aguas del delta y los ferris de los que nos escondimos
para que los turistas no vieran a dos mujeres desnudas
besándose en el río.
Con el sol, qué se hace con el calor del sol
y con los grillos, con los huevos de las ranas.
Con los milagros de la vida, ¿qué se hace?
Con ese prostíbulo del puerto donde reíste en mis brazos,
antes de llevarme a ese cuarto donde lo que no conquistó el placer
se lo llevó el olvido.
Qué se hace con las despedidas,
con las maletas,
con los aeropuertos,
con los ascensores,
con los trajes tristes,
con la puerta de desembarque,
con el surco de nube,
con el silencio del cielo.
(de Cadáver exquisito)
Y mi preferido:
Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo
Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta… daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que escribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las palabras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cortarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me desespero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encontrar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las palabras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resistir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas palabras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él. Sabe que cuando no dé más deberá tomar la empuñadura y rajar la muñeca de mi otro brazo, sabe que aunque son pares sólo él puede hacerlo, sabe que él será el último en abandonar, lo sabe, como sabe también que será capaz de dejar de escribir porque escribir me daña a veces, mi brazo sabe que escribir daña porque es él quien escribe, cuando mi brazo escribe sabe que está doliendo, quemando, sabe que me revuelvo toda, por eso mi brazo dejaría cualquier cosa para calmarme. Es este brazo quien te olvida, no yo, porque mi brazo sabe que estando juntos somos capaces de resistir tu falta, que podemos trazar tu recuerdo, en cambio si me faltara este brazo yo me quedaría muda, me quedaría postrada, no podría resistir, no podría, por eso no te doy este brazo ni se lo daría a nadie, porque este brazo es el único capaz de librarme de mí.
(De Hija de perra)
No pude conmigo y contrabandeé unos versos más en una foto que dejé acá arriba. Si querés contarme si la leíste o te interesaría hacerlo, escribime a pkolesnicov@infobae.com y te contesto.
Hasta la próxima,
Patricia
* Esta nota reproduce el newsletter “Leer por leer”, que se entrega los jueves. Para recibirlo te podés suscribir siguiendo este enlace.
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