Tenía la vida hecha pero una muerte inesperada la obligó a cambiar sus planes

En “Tú y otros desastres naturales”, la bestseller española María Martínez cuenta una historia que prueba que los secretos no pueden guardarse para siempre.

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La protagonista de "Tú y
La protagonista de "Tú y otros desastres naturales", de María Martínez, tiene la vida planificada hasta el más mínimo detalle hasta que una inesperada mala noticia la obliga a barajar y dar de nuevo.

Siempre es bueno tener un plan. Un camino recto con un destino fijo puede ser la mejor manera de organizar el futuro, eso está claro. Pero a veces, por más que uno intente desesperadamente digitar cada uno de sus pasos, la vida presenta sorpresas que desmoronan todos los planes y obligan a barajar de nuevo.

En Tú y otros desastres naturales, la nueva novela de la bestseller española María Martínez (Cuando no queden más estrellas que contar, La fragilidad de un corazón bajo la lluvia), la protagonista es una mujer que tiene la vida hecha y que ha planificado hasta el último detalle de su futuro. Está por terminar sus estudios y poco le queda para alcanzar el trabajo por el que tanto se ha esforzado. Harper tendrá la vida que desea. O eso es lo que cree.

Pero una muerte repentina pondrá su vida perfecta patas arriba y obligará a la protagonista a revisar su plan perfecto mientras es testigo de cómo aquello que creía querer más que nada empieza a transformarse en confusión, dudas e inseguridades.

Tú y otros desastres naturales, editado por Cross Books, es una de esas novleas que demuestran que los secretos nunca pueden guardarse para siempre, que los caminos siempre terminan por cruzarse y que una decisión, incluso la más pequeña, puede cambiarlo todo.

Así empieza “Tú y otros desastres naturales”

"Tú y otros desastres naturales",
"Tú y otros desastres naturales", de María Martínez, editado por Cross Books.

La carta

Los libros son como la vida, y es que, al igual que esta, todos ellos encierran secretos. Son como cofres que esconden tesoros y verdades ocultas, esperando a que alguien los abra para lanzar al aire sus misterios. Palabras esculpidas en un mundo de ficción, talladas en un corazón real.

Siempre he creído que los libros son pequeños confesionarios en los que el escritor deposita sus confidencias más íntimas. Su modo de contarle al mundo aquello que ilumina u oscurece su alma. Su forma de liberarse de las muchas cargas que un ser humano puede acumular a lo largo del tiempo. Relatos de amor, culpa, deseo y otros muchos sentimientos se enroscan en las hojas con la necesidad de contar aquello que de otra manera no podrían. Notas a pie de página visibles solo para los que saben mirar con los ojos cerrados.

Esa creencia me ha llevado a leer cada historia con cierto grado de curiosidad indebida, entre suposiciones y sensaciones que me susurran si esa escena será una verdad escondida en un cuento con sabor expiatorio, real e imposible al mismo tiempo.

Los libros poseen un poder extraño, aunque no todo el mundo sabe apreciarlo. Durante un tiempo vivimos en ellos y más tarde ellos viven en nosotros. Una simbiosis perfecta entre obra y lector que nos beneficia mutuamente en nuestro desarrollo vital.

Los libros son porciones de felicidad, incluso los más tristes o los más aterradores pueden prestarte recuerdos que dibujarán una sonrisa en tu rostro. Los libros son tardes de invierno frente a una chimenea; mañanas de primavera en un parque; vacaciones de verano en una playa; paseos en otoño haciendo crujir las hojas secas bajo los pies.

Además, huelen bien. ¡Qué demonios, es el mejor olor del mundo! Por eso no entiendo cómo las grandes perfumerías aún no han intentado explotar sus posibilidades de mercado. Qué amante de la lectura tradicional no querría un suavizante para ropa con fragancia a libro nuevo. Una loción con notas a tinta y papel reciclado. Un ambientador con aroma a texto antiguo. Esencia de primera edición. Desodorante con olor a biblioteca...

Martínez, bestseller española, es autora
Martínez, bestseller española, es autora de libros como "Tú y otros desastres naturales", "Cuando no queden más estrellas que contar" y "La fragilidad de un corazón bajo la lluvia".

Sería maravilloso poder apreciar esos matices en todo momento, sin tener que hundir la nariz en una encuadernación y que no parezca que estás esnifando cualquier sustancia extraña.

Los libros siempre han sido mi refugio, los brazos en los que me escondía cuando todo iba mal. Sacar uno de la estantería, levantar la tapa y pasear la vista por la primera página, se asemeja a la emoción placentera de una bocanada de aire fresco después de una eternidad sin poder respirar. Son un antídoto contra la tristeza, la preocupación, el miedo, hasta para un corazón roto. Me atrevería a decir que lo curan todo si das con el texto adecuado.

Sin embargo, ni siquiera esa primera página pudo insuflarme el aire que necesitaban mis pulmones cuando me mentía a mí misma creyendo que sería fácil tomar una decisión; y eso que era la primera página del último libro de Alice Hoffman, una de mis autoras favoritas. Ni ella pudo rescatarme de la miríada de pensamientos confusos y molestos en los que me encontraba sumida desde hacía días.

Dejé la novela en la mesa donde se colocaban las novedades y arrastré los pies hasta la butaca que ocupaba la esquina de la sección infantil. Me desplomé sobre ella con un suspiro, bajo el tenue resplandor naranja de una lámpara de pie de cristal emplomado. Ese era mi rincón favorito de toda la librería. Me sentaba allí cuando era tan pequeña que mis pies no alcanzaban el suelo. Lo cierto es que esa librería era mi lugar favorito de todo el mundo. Prácticamente había crecido en ella.

Mi abuela la había comprado cuarenta años atrás, después de que su marido, mi abuelo, la abandonara en Montreal para ir a Yukón a buscar oro. Nunca más volvió a saber de él.

Invirtió el dinero de una pequeña herencia en un bajo húmedo que se caía a pedazos y lo transformó en el lugar más mágico de Le Plateau. Al principio no fue fácil, sobre todo con una niña pequeña a la que educar, mi madre, pero logró salir adelante y construyó un futuro para las dos entre aquellas paredes repletas de cuentos, novelas y manuales.

La llamó Shining Waters. Sí, como el famoso lago que aparece en los libros de L. M. Montgomery sobre Ana Shirley. Ana de las Tejas Verdes siempre fue su libro favorito; y el de mi madre; y también el mío. Mi madre me enseñó a leer en sus páginas y me hizo el regalo más maravilloso que nadie me ha hecho jamás, un amor desmedido por la lectura y el deseo secreto de escribir algún día si lograba reunir el valor suficiente para intentarlo.

La echo de menos.

Las echo de menos a las dos.

— Aunque la leas mil veces, no cambiará lo que dice. Alcé la vista y encontré a Frances mirándome desde el mostrador. Estaba rodeada de facturas y libros de contabilidad. Hizo un gesto con la mano y mis ojos descendieron hasta la carta que, sin saber cómo, había salido de mi bolsillo y de nuevo se encontraba entre mis dedos.

— Lo sé, pero es que sigo sin entender por qué lo ha hecho. Ella sabía mejor que nadie que mi vida está en Toronto. Volver aquí no es una opción. — Resoplé, hundiéndome un poco más en la butaca —. Lo que me pide no es justo.

— No te pide nada, Harper. Te ha legado lo más valioso que poseía y te da la opción de elegir qué hacer con ese regalo.

— ¿Y por qué a mí? ¿Por qué no te la ha dejado a ti? Es lo más lógico.

— Porque Sophia me conocía y sabía que lo único que me ataba a esta ciudad era ella. Lo habíamos hablado muchas veces, Harper, sobre todo en los últimos meses. Si ella se iba la primera, yo regresaría a Winnipeg. Allí viven mi hermana y mis sobrinos. Son la única familia que me queda.

Pasé los dedos por la superficie rugosa del papel. — Creía que yo era tu familia — dije en voz baja.

Frances salió de detrás del mostrador y se acercó a mí. No fui capaz de mirarla hasta que noté su mano sobre la mía, deteniendo su movimiento errático. Una pequeña sonrisa asomó a sus labios, triste y temblorosa. Recordé que yo no era la única que estaba sufriendo.

Había compartido su vida con mi abuela durante las últimas tres décadas. Se habían conocido cuando solo eran unas niñas y desde ese instante se habían vuelto inseparables. Crecieron y continuaron la una al lado de la otra, apoyándose en todo. Mi abuela se casó y Frances estuvo allí. También cuando nació mi madre. Y más tarde, cuando mi abuelo la abandonó, continuó a su lado. Hasta que un día esa amistad se transformó en amor.

O quizá siempre se habían amado y no habían tenido el valor necesario para admitirlo.

— Por supuesto que eres mi familia. Te quiero, Harper, pero mi lugar ya no está aquí. Hay demasiados recuerdos.

Me mordí el labio, intentando contener las lágrimas. Ha bía pasado una semana desde el funeral. Tres días desde la lectura del testamento en la que se me entregó una carta que había dejado para mí; y aún me costaba creer que no volvería a verla nunca más.

Quién es María Martínez

♦ Nació en España.

♦ Es escritora y madre.

♦ Es autora de libros como Tú y otros desastres naturales, Cuando no queden más estrellas que contar y La fragilidad de un corazón bajo la lluvia.

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