Si hablamos de artistas influyentes del siglo XX, un infaltable sería el francés Jean Cocteau, quien dejó una importante huella en distintos campos, entre ellos, la poesía, el cine y el teatro. Uno de los trabajos que más contribuyó a reforzar su nombre entre los grandes fue la primera película que se hizo sobre La bella y la bestia, con base en la versión más popular del relato francés, escrita por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Filmada en 1946, la cinta fue escrita y dirigida por Cocteau y es considerada un clásico del cine galo.
60 años después de su fallecimiento, en octubre de 1963, recordamos la vida de un hombre dedicado al arte y cuya obra perdura en el tiempo, convirtiéndolo en uno de los íconos más importantes del movimiento surrealista.
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La historia de Jean Cocteau inicia el 5 de julio del año 1889 en un pueblo pequeño ubicado cerca de París, en Maison-Lafitte, donde pasó los primeros años de su vida. Siendo el menor de tres hermanos y el más curioso de todos, desde esta etapa inicial reveló un creciente interés en la escritura y el dibujo, lo cual empezó a notarse más en los años académicos.
Sin embargo, antes de que esto fuera posible, cuando solo tenía 9 años, tuvo que enfrentarse a una de las situaciones más dolorosas de su vida: su padre, abogado de profesión, se suicidó de un disparo en la cabeza en 1898.
En 1900 llegó al Lycée Condorcet en París, donde conoció a escritores y artistas que serían fundamentales para el arte francés, entre ellos el poeta y dramaturgo Guillaume Apollinaire y el escritor Maurice Sachs. Sin embargo, este también fue un período difícil para él, en especial por su carácter rebelde e inquieto, lo que produjo que cuatro años más tarde fuera expulsado por indisciplina.
El desagrado por la vida académica fue una constante en la vida de Jean Cocteau. En 1906 ingresa al Lycée Fénelon, donde tampoco logra un rendimiento académico regular, siempre prefirió el aprendizaje autónomo. Lo que sí era de su interés era el arte, por ello, en 1908 empieza a escribir los poemas del que se convertiría en su primer libro, La Lampe d’Aladin; más tarde, explora otras disciplinas artísticas, como el ballet y el teatro.
Como dramaturgo también se lanzó desde muy joven a la escritura de la que sería su obra más famosa, titulada La máquina infernal, donde mezcló el mito de Edipo con elementos surrealistas, creando una experiencia teatral distinta a las demás.
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Cocteau y ‘La bella y la bestia’
Guiado por el arte y sus distintas disciplinas, Jean Cocteau fue siempre inquieto y curioso por descubrir el mundo y, a la vez, crearlo desde su propia experiencia, por lo que tarde o temprano tendría que llegar al cine, y así lo hizo, dirigiendo películas que fueron consideradas obras verdaderamente revolucionarias, como La sangre de un poeta, filmada en el año 1930, pero la producción por la que el mundo recordaría con mayor vigor su nombre fue La bella y la bestia, de 1946, considerada una obra fundamental del cine fantástico, basada en la que es quizás la versión más popular del tradicional cuento de hadas francés, escrita a Marie Leprince de Beaumont en 1756.
La producción fue protagonizada por el que sería el gran amor de Cocteau, el actor Jean Marais, como La Bestia. En sus inicios se tejió una amistad que no tardó en convertirse en romance. Allí se mezcló la admiración y la inteligencia entre el actor de 24 años y el director de 48. Se sabe que Marais deslumbró a Cocteau de tal manera que en una ocasión diría: “Las características de esos hiperbóreos de ojos azules de los que habla la mitología griega”.
Con aguda intensidad dieron rienda suelta a un vínculo que se transformó en lealtad. Continuaron trabajando juntos en otros escenarios, como el teatro ,con la obra Los padres terribles en la que se narraba un romance homosexual.
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Un hombre influyente y un artista de amistades con mentes brillantes
A lo largo de su vida, Cocteau consolidó amistades con varias de las figuras más importantes de su tiempo. Fue cercano a artistas como Pablo Picasso, Igor Stravinsky y Erik Satie.
Estas colaboraciones artísticas y amistades influyentes le permitieron al artista no solo expandir su obra y su visión creativa, sino también experimentar con nuevas formas de expresión, combinarlas y crear nuevos formatos dentro del mundo surrealista.
Cocteau a menudo desafió las clasificaciones artísticas y se negó a ser encasillado en una sola corriente. Sus obras, siempre variadas y distintas, evidenciaban una exploración constante entre lo real y lo imaginario, dejando una marca indeleble en el mundo del arte.
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